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Mad Max 2. El guerrero de la carretera

Acción. Ciencia ficción Tras el holocausto nuclear, la gasolina se ha convertido en un bien escaso y muy codiciado. Mad Max, héroe solitario, inicia una lucha sin cuartel para ayudar a una colonia de supervivientes constantemente atacada por un grupo de violentos guerreros que intenta arrebatarle un tanque de gasolina. Max decide ayudar a los defensores del tanque... (FILMAFFINITY)
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Críticas 105
Críticas ordenadas por utilidad
20 de julio de 2013
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El guion es original pero simple, los personajes blandos y sin profundidad pero la puesta en escena y la diversión están aseguradas. Y todo gracias a que la película no se hace larga, a pesar de que algún tramo resulte engorroso.

Es cine independiente de principios de los 80 con una calidad en la puesta en escena muy superior a películas de gran presupuesto de su misma época. Las estampas que deja George Miller en los desiertos, algunos planos de cámara adelantados a su época y las escenas de acción son fantásticas.
Entre actores destacar la clara chispa que hay entre Gibson y Spence, regalando momentos de risa cruel.
La bandas sonora pasa sin pena ni gloria al igual que el resto de actores.

A destacar, que esta película más incluso que su predecesora es una mirada crítica hacia un posible futuro fruto de la industrialización y la guerra por el petróleo. De hecho Mad Max 2 por ambientación se puede considerar madre de un genero, el de lo "Post-Apocaliptico", que han utilizado tristemente más para la animación que para el cine en vivo.

Con un guion mas depurado estaríamos hablando de una obra maestra, pero "El Guerrero de la Carretera" sigue siendo una fantástica película de culto que se conserva estéticamente de maravilla.
jewen
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2 de julio de 2015
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Dicen que segundas partes no son buenas, pero en este caso considero que no se cumple la premisa.

Se ve en los resultados obtenidos la experiencia adquirida por el director. Es una cinta repleta de acción, desde principio a fin. Pocas son las películas que pueden embriagar al espectador y ésta sin dudas lo hace.

El vestuario, la escenografía, la continuidad de la historia, las actuaciones, los detalles y la fuerza de cada personaje se dan la mano con la perfección.
Víctor
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14 de septiembre de 2015
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Un sombrío prólogo en blanco y negro nos pone en situación. La civilización tal y como la conocíamos se ha ido al garete, nosotros mismos la hemos destruido, y tras la hecatombe, la sociedad ha renacido en su forma más primitiva.

Mientras la primera película se ambientaba durante el apocalipsis, esta secuela se sitúa después del mismo, evolucionando hacia una estética totalmente postapocalíptica. El salvajismo se ha apoderado de un mundo cada vez más polvoriento. Las pandillas de pirados han sobrevivido al exterminio de la humanidad. Locos del asfalto recorren las interminables tierras yermas en busca de un galón de gasolina. Anarquía, caos, violencia. Entre ellos se abre paso el guerrero de la carretera, pistolero solitario que malvive alimentándose del cadáver del viejo mundo, pisando el acelerador hacia ninguna parte.

George Miller esculpe en esta entrega su inventiva futurista más alocada. La vestimenta es una estrafalaria mezcla de harapos, cuero y máscaras, rollo tribu urbana punk sadomasoquista. Las viviendas son improvisadas chozas de metal comunitarias. Por la pantalla ruedan todo tipo de vehículos revestidos de alambre, reforzados con defensas, equipados con armas y tanques de nitro, adornados con cuerpos de personas… Un auténtico despliegue punk metal postapocalíptico que causará sensación durante las impresionantes escenas de acción, especialmente en la demencial carrera final, todo un espectáculo.

A nivel argumental es simple, diría que la excelsa ambientación se come un poco la historia. Carece del desgarro dramático de la original, así como de su seriedad. El tono aquí es más desenfadado, con toques de humor macabro, gráficas dosis de violencia, mucha acción… Es una película más lunática, y por tanto más espectacular, pero menos impactante. También se acelera algo de más en ciertas escenas. De todos modos es una gran secuela, innovadora y entretenida. La dirección de Miller es exquisita y la ambientación impecable, inmortalizando planos portentosos. El polvo parece introducirse en los pulmones de la audiencia, el rugir de los motores ensordece sus oídos, y el sabor a sangre y metal invade su paladar.

En definitiva, un feroz wéstern postnuclear de acción donde los bandidos a caballo son chiflados al volante en busca de oro negro, y otra joya de Miller para su admiración.
Biopunk
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28 de agosto de 2016
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“Mad Max 2” es como “Mad Max 1” pero multiplicado por un millón. Se desprende de los aspectos superfluos del anterior film y se centra en el cogollo del asunto: violencia gratuita y descerebrada, coches rápidos y potentes, decadencia extrema del sistema capitalista y mucho mucho mucho humor negro. Cuando uno ve este film, no puede evitar horrorizarse y divertirse, todo al mismo tiempo. Es una película tan excesiva, tan grotesca, tan absurdamente chillona y “trash-kitsch” que a nadie deja indiferente.
Max Rockatansky, acompañado de su fiel perro, recorre el salvaje e incivilizado páramo australiano conduciendo el último Interceptor V-8, el mejor coche del mundo. Sin sueños ni esperanzas, la única motivación de Max es conseguir gasolina para seguir huyendo hacia la nada. Una tarde descubre una pequeña colonia que posee grandes reservas de petróleo, pero dicha colonia está siendo asediada por una pandilla de vándalos punkis ultraviolentos sexualmente ambiguos liderados por El Gran Humungus, un culturista con problemas de alopecia fan de Jason Voorhees. Max revivirá los viejos tiempos en los que atropellaba a punkis y se unirá a los colonos en su lucha contra El Gran Humungus.
La película es una maravilla de principio a fin. Comienza con un resumen de la primera parte, recuerdos de un anciano que revive sus años de juventud y que mezcla realidades con fantasías, forjando así la leyenda de Max, el guerrero de la carretera. Acto seguido, sin más preámbulos, vemos la primera persecución del film: Max es acosado por varios punkis. Una escena rápida y brutal que acaba insatisfactoriamente para ambos bandos pero que establecerá la relación de odio entre los dos antagonistas: Max y Wez el punki de manual (que buscas punki en el diccionario y sale su foto: cresta a lo “último mohicano”, cara de mala hostia y cuero negro ajustado). La naturaleza salvaje y desierta del páramo australiano y su aplastante inmensidad son los protagonistas absolutos, enmarcando los últimos vestigios de una civilización que ya ha finalizado: una carretera desierta y los restos de varios vehículos. A medida que avanza el film, estos vestigios de civilización desaparecen progresivamente siendo sustituidos por un salvajismo elemental, grotesco y desvergonzado. Gobiernos han sido sustituidos por tribus teocráticas (El Gran Humungus va de mesías por la vida) y la relación entre los seres humanos es violenta y despiadada. La única esperanza es un paraíso lejano (siempre es lejano), un lugar donde poder escapar y recuperar sus vidas, un lugar que realmente no existe pero que resulta imprescindible para conservar las ganas de vivir. Pero Max vive ajeno a todo esto. Ni siente ni padece por nadie. Ya nada importa y solo quiere gasolina para seguir su demencial viaje a ninguna parte. Sólo cuando los punkis le despojan de su último gramo de orgullo, decide ponerse del lado de los colonos (aunque, por otra parte ¿qué opción le quedaba?). Y al final, la mejor persecución de vehículos jamás rodada en la historia del cine. Un resumen impecable de toda la película, llena de muertes innecesarias, coches y motos destrozados, acción desenfrenada y angustiosa y un final abrupto, brutal y estéril. Una mezcla desordenada, confusa y genial de imágenes y sensaciones, de bestialidades y heroísmos, todo imbuido de una épica añeja y crepuscular, consagrando al personaje de Mel Gibson como uno de los mejores anti-héroes del cine: Max el loco, una leyenda maldita, trágica y terriblemente carismática.
El éxito y la proyección en la cultura popular de “Mad Max 2” fue indiscutible. Surgieron multitud de copias que desgraciadamente se quedaban en la superficie del invento, sencillamente plagiaban la estética punk-decadente y la despojaban del humor y del absurdo imprescindible del film, aumentando, eso sí, la violencia a unos niveles crudos repugnantes. Incluso, me acuerdo yo, Renault hizo un anuncio de televisión parodiando la película, que salía un punki destrozando un coche y de pronto salía el Renault, todo nuevecito y el Punki no podía romperlo de lo resistente que era el coche, y el eslogan era: “Renault: ¡se lo carga todo!”. Incluso algunos ven en “Mad Max 2” una película de culto gay. Lo dicho, como la primera parte, interpretaciones y lecturas múltiples y variopintas, propias de un clásico ecléctico y de culto. George Miller rodó una de las mejores películas del “fantastique” mundial, referente indiscutible del cine friki y no tan friki, una obra maestra excesiva, única y excepcional.
“Mad Max 2”: una película atemporal que no envejece con el paso de los años y que sigue transmitiendo las mismas emociones de caos, locura y diversión.
SUSTOVISION
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30 de septiembre de 2016
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A menudo una cinta infravalorada y dejada de lado, craso error. Este filme aguarda una historia apasionante, ruda e incisiva, siguiendo el particular estilo creado por su antecesora. El desarrollo del film es estupendo, consolida ese mundo post-apocalíptico sublime que parecía asomarse en su primera parte y termina por generar ese fantástico y atípico protagonista llamado Max. Extrañas andanzas violentas en un tosco y desconocido entorno, que se devienen sorprendentemente gratas.
Toni Garriga
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