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La ironía del destino, o goce de su baño (Miniserie de TV)

Serie de TV. Comedia. Drama. Romance Miniserie de TV (1975). 2 episodios. Zhenya es un hombre que el día de nochevieja se reúne con sus amigos para llevar a cabo un viejo ritual consistente en ir a unos baños públicos y beber. Cuando todos están borrachos, Zhenya se mete por error en un avión a otra ciudad y al llegar entra en una casa que no es la suya, con el consiguiente enredo que se organiza.. Película soviética considerada de culto que contó en 2007 con una secuela ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
3 de diciembre de 2011
29 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
50 millones de espectadores, o tal vez 500, vieron esta película en la ancha URSS, y Eisenstein en su tumba agarraba fuerte la lápida por dentro.

Para empezar, el guionista se llama Braguinsky.

El protagonista es un cirujano de cociente intelectual 60 ó 65. Vive con su madre bigotuda (los subtítulos dicen una mamá chévere y un hijo babieca) en un apartamento caótico. Al carpintero le dijeron: Que el apartamento se vea caótico. Por él no quedó. Imposible distinguir qué es cocina o dormitorio, recibidor o baño; qué es armario o silla, mesa o espejo: fragmentos. Pero sí se distinguen las copas y las botellas. Caos sí, pero dentro de un orden.

El doctor se reúne con los amigotes en unos baños de vapor, unas oficinas con mamparas bajas y sofás de eskai cubiertos con sábanas, igual que los usuarios, envueltos como romanos por encima del braslip. El vapor se supone, porque no brilla una gota de sudor, pero por dentro se bañan con litros de vodka: hay una barra de bar junto a una báscula de ganado.

El doctor agarra una trompa mayúscula. Aquí se trabaja en serio, con gran concentración y respeto, dando lo mejor. Más de media hora de caminar sin tenerse en pie, o farfullar sin que se entienda, excepto el relato “Estaba en los baños de vapor cuando…”, que comienza unas 190 veces. A los 50 millones no les importa, a ellos también se les sale el vodka por las orejas.

Hay un amante celoso, Hipólito. Cuando le da el pronto sale hecho un basilisco a la noche, a hacer trompos, derrapajes y molinetes sin fin por avenidas de hielo. Se conoce que en Leningrado no vive un alma. Estarán todos en el cine. Menos el de la excavadora azul, que vuelca distraído su carga de nieve sucia sobre el coche de Hipólito. Y eso que el coche es naranja. Pero da igual: los 50 millones están lo bastante beodos.
En algún plano se ve que el coche es de juguete, escala caja de cerillas, pero no importa, por lo ya sabido.

Cuando alguien echa mano de una guitarra que siempre anda por ahí entre los fragmentos de mobiliario, hay que temblar. Sin molestarse en simular los movimientos de los dedos en el traste, larga una balada lacrimógena. El encargado de los subtítulos aprovecha para refrescar el gaznate en el bar y van a buscar al suplente al frenopático donde reside. Produce letras más o menos como: “Enunciado te he mi fenomenología de emociones, y un cuervo expectora en la sección frágil de un bosque relativamente poblado, mientras mi víscera cardiovascular precipita lluvia…”.

El director de fotografía obsequia con insistencia en ropas y luces un color morado vibrante y agresivo, que corroe la vista. No entendió cuando le dijeron: ¿No te estás poniendo bastante morado?

La película dura tres horas. Por un atajo pueden lanzarse a una piscina de vodka con la boca abierta.
O ahorrársela e ir a comer una tortilla de patata con un vaso de tintorro. Será más sano para su cerebro y su hígado, para sus vísceras en general.

¡Pobre Eisenstein!
Archilupo
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4 de diciembre de 2011
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, verá, Hipólito, mis amigos y yo tenemos una tradición en fin de año y es irnos a dar un baño de vapor. Allí bebimos y luego fuimos al aeropuerto, me montaron en el avión por error. Viajaba mi amigo Pablo y me montaron a mí...

Si has visto esta película y ahora mismo estás leyendo estas líneas, se puede llegar a correr peligro de sufrir un infarto porque el corazón no resista la emoción (o furia) que se produzca al descubrir que aún no te has deshecho de volver a ver o escuchar esa explicación. El leitmotiv (¡qué emoción! siempre había querido usar esta palabra, aunque quizá sería mejor haber empleado "la excusa"... humm.. e incluso "mcguffin"...) se repite hasta la saciedad. En mi pueblo se emplea una expresión cuando "estás lleno". Por ejemplo, situación, vas al pueblo a casa de los señores padres y te dan de comer como a una reina ¿cómo se llama a la sensación que se apodera de ti en la sobremesa? "Tupida". Sí, como las medias, tupidas. Dices "estoy tupida de todo" traducible por "toy tupía de tó". Pues hasta el hastío acabas de escuchar lo del baño, lo del avión, lo de su amigo Pablo, más luego lo de la confusión de apartamentos. Tupe Moscu, tupe Leningrado.

Ese es uno de sus errores; el otro, y no por nombrarlo en segundo lugar es menos importante, es la duración. Nadia, la protagonista de la obra que nos ha reunido aquí, en un momento de la película dice: "Ya ha amanecido ahí fuera..." Pues sí, a nosotros también nos dio la sensación de que si salíamos a la calle en ese instante, también el alba habría rogado aparecer junto al nuevo día. Tres horas y algunos minutos para contar una historia de hora y media escasa, no tiene disculpa ni perdón si es extendida hasta el delirio. Navarone, traiga sus cañones, que tiene trabajo.

En sí, es mala, no entiendo que sea una película de culto porque no se le ve la gracia por ningún lado, excepto si te burlas de ella. De todas formas, que sea cutre, que tenga cortes extraños, no me importa tanto, pero ciertamente, algo insufrible es. Eso sí, la traducción de la que disfrutamos tiene su punto, no sé si decían esas cosas realmente o era inventado, aunque dudo que alguien tenga tanta imaginación. A la almohada, a las estrellas, a la naturaleza en general, quizá sí le puedas preguntar cosas, casi siempre retóricas pero a un fresno, queda raro. Esto es como Tomás con las llagas de Cristo, que no lo crees hasta que no lo ves. Cuando me encuentre con un fresno (y si lo reconozco), quizá le pregunté si fue a él mismo a quien le preguntaron... parece que estoy viendo la estampa, sí, lo veo todo, veo el fresno, veo la intranquilidad del espíritu que te hace cuestionarte tus dudas internas, veo la necesidad de dirigirme al fresno, y veo ¿pero qué veo a lo lejos en el cielo? oh, son los cuervos lentos que vienen a posarse sobre sus ramas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
nanci_nanci
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11 de diciembre de 2011
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo dejar claro a un espectador que esta comu-retro-bluff-tv-movie-troiska de tres horas, dividida en dos episodios, es un pedazo bodrio ruso? ¿¡Cómo!? Si alguien se mete en Imdb verá que tiene un 8,6 de media (sí, más que “Ciudadano Kane” aunque muchos menos votos) y hasta hace poco en Filmaffinity ¡se acercaba peligrosamente! ¿Qué les pasa a los rusos? ¿¡Qué les pasa!? No sé si será la gelatina de pescado con espinas, que pasan el bodrio allí todos los años por navidad y quién la ve lleva veinte litros de vodka en sus venas o que las gafas de pasta gruesa, que luce de vez en cuando el protagonista, producen una terrible hipnosis en público o crítica. O tal vez el roce hace el cariño.

Tampoco sé si esa ‘ironía del destino’ de la que habla el filme de Eldar Ryazanov se traslada al propio espectador desquiciado con la aberración que observa. Ni por longitud, grosor, textura y sabor “La ironía del destino, o goce de su baño” llega ni al muy deficiente. El planteamiento inicial es original aunque cogido con pinzas rusas: los edificios y barrios se habían creado tan a molde durante los 70 que uno puede, por circunstancias del destino, acabar en la misma dirección, portal y piso sin darse cuenta que se encuentra en otra ciudad completamente distante.

Para que se me entienda por qué digo que es un B-O-D-R-I-O:

— La película da, como mucho, para un cortometraje y acaba en tres insoportables horas.

— Durante esas tres traumáticas horas se nos repite la historia del baño de vapor unas veinte veces…

— Cada vez que uno de los protagonistas coge una guitarra se marca una canción te hace añorar que EEUU no atacase con armas nucleares a la URSS.

— La dirección de Ryazanov, auspiciada por un libreto de Braginsky que hace recordar los vodeviles casposos (y también braginskys) de Lina Morgan, no le llega ni a la suela de los zapatos al porno setentero ni mucho menos a cualquier cinta de Mariano Ozores.

— Hay un momento homenaje involuntario o renovación del efecto Kuleshov pero sin sopa, ni niña ni ataúd. Un primer plano de Hipólito con una cara digna de un funeral que corta a su misma cara en la misma secuencia con una sonrisa de ceja a ceja… Sí, ella estaba tocando su guitarra…

— Los subtítulos no ayudaron nada: «mamá chévere», «babieca», «cuervos lentos» o «Tú eres un vaina» entre millares de ejemplos.

— Y las traducciones de los poemas rusos bordan el ridículo. En el spoiler el mejor ejemplo:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maldito Bastardo
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12 de noviembre de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente sea la mejor película filmada en un país que ya no existe. Es increíble y reconfortante saber que en un país tan frío, como la Unión Soviética, se pudo realizar una película tan completa, un romance que bordea finamente el drama y la comedia.

Definitivamente es uno de los guiones más quemados y originales que se haya podido crear en la historia del cine, pero a su vez, es uno de los mejores logrados y en donde es imposible no seguir paso a paso aquella inexplicable aventura de un tipo que el mismo día en que le pide matrimonio a su novia, luego de celebrar con sus amigos, es enviado ebrio a otra ciudad en donde existe una dirección idéntica a la de él, a excepción que allí vive una hermosa rubia hasta ese entonces comprometida.

Insólito, realmente, pero entretenido cada minuto de su visionado, un verdadero placer audiovisual, casi poético en algunas escenas. El soundtrack maravilloso y el elenco mejor aún, destacando la pareja protagonizada por Barbara Brylska (Nadya) y Andrey Myagkov (Zhenya). No es por exagerar pero no hay más palabras para describir a tamaña obra maestra.
La Mente Maestra
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16 de junio de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ironía del destino o ¡goce de su baño!  es una de las películas más populares de la Unión Soviética. La película, destinada al ámbito televisivo consiguió reunir el día de su emisión el 1 de enero de 1976 a unos cien millones de espectadores. Una auténtica locura, que hizo que la cadena de televisión repitiera la emisión de la película el 7 de febrero del mismo año. Posteriormente incluso llegó a estrenarse en cines. Aún hoy en día, es una de las películas consideradas como "clásicas" del cine soviético, y especialmente del cine de navidad que se consume en las fechas de año nuevo.

La obra de Eldar Ryazanov tuvo un impacto sociológico tremendo. Seguramente, porque el director reflejó de manera cómica el "Zeitgeist" de su época, que además para nosotros resulta doblemente interesante, por no existir ya un país como la URSS. Y es que, y ahora entramos en territorio personal, viviendo en la actual Rusia uno se siente obligado a decir que aquel país que muestran las cintas soviéticas y la realidad no tienen nada que ver, pese a que en multitud de ocasiones, especialmente desde el prisma europeo, se acostumbra a señalar ambos países como un ente idéntico.

Y esta visión que hace la película de su momento, no lo hace desde una perspectiva edulcorada, sino tragicómica. La película utiliza el absurdo de la trama para dejar en entrever no las miserias de la vida durante la URSS, sino como era esta, con sus luces y sombras. Y si bien la película tiene un lado afable, también se encarga el guión de ir soltando algunas pequeñas pullitas, que en realidad no dejan de darle verosimilitud a todo el relato.

Para un espectador soviético la película obviamente tenía un contexto mucho más rico y entendible, y es normal perderse en algunos momentos si no tenemos en cuenta ciertos aspectos culturales. La propia trama por ejemplo, que parece tan absurda (una persona que entra en casa de otra porque las encuentra iguales, aun estando en una ciudad totalmente distinta) no lo es tanto en realidad, puesto que el modelo de vivienda soviético de aquel momento era precisamente el de bloques de hormigón (o como se dice aquí, "Paneles") que formaban edificios iguales y totalmente indiferenciables unos de otros. De hecho aún hoy en día pueden verse en la propia capital si nos alejamos del centro, y sobre todo en cualquier ciudad provincial, donde aún se mantienen en pie este modelo constructivo.

La película tiene unos aspectos técnicos simples pero efectivos. Al tratarse de una película dirigida a televisión, no cuenta con un despliegue de medios demasiado rico, sino al contrario. De hecho, casi la totalidad del filme, exceptuando un par de secuencias (que suceden en un baño y en un aeropuerto) tienen lugar en la casa de los protagonistas. De hecho, la película tiene muchas cosas en común con la obra francesa Le Diner de cons (La cena de los idiotas, 1998) del director francés Francis Veber, y de hecho quien escribe la crítica está seguro de que hay cierta influencia del filme soviético en la película francesa (por ejemplo con las secuencias de equívocos cuando cogen los teléfonos).

La base central de la comedia se basa en ese juego de enredos y de personajes que van embarullando la trama con cada palabra que sueltan. Hay también varios números musicales de canciones interpretadas por los propios actores, algo que era habitual en el cine de este momento.

En una película en la que toda acción sucede en prácticamente un mismo lugar y donde la cámara apenas tiene protagonismo, el papel de los intérpretes es más que básico. Y aquí, el trío de personajes principales cumple sobradamente con los perfiles de sus personajes. El protagonista, Andrey Myagkov, muestra de manera excelente un registro primero cómico (haciendo de borracho) y pasando sin problemas a uno dramático después. La actriz que interpreta a Nadya también es capaz de expresar todos los diversos matices de su personaje, una chica ya mayor para la época, que aún no se ha casado y que piensa que puede perder su tren para siempre. 

Sí, La ironía del destino o goce de su baño es una película totalmente desconocida en España y que por las singularidades identitarias de la película puede hacerse un tanto cuesta arriba, pero si uno va con la mente abierta, puede encontrarse con una de las más agradables películas soviéticas que se hicieron en toda su historia.

Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
Kyrios
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