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Manolo, la nuit

Comedia Manolo trabaja en la Costa del Sol, divirtiéndose y ligando con las extranjeras que veranean allí. Mientras tanto, su mujer se encuentra en Madrid presa del aburrimiento y los celos. Influenciada por su despiadada hermana, simulará un embarazo con otro hombre para darle una lección. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que se aprobara el Plan de Estabilización Económica en 1.959 y España abriera sus puertas al comercio internacional y a la revalorización de la peseta, la llegada de extranjeros al país es cada vez más frecuente y en poco tiempo su presencia en las costas se convierte en la principal fuente de ingresos de la economía nacional: el turismo.

Nada detiene la llegada masiva de visitantes desde todos los rincones del Globo, principalmente de las partes más frías del mismo; esta situación social quedará bien expuesta en el cine, sobre todo en la comedia costumbrista. En ella se trata desde el humor, la burla y la picaresca el choque de culturas y el intento del español medio para adaptarse a los cambios que está imponiendo la exótica presencia de esos extranjeros en busca de sol y playa. Fernando Merino y Pedro Lazaga reflejan esto a la perfección en sus obras, pero el prolífico Mariano Ozores también hace hincapié en este fenómeno sociológico.
Llegan los años '70 y el cineasta ha dejado al infalible dúo Gracita Morales/José Luis López Vázquez (en calidad de protagonistas) para trabajar con otros; no tarda entonces en convertir a Alfredo Landa, con quien ya ha colaborado, en su actor fetiche de la década. El sr. Ozores comienza "Manolo "la Nuit" " como si de un documental del NODO se tratase (con narrador incluido) y el primer tema al que enfoca, con marcada socarronería, es el turismo, la alegría de la economía española y de los que salen huyendo de sus tierras por el frío y la lluvia para encontrar el calor de la costa.

También presenta otra alegría, en este caso para las mujeres turistas: la de la figura del llamado "celtíbero español", el macho castizo de pelo en pecho, maneras rústicas, voz de cazalla e impetuosidad para amar (de ese que ya no existe). Pero dicha figura queda demolida desde el instante en que aparece el protagonista: Manolo Olmedillo, un hombre de baja estatura y gestos neandertales que muchos podrían tomar por el mecánico del pueblo trabaja en el negocio del turismo y es todo un "sex-symbol" para las visitantes de las playas de Torremolinos.
A lo largo de este inicio el director deja entrever mucha comedia picaresca típica de la época, hasta que entra en escena Susana, la esposa de Manolo, que vive en Madrid permaneciendo ignorante de las correrías de aquél. Es un aniversario de bodas olvidado y una inoportuna llamada telefónica la que da la vuelta a la trama y pone al seductor en fuga para reconciliarse con su mujer. Sin embargo lo que Manolo no sabe es que ésta va a seguir un plan urdido por su retorcida hermana: hacerle creer que está embarazada de otro hombre.

Ozores y su colaborador Vicente Coello no abandonan la comedia, de inspiración "vodevilesca", pero desde el desengaño que ha vivido Susana el tono se vuelve más agrio, se introduce el melodrama y el tema del turismo no es sino un pretexto para ahondar con mucha audacia en los problemas matrimoniales, la infidelidad y la posibilidad del divorcio (que no se autorizaría hasta casi una década después) en una España aún dominada por la autoridad de Francisco Franco y los valores tradicionales. Una España cuyo desarrollo se da gracias a la prostitución física y moral y que a la larga acaba atentando contra las buenas costumbres.
Durante los malabares que el guión irá provocando a partir de la farsa planteada por Martina, el cineasta, con extrema mordacidad, enfrenta dos posturas en lo referente a la relación marido-mujer: la de la superioridad del esposo y la sumisión de la esposa, en la que un desliz por parte de ella se condena como la traición más inmoral olvidando ya todos los cometidos por él ("¡Yo soy un hombre y tú eres una mujer!...¡mi mujer!", espeta Manolo en esa incómoda secuencia que hoy retorcería los intestinos a más de uno). Esta relación es la de Manolo y Susana, y hallando su perfecto negativo está la de Pelayo y Martina, de este modo se señala que tan mala es la sumisión total de la esposa y el dominio implacable del marido como la situación contraria.

Con la frase que orgullosa profiere aquélla "¡A los hombres no hay que quererles, hay que dominarles!" se deja claro que Ozores y Coello condenan a todos y a nadie conceden licencias, y sin dejar de retorcer la trama, que más disparatada se volverá y más enredos y sorpresas acumulará, extranjeras acosadoras incluidas (hasta llegar a lo absurdo cuando Manolo obliga a su mujer y su cuñada a hacer duros ejercicios para prepararse para el falso parto).
Pero para evitar el descontento del público y respetando los esquemas de la comedia de enredo, el guión seguramente propondrá el previsible reestablecimiento del amor por encima de todo y una solución muy casera, muy tradicional y muy española (esa unión de la pareja dejando atrás los turbios sucesos del pasado que de alguna manera se sabe desde el principio). Un magnífico Alfredo Landa en su clásico papel de mujeriego caradura e irritante, y ese genial José Sacristán de nuevo de tipejo insípido y apocado sirven a Ozores y Coello para hacer una ácida descripción de la figura del hombre tradicional, inevitablemente infiel, sinvergüenza, gritón y violento, pero también cobarde, hipócrita y miedoso.

Les acompañan Rafaela Aparicio, Ricardo Merino, Juanjo Menéndez, Antonio Ozores en una brevísima pero hilarante aparición, la soberbia y dulce María José Alfonso y una Josele Román bordando el papel de desquiciante y pérfida instigadora de tensiones, convirtiéndose así en el maestro de ceremonias absoluto en esta suerte de versión castiza de "Amistades de mi Mujer", mezclando con ingenio grandes dosis de humor grueso y trazos de puro melodrama.
Con su irremplazable carisma Landa demuestra ser uno de los actores que mejor lanza los chascarrillos y frases de Ozores, y ello derivará en una fructífera colaboración, quedando "Manolo "la Nuit" " entre los mejores ejemplos de ésta.
Chris Jiménez
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21 de julio de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de esta película no corresponde con el argumento central de la misma, que trata de Manolo intentando salvar su matrimonio ante una mujer que, por despecho, inventa un embarazo para atraer al golfo y egoísta de su marido, que vive en Torremolinos siendo una especie de gigoló.

Landa inventó este personaje en los 70, alentando al español bajito y poco agraciado a entrar con fuerza a las suecas que regaban nuestras costas.

Aunque la película está desfasada para la época que corre, entretiene de manera modesta y nos ofrece un argumento ligeramente diferente a lo que teníamos.
CHIRU
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7 de junio de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Torremolinos 73. Voto a Bríos. El hijo de Simbad. Chinchorro. Flor de invierno. Un hombre llamado Flor de Otoño.
Se seca, se seca...
Puros, Anís del mono, viva mi hijo si es de todos.
Los dos extremos femeninos, la santa y la arpía, y los dos masculinos, el alfa y el omega o gran pagafantas, para una comedia brillante y despatarrada sobre los horrores matrimoniales tan españoles.
La protagonista es una mosquita muerta, siempre las más peligrosas, la cuñada es una caradura, más directa y verdadera. Alfredo es un gañán que se folla todo lo que se mueve, Sacristán es un pobre desgraciado que ni siquiera se toca o atreve.
Tras la sana risa y el buen humor, se esconde siempre la mayor sordidez, toda la bilis, sale a la luz todo lo callado o lo que no está en los escritos, en este caso hablamos de la España vendida a Europa por dos pesetas, di no a la leyenda negra, que se abría de piernas, o más bien la bragueta, para recibir toda la morralla extranjera en aquellos sesenta y setenta y lo que te rondaré morena, convertida en un gran prostíbulo o tal vez lugar/lupanar de mucho recreo y meneo venéreo, donde un buen hombre, casado, con principios, amante de su familia y con los más altos valores se ve obligado a prostituirse para mantener a los suyos, más bien a una vaga de cojones que vive sola y no hace nada y a pesar de ello tiene la cabrona criada o sirvienta, seguro que para poder tocarse a gusto la patata, vaya elementa, porque, por otra parte, seremos putos, pobre gente, venderemos nuestros cuerpos en el mercado negro, pero la fachada hay que mantenerla y vamos de burgueses aunque no tengamos donde caernos muertos.
Por lo tanto, es la historia más triste del mundo sobre un paria al que todos explotan y timan, del que abusan las de fuera, ávidas de sus carnes morenas y tan prietas, les gustan mucho a las foráneas, suecas, alemanas o italianas, los trogloditas indígenas ya que son siempre los más baratos o económicos, tráfico de blancos, y se ríen en su cara las de dentro, para más inri cornudo por culpa de un de agua dulce marinero, otro puto que se vende al mejor postor/ra, dos mil pesetas por diez servicios, hijo por hijo y diente por diente; ese Capitán Nemo que al final embaraza a todas para poder seguir viviendo del cuento, del oficio del mundo más viejo.
Y la Aparicio como gran madama de ese enorme burdel madrileño en el que los hombre ofrecen el género y las mujeres son las zánganas, de ella más concretamente, de la abeja reina de la colmena, más o menos. Y de fondo, el gran salido, el enorme Juanjo Menéndez, ese ser de pestañas postizas y camisón al viento, un homosexual reprimido o una extraña y hermosa mariposa.
Terrorífica trama filtrada por el más cruel cachondeo, ese que da ganas de sacar la pistola y ponerse a pegarle tiros a todo el mundo, de uno en uno y todos juntos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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22 de septiembre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale, no estamos ante la película del siglo pero uno puede desconectar un rato del mundanal ruido viéndola, si es con amigos mejor, disfrutando de la cutrez de sus escenarios (¿por qué todas las películas de los setenta en España tenían ese mal gusto a la hora de decorar las escenas?), su guión absurdo y, por qué no decirlo, ese trabajo actoral que, siendo lo mejor de la película, resulta en ocasiones bastante ridículo. Cabe destacar a la gran Josele Román.
Mario
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7 de marzo de 2012
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues miren por donde, he pasado un rato de lo más divertido viendo esta película. Machista es, eso es indudable, pero es lo que se llevaba en la época, y con esto no quiero decir que esté a favor del machismo, todo lo contrario. Pero más allá de estereotipos morales, lo cierto es que me parece una pelicula que te hace reír y pasártelo bien. Geniales Juanjo Menéndez y Josele Román. La recomiendo si queréis pasar un rato de lo más agradable.
Marco Atilio
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