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Soy Cuba

Drama. Bélico A través de cuatro historias se describe la lenta evolución de Cuba, del régimen de Batista a la revolución de Fidel Castro. Son cuatro narraciones que refuerzan el ideal comunista frente al capitalismo. Comenzada a filmar apenas una semana después de la 'crisis de los misiles cubanos', una singular coproducción soviético-cubana en la que, a lo largo de estos cuatro episodios, Cuba se libera de sus dependencias políticas para reafirmar ... [+]
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2010
88 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preludio: pequeños títulos blancos en tomas aéreas de la costa cubana, transfigurada por la luz fotográfica. Lento aterrizaje.

Sigue el primero de la apabullante serie de planos secuencia que descose por todos lados la película (inicialmente un artefacto propagandístico), tras de un hombre que con pértiga empuja su barca por una calle de agua entre chozas de tablas, tendederos y toscas pasarelas.

Ya esos minutos llevan al espectador a preguntarse cómo demonios se mueve esa cámara, con qué trucos e ingenierías, para ser como pájaro que vuela veloz, sube y baja, pasa bajo puentes, entra y sale por ventanas, se cuela por boquetes, se eleva de pronto a la altura cenital.

Cuando luego, en la moderna Habana de Batista, pura diversión, juego y mulatas, la cámara-pájaro sigue a las concursantes del bikini, al locutor, a los festejantes que recogen bebidas de la bandeja y se pasan vasos y saludos en danza continua, sube a una azotea, desciende al solarium, revolotea entre los personajes, se fija en una bella que se levanta de la tumbona, camina cadenciosa hacia el borde de la piscina y se zambulle… la cámara ¡también se zambulle! y toma imágenes subacuáticas de los bañistas, del ondear de las extremidades, baile incesante…

Así todo: inagotable fiesta de la imagen en movimiento, una cámara dotada de facultades sobrehumanas en lo acrobático de su vuelo, en su atravesar paredes y rozar azoteas, pero también en el ímpetu poético, en la búsqueda de rostros elocuentes, paisajes que conmueven, gestos que llegan a lo hondo e inundan de humanidad el corazón impresionado del espectador.

La sucesión desbordante no sólo de planos secuencia sino de encuadres plásticamente soberbios, de elecciones escénicas brillantes, de ritmo siempre vibrante y sostenido, alcanza un alarde culminante en la toma de la comitiva funeraria que lleva a hombros el féretro del revolucionario por las calles de La Habana vieja, volando la cámara-pájaro desde la tela de la enseña sobre el ataúd, y desde los rostros sudorosos, hacia los áticos de los edificios circundantes, atravesando la sala donde los fabricantes de puros despliegan la bandera, por la que se desliza el vuelo del objetivo para regresar a la calle y abarcar la comitiva en panorámica majestuosa.

Sólo por su fabuloso plano inicial se pondera tanto, y con justicia, “Sed de mal”, de Welles. Hay en “Soy Cuba” una docena de planos secuencia tan fabulosos o más. ¡Qué deslumbrante acumulación de talento visual, arte cinematográfico y entusiasmo lírico!

Para la historia del Cine, el lastre propagandístico que esta película tiene en su carta natal quedará en lo anecdótico. Dan igual las palabras, el argumento. Por la generosidad creadora de Kalatozov, ese aspecto —que en manos de otros habría sin duda resultado pobre y grosero— se contagia aquí de cierta grandeza, en virtud de la exuberancia poética y una inspiración que no se explica, que nomás invade, colma y traspasa la sensibilidad fascinada del espectador.
Archilupo
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16 de julio de 2013
45 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién, desde la curiosidad por las bambalinas, no ha mirado nunca una película prestando atención al racord, o al modo en que las cámaras ejecutan su papel, interrogándose por el buen o mal hacer que no aparece en la pantalla pero que está detrás de todo cuanto vemos en una determinada película? Algunas producciones invitan a ello más que otras. Igualmente, algunas lo ponen más difícil que otras, permitiendo al espectador paladear los planos secuencia pero ocultando la alquimia cinematográfica que ha dado lugar a semejantes monumentos; es el caso de la célebre introducción de 'Touch of Evil', y también el de 'I Am Cuba', solo que aquí es buena parte del metraje -y no únicamente los minutos iniciales- el que se caracteriza por una construcción visual que, aun disfrutable en cada fotograma, no deja que se penetren en sus misterios. Las visibles guías aéreas de la cámara pájaro que sobrevuela la comitiva funeraria constituyen uno de los pocos momentos en los que la película hace explícitos sus trucos.

Así, con un aspecto técnico unánimemente aclamado, las divergencias brotan alrededor de la cuestión ideológica: "es que es una película panfletaria". Panfletaria. ¿Seguro? ¿Panfletaria en la llamada anímica a pisar el camino de la revolución o en una hipotética ausencia de rigor histórico? Hablamos de cosas distintas.

En lo tocante a la primera, yo preferiría la expresión “romanticismo revolucionario”, eso que muchos hemos sentido de imberbes, cuando leíamos a Lenin y soñábamos con una espontánea efervescencia en el seno de las masas. En ese sentido, el relato del asalto al Palacio de Invierno no supera los mitos de la Revolución cubana, con sus desembarcos desgraciados, epopeyas de la sierra y ciudades enteras que se ponían del lado de los rebeldes; por no hablar del emblemático Che. Sin insistir en los pormenores de la revolución, 'I Am Cuba' despliega las ideas clave de dicho romanticismo en el contexto del país caribeño, lo cual puede gustar más o menos, pero equivale al romanticismo del amor u otros tópicos que el cine ha explotado desde sus inicios. Igual mito hay en el "fall in love" cinematográfico que en ciertos motivos metaargumentales del cine soviético. Se dice que éste es propagandístico, panfletario y, sobre todo, ideológico. Habría que determinar si el cine norteamericano sepultado por el Código Hays, las tramas de las que Lillian Gish era protagonista, 'Ninotchka' o multitud de instantes en Hitchcock no están también salpicados de ideología. Basta tomar una definición expansiva del concepto "ideología": "Un sistema de creencias y valores impregnado de elementos emocionales, saturado de mitos y orientado a la acción, sobre las personas y la sociedad, la legitimidad y la autoridad, y asumido en gran parte como cuestión de fe y hábito" (K. Loewenstein).

Así que solamente queda la cuestión del rigor histórico: ¿'I Am Cuba' se abandona o no a un relato ficticio? O dicho de otro modo: ¿Era la United Fruit Company una autoridad que, amparada por el gobierno de Batista, hacía y deshacía en la isla? ¿Eran los norteamericanos dueños y señores de un sinfín de espacios de La Hábana? (¿Nos engañaba Coppola al presentarnos a los mafias de turno haciendo sus chanchullos en esas coordenadas?) ¿La prostitución estaba a la orden del día? ¿Estaba el país sumido en un estado semicolonial? ¿Había represión política? ¿No contaron los revolucionarios del Granma con la ayuda de los campesinos para establecer su baluarte en Sierra Maestra después del fatídico "desembarco"? ¿No recibieron aquellos barbudos el apoyo masivo de muchos centros urbanos? Bien, entonces, ¿dónde está el engaño? ¿Seguro que 'I Am Cuba', con toda su subjetividad, no se acerca más a la realidad isleña que el esbozo sanguinario que propone Hitchcock en 'Topaz' o Fleischer en su infame 'Che!'?

Algunos siguen sin admitir la ejemplar excepcionalidad de la Revolución cubana (1956-1959), y tiran de ese criterio político para cargarse la película. En verdad, yo tampoco valoro este trabajo por su manera de infundir el ánimo revolucionario. De hecho, la moraleja del último episodio me parece facilona y pobre, además de chirriarme las meditaciones de la cubana cuando los estudiantes descienden por la escalinata (eso de "la sangre y la muerte, no queda otra" suena a lo que suena). Sin embargo, se trata de una película de 1964, "combatiente"; no se le pueden pedir peras al olmo. Quienquiera emplear el prisma de Miami, mejor que vaya a otra cosa. Quienquiera encontrarse con una película mágica, de planos imposibles, sobresaliente en su realización, espectacular y romántica, puede darle al play.
Telefunken
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8 de enero de 2008
63 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sumo a quienes se quedan admirados viendo las tomas tan impresionantes, originales, artísticas que realiza allá por 1963 este director; su técnica cinematográfica es tan vanguardista y singular que sobrecoge los sentidos. Por ejemplo esos enfoques verticales de los personajes desde ras de suelo hacia el cielo, o al contrario desde las alturas hacia la base.

Cuatro narraciones muy bien trazadas, ocupan el extenso argumento de dos horas y veinte minutos.

En la 1ª es imponente belleza de una mujer negra que se prostituye con un turista adinerado, con tal de sobrevivir en su inmensa miseria; ¡curioso detalle: la que vende su espléndido cuerpo, siente más vender su pequeño crucifijo de cuello! —¿Acaso este argumento sirve para justificar la revolución de Fidel Castro? Hoy en día, tras décadas de gobierno revolucionario-comunista en Cuba, hay más mujeres prostituyéndose con turistas que antes, y ahora consentidas por el castrismo—.

La 2ª, de gran emoción, en torno a un viejo cortador de caña de azúcar, al que de repente el patrón le dice que ha vendido la plantación, su choza y su trabajo. Hermosísima y encantadora la muchacha, hija del viejo, en la escena donde canta una canción cubana que su hermano acaba de poner en una máquina tocadiscos; la camara se centra en su resplandeciente lozanía, inocencia y gracia hipnotizadora.

La 3ª historia es la más comunista-leninista, sobre los estudiantes e intelectuales pro-castristas que en la capital hacen su labor revolucionaria y de oposición al Estado del presidente Batista; se trata de una narración excesivamente ideologizada que alcanza el empacho apologista cuando la policía invade una imprenta clandestina, halla un libro de Lenin y golpea el pecho de uno de los subversivos a la vez que pregunta de quién de ellos es dicho ejemplar —años más tarde, el régimen del Comandante reinante hará lo mismo, censurando y prohibiendo libros no afines o contrarios a su sistema político—.

Y por último la 4ª, rodada en la Sierra Maestra, acerca de un campesino de ese entorno que sólo quiere usar sus manos para sembrar, no para matar, pero que la tragedia sufrida en carne propia le hace cambiar de idea. Impresionante el rodaje en las laderas inclinadas de la citada montaña; aunque pierde maestría "haciéndole la pelota" más empalagosa a la revolución comunista, según la típica supeditación del artista al poder que le está amparando, subvencionando o dándole de comer.

Importante film, no cabe duda, un rubí de enorme belleza cinematográfica, labrado a mediados del s. XX, mil veces mejor que todos juntos los del gran y célebre Sergei Eisenstein (1898-1948), por más que éste acapare siempre toda la fama del cine Soviético y Ruso. Donde se ponga esta preciosa obra de Mijail Kalatozov, pura poesía rusa trasladada a la calurosa Cuba de Las Antillas y el mar Caribe, quítense de en medio docenas de otras películas rusas más famosas pero también más tenebrosas y frías.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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5 de enero de 2010
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Panfleto socialista, fidelista o lo que sea, ¿qué más da? esta película pertenece a lo más glorioso de la historia del cine. Si es verdad que el tiempo es buen juez, ya la pondrá en el lugar que merece.
Aunque se viera sin saber una palabra de español y sin subtítulos, no quedaría otra opción que sucumbir ante la magia de las imágenes (que son, a fin de cuentas, la esencia del Cine). De poco serviría, para fines de "promoción", hacer un resumen de la trama, sería como querer resumir un poema. Podría intentar llenar unos cuantos renglones más de superlativos y tampoco le haría justicia: esto hay que verlo para creerlo.
Van den Budenmayer
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15 de mayo de 2008
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos hallamos ante una obra maestra, en todo el sentido de la expresión, cuya grandeza radica, más que en su contenido, en su estética. De entrada nos encontramos con una película de carácter panfletario y propagandístico que busca adoctrinar al espectador en una ideología específica que fue característica de la unión soviética y que se convirtió en el estandarte de Cuba desde la revolución de Fidel Castro. Así vemos distintas historias que muestran, desde diferentes ópticas, los momentos que precedieron a la revolución cubana. Esta forma narrativa (bloques narrativos independientes y claramente definidos) lo que hace es permitir que el espectador reciba la descarga ideológica desde distintos puntos vista y desde distintas posiciones socio-económicas, que tienden (obviamente) a ser siempre las menos favorecidas, pero que sin embargo aportan perspectivas diferentes del significado de la revolución. Con todo esto, no es contenido ideológico de la película, que a mi modo de ver, resulta demasiado parcializado, lo que la hace grande, sino toda su forma estética, que es a fin de cuentas lo que hace que el contenido tenga un carácter tan efectista y contundente. Es en este filme en donde podemos ver con absoluta claridad el poder que pueden llegar a tener las imágenes cuando se hacen con maestría. Aquí vemos una película poco críptica y más directa, sus imágenes, más que sugerir, lo que hacen es exponer una serie de ideas (muy al estilo de Sergei M. Eisenstein) de forma clara y concisa, fenómeno que responde a la necesidad y al carácter panfletario de la obra. Sin embargo es esta misma la necesidad lo que ha llevado al realizador a explotar el potencial de la imagen al máximo, y esto hace que los ideales que quiere transmitir el filme sea recibidos con una contundencia tal, que llegan resultar atractivos y alienantes. Sin embargo lo que convierte a “Soy Cuba” en una verdadera obra de arte es el uso de la plástica, pues nos encontramos ante un verdadero espectáculo estético, que hace gala de una técnica impresionante para la época y aun para nuestros días. La fotografía de la película es impecable en todos sus sentidos, tanto en la exposición y el uso de la óptica como la en composición, cada encuadre es de una belleza incomparable. Es de rescatar el uso de los planos-secuencia que nos adentran en la temática y nos conmueven con los fenómenos que nos muestran, planos-secuencia que para la época, y aun para nuestros días, resultan de una genialidad y de un rigor indiscutibles, planos-secuencia cuya realización resulta incomprensible y admirable desde cualquier punto de vista, desde la técnica hasta la poesía visual que conforman, planos-secuencia en los cuales se evidencia la maestría del director y que hoy en día resultarían casi imposibles de hacer, de no ser por la tecnología digital. Todo esto demuestra el talento visual con el que fue hecho “Soy Cuba”, un filme que resulta una verdadera joya y una obra de arte absoluto.
Krzysztof
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