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El último viaje de Robert Rylands

Drama. Intriga Robert Rylands, un arqueólogo profesor de universidad del que se perdió la vista durante los últimos diez años, regresa a Oxford cuando está a punto de cumplir 70. Pasa una noche entera haciendo una declaración voluntaria en la comisaría de policía. Su historia establece vínculos entre varias personas: la pelirroja llamada Jill, su hija Sue, la india Ahira, el estudiante negro Abraham Jones y el joven español Juan Noguera, que acaba de ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2010
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El escritor Javier Marías rechazó y satanizó lo que Gracia Querejera y su padre, el mítico e imprescindible Elías Querejeta, habían hecho de su novela "Todas las almas". Como no he leído la novela ni los motivos (y como no es un caso tan dispar en el cine y además ya se avisa de que es una adaptación libre), me centro exclusivamente en el relieve cinematográfico de esta segunda obra de Gracia (tras la correcta pero aburrida "Una estación de paso"), todo un paso al frente y adelante en su filmografía, en su aspiración de auténtica cineasta poseedora de un estilo, algo que aquí existe por fortuna.
Es esta una película impecable a su nivel técnico-formal, muy preocupada de la puesta en escena, preciosista en la fachada que todos vemos, pero tras la que se esconde un audaz y creativo ejercicio cinematográfico de formas a contracorriente, además, pues apuesta por un tono pausado, leve y medido, pero qué bien medido, en un ritmo interior que va creciendo y envolviéndome a medida que transcurre el mensaje. "El último viaje de Robert Rylands" es un rompecabezas enigmático que no difiere mucho de un thriller, pues es un argumento intrigante y misterioso, en el que de manera sutil y elegante se van destapando todas las claves (que son muchas y bien equilibradas hasta acrecentar el interés de la obra de forma notoria) que acaban por hacer de esta película un poema emotivo, sentido y maduro de esto que llamamos vida.
Entera y excelentemente interpretada por actores británicos, con buena música, decorados y fotografía, esta película es algo más que cine de "qualité", pues hay tras esa fachada siempre lustrosa, verdaderas cosas que contar y una manera de hacerlo que a mí me acaba por embarcar en su propuesta.
kafka
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1 de agosto de 2011
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una película de sentimientos, pesadumbre y melancolía. No es mala, sí interesante, aunque en momentos del desarrollo pese como un plomo.

Un profesor español llega a la Universidad de Oxford a impartir un curso sobre los orígenes de la lengua española, lo ha contratado otro profesor que vive con su hermana y una sobrina. Además aparece un hombre de unos 60 años que ha vivido muy libremente viajando por el mundo y tiene algo que ver con las anteriores personas y el lugar.

Lo mejor de la película es el planteamiento filosófico que nos suscita acerca del ser humano: que debe atreverse a vivir algo que merezca la pena y no quedarse simplemente es esa mediocridad de los cualquieras felices que ponen un techo a sus deseos.
pezpozo
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21 de noviembre de 2015
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído por ahí que la productora de la película perdió el pleito contra el autor de la novela (en que libremente se basa) por no respetar el espíritu de la narración, como se exigía en el contrato. Los jueces hubieran hecho más justicia condenándola por aburrimiento involuntario y obligando a la productora a añadir en los títulos de crédito una advertencia de este o parecido cariz:

Lo que van a ver a continuación es una libre posibilidad de quedarse dormido (aprovechen insomnes), los personajes son planos, los diálogos forzados, el encanto misterioso del tal Robert Rylands lo sabemos porque nos lo cuentan, pero nada nos lo muestra. La historia se despega de nuestra atención por más que nos empeñemos en brochazos de superglue mental. En fin, intrascendente, banal, falsamente refinada y engañosamente profunda, un Oxford de cartón piedra como las citas literarias que se esgrimen, supuestamente ignotas y extrañas, pero más que trilladas, incluso para un chaval de bachillerato (si tiene todavía suerte de que alguien le lea a Quevedo o Miguel Hernández).
Eso sí, merece la pena el paisaje otoñal oxoniense.
Los crímenes de Oxford, sin ser una maravilla, cala más hondo, al menos es más auténtica.
poldybloom
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24 de diciembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que vi esta película no me causó una buena impresión, la verdad, me pareció pretenciosa y vacía; sin embargo he de reconocer que con un segundo visionado el film ha empezado a gustarme y ahora sí aprecio mejor sus virtudes. Las interpretaciones son buenas, de notable para arriba, y la historia tiene su miga. Un veterano profesor universitario pretende retomar su vida donde la dejó pero el paso del tiempo ha cambiado las cosas y los sentimientos se han encallecido. A los intelectuales no se les da bien vivir, ellos tienen demasiados pájaros en la cabeza, de esto da buena cuenta la película de Gracia Querejeta.

El problema es que este largometraje se toma demasiado en serio a sí mismo. Adolece mucho el hecho de querer ser trascendente y, a mi juicio, se queda a medio camino. El planteamiento -el punto de partida-, me parece interesante y jugoso, pero la pedantería de los personajes llega a ser cargante y embarazosa. La película resulta algo indigesta por este mismo motivo. Si se hubiera retomado el mismo argumento y se hubiera optado por unos personajes algo más sencillos y humildes podría haber sido un gran film. Las emociones que pretenden filmarse son demasiado complejas e intelectualizadas, carecen de espontaneidad y esto les resta valor.

En un principio el ambiente universitario me pareció gris y opresivo pero luego pude darme cuenta de que todos los personajes tienen un lado humano más allá del cargo que ostentan. La película está hecha con amor, amor por los personajes y amor por el cine -se nota porque las atmósferas están muy cuidadas-; pero el ambiente intelectual me aturde porque no alcanzo a comprenderlo del todo. Por ejemplo, no sé si llego a entender al personaje principal, su carisma parece auténtico pero puede llegar a resultar cargante e intimidatorio: un abuelo con muy mala baba pero que sabe llegar al corazón de la gente; no entiendo el afecto que los demás sienten por él, un personaje así no se merece una buena muerte . El argumento tiene numerosas lecturas pero en una primera impresión nos puede parecer excesivamente complejo y muy alejado de lo cotidiano; sin embargo la película gana enteros a medida que nos adentramos en la historia y vamos conociendo mejor el trasfondo de los personajes.

A pesar del peso dramático de algunas escenas en ningún momento se cargan las tintas hacia el terreno sentimental, lo cual resultaría peligroso; yo diría que ésta es precisamente la mayor virtud del film: que las emociones se intuyen pero nunca se manifiestan abiertamente. Este intimismo contenido es muy similar al que se respira en las películas de James Ivory, por ejemplo; la textura es muy anglosajona.

Un guión con una historia muy literaria pero bien presentada y bien dirigida, personajes complejos y emociones contenidas hasta la estupefacción, éstos son los ingredientes de un film ambicioso pero un poco espeso en su desarrollo, con partes demasiado densas por el gran peso intelectual que se les ha querido dar. La dirección es buena y por momentos brillante, hay algunas secuencias entrañables que incluso recuerdan al cine del gran Víctor Erice -sobre todo las que conciernen a la niña-; y en su conjunto el film es elegante; tanto es así que admite varios visionados sin resentirse. Esto hace que aparezcan trazas de gran cine aquí y allá donde menos lo esperábamos, pero no sabemos si realmente nos encontramos ante una gran obra cinematográfica, lo digo porque el caldo está demasiado cocinado, todo está demasiado pensado y medido, y no hay lugar para el esparcimiento, la mente se ve abrumada por tanta sensatez y el resultado, a la postre, es plomizo y casi mojigato.

La cinta posee ambiente pero carece de pulso; los personajes fingen ser inteligentes pero no sabemos si lo son realmente. Togas y bicicletas nos recuerdan que estos sujetos se mueven en un ambiente que resulta inaccesible a la mayoría de los mortales y por eso nos sentimos un poco extraños en su presencia; la universidad es un ambiente de élite y estos señores tan serios se encargan de recordárnoslo insistentemente, por eso al espectador medio le puede venir grande tanta sapiencia en forma de doctorado.

La prueba está en que los personajes modestos o cercanos brillan por su ausencia, sólo las sirvientas lo son, pero incluso ellas se permiten el lujo de hablar de tú a tú con los rectores universitarios así que tampoco son un dechado de humildad; por este motivo considero que El Último Viaje de Robert Rylands puede ser acusado de ser un film clasista que incluso mira por encima del hombro al espectador. En este caso, la élite es blanca e hispanoparlante mientras que la servidumbre es de color mestizo y de baja extracción. No digo que el film sea racista pero sí hay un par de secuencias un poco bochornosas a este respecto. Al menos el profesor universitario no le niega la palabra a la asistenta de origen latino, y esto ya es algo.

En resumidas cuentas, un film intimista de exquisita factura pero excesivamente denso -a ratos cansino y pretencioso-; y con unos personajes que rozan la petulancia en el mejor de los casos pero que merece la pena a pesar de todo.
dandyboy
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13 de febrero de 2013
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película absurda, vacía y plana. El guión oscila entre lo superfluo y lo infantil, sin consistencia ninguna. Los actores, que en otras pelícuals han acreditado -unos más que otros- su buen hacer, pasan por esta cinta como si estuvieran en una huelga de brazos caídos. La dirección carece de cualquier idea de ritmo y de progresión dramática: las escenas son planas y con tendencia a lo ridículo y casi todas están mal planteadas desde un punto de vista esceníco y narrativo. La fotografía es lo único que algunas veces -y sólo algunas- se salva del naufragio general de una historia que no explica nada, no ofrece nada y no demuestra nada. Es evidente que los actores no creen en lo que están haciendo y diciendo; algunos, sin duda a causa de sus propias deficiencias en el oficio, se limitan a infraactuar -es todo a lo que pueden llegar-, y otros, que sin duda no han entendido que están en una historia sin historia, se lanzan a una sobreactuación con tintes ridículos. La dirección, ajena a todo, se limita a plantar la cámara y a darle a la manivela sin la menor idea de lo que es un planteamiento escénico y una estrategia narrativa. Cualquier anuncio de detergente o de sopas enlatadas tiene más virtudes cinematográficas que esta película.
Unadeindios
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