Mauricio, mon amour

Comedia frívola de ligero destape y sin pretensión culta que se limita a repartir pinceladas de humor picante -que a veces parecen brochazos- aunque también sorprende con algún gag divertido.
En cierto grado resulta entretenida pero carece de mordiente argumental y su ritmo pierde homogeneidad, se descompensa y, a medida que se agota la inspiración, coquetea en exceso con a lo previsible y lo reiterativo.
La interpretación puede considerarse correcta.

Aunque queda un regusto final de intrascendencia y precipitación.

Una de las muchas películas que protagonizó Arturo Fernández a las órdenes de Juan Bosch, un cineasta versátil que prácticamente abordó todos los géneros existentes. Es difícil determinar como pudieron filmarse las primeras escenas en las que Arturo Fernández corre por la zona donde pasan los coches en plena circulación, es de suponer que cortarían el tráfico real o algo así. La película se muestra comedida en la cuestión del destape, pues desnudos integrales no hay, sólo parciales y muy ocasionalmente. Este film aunque tenga muchas limitaciones y no cuente precisamente con un sistema narrativo sólido, puede ser tolerado por los incondicionales de cierto tipo de comedia española pícara dentro de la cual el actor protagonista se movía con naturalidad, interpretando films de parecido corte como la muy anterior "El señorito y las seductoras" y estando ya en su etapa de papeles de seductor, después de haber dejado muy atrás sus convincentes interpretaciones en films policíacos catalanes. En la película aparece fugazmente Laly Soldevila, y hubiese sido mejor que hubiera tenido un papel un poquito más largo. Rafaela Aparicio sale un poquito más y Amparo Muñoz que tan poca suerte tuvo en la vida real es una de las actrices de moda entonces que figuran en el reparto. Quizá sea ese reparto lo mejor de la película, indicada para un tipo de público muy concreto y defensor de cierto tipo de cine español.

A Mauricio le va el vicio y perdón por la facilona rima . Un adicto al sexo en un papel que le va pintiparado a nuestro galán por excelencia que no es otro que Arturo Fernández. Su adicción le viene de unos traumas sexuales de la infancia que no ha podido superar. Se ve en la tesitura de internarse en una clínica para curarse en lo posible y ahí le pasan una serie de peripecias divertidisimas .Realmente es una joya del humor español no muy reconocida. Claro que en la clínica la directora es la bellísima Amparo Muñoz en todo su esplendor de belleza y juventud y de enfermeras del calado de Mirta Miller y Paca Gabaldón. Y claro así no hay manera de curarse más bien al contrario. Es entendible. Hasta se va a un pueblo tranquilo de la España profunda en aras de olvidar su "problema". Pero claro Arturo lleva en los genes lo de ligar y se le da de miedo. Y eso que la genial Rafaela Aparicio intenta moderarlo por el bien de su hija pero ni por esas. Su fama va traspasando fronteras y llega hasta Guadalajara ciudad decente dónde las haya pero nuestro mito patrio también triunfa. Eso sí, lo único por lo que no traga es pasar por el altar .Hasta ahí podiamos llegar .La película es delirante y muy graciosa. Ríanse ustedes de Don Juan Tenorio como mito. Para colmo en medio de sus sus peripecias se ve envuelto en una producción de cine porno danés y claro si encima le pagan.Todo pasa en Tordesillas de los Infantes y Aranda de Lerma dónde Mauricio se dedica a al vicio y al fornicio.El tratamiento sufrirá en él un cambio inesperado en la terapia pero deberéis descubrirlo.Estupenda.Delirante.

Las situaciones que se producen arrancan la carcajada en multitud de ocasiones. Buena comedia, en clave de vodevil, donde se hace un buen uso del erotismo que exhiben las protagonistas femeninas, acabando en chocantes cuadros rocambolescos, al propio tiempo, que se hace burla de las terapias conductistas. Arturo Fernández es un comediógrafo por excelencia, no solo un carismático galán. Aquí está perfecto en su papel de sátiro empedernido incorregible.