Intriga en la ciudad de El Cabo

Algunas veces se comenta que cuando se hacen remakes, o nuevas versiones de una obra, deben hacerse para mejorar la original. Personalmente opino que es un comentario sin mucha fuerza. En este caso Intriga en la Ciudad de El Cabo no es de las que pretenda mejorar nada y menos que lo intente. Esta intriga quiere, más que otra cosa, actualizar la película de Manos peligrosas (1953) a costa de la pareja protagonista. Un incipiente James Brolin, irreconocible director de Hotel, serie TV, 20 años después, y la inglesita, más francesa que otra cosa, Jacqueline Bisset, que no hacen mala pareja. (Jacqueline es +1 en la nota).

Se ha respetado el tugurio, o guarida, o chabola, en la que malvivía Richard Widmark que por medio de una cuerda refrescaba la cerveza en el río, y que ni siquiera cerraba la puerta pues ni al más desesperado de los yonquis se le ocurriría entrar ahí, un cuchitril que en este caso no le pega nada a un caballero tan apuesto y siempre vestido con diferentes trajes como es aquí James Brolin.

Richard Widmark encaja plenamente en Manos peligrosas porque cuando presenta su perfil perverso le ves de carterista y de más cosas peligrosas, y tanto Jean Peters como Jacqueline hay que entender que aunque conspiradoras involuntarias de agentes enemigos en la sombra, provienen del oficio de pilinguis, por lo que la relación con un carterista fluye en cuanto la química entre en contacto.

En esta Intriga, Brolin y Jacqueline son la apuesta y la ciudad de El Cabo el fondo. El MacGuffin es un microfilm (con un mensaje corto y ridículo que podía haber ido escrito en una servilleta de papel, pero bueno, hay que estar en la onda) y el enemigo es ni más ni menos que la ideología del otro lado del Telón de Acero. Sírvase y adelante si uno se atreve.

Muy decepcionante remake de "Manos peligrosas", del realizador Samuel Fuller, que aquí ejerce de co-guionista...aunque no se note absolutamente nada.
Y es que el film no tiene ni chicha ni limoná, carece de chispa, de tensión, de ritmo.
Es apagada y no luce salvo cada vez que sale el bellísimo rostro de Jacqueline Bisset, aquí sencillamente preciosa (bueno, aquí, y siempre).
No tiene nada más destacable y sólo al final se eleva un poco el interés, con la persecución de la policía a los malos.
Ni siquiera la siempre grata presencia de la estupenda Claire Trevor eleva el interés de esta insulsa cinta.

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