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Maudie, el color de la vida

Drama Maud Dowley (Sally Hawkins) es una mujer alegre de Nueva Escocia que sueña con independizarse de su protectora familia. Everett Lewis (Ethan Hawke) es un huraño pescador local que busca asistenta. Tras ver su anuncio, Maudie no tarda en mudarse a casa de Everett para encargarse de las tareas del hogar. Pero lo que comienza siendo una difícil convivencia entre dos polos opuestos poco a poco irá transformándose en una historia de amor... ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
24 de junio de 2017
83 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero ¿quién fue Maud Lewis (1903-1970)? Estamos ante una biografía – suavizada y azucarada, se supone – de una mujer muy pobre e impedida desde su juventud por a una artritis reumatoide. Su mísera y aislada vida, como la de tantas mujeres desfavorecidas de aquella época, fue una sucesión de abusos, manipulaciones y desengaños, pero que encontró en la pintura naif o folk su forma de canalizar sus innatas dotes creativas que la sirvieron de válvula de escape de su esquinada existencia pueblerina y mutilada. Cuando parecía que estaba predestinada a acabar como solterona baldada y pertinaz, se casó con un rudo y hosco pescador (educado en un hospicio de huérfanos), tan pobre como ella, en cuya minúscula casa fue a hacer labores de sirvienta para poder así soltar amarras de una familia que la maltrató con su desconsideración y desprecio.

Tampoco ese matrimonio fue un camino de rosas, ya que la tosquedad y aspereza del marido no dejaba demasiado margen para la ternura ni el respeto. Pero alguna llama debió de prender entre esas dos almas en pena, retraídas y quejumbrosas, porque supieron acompañarse en su dolor y soledad, dejando cierto margen para que ella, además de las labores del hogar y pese a su progresiva discapacidad, pudiera dar cabida a su necesidad de pintar – de forma del todo autodidacta y primitiva – pequeñas estampitas bucólicas con las que se sacaba unos mínimos céntimos primero, unos pocos dólares después que ayudaban a mitigar sus estrecheces económicas. No es una película romántica al uso, ni un canto a la diferencia, sino el retrato de una mujer sensible y vapuleada que encauzó sus dificultades gracias a una expresividad artística sin ínfulas ni grandilocuencias hacia la sencillez más inmediata que la rodeaba.

En este caso, es absurdo y estéril tratar de separar realidad y ficción. Pero sin ser una experiencia gozosa, la cinta nos ofrece un atisbo de la cotidianeidad más prosaica e insulsa de dos personas casi marginales que supieron acompañarse durante unas fértiles décadas de cariño y compenetración. Su ritmo moroso y manso no hace sino reflejar la sucesión de unos días frugales y unas jornadas sin sobresaltos que ensalzan la dignidad intrínseca de todo ser humano, más allá de su pobreza o riqueza, reivindicando la compasión fundamental hacia todos tus semejantes. Somos únicos y dignos de respeto, con independencia de nuestros atributos o fortuna. El sino de la vida es el gozo cristalino del momento presente.

Es de justicia alabar la portentosa interpretación de Sally Hawkins, que hace una creación memorable, bordeando el patetismo sin caer en él, sorteando el tono sensiblero gracias a su tenacidad y empaque que compagina, a un tiempo, fuerza y fragilidad. Arrolladora.
antonalva
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29 de junio de 2017
49 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber titulado de 10 o 12 formas diferentes esta crítica, porque cada escena de la película contiene carga suficiente para narrar muchas líneas. La historia te causa tantos impactos en el corazón, que podría no ser apta para hipersensibles.
El director presenta una sociedad canadiense de mediados del siglo XX, inmisericorde, cruel y despiadada con los no válidos. Por otro lado, si esta película no estuviese basada en hechos reales, no le concederíamos verosimilitud; mas como la realidad siempre supera la ficción, nos encontramos al huraño machista más ignorante del condado, al que le suena la campana, compartiendo su casa con una gran mujer afectada por artritis. Aún sin superar las fricciones iniciales de la convivencia, de cada poro de la piel de esta mujer emana arte y siente la extraña necesidad de pintar la vida a su modo, su particular forma de ver lo que la rodea.
Para rematar esta increíble obra, reflejo de la vida misma de los personajes reales en los que se inspira, el amor se abre paso en la pareja, como los brotes verdes en la primavera. Allá donde exista un resquicio en una roca, en el tronco de un árbol o en el fondo de un lecho, nace una planta, un helecho o un alga para perpetuar la vida natural, superando cualquier dificultad, por difícil que parezca. Y lo hace de un modo natural, nada forzado, por el contacto, por el roce cotidiano de las personas que necesitan al otro para sentirse queridos, para tomar consciencia de su propia existencia y escalar un paso en su ascensión a la cumbre de la felicidad a la que todos aspiramos.
La cinta brinda momentos de ternura conmovedores, momentos de rabia que te encorajinan, momentos risa en los que te olvidas del resto, momentos de ira en los que aprietas los puños, momentos románticos en los que lloras, momentos de incomprensión en los que te surgen todas las dudas, momentos de deseo en los que se acelera el pulso, momentos de cariño en los que vives el mundo desde dentro, momentos infantiles en los que surge tu lado más naif, momentos de colores en los que tu también quieres pintar, momentos de euforia en los que quieres alcanzar el triunfo, está llena de buenos momentos bien contados.
Qué bonita, cómo me ha gustado y cómo he disfrutado el trabajo de los actores principales, sobresalientes.
Quiscol
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23 de junio de 2017
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte nunca ha sido una vía laboral sencilla, especialmente por la inicial resistencia familiar a aceptar que un pintor, actor, músico, etc. pueda ser capaz de ganarse la vida a través de estas profesiones. Maud Lewis lo tenía todavía más difícil ya que, además de ser mujer, padecía una enfermedad de las articulaciones denominada artritis reumatoide, de manera que sus parientes más cercanos veían imposible el hecho de que pudiera valerse por sí misma y no vislumbraban ni de cerca su futuro en la disciplina pictórica. Sin embargo, esta mujer residente en la península de Nueva Escocia, al este de Canadá, acabaría por convertirse en uno de los iconos artísticos del país norteamericano en el pasado siglo XX.

En Maudie, el color de la vida, el biopic sobre este interesante personaje que dirige la cineasta irlandesa Aisling Walsh, contemplamos la vida de Maud desde poco antes de entrar a trabajar como asistenta del hogar de Everett Lewis, un huraño pescador de la zona que tampoco parece creer en las posibilidades de la que será su futura esposa, a la que incluso llega a vejar en público. Sin embargo, el paso del tiempo y la confianza en sí misma sacarán a la luz el potencial artístico de la protagonista, cuyas formas pictóricas vemos florecer de manera progresiva a lo largo de los 115 minutos de película.

Con Maudie, el color de la vida, no estamos ante una película biográfica demasiado encasillada en las formas típicas de esta clase de producciones. No en vano, la propia figura de Maud Lewis no invita tampoco a seguir un esquema tradicional. Walsh y la guionista Sherry White evitan inundar la cinta de excesivos detalles que pudieran hacer virar su trabajo hacia un producto clásico y optan por construir un relato pequeñito en aspecto pero rico en alma para una protagonista que también responde a esa descripción. La cámara solo se marcha del humilde hogar donde la pareja reside para mostrarnos la naturaleza de sus alrededores y otros inmuebles de esta llamativa zona de Canadá.

Donde no se escapa el film de pecar de cierto dramatismo forzado es en la representación de ciertos personajes; además de la grandeza moral y artística de Maud, que puede ser relativamente admisible dado el carácter general del relato, el cinismo de su hermano Charles y la curiosa bondad de Sandra son otros ejemplos que denotan una pincelada de maniqueísmo en Maudie, el color de la vida. A esta consideración no responde Everett Lewis, un tipo que parece repelente en ciertos aspectos pero resulta tierno en otros y cuya figura aporta el punto de imprevisibilidad que necesita la película. En este sentido, buena parte del mérito corresponde a la grata interpretación que del personaje realiza Ethan Hawke, aunque queda solapada por su compañera Sally Hawkins, que clava el papel en otro gran registro de una actriz probablemente no tan valorada como su calidad actoral merecería.

Más allá de esa ligera tendenciosidad en la representación de los mencionados personajes, la laxitud dramática que exhibe Walsh en Maudie, el color de la vida para narrarnos el camino artístico de su protagonista le sienta bastante bien a la película. Apostar por grandes ambiciones en un film que dirige su mirada a una mujer cuya posterior fama se basó en su perenne humildad habría supuesto una grave incongruencia. Por el contrario, desprender a este trabajo cinematográfico de forzados giros de guión (ni siquiera el secreto que se le revela a Maud tiene visos de resultar amanerado), invitaciones al llanto y vacíos embelesamientos es la acertada receta que hace funcionar al conjunto fílmico aquí exhibido.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
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18 de junio de 2017
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realizadora irlandesa Aisling Walsh dirige la película biográfica Maudie, el Color de la Vida protagonizada por Ethan Hawke y Sally Hawkins. Se trata de la historia real de la pintora canadiense Maud Lewis, cuyas limitaciones físicas, debido a una artritis reumática, no la impidieron ser una célebre artista, considerada pionera del Arte Naïf. La película ha participado en numerosos festivales de cine, como Telluride, Sidney, la sección oficial de la Berlinale y el Festival de Cine de Toronto, donde fue recibida con grandes elogios en su premiere internacional. Estreno 23 de junio.

Maudie, el Color de la Vida cuenta la historia real de la pintora folk canadiense Maud Lewis, cuyos cuadros de colores vivos, pinturas aparentemente simplistas llenas de pequeños detalles incongruentes, como un mundo sin sombras, hojas de otoño en paisajes invernales e incluso bueyes de tres patas, se convirtieron en todo un icono cultural, cuya influencia y legado sigue siendo muy valorado en la actualidad. Maud Lewis está considerada dentro del mundo del arte como una gran pionera del Arte Naïf con innumerables colecciones grandes y pequeñas en toda América del Norte. No es de extrañar que su obra llegara a captar, por aquel entonces, la atención del presidente Nixon, de hecho, dos de sus cuadros fueron elegidos para permanecer en el interior de la Casa Blanca.

La historia de Maudie, el Color de la Vida comienza a la edad de 35 años aproximadamente de Maud. Tras la muerte de los padres de Maud, su hermano Charles vende la casa familiar. Se queda con todo el dinero para sí, se desentiende de Maud y la entrega al cuidado de su tía Ida (Gabrielle Rose). Con su tía vive enclaustrada, dedicada a las labores domésticas y con la sensación de inutilidad. Tengamos en cuenta que en aquellos años, una persona con ciertas discapacidades era tratada casi como si fuera una enferma mental. A pesar de la dificultad de movimientos por la artritis, no la impide coger un pincel para dedicarse a su gran pasión, la pintura, algo que enfurece mucho a su tía porque lo considera impropio para Maud. Parece que estamos ante una versión del cuento de cenicienta donde Maud está encerrada, a la espera de encontrar a su príncipe.

Maud es una mujer tenaz, con las ideas muy claras sobre lo que quiere en la vida y a pesar de que tiene una discapacidad física importante, no será un impedimento para luchar por conseguir que no la traten como un bicho raro, lograr su independencia, un trabajo, tener tiempo para dedicarse a pintar, un marido y amigos, es decir, aspirar al mismo estilo de vida si ella no hubiera tenido una artritis reumatoide. Sin embargo, es tratada por su familia como si no pudiera valerse por sí misma, lo que obliga a Maud a salir de casa en busca de libertad y de su anhelada independencia.

La oportunidad llega un día en una tienda de ultramarinos, cuando escucha a un pescador local llamado Everett, la necesidad de encontrar a una mujer que haga de cocinera, criada y sirvienta a la vez para su casa. Maud, con el anuncio arrancado del panel de la tienda, se presenta en la casa del pescador para ofrecer sus servicios. Tras varias negativas de Everett a su contratación, por considerar que una mujer con discapacidad no es una buena opción, al final accede debido a la persistencia de ella (en parte porque no tenia otro lugar a donde ir) y sobre todo, ante la ausencia de otras candidatas para ocupar el puesto.

Desde un principio Everett marcará unas duras y ofensivas normas a Maud, primero tienen preferencia los perros, luego las gallinas, y por último, ella como criada. Al principio observamos con cierta indignación, como ella soporta todo tipo de insultos y humillaciones, quizás porque necesita un lugar donde vivir, al mismo tiempo, deducimos que la actitud zafia de Everett puede ser como consecuencia de sus duras condiciones de vida y su estancia en un orfanato. En el fondo ambos tienen muchas cosas en común, la ausencia de padres, no han tenido una vida fácil y sienten rechazo e incomprensión por parte de la gente de su entorno.

Este personaje tosco, grosero y odioso interpretado por Ethan Hawke bajo la forma de un horripilante, hediondo y apestoso sapo terminará por convertirse en un príncipe azul que permanecerá al lado de Maud el resto de sus días. La magnífica interpretación y el eficaz desempeño de Ethan Hawke, logra que la compleja personalidad de un hombre analfabeto, inseguro y en ocasiones abusivo pueda parecernos comprensiva, transmitiéndonos más compasión que irritación. Mientras que Sally Hawkins saca el máximo rendimiento a su hermosa y tierna actuación, capturando la alegría de vivir de la artista hasta en los momentos de mayor deterioro físico por el empeoramiento de su enfermedad. El palacio donde vivirán felices y comerán perdices, es una cabaña de 3×4 metros, sin agua corriente ni electricidad, situada en un bello y pintoresco rincón de Nueva Escocia.

Las largas horas al día que pasa Maud sola en la casita de campo servirán para sacar a la luz todo su talento, a profundizar en su mundo interior y, a dedicarse en un principio a pintar el interior de la cabaña y realizar pequeñas tarjetas como si fueran fotografías a color que pronto se convertirían en todo un éxito en la zona, para después crear lienzos más elaborados. Su popularidad iba in crescendo, hasta el punto que captó el interés tanto de la televisión como de la prensa escrita, y a la casita del matrimonio llegaban personas de todo el país para comprar sus pinturas.

Maud Lewis tenía una perspectiva muy singular sobre el mundo y, sus pinturas de flores, paisajes y animales, poseían gran transcendencia a pesar de su aparente simplicidad infantil..........
No me admite más carácteres, continua en:

Cinemagavia http://cinemagavia.es/critica-pelicula-maudie/
Eduargil
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7 de diciembre de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película en la que se disfruta no sólo por la genial interpretación de la pareja (en especial Sally Hawkins) sino por la buena fotografía y el cuidado de las escenas en la se ha esmerado el director. Totalmente recomendada para los amantes del buen cine.
José Luis Miranda García
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