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El ingenuo salvaje

Drama En un pueblo minero del norte de Inglaterra, Frank Machin triunfa como estrella de rugby en el equipo local. De carácter violento y arrogante, disfruta de la gloria y de la fama. Sin embargo, la relación con su casera, una joven viuda, le descubre una nueva forma de ser y de ver las cosas... Aclamado drama del pionero del Free Cinema inglés. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
8 de noviembre de 2008
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increíble la capacidad que tienen algunas peliculas para tratar temas profundos y complejos de manera sencilla, aparentemente simple, tanto en el fondo como en la forma. Hay muchos ejemplos, y El ingenuo salvaje sólo es uno de ellos. La historia de un minero de estrato social humilde que consigue prosperar gracias a su don para juzgar al rugby y ser fichado por el equipo del pueblo local. Podría denominarsele cine social, pero eso sería quedarse en la superficie.Lo que hace la pelicula no es sino ahondar en el personaje de Frank, en su frustración personal ubicándola en un contexto social. La ambición de Frank por escalar socialmente es sólo equiparable a la obsesión que siente por una mujer, que es la viva imagen de la muerte en vida, un alma mutilada, una mina expoliada de la que sólo conseguirá extraer hiel y amargura. Socialmente sólo es un “ simio que corre por el césped”, el juguete con el que se divierten los dueños ricos del equipo, que son también dueños de las minas de la zona. Personalmente su vida es un paramo de escarcha , unido a su falta de modales, a su brusquedad, a su hosquedad indómita.
La desesperanza inunda cada fotograma, al servicio de una historia dura pero necesaria. En el fondo todos las personas queremos lo mismo: sentirnos queridos . Algo que debería ser un derecho fundamental inherente al ser humano, pero que tantas veces se incumple, se viola o se ignora.
Richard Harris está increible dando vida al minero. Compone un personaje tan complejo y creíble como dificil de olvidar.
Tokio ya no nos quiere
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14 de abril de 2010
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Machin no es un ingenuo ni un salvaje, es un patán. Cómo voy a escribir sobre mi impresión subjetiva y personal, no voy a repasar en ningún diccionario de autoridades el significado de la palabra. Para mí, está muy clara: es una persona grosera, egoísta, sin educación, sensibilidad ni empatía algunas. Va a conseguir sus objetivos y no hay razonamiento, ni sentido común, ni lógica, ni reflexión que sea capaz de hacerse, porque eso implicaría el uso de un músculo que tiene hiperatrofiado: el cerebro. El patán primero actúa y luego piensa; lo inmediato en él es el golpe, el insulto, el desprecio y la patada (tal vez esa sea la etimología de la palabra). Luego se arrepiente, pero también en eso es un patán recalcitrante, y sus disculpas siguen la misma lógica del "me-cago-en-tó" que le quitan toda credibilidad al gesto. Es un "sostenella y no enmendalla" en la cerrazón y la brutalidad del argumento exclusivo de la fuerza, del egoísmo o de la mala educación.

"Esto es lo que yo quiero y lo que necesito, y lo que quiero lo tengo, porque soy el más fuerte, el macho más macho del pueblo y el mejor jugador del equipo al que todos admiran y respetan..." Lo malo empieza cuando ese argumento se utiliza ante una hembra curtida por todas las inclemencias de la vida, de vuelta de todos los sufrimientos posibles, frágil en apariencia pero forjada por las peores experiencias. Y, entonces, se cuadra delante de él y le describe en diez crudas palabras: "Eres un gran mono corriendo por un campo de rugby". Es la verdad, lo que pasa es que Frank es un patán y quiere ser la estrella del campo, donde tiene que competir con otros machos y romper los dientes antes de que se los rompan a él, ser el amante único en el pensamiento de una mujer que tiene las botas de su difunto marido en el centro de la cocina, el padre de unos hijos que no son suyos y el hombre que no va a llevar la vida miserable, solitaria, ardua y feroz que adivina en cada uno de los miles de espectadores de los partidos de cada domingo. Él está salvado mientras esté en el otro lado: en el de los que juegan y son admirados; en el sitio de los que tienen dinero y se codean con la gente importante, en el lugar de jefe de familia de una compañera sumisa. Pero...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
paki
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13 de noviembre de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Free Cinema fue un movimiento cinematográfico británico que nació en los años 50 y se prolongó hasta la década de los 60, y que narraba con una estética realista el cine de ficción y documental, ocupándose de retratar historias creadas a partir de lo cotidiano y comprometido con la realidad social de aquel entonces.
Sus máximos exponentes fueron: Jack Clayton, Karel Reisz, Tony Richardson y Lindsay Anderson con el film que nos ocupa, años más tarde fueron absorbidos poco a poco por la maquinaria de Hollywood.
El film narra una historia de arribismo y desesperanza. Frank es un rudo minero patán y altivo, de pobre educación e inseguro de si mismo, que necesita superar su frustración personal a través del éxito profesional (jugar al rugby), y pretende conquistar a una joven viuda que es su casera. Busca sentirse querido, sin atreverse a comprometerse con el matrimonio, porque quizás en el fondo sigue siendo un niño grande. La joven viuda con dos niños, lo detesta por su falta de compromiso, pues se niega a ser su “querida”, también añora a su difunto marido (muerto en extrañas circunstancias) limpiando sus botas cada día.
Richard Harris hace un magnífico trabajo, nominado al Oscar ese año. Rachel Roberts con un papel enigmático, pues nunca llegamos a saber qué ocurrió en la relación con su marido, también fue nominada al Oscar.
Recomendable para amantes del cine social.
Antonio Morales
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6 de mayo de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
This Sporting Life (El ingenuo salvaje, 1963) es una de las obras cumbres del free cinema británico, movimiento del cual Lindsay Anderson, director de esta película, fue uno de sus pilares. Otro, Karel Reiz, director de Saturday Night and Sunday Morning (Sábado noche, domingo mañana 1960) fue el productor que permitió a Anderson llevar a cabo su proyecto. Las relaciones entre los tres directores del free cinema, los dos citados más Tony Richardson, fueron siempre notables, ayudándose mutuamente para que en ocasiones como la que nos ocupa, pudieran acabar dando frutos.

El Free Cinema, a diferencia de la Nouvelle Vague, fue un movimiento mucho más comprometido socialmente hablando. No hemos de olvidar la raíz literaria que se generó a partir de los años cincuenta, con el grupo de jóvenes airados conocido como los Angry Young Men, con la obra paradigmática de John Osborne a la cabeza, Look Back in Anger, que posteriormente sería adaptada cinematográficamente por el propio Tony Richardson. Esta temática social la notamos de manera evidente en El ingenuo salvaje, una película que nos habla de un jugador de Rugby, interpretado por Richard Harris (gracias a este papel consiguió la fama internacional, llegando a ser comparado por algunos críticos con el Marlon Brando Británico) que trata de escalar socialmente mediante el deporte. Retratado como un auténtico salvaje, acabará enamorándose de su marchita casera, que está totalmente traumada por la muerte años atrás de su marido. El guión lo firma el mismo autor que escribió la novela en el 1959, David Storey.

Como muy bien desarrolla la película de Anderson, la película nos habla de las ansías de ascensión social del protagonista principal, que no dudará incluso en utilizar métodos drásticos (como lesionar a un compañero de su propio equipo) si es necesario. Este tema es una de las constantes del Free Cinema (incluso me atrevería a decir que también de otros nuevos cines) y también aparece en una de las mejores películas de Tony Richardson, The Loneliness of the long distance runner (La soledad del corredor de Fondo, 1962). Pero mientras el revelador final de la soledad del corredor de fondo nos mostraba el total rechazo del protagonista por incluirse en el sistema, el ingenuo salvaje si nos muestra la aceptación del juego que propone el sistema, en casos particulares como los deportistas. El personaje que interpreta Richard Harris únicamente está interesado por los maravillosos contratos que puede conseguir, y la película no trata de desmitificar el conocido tema de la pasión por los colores, que ningunea Anderson en gran parte del metraje. Por otra parte, la película muestra con gran atino las secuencias tan propias de estos jóvenes enriquecidos que dilapidan sus fortunas sin tener demasiado en cuenta el futuro.

Pero en realidad, el tema principal de la película es la relación tortuosa que existe entre el jugador de rugby y la mujer que le alquila la habitación donde se hospeda. Personajes poco habituales del cine británico de esos años, que son con los que Anderson trabaja. Por una parte tenemos a una ya madura mujer que vive anclada en el pasado, personaje que interpreta magistralmente Glenda Jackson. El recuerdo continuo de su marido le impide seguir con su actual vida, y Anderson nos muestra esa vivencia del pasado con detalles, como las botas de su antiguo marido, que diariamente limpia aunque ya no tengan ninguna utilidad. Sin duda la interpretación de Glenda Jackson ayuda a construir un personaje que hace totalmente suyo, una mujer fría que es incapaz de sonreír (contadas secuencias en las que lo hace). Por otra parte tenemos al personaje de Harris, una bestia en el campo y fuera de él. Sentimientos contradictorios los que deja en el espectador, pues si por una parte llegamos a simpatizar y compadecernos con él, no es menos cierto que su brutalidad y forma de actuar salvaje nos alejan de la identificación. En este sentido, Anderson, así como el Free cinema, no son condescendientes con el público, ni tampoco con el cine convencional, por lo que no es de extrañar que el final de la película resulte tan extraordinariamente amargo.

La puesta en escena de la película demuestra también que Anderson y sus compañeros se iban alejando paulatinamente del cine convencional británico. Las primeras secuencias en el campo de Rugby resultan realmente sintomáticas. Sin emplear la palabra, Anderson nos muestra con toda crudeza el deporte del rugby (recordemos la importancia física de este juego), mediante un ágil montaje, compuesto de múltiples planos poco habituales (apuntando en varias ocasiones al propio suelo o la melé que forman los jugadores, sin que seamos capaz de dislumbrar poco más que masas compactas) que dotan a la cámara un aire de libertad. Cuando el drama se vuelve convencional, Anderson aún sigue empleando una interesante estética, que en ocasiones añade algún elemento simbolista, como el aplastamiento de la araña en la secuencia acontecida en el hospital. Por otra parte, la película emplea un largo flashback, utilizando una estructura un tanto sorprendente en la que se mezclan pasado y presente del jugador, que recuerda su vida mientras pasa por una operación médica después de un accidente en el campo de juego.

http://neokunst.wordpress.com/2014/05/06/free-cinema-el-ingenuo-salvaje-this-sporting-life-1963/
Kyrios
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25 de abril de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film, referente del Free Cinema, fue el inicio como "largometrista" de ficción de Lindsay Anderson, que ya había realizado un par de documentales, algún corto y había colaborado en una serie para televisión. Siguiendo las pautas del "Manifiesto de los Jóvenes Airados" el director de origen escocés, uno de los puntales del movimiento, se centrará en un cine minimalista, de bajo presupuesto y comprometido con los seres anónimos de la sociedad.
Su estilo sobrio y sin concesiones, no está exento de ironía acerada contra la burguesía y una sociedad mercantilista que avanzaba ya como una apisonadora que se alimenta del jugo de quienes resultan aplastados que, casualmente siempre pertenecen a la clase trabajadora.

Frank Machin (Richard Harris), es El ingenuo salvaje (This sporting life), un minero reconvertido en jugador de rugby, deporte que quiere utilizar como trampolín para saltar fuera del pozo de los miserables. Pero lo que no sabe nuestro inquieto hombretón es que nadie se salva solo. El vértigo para el que quiere medrar en un ambiente extraño, aunque tentador, produce unos desequilibrios difíciles de afrontar y unas descompensaciones nefastas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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