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La venganza de los cuarenta y siete samuráis

Acción En marzo de 1701, en la real capital de Edo, el señor feudal Asano ataca al señor Kiru mientras se encuentra en tierra sagrada. A causa de esta grave ofensa, Asano es obligado a hacerse el harakiri (seppuku). Sin embargo, 47 de sus samuráis juran vengar a su amo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
7 de mayo de 2013
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial película de Mizoguchi, y aunque a primera vista puede parecer muy, pero que muy larga, ese tiempo se acorta con el visionado, y es que con escenas largas, cargadas de emociones de todo tipo, nos muestra una tremenda historia donde el tema central es el honor de los samuráis, pero todo ello rodeado de tramas políticas, dramas personales, odios, amores y un sinfín de subtramas que incluso llegan a parecer poco tiempo, como si faltara mucho más, todo ello acompañado de unas grandísimas actuaciones y una buena música.

Una cosa importante, y es que me parece que en casi 4 horas de película, escenas de acción un par de ellas, para reavivar el ritmo, pero sin llegar a mostrarnos la más importante.

En fín, si ves Mizoguchi acabaras viéndola, y si no también aunque tardes más, siempre y cuando te guste el cine.
Ranxomare
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23 de julio de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
+ Los Leales 47 Ronin es una película técnicamente perfecta en lo que se refiere al manejo de la cámara, siendo este su punto más fuerte. El maestro Mioguchi hace un trabajo bárbaro en lo que se refiere a los encuadres y movimientos de cámara, trasladando muchas escenas espectaculares de un lugar a otro y sin cortes. la acción.

+ El blanco y negro y la iluminación rayan también a muy buen nivel, aunque no tanto como el manejo de la cámara y los encuadres.

+ El entorno minimalista del antiguo Japón con muy pocos muebles y todo en perfecta armonía. En Occidente podemos tener mil trastos que sirven o no, bonitos o feos pero en el Japón feudal cualquier utensilio debía de ser bello a pesar de tener utilidad.

- Película de 4 horas en la que apenas ocurre nada, haciéndose lenta, muy lenta. La trama está sujeta a la venganza y son prácticamente 4 horas de diálogos en los que la tan esperada batalla final está redactada por carta. Es decir, tras horas esperando la venganza de los 47 ronin (porque en la película no se habla de otra cosa) al final te quedas con una escena de lectura.

- El retrato del perfecto samurái se me antoja tan poco humano que no me dice nada. En la película se apela al samurái de leyenda dispuesto a hacerse seppuku sin miedo alguno, al código bushido en su forma más esctricta. Entiendo que esta película esté basada en un hecho y se mitifique, pero la falta de humanidad de todos y cada uno de los personajes no me incita en absoluto a la reflexión. Tal vez es que me acostumbré al retrato mucho más humano de los samuráis del maestro Kurosawa ya que en su película hay un amplio espectro de personalidades, desde el samurái más perfecto y leal (el Kurogane de RAN) o al ronin que más se pasa el código bushido por el forro ( Tsubaki Sanjuro en Yojimbo y Sanjuro).

- La trama es estática y monotemática; venganza y honor, honor y venganza, lo mismo da que da lo mismo. Una historia que habla de la estúpida cultura del autosacrificio, muy presente en toda la obra del maestro Mizoguchi. Pero en esta película no me convence, demasiado larga para tan pocos hechos y tan pocas reflexiones, carente de humanismo y de lógica.

+ y - O se tienen muchos conocimientos del Japón feudal y de la época en la que está rodada o el espectador no sabrá que está pasando desde el principio, lo que puede ser una buena oportunidad para estudiar y adquirir conocimientos... ¡qué el saber no ocupa lugar!.

No sé si es bueno comparar, pero a veces es inevitable. Me he visto seguidas dos largas películas de dos grandes maestros, ambas de samuráis; Los Leales 47 Ronin y Los Siete Samuráis. Curiosamente ambas tienen el número 7, es su único parecido, porque la de Akira Kurosawa es superior absolutamente en todos los apartados. Tal vez al verlas juntas la de Mizoguchi incluso me parece aún peor de lo que hubiese sido viéndolas separadas. Mi conclusión es que Los Leales 47 Ronin es una película muy difícil de ver y más si la ves del tirón. Creo que hay que verla por ser un clásico y por los puntos positivos que mencioné en la crítica y así uno puede opinar sobre ella y ver una obra de arte en cuanto a la realización, que es lo que salva a este film de no ser una película infumable. En mi opinión, lo que aporta la película en tanto metraje me resulta insustancial y tan sólo le doy el aprobado por la técnica de Mizoguchi, porque en manos de un director sin sus cualidades sería insoportable.
Jab
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29 de junio de 2010
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Mizoguchi tiene un ritmo narrativo muy lento. De acuerdo con los estándares habituales, puede decirse que incluso demasiado lento. Sin embargo, a mi entender, debe valorarse por lo que aporta de úncio. Esto último es la visión ZEN del mundo, tal y como se vivió presumiblemente en el siglo XVIII.

Mizoguchi en particular tenía un estilo narrativo más a la europea que otros directores, como Ozu. Por ello, esta película merece ser vista, como un ejercicio de filmografía zen, con despliegue de ejercicios rituales, códigos de honor y ritmos lentos, además d euna ambientación muy lograda de escenarios y decorados. Una película única.
redshoemaker
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23 de mayo de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"風さそう花よりもなお我はまた春の名残を...いかにとやせん". Esas fueron las últimas palabras de Asano Naganori antes de cometer hara-kiri.
Un acto de locura, una decisión política irrefutable, un reino que hizo pedazos, y cuarenta y siete hombres dispuestos a llevar a cabo la venganza que originaría la leyenda...

Cualquier amante de la cultura japonesa y de su historia tiene constancia de la inmortal gesta del grupo de samuráis que tras dar cuenta de una pésima decisión por parte del Shogunato y ver condenado a su señor a realizar el suicidio ritual y la expropiación de todos sus dominios, incluyendo el gran castillo de Ako, se lanzaron convertidos en ronin a una concienzuda y arriesgada empresa: tomar la vida del hombre que provocó la deshonra de su amo y su familia y acabar con sus vidas honorablemente. La era Genroku estaría marcada por este suceso histórico inolvidable.
Suceso trasladado a la ficción a través de todos los medios de expresión posibles; el cine se apoderaría de la historia a partir de 1.907 y desde entonces se han producido innumerables recreaciones de la leyenda. Una de las más conocidas es la realizada por Kenji Mizoguchi a principios de los '40, quien en ese momento se halla en una situación muy delicada como cineasta debido a la cercana entrada de Japón en la 2.ª Guerra Mundial, resignado a realizar proyectos de encargo siguiendo órdenes del Ministerio de Cultura y el gobierno militar; por supuesto, Shochiku desea que esta nueva versión de la historia de los guerreros sea espectacular y conforme a las reglas dictadas por dicho Gobierno.

Es decir, una versión más popular, más tradicional, apropiada para conmover a un pueblo sumergido en los albores de la guerra; el director, sin embargo, impone a los productores basarse en una obra kabuki del dramaturgo y maestro del teatro modernista Seika Mayama y contratar a la famosa compañía de actores (de kabuki) Zinshin-Za para interpretar a los protagonistas. Esta obra, menos espectacular, gira en torno al drama personal de Kuranosuke Oishi, consejero de Naganori, y es que Mizoguchi, como bien afirmó su guionista Yoshikata Yoda, no deseaba hacer del film un gran espectáculo y no poseía (ni deseaba poseer) el talento para filmar acción.
Esto se demuestra desde la escena inicial, donde en un arranque de violencia Naganori intenta asesinar en el castillo Edo a Kira Yoshinaka, uno de los poderosos funcionarios del Shogunato, tras recibir en público sus insultos; incidente que trastocará la existencia de la familia y todos los súbditos del daimyo. Por expreso deseo del cineasta la película se divide en dos partes, compuesta por largos planos fijos o panorámicas laterales casi sin incluir primeros planos y con cada secuencia (que se abre con una indicación del decorado en el cual se desarrollará la acción) separada por intertítulos y elipsis temporales, excluyéndose así todo rasgo de picaresca y dando a los combates heroicos un nuevo sentido lógico.

Por lo tanto reina la voluntad de teatralidad y un respeto rígido a la obra original, siendo prioritarios el texto declamado y la gestualidad minimalista; se muestran representaciones kabuki y Mizoguchi se apoya en estos códigos, de una manera fría y haciendo gala de una perfección indiscutible, y al suprimir la acción y los momentos más emocionalmente dramáticos, convierte los escenarios interiores en campo de batalla y las palabras, sentencias y sentimientos en las mejores armas. En efecto la trama sigue de cerca el sufrimiento que embarga a los allegados de Naganori y en especial a su consejero Kuranosuke Oishi, aquejado de un infinito pesar al ser testigo impotente de la decisión del shogunato para con su señor.
Paulatinamente asistimos a la caída política, moral, económica y espiritual, de un reino, que se abalanza sobre las cenizas de su propio cadáver mientras el gobierno recoge y se reparte los pedazos. También contemplamos el hundimiento de una unidad, una unidad familiar sostenida por lazos más fuertes que los otorgados por la consanguinidad de la propia familia, y son aquellos referentes al sentido inquebrantable de la lealtad de los guerreros samuráis, aquí ensalzados por (un resignado) Mizoguchi y sus guionistas, quienes defienden en todo momento su estoica mentalidad, pureza de espíritu y admirable valor.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Mizoguchi se ha de enfrentar a dos sucesos que perturban el rodaje: la definitiva entrada de Japón en la guerra y ver a su esposa Chieko (que afectada por la sífilis es presa de la locura) siendo internada en un manicomio. Pese a las conclusiones médicas, que le exculpan, él conservará una eterna culpabilidad; a partir de entonces Mizoguchi, decidiendo casarse con la hermana de aquélla, madre de dos hijos, se convierte en un artista en crisis que no frena su carrera artística.
"Genroku Chushingura" es, no obstante, una obra de arte técnica y académicamente perfecta, en todos los sentidos. Los historiadores críticos y fans la encumbrarían como un gran logro de la cinematografía japonesa, aunque en su momento Shochiku la considerara un estrepitoso fracaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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19 de enero de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la carga de tensión que alimenta la guerra. La sacudida de un animal furioso por secarse las heridas de la injusta deshonra. Una purga de valientes eternizados más allá del individuo.

El ser humano utilizado como arma, arrojando principios y lealtades. Corrigiendo justicias a la deriva en sociedades maleables. Las evidentes lagunas que la ley presenta son resueltas por el honor. La rebeldía del que domina el arte de la muerte ajena y no tiembla por la propia. La sumisión de colectivos en segundo plano y sentimientos silenciados por el deber.

Una de las virtudes de Mizoguchi es su enorme elegancia a la hora de tratar ciertos acontecimientos. Nos muestra un juicio sin pretensiones, una venganza sin sangre y una resolución fuera de plano que nos hace pensar que la vulgaridad es alo que el director japonés no digiere muy bien.

La composición de elementos en cada plano, como si de una partida de ajedrez se tratara, es estratégica. Mizoguchi coloca minuciosamente a sus personajes y les inyecta la vida necesaria para la función.

Una obra de arte que no se ensucia con batallas ni derrama sangre innecesaria.
La puerta de Tannhäuser
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