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La ilusión viaja en tranvía

Comedia. Drama Caireles y Tarrajas descubren que el tranvía 133, en el que se han pasado media vida trabajando, va a ser retirado del servicio. Ambos salen de borrachera para consolarse... y deciden robarlo. Tras una noche en la que dan servicio a distintos pasajeros, quieren devolverlo por la mañana, pero un antiguo inspector quiere delatarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
30 de abril de 2008
28 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su país de acogida, Buñuel aceptaba todo tipo de encargos, con el brío del pluriempleado que tiene que ganarse la vida. Entre empeños más enjundiosos, como "Los olvidados" o "Ensayo de un crimen", filmó esta comedia social, que sorprende por su ligereza relativamente amable, hasta simpática, y siempre incisiva.

El foco narrador sobrevuela México D.F., "teatro de los más variados sucesos, donde cada día se urden al azar miles de historias fugaces y sencillas", y se centra en dos tranviarios, Caireles y Tarrajas, pareja cómica, quienes reciben consternados la noticia del próximo desguace de su querido tranvía 133.
En las fiestas del barrio se emborrachan, abandonan la función teatral en que participan (una estrepitosa pastorela) y se van al garaje para dar con el 133 una última y prolongada vuelta de homenaje.
En el itinerario irán subiendo y bajando viajeros de todo pelaje, lo que permitirá ensartar historietas más o menos asombrosas (pequeña galería en el spoiler), con las que Buñuel ejerce su habilidad para naturalizar lo inverosímil.

Es de mencionar el gran trabajo del actor cómico Fernando Soto ('Mantequilla') y su logrado personaje: "No soy honrado-honrado, pero sí honradito".
El rico habla coloquial de los locuaces tranviarios (guión Alcoriza) contribuye no poco al encanto de la película, que sigue siendo muy valorada en México.
No es de extrañar: a pesar de su medio siglo largo, mantiene bastante frescura, gracias al aire surrealista, y hoy continúa proporcionando disfrute.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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3 de febrero de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la revista mexicana de cine “Somos” se confeccionó en 1994 una lista de las mejores películas producidas en ese país. “La ilusión viaja en tranvía” ocupa el lugar número 95 en dicha lista. Antes que ella figuran otras del director aragonés: “Los olvidados” (2), “Nazarín”(6), “El” (7), “El ángel exterminador” (16), “Susana, demonio y carne”(46), y “Ensayo de un crimen" (47). Es decir, a juicio de los críticos más rigurosos del país, esta película no es tan menor como piensan aquellos otros que utilizan el término con demasiada alegría, fenómeno recurrente en el conjunto de estos perezosos señores y en el seno de carreras cinematográficas con un buen número de títulos, como ocurre con la de Luis Buñuel.

Puede ser “menor” en cuanto a los medios, similares, por cierto, a los de otras a las que esa misma crítica se ha rendido. Y es “mayor” en cuanto a ingenio, sentido del humor y creación de una lúcida metáfora sobre la vida en sociedad. "Ustedes saben que en los vehículos públicos en México es posible, o lo era en aquella época, encontrar gente que lleva cajones de fruta, o guajolotes vivos, en fin: las cosas más increíbles, y por eso se me ocurrió que en el tranvía viajaran los obreros del Rastro con los cuartos de res, y las viejas beatas con la imagen de un santo." Estas palabras de Buñuel sintetizan su propósito: un tranvía es finalmente un privilegiado lugar de encuentro, una especie de tierra de nadie en donde, sin embargo, cada uno actúa según su clase y sus convenciones ideológicas. Todo es posible en un tranvía. Esa condición de lugar itinerante convierte en posible lo que en otro lugar más estable sería prácticamente impensable.

Y también un lugar en donde el erotismo es más explícito: “Reconozco que aquí se trata de algo muy mío, de mi juventud y de la de cualquiera de mi generación. Cuando las mujeres, con aquellas faldas largas, subían al tranvía, le echábamos la vista, para ver si enseñaban algo de pantorrilla”

Hay películas menores que nos ayudan a comprender otras mayores. Desde ese punto de vista dejan de ser menores... En “La ilusión viaja en tranvía” está pues la propia memoria del director: los viejos tranvías de Zaragoza, cuyos escalones propiciaban las miradas furtivas al soñado interior de las faldas. Por esto también, y, sobre todo, porque es una película tremendamente divertida, en donde va creciendo la posibilidad de sorpresa (¿quiénes subirán en la próxima parada…?, qué nueva desgracia les sucederá a los protagonistas...?) merece no caer en el olvido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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2 de febrero de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se respeta que, Luis Buñuel, dijera alguna vez que la poesía faltó en el neorrealismo, aunque otros, como yo, la veíamos fluir a borbotones. En lo personal, veo a <<LA ILUSIÓN VIAJA EN TRANVÍA>>, como la más neorrealista de sus realizaciones. El protagonista es el pueblo; los escenarios, en su mayoría, están localizados en exteriores naturales; lo técnico es simple, pero efectivo; y la vertiente narrativa recrea la situación social del hombre común en un mundo desequilibrado donde campea la pobreza, la exclusión y la explotación. Al coincidir y tomar como suyas las necesidades del pueblo, la propuesta ideológica de Buñuel, va en contravía con la ideología dominante y aboga por un cambio que se inscribe en el socialismo (como el surrealismo italiano) o en el comunismo (como los surrealistas franco-españoles).

Los protagonistas son dos hombres sencillos: Juanito y Tarrajas. Empleados de la empresa de tranvías, cierto día ellos resuelven con simpleza, lo que los mecánicos expertos veían bastante complejo... y así, terminan recuperando el tranvía 133, pero, “para que nadie quede mal”, de todas formas éste es declarado fuera de servicio y enviado a desmantelamiento, pues, se quiere impedir que, el exceso de eficiencia de algunos, deje a los demás cual si fueran ineficientes.

Con nostalgia por el destino dado al tranvía y, en consecuencia a su esfuerzo, luego de representar a Dios y al Diablo respectivamente, Juanito y Tarrajas -animados por unos cuantos tragos- deciden darse un viajecito en él... y de paso llevar a casa a los asistentes a la verbena del pueblo. Así comienza un largo recorrido por las calles mexicanas que servirá para conocer la idiosincrasia de sus pobladores, y para comprender las limitaciones y las profundas desigualdades en que viven las grandes mayorías de América Latina.

Lo que logra, el director español, es una recreación sincera, objetiva, leal al pueblo y con la sensibilidad de un poeta. Sus personajes tienen vida; la bondad y el compromiso les corren por las venas; y con sus actos dan clara prueba de que no merecen ser víctimas del arribismo y la falta de escrúpulos de los “poderosos”.

Con afanes de Manifiesto -a la manera del que escribieran dos grandes hijos de Alemania en 1848-, Buñuel lanza su discurso verbal contra la miseria del pueblo instigada por los tejemanejes de la inflación, y consigue efectivas imágenes donde el pueblo raso subsiste y los oportunistas agudizan las las carencias y las contradicciones. De paso, se deja sentada la visión de la burguesía con diálogos de este calibre: - "Dicen que los obreros gobernarán al mundo". -Comenta uno. A lo que otro responde: - “Siglos vivirá que nunca lo verá”.

<<LA ILUSIÓN VIAJA EN TRANVÍA>>, es la clase de filme que ganará con el tiempo, pues, es cine honesto, comprometido y profundamente sentido... y dígase lo que se quiera, no hay nada tan poderoso y significativo como el alma del pueblo, porque, en la silla que te sientas, en la cama donde duermes, en la ropa que te pones... y hasta en el alimento que comes, está el alma laboriosa de la gente del pueblo.
Luis Guillermo Cardona
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2 de agosto de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las calles de Ciudad de México, sus pobladores y sus peculiaridades y problemas sociales circulan delante de la cámara, a medida que el tranvía 133 se desplaza ilegalmente por los rieles. Ya viejo pero todavía en plena forma, el 133 ha sido dado de baja por la compañía y se ha ordenado su desguace. La modernidad quiere reemplazar poco a poco a los antiguos vehículos con trolebuses.
Los dos empleados encargados hasta entonces del tranvía en extinción no se conforman con el triste final del fiel medio de transporte y se les ocurre la loca idea de ponerlo en marcha una madrugada, por su cuenta y riesgo. En un principio no contaban con tener pasajeros, pero éstos esperan en las paradas y los conductores no pueden negarse a aceptarlos, haciéndoles creer que se trata de un servicio especial totalmente gratuito. Éstos suben y bajan y los asientos se llenan del bullicio habitual de mujeres con pañuelo negro en la cabeza y sus ropas de pobre, y hombres obreros, todos hablando a voces, colgando por todas partes los productos que esperan vender o que acaban de comprar con gran esfuerzo. Más tarde sube un tropel de traviesos niños uniformados con su maestra, que están de excursión. Muchos de ellos son huérfanos. También subirán pasajeros más pudientes que se empeñan en pagar su billete y que critican a la clase obrera.
Y los conductores, Caireles y Tarrajas, a los que se suma la guapa hermana de este último que trata de encubrirles y hacerles entrar en razón, se ven metidos en la vorágine de viajar sin rumbo fijo a espaldas de la compañía y de las autoridades, por un México irónico y que va a lo suyo, tratando de pasar desapercibidos (sin mucho éxito) y devolver el 133 a las instalaciones de las que no debieron sacarlo, antes de que los delaten y se les caiga el pelo…
Muchas cosas se trasladan en ese tranvía. También la ilusión, sí. La ilusión por conservar un poquito de humanidad, amor y buena voluntad, por los que luchan Caireles, Tarrajas y Lupita, obstinados en que el 133 realice una vez más su servicio a la sociedad.
Vivoleyendo
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9 de julio de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La ilusión viaja en tranvía" fue unas de las pocas comedias que realizó el maestro Luis Buñuel (aunque siempre el humor estuvo presente en su obra). Es casi un cliché decir que es considerada una película "menor" dentro de su cinematografía; pero en realidad se trata de una gran película, por que es notable, que en menos de 90 minutos, se pueda decir tanto sobre una sociedad y en realidad sobre las personas; y todo en un tono de comedia popular. Tal vez, allí está la causa de que sea considerada una obra "menor": parece que para la mayoría del público, para que una película sea considerada una "obra maestra" debe ser seria, solemne y trágica.
Los protagonistas de ésta película son de clase obrera, y son de lo mas queribles y creíbles; por que Buñuel, retrataba a los pobres con realismo, con sus virtudes y defectos (no eran los sufridos y honrados pobres, de mayoría de las películas mexicanas de la misma época). Aquí tenemos a "Caireles" y al "Tarrajas", que luego de reparar al tranvía 133, se enteran de que será dado de baja y desmantelado, y para colmo pueden perder sus empleos; frustrados se emborrachan, para pasar la pena; y así de ebrios, van a participar como actores en una"pastorela" que representa al Génesis, de una forma irreverente (pero no grosera); aquí se les suma la bella Lupita, la sexi y para nada ingenua, hermana del Tarrajas. Esta parte, es un verdadero cortometraje dentro de la película, y es donde Buñuel saca su veta surrealista y realiza una representación del bien y el mal en el ser humano (que se relaciona con lo que viene despúes). Luego Caireles y el Tarrajas, abandonan la pastorela para seguir bebiendo, y se encuentran con el viejo tranvía 133 y deciden darle su viaje de despedida. Es aquí, donde comienza lo mejor, por que el viaje y luego el intento de devolver el tranvía, se convierte en una verdadera odisea por las calles de Ciudad de México, donde los protagonistas se encontraran con personajes de todo tipo y estrato social, y las mas delirantes situaciones. En esto, Buñuel sorprende a cada paso al espectador con su habilidad narrativa, ya que la trama por mas sencilla y sin pretenciones que sea, resulta en cada momento impredecible. También tendrémos una historia de amor a bordo del tranvía, entre Caireles y Lupita, pero como Buñuel no era ningún romántico, la desarrolla de una forma picaresca y divertida.
En fin, una gran película, ojalá hoy en día se hicieran muchas de estas películas "menores"; pero lamentablemente, directores como Luis Buñuel, ya no hay.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
maximiliano
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