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El artista y la modelo

Drama Verano de 1943. En un lugar de la Francia ocupada, no lejos de la frontera española, vive retirado un viejo y famoso escultor que se siente hastiado de la vida y de la locura de los hombres. Ya nada es capaz de animarle, de servirle de estímulo. Sin embargo, con la llegada de Mercé, una joven española que se ha fugado de un campo de refugiados y que le servirá de musa, renace en él el deseo de volver a trabajar y esculpir su última obra. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
25 de septiembre de 2012
59 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver la película en el festival de cine de San Sebastian. Se ha llevado una ovación de un minuto, con el director y los actores presentes y sonriendo al respetable. Al salir he oído las clásicas conversaciones que decían eso de "un poquito lenta". Está claro que Trueba no tiene vocación de mayoritario. La ha hecho en francés, en blanco y negro y sin banda sonora (salvo sobre el último plano). De ahí quizás lo de "lenta". Narra la relación pigmaliónica ente el artista y la modelo. Aunque no lo dice está claro que el escultor es Aristide Maillol, una especie de revisitador del clasicismo griego con pulidas y estilizadas figuras femeninas. Más arquetipos de la belleza mediterránea que retratos veraces. Y la modelo no es otra que Dina Vierny, que dedicó el resto de su vida a reivindicar la obra del artista a la que ella había prestado el cuerpo.
Trueba dice en las entrevistas en las que se le quiera oír que, en una época en la que no se leen diez líneas seguidas, el propone este "lento" relato que combina la relación entre la experiencia del artista y la vitalidad de la modelo con el nacimiento de una obra de arte. El regusto en la materia, en la morosa recreación de un dilatado proceso de creación recuerda, claro, al sol de membrillo. Y un poco de Erice se me cuela por la mente como referente de esta obra. Una buena obra para un festival, con una poética que puede atraer a ese público que se gusta en las obras de Malick o en el último Haneke. Cine con pocos adornos muy lejos de los blockbusters rompetaquillas.
Jmpg2012
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12 de octubre de 2012
61 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trueba es un gran director que sobre todo ha hecho películas mediocres o fallidas, al supeditar su talento visual a guiones flojos o tópicos o mal resueltos. Esta película es un compendio de sus virtudes y defectos. Y las carencias acaban pesando más que los logros, sobre todo porque el espectador transita casi todo el metraje entre el tedio y la indiferencia.

La fotografía es muy hermosa, el pausado ritmo está muy conseguido, la atmósfera respira verosimilitud y los encuadres y los detalles son primorosos y bellos... Pero todo ello da bastante igual y no sirve para casi nada porque la reflexión sobre la inspiración del artista resulta insípida, tópica e intrascendente. El conjunto deja mejor sabor de boca que cada una de las escenas que se prolongan exangües y tediosas sin otro propósito que ilustrar las ideas preconcebidas – pura tesis – sobre la búsqueda de la inspiración.

Pero si hay algo que falla y falta durante todo el relato es: inspiración. Todo parece muerto, todo es previsible, plano, insulso e insoportablemente presuntuoso, inflado por su ampulosa y anquilosada pretenciosidad sin medida. Que los actores sean buenos y lleven a cabo con aséptica corrección su tarea no añade sino frustración e insatisfacción. Nos gustaría ver a estos personajes en una trama que tuviera algo más de interés y menos de discurso didáctico y pedante.

Una gran decepción y un gran sopor. Es una pena de talento desaprovechado y de buenos propósitos no alcanzados. Frustrante y prescindible.
antonalva
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30 de septiembre de 2012
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué bonita! En estos tiempos de iphone e ipad Trueba rueda una obra sencilla pero magistral hecha de barro, mármol y carboncillo (el blanco y negro está perfectamente elegido y fotografiado para resaltar la luz y las formas sin distraernos) La cinta es un homenaje del cine al arte en general, a la creación y por ende a la vida. Rochefort es un dios que intenta comprender su vida, revivirla a través del cuerpo de una mujer llena de ella. Rochefort enorme en su papel de escultor y Trueba enorme en su dirección: suave, parsimoniosa, cuidada, bella, con sabor a clásico, esculpida fotograma a fotograma con un ritmo "francés" y antiguo al que no estamos acostumbrados y nos cuesta -es verdad- pero no es un problema suyo sino nuestro porque el tiempo del arte, de la creación y la naturaleza son tiempos lentos y de ese tiempo y esos planos irá surgiendo trazo a trazo la silueta hermosa y duradera de una obra de arte.
ELHIJODERYAN
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3 de octubre de 2012
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El blanco y negro se lleva esta temporada señores. Si no quieren pertenecer al discriminado y reducido sector de individuos que ven en esta efectista técnica un mero recurso estético víctima de la moda, vayan haciendo cola porque este año las rebajas se presentan suculentas.

Pero más allá del desuso de la paleta de colores, El artista y la modelo es una exquisitez a gusto de contados paladares. Poco o nada ayuda a sucumbir ante tal delicatessen si nunca antes hemos aprendido a colocar los cubiertos sobre el plato tras degustarlo. Puede que el paladar, a veces caprichoso, distinga sabores y demos por gratificante un manjar para el que nuestro estómago no esté preparado.

Dicen los gourmets que ésta es la obra más refinada de su director. Que merece las tres estrellas Michelin. Es posible que no les falte razón pero servidor prefiere platos mejor aderezados y sabrosos, yendo algo lejos, El año de las luces, Belle Époque o la desternillante La niña de tus ojos. Sin embargo, a uno que no acostumbra a contemplar el arte desde el punto de vista impuesto, le puede resultar somnolienta y carente de emoción la manera en que la cámara se recrea con la rama de un árbol. También el bostezo hace acto de presencia ante la ausencia injustificada de una banda sonora necesaria. Los gourmets defenderán esa laguna. Sentenciarán que determinadas salsas estropean el plato pero ahí es cuando hay que cuestionarse si es tan suculento como lo presentan.

El artista, enorme Jean Rochefort, y la modelo, preciosa pero excesivamente estudiada Aida Folch, es creación en un momento de sequía. Segundas o últimas oportunidades de plasmar materialmente lo que somos. La premisa con la que juega Trueba es atractiva pero en su desarrollo sólo encontramos hastío. El uso reiterativo de silencios con la machacona intención de aupar la belleza visual nos conduce a la desconexión de una historia que hubiera ganado enteros si el peso del guión fuera mayor.

Se palpa desde el inicio la adoración por Renoir y su impresionismo. El contacto con la naturaleza y la sensualidad omnipresente de lo femenino. Para esto último la elección del reparto no ha podido ser más acertada. Folch transmite el deseo contenido que muestra la obra. Su cuerpo, tan imperfecto como necesario, habla en determinados momentos por sí mismo. Lástima que el personaje sea tan carente de emoción. Mientras que por otro lado, al rey lo que es del rey, Trueba ha conseguido aunar en un mismo plano a dos grandes de la interpretación, Claudia Cardinale y Chus Lampreave, que junto a Rochefort conforman un tándem inigualable.

Estamos, por tanto, ante una obra peculiar. De difícil digestión dentro del panorama nacional. Nada reflexiva, si contemplativa. En la búsqueda constante del culto. Demasiado francesa para españoles pero, ¿demasiado española para europeos?

Lo mejor: su pulcra técnica. Brillante
Lo peor: se vuelve reiterativa hasta el agotamiento.
Ulher
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28 de septiembre de 2012
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que una película tan bien hecha resulte tan pesada. Si te haces viejo, como yo, te gustan el cine a lo grande, con buenas interpretaciones y la vida contemplativa, como a mi, las mujeres hermosas, la buena fotografía, la creación artística como tema, que me apasionan, y una filosofía escéptica en tiempo revueltos, que es la mía, no sé porqué motivos te mueves de la butaca, miras el reloj y te preguntas porqué no le da unos cuantos martillazos a la escultura para que todo termine.
kai
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