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Luces de París

Comedia Brigitte y Xavier viven en Normandía y se dedican a la ganadería vacuna. Ella es soñadora mientras que él vive por y para su trabajo. Tras la partida de sus hijos, el peso de la rutina se le hace a Brigitte cada vez más difícil de sobrellevar. Un día, en un arrebato de locura, se va a París sin decir nada. Xavier se da cuenta entonces de que quizá la esté perdiendo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
19 de marzo de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora te ríes, porque crees que la propuesta te queda muy lejos. A una vida entera, más o menos. A una eternidad, vaya. Porque miras la cuenta de inviernos que llevas y la verdad es que a la espalda no le pesan demasiado. Ya tienes tu experiencia acumulada, tampoco vamos a engañarnos, pero de momento ésta sólo trae beneficios, y ni pizca de sobrecarga. Estás al dente, pues has alcanzado la combinación óptima entre saber todo lo que hay que saber sobre el mundo (bueno, dejémoslo en que sabes más bien lo justo) y no tener que sufrir por los problemas derivados de la edad. Estás hecho un pipiolo, pero ya no estás verde. Ni mucho menos. Aún tienes toda la vida por delante y el mundo, efectivamente, es tuyo. De modo que cuando llegas a esa casa rural en la que vas a correrte la enésima farra de fin de semana y conoces a los viejales de los vecinos, no puedes (ni quieres) reprimir un arrebato de arrogancia prepotente que tan bien te hace sentir. Tú eres tan urbanita... y ellos son tan de pueblo... Tú tienes tantas ganas de juerga... y a ellos se les ve tan cansados... Tú eres tan joven... y ellos tan viejos.

Con esta misma actitud aterriza Anaïs Demoustier, una de las nuevas musas del cine francés, en uno de los escenarios principales de 'Luces de París'. Así mismo se enfrenta a otra fuente de inspiración, más eterna; más incombustible. Ésta última, que responde al nombre de Isabelle Huppert, podría ser el punto donde termine la primera... en unos 30 años (35 para ser exactos). Entre ambas; entre el futuro y la historia (viva, eso sí) va, precisamente, casi una vida entera. Una eternidad, vaya. Y así, exactamente, nos enfrentamos los que somos jóvenes (pero no demasiado) a la nueva película de Marc Fitoussi (de 41 años, por cierto), con la distancia auto-impuesta ante aquello que todavía se nos antoja lejano, pero también con el respeto (un poquito... el justo) que merece lo inevitable. Nos aferramos a Demoustier y hacemos como que la Huppert no existe... Pero no. Por una vez, el póster promocional no engañaba, y no tardamos ni dos escenas (tres, para los que somos más despistados) en darnos cuenta de las medias de edad por las que e mueve la historia que ahora nos ocupa. Qué lejos... ¿no?

Con Isabelle nos quedamos, pues. Con lo que está por llegar; con aquello a lo que nos enfrentaremos el día menos pensado... en definitiva, con esto de replantearse la vida (menuda novedad) con el agravante de gozar de poco (de menos, seguro) recorrido por delante. Suena dramático y, en efecto, así puede ser, sólo que aquí la gracia está en distinguir la seguridad de, como se ha dicho, la posibilidad. Y respiremos tranquilos, porque hay tópicos que son ciertos o que, por lo menos, siguen reafirmándose en ejemplos tan palpables como, consecuentemente, incontestables. De 'Luces de París' seguimos hablando, filme que podría dar la sensación que va de aquello... para luego hacer ver que va de aquello otro... para finalmente evidenciar que hablaba de todo un poco, y de nada en concreto, plasmándose así una suerte de amalgama en la que, a poco que hayamos logrado vislumbrar el dibujo general (y no sólo las partes, por separado, que lo componen), reconoceremos algo que no dista demasiado de la vida misma. En la aclamada 'Mr. Nobody', Jaco Van Dormael, muy belga él, nos regaló la que seguramente sea una de las mejores definiciones que se hayan dado jamás del cine francés: ''Son esas películas en las que parece que no pase nada.'' Y así. Y permiso más que concedido para sentirse identificado.

Más que con lo que sucede, con el modo en que se nos presenta todo. No hay duda, Van Dormael no andaba muy desencaminado. Lo que nos cuentan las 'Luces de París' de Marc Fitoussi puede comprimirse en poquísimos caracteres, lo cual en absoluto implica que el interés despertado se quede en las mismas dimensiones. El secreto del éxito está en el ritmo en el cual se van sucediendo las pinceladas; en la variedad que muestran las direcciones de los trazos. Sí, cuando parecía que el foco se quedaría apuntando a Anaïs, se acabó decidiendo por Isabelle, y cuando ésta parecía que quería a Jean-Pierre, va y se fija en Pio... para poco después descubrir a Michael. Sí, cuando empezábamos a acostumbrarnos al entorno rural, hicimos de nuevo las maletas y nos escapamos a la ciudad, y ya puestos, cuando pensábamos que la cosa iba, simplemente, de encadenar infidelidades en etapas vitales avanzadas, resulta que en realidad se estaba ampliando la reflexión al invento ése de la monogamia. Sin sitio para la alabanza o para la condena; sin conclusiones visibles, más allá de las que pueda extraer el espectador.

Con un gusto en la gestión de la aleatoriedad de los eventos que, volviendo al tópico de marras, solamente ha logrado perfeccionar la cinematografía francesa. 'Luces de París' no es ni mucho menos uno de los mejores ejemplos de dicho cine, pero sí que luce, sin aparentes sobre-esfuerzos, algunas de sus mejores virtudes. Lo mismo que una Isabelle Huppert, estrella indiscutible (en serio) de la función, a la que le basta (y le sobra) con poco más que el piloto automático para que las aventuras de esa campesina convencida de que nunca es demasiado tarde para descubrir (y para descubrirse), se impregne de la simpatía, ternura, encanto y sobre todo espontaneidad que en algún momento u otro seguro que han llenado nuestras propias experiencias. Como si esto de contar historias en el llamado séptimo arte fuera algo que pudiera dejarse a la improvisación, o dicho con otras palabras, como si hacer una película fuera fácil. Y ya que estamos, como si nosotros mismos pudiéramos predecir, con total exactitud, qué va a pasar mañana mismo, en un día cualquiera (uno más...) en nuestra anodinamente impredecible vida. Imposible, ¿verdad? Pues ya está. Huyan de los Planes Maestros, tanto en su hogar como en el cine, ya sea éste francés o no.
reporter
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30 de marzo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dignísima que se agradece. Pensaba que iba a dormirme y resulta que la he disfrutado, me ha emocionado y he salido muy satisfecho del cine.
Lo primero que destacaría es la música, que hace que la película resulte realmente acogedora. Durante casi todo el metraje resulta muy simpática, pero se vuelve dramática cuando necesita serlo. Siempre es un perfecto acompañamiento.
Los actores representan muy bien, desde el primero hasta el último, y es ahí donde se nota también la mano del excelente director de esta obra. La Huppert impecable, el marido igual (es curioso que bien hace este hombre de cornudo en diferentes películas) y Nyqvist también lo borda, alejado de sus habituales tinieblas nórdicas. Pero como decía antes, hasta el último secundario lo hace muy bien.
Quizá el ritmo no es lo mejor de la película, ni la fotografía de París, pero a mí me valen.
Me parece una película inteligente, bien contada y bien rodada desde el principio hasta el final. Muy francesa cinematográficamente hablando. Retrata con interés los habituales problemas de infelicidad/aburrimiento-infidelidad de una pareja de mediana edad. También es de agradecer que, aunque con ciertos pequeños lunares, resulta muy veraz. La moraleja es acertada y recomendable y el final feliz.
Fagus
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18 de marzo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquellos que siempre hemos vivido en entornos urbanos desconocemos lo que supone crecer en un ambiente natural. Por este motivo, cuando un individuo de ciudad acude a pasar unos días al campo y presencia cosas como el parto de un animal, tiende a apartar la vista o a calificar dicha acción como “un asco”, lo cual lógicamente es un error y casi diríamos que una incongruencia, pero que resulta entendible hasta cierto punto dado el gran promedio de escrúpulos que existe entre las personas que llevan (llevamos) una apacible vida burguesa. Lo que sí es incomprensible es que esos mismos urbanitas se rían de los individuos del campo que, tras llegar a la ciudad para pasar unos días, quedan asombrados con aspectos del día a día que a nosotros nos parecen ya asumidos. Por ejemplo, cuando Brigitte ve cómo la policía echa abajo el puesto de fruta de un inmigrante indio se queda estupefacta, pero el propio agente obvia explicar su acción por considerar que todo el mundo ya conoce el porqué. La perplejidad de Brigitte al presenciar tal escena, por cierto, resume bastante bien la confusión que apodera su interior.

Luces de París (La ritournelle), película dirigida por Marc Fitoussi, muestra la inexplicable fragilidad de un matrimonio en el que sus dos miembros parecen quererse con locura. El motivo, como pronto descubriremos, es que la emancipación de sus dos hijos ha dejado desamparada a la pareja. El punto de ebullición se alcanza cuando Brigitte conoce al joven Stan en una fiesta que da su vecina. Días después, la mujer abandona el hogar de Normandía para acudir a la capital francesa con el pretexto de ver a un dermatólogo que le trate los eccemas que constriñen su espíritu más que su salud. Una excusa que a su marido Xavier no le termina de convencer...

La cinta aparenta ser una comedia dramática en la que Fitoussi no rebaja el tono agradable, pese a que lo que el cineasta galo nos quiere contar tampoco admitiría demasiadas bromas. Un recurso a priori arriesgado pero que se lleva a la realidad de una manera bastante acertada, al situarnos en el contexto de la vida de Brigitte en primer lugar para posteriormente acercarnos a diversos pasajes que acaecen en París. La protagonista está caracterizada por una Isabelle Huppert como siempre fabulosa, convirtiéndose en una figura que trasciende su propio personaje para representar a cualquier ser humano que sienta que debe de salir de la cargante atmósfera en la que vive, por mucho que algunos urbanitas consideremos la vida en el campo como pacífica y apacible. Merced a la construcción de secundarios con una atrayente personalidad propia –ni el guapo es siempre maravilloso ni los extranjeros son sospechosos de ser pervertidos–, la trama funciona mientras Brigitte está pisando suelo parisino.

Pero Luces de París adolece de un defecto muy perceptible como es su atropellado final, donde el director intenta mezclar demasiadas cosas que no casan demasiado bien entre ellas y, además, lo hace a un ritmo vertiginoso en el que ni siquiera da tiempo a paladear la única toma buena de los últimos minutos, un plano donde Huppert demuestra su ya sabida calidad interpretativa. Parece como si Fitoussi hubiera querido rizar el rizo uniendo varias situaciones en un conjunto que peca de muy artificial, obviando el auténtico ritmo de su propio trabajo. Por fortuna son sólo diez minutos sobre los 99 que componen el metraje total, pero representan sin ninguna duda lo peor de la cinta.

Dejando de lado este lunar, Luces de París es un film que posee un aspecto bastante pulido, en el que todo casa y se entrelaza correctamente durante su primera hora y media. Una película que parece dejarse ver apaciblemente, pero cuya fachada ligera en realidad está ocultando un trasfondo bastante dramático. Fitoussi pretende así evitar lo exagerado y triste para centrarse en una pequeña y agradable comedia dramática que, en mayor o menor medida, varios de sus espectadores habrán experimentado en la vida real.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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12 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una apuesta realista sobre romper los moldes y no quedarse con el intento, las actuaciones muy buenas y el guión también, es sobre todo un película llena de ternura, ternura tan falta en personajes mayores de 50.
La recomiendo para tomar aire fresco, con la saturación de la cartelera llena de dramas como es habitual, que para dramas con leer el periódico tenemos de sobra
leticiallegro
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16 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un fallido título en castellano y en original para una película fallida donde de forma poco acertada y deslavazada Fitoussi que también guioniza supongo que quiere transmitirnos alguna moraleja sobra la vida del campo y la ciudad y los misterios del amor a través del paso del tiempo. No me atrevo a especular cual es esa moraleja que huele a resignación y comprensión cristiana para toda la vida en base a una chispa inicial que inició un fuego de cuyos rescoldos solo se calienta una de las partes. Los oropeles de la ciudad son fuegos fatuos, espejismos de la auténtica vida pastoral entreverada para acallar las conciencias con un viajecito por el mundo que si eres un terrateniente ganadero te podrás permitir. En fin.
La siempre estimulante presencia de La Huppert, omnipresente y la vaga esperanza de algún chispazo de Darroussin hacen que no abandone antes de un plano magnífico al final donde Huppert justifica y consigue en un minuto lo que Fitoussi todavía seguía buscando en más de hora y media de metraje.
ELZIETE
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