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Encrucijada de odios

Cine negro. Intriga Un hombre aparece muerto en su apartamento, después de haber recibido una paliza mortal. Una amiga suya le confiesa al policía encargado del caso, que, poco antes de su muerte, había visto a la víctima en compañía de tres soldados, bebiendo en un bar. Precisamente la documentación de uno de ellos había aparecido junto al cadáver. El caso se presenta sumamente denso y turbio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
5 de junio de 2007
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso año el 47 cinematográficamente hablando. Una de las películas más premiadas (Oscar a la mejor película, al mejor director y a la mejor actriz de reparto) fue La Barrera invisible de Elia Kazan con premio para Celeste Holm, cuyo tema de fondo era el antisemitismo. Bien, su principal rival (optó al Oscar en las mismas categorías y además en guión adaptado y al mejor actor de reparto, Robert Ryan) fue precisamente Encrucijada de Odios con idéntica temática del antisemitismo.

Aunque hay que decir que en la novela original no se plantea un tema racista sino de condiciones sexuales pues el asesinado es homosexual. Complicado lo tenía Dmytryk con estos “planteamientos” para eludir la caza de brujas macartiana (permítanme la palabrita). Como así fue.

Hechos estos prolegómenos, diré que Crossfire es una película excelente. Que los tres Roberts andan muy finos en sus interpretaciones, Mitchum con su imagen característica de estar un tanto de vuelta de todo, Young como policía cuya responsabilidad vence a su cansancio y Ryan en otro de sus papeles a los que nos tiene acostumbradísimos, de complejidades sicológicas y alteraciones mentales.

Y si a todo ello le sumamos, por una parte a una Gloria Grahame que es un gusto verla (nominada al Oscar) y por otra un combinado de música y fotografía absolutamente magníficas y muy apropiadas a este género de cine negro, pues lo que tenemos es un trabajo interesante y ciertamente convincente.
FATHER CAPRIO
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1 de mayo de 2006
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre ha sido hallado en su apartamento, con evidentes signos de haber sido brutalmente apalizado. Una amiga del fallecido le confiesa a Finlay, el policía que lleva la investigación, que poco antes de su fallecimiento había visto a la víctima en compañía de tres soldados, bebiendo en un bar. La documentación de uno de esos soldados, Mitchell, apareció junto al cadáver. Otro de los soldados implicados, el más charlatán, es Montgomery, que en comisaría comienza a declarar ante Finlay.

Encrucijada de odios es una notable producción negra rodada a finales de los años cuarenta tras la segunda guerra mundial. La historia inspirada en una novela de Richard Brooks destaca por un excelente dominio del elemento espacio/tiempo; la acción transcurre en apenas un par de días, la noche en la que tiene lugar el asesinato, la mañana siguiente y la madrugada del día posterior. Este corto periplo será suficiente para inmiscuirnos en un relato de corte detectivesco, típico del cine negro no solo por el mero hecho de desarrollar un caso policial, sino también por abordar temas de carácter social relacionados con la realidad del momento en el que el film se rodó. En este sentido, la película pone de manifiesto el odio racial todavía existente en la sociedad norteamericana de aquellos días, esta denuncia antisemita fue tomada incluso como una alegoría al comunismo, por lo que el director y el productor de la obra fueron despedidos meses después, figurando en la llamada lista negra de Hollywood. La construcción de personajes también se erige como un punto fuerte del guión, presentando así, por un lado la personalidad sobria y madura de Finley o Keeley, en contraste con la bisoñez de Mitchell y Leroy.

Visualmente la cinta se muestra portentosa, gracias al magnífico trabajo de Edward Dmytryk. El fabuloso uso de la iluminación (sombras, luces directas sobre los rostros, contrastes…) consigue crear junto con el sabio manejo de los planos (contrapicados, fotografía turbia, disipaciones, primeros planos, etc.) un ambiente de sordidez e inseguridad, clave para que el relato adquiera sobriedad. Destacan sobre todo las espectaculares secuencias filmadas en la sala de cine, así como, la eficiente combinación de agobiantes planos para narrar el progresivo descenso a los infiernos del personaje de Montgomery, que acabara obsesionado y desquiciado por el remordimiento que le tortura por dentro; el director trampea en este punto, el encuadre de los relojes, característico de Fritz Lang, como un efecto para lograr una sensación de fatalidad, que intenta adelantar el trágico final de la historia. La banda sonora y el reparto cumplen perfectamente con su papel, en especial Robert Mitchum, participe en otras cintas del género, caso de una aventurera en macao o retorno al pasado, ambas de la RKO.

Concluiremos pues que encrucijada de odios es un más que interesante título policiaco, que gustará a todo buen seguidor del cine clásico.
Demetrio Rudin
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11 de febrero de 2011
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A falta de dos escasos meses para su declaración ante el Comité de Actividades Antiamericanas, Dmytryk presentó este interesante filme, que bajo las convenciones propias del género negro, apuntaba otras preocupaciones más universales relativas a los prejuicios antisemitas -de plena actualidad tras la Segunda Guerra Mundial- y a la intolerancia en general.

En pleno comienzo de la caza de brujas, esta película, conjuntamente con la anterior del propio realizador, "So well remembered" (del mismo año que la presente), contribuyó a señalar a su autor como un sospechoso claro de filocomunismo, precipitando así la citación para declarar ante el Comité, al tiempo que era fulminantemente despedido de la RKO, en manos del furibundo anticomunista (y loco en general) Howard Hughes.

Al espectador actual que vea esta película puede sorprenderle esto, pues en ningún momento del filme aparece un alegato procomunista ni nada que se le parezca; entonces, ¿qué es lo que molestaba tanto, lo que no se podía tolerar? Precisamente lo que los responsables de la caza de brujas encontraban peligroso era ese canto a la tolerancia hacia el diferente, hacia el que piensa de otro modo, hacia el extranjero, que ocupa un lugar central en la película, cuando Finlay intenta convencer al soldado Leroy para que colabore en la investigación. En esa secuencia el género de la película es superado por un discurso trascendente, dotándola de un alcance mayor al que la propia historia había venido sugiriendo. Para el Comité, Hughes y demás ralea, discursos como el que aquí mencionamos resultaban inaceptables, más aún en el marco histórico de un "cierre de filas" frente al enemigo (la URSS y el comunismo). Además, en el caso del magnate, su notoria ideología racista y antisemita hacía más imposible si cabe tolerar de buen grado discursos como el mencionado en películas de su productora.

El filme, por lo demás, es un excelente ejemplo de cine negro clásico, por su característico empleo dramático y expresionista de la luz, los encuadres sugerentes (picados, contrapicados), la magnífica progresión de la historia, y el empleo de algún personaje arquetípico, como la mujer fatal (en este caso de mucha menor relevancia), el malvado sin escrúpulos o el investigador tenaz, que sabe más de lo que aparenta. A todo ello cabe sumar un buen guión, que sobresale en la conversación anteriormente referida, y unas interpretaciones de altura, destacando (más allá de la buena labor de Mitchum y Young) el papel interpretado por Robert Ryan, un actor superlativo, perfecto siempre en papeles de villano. El saber hacer de Dmytryk planea por toda la película desde el mismísimo comienzo, verdaderamente magnífico, en el que luces y sombras bastan para contar un crimen e introducirnos en el ambiente.
Quatermain80
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26 de febrero de 2007
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El planteamiento, como cualquier otro elemento en la narración, puede tener un valor muy útil si se sabe de que modo distribuirse, dando pie a que nos introduzcamos en la historia que se nos pretende contar del modo más apropiado y que reconozcamos todos sus personajes sin apenas problemas.
El nudo, en cambio, busca que el espectador logre dar con el hilo de la historia para quedar prendado de las imágenes e hipnotizado ante la pantalla, haciendo así que la ejecución resulte menos complicada y que, a posteriori, resulte más fácil ofrecer un desarrollo idoneo sin que este resulte farragoso o tenga inconvenientes debido a posibles lagunas en la narración.

Sin embargo, cuando planteamiento y nudo van unidos a un mismo patrón, donde los personajes entran y salen de la historia con la misma facilidad que esta va siendo desgranada a los ojos del espectador, la faena resulta más placentera, y así es como consigue Edward Dmytryk que quedemos seducidos por el relato que nos ofrece, sin haber tiempo para el desencanto o el aburrimiento.
Esa hábil maniobra, acompañada de una trama bien detallada y cuyos pasos se siguen con suma sencillez, hacen de "Encrucijada de odios" una sugestiva cinta del cine noir más clásico que, acompañada de un elenco actorial prácticamente impecable, nos brinda un grato entretenimiento con un final que no desentona.
Muy apta para los aficionados al cine negro.
Grandine
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28 de enero de 2017
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
De acuerdo con los informes oficiales estadounidenses de las elecciones 2016, Hillary Clinton obtuvo 59’727.805 votos (47.67%) y por Donald Trump votaron 59’505.613 (47.49), pero, aunque la señora Clinton superó a Trump en 222.192 votos, ¡Trump ganó la presidencia! ¿Por qué? Porque alguien se inventó lo que llaman los Votos Electorales que, para simplificarlo al máximo, es algo así como ésto: El candidato que gane en el voto popular en un Estado, se queda con todos los votos electorales de ese mismo Estado, y la cantidad de votos electorales, dependen de la población que tenga cada Estado, por lo tanto, ganar en los estados mayores, asegura prácticamente el triunfo.

Cito con nostalgia esta curiosidad, porque, si las elecciones en los EEUU fuesen como en el resto de América, donde se suman votos de todo el país, y el que saque más, gana, hoy Hillary Clinton sería la presidenta… y las minorías raciales e inmigrantes de todo el mundo, estarían respirando en paz.

Pero, lo que ocurría décadas atrás, donde el odio se alimentaba contra los judíos, los comunistas, los negros, los protestantes… y todo el que fuese diferente, da la impresión de que va a volver a repetirse, y según las cifras mencionadas arriba, cerca de la mitad de los estadounidenses pareciera ser la interesada en que la crueldad, la infamia y la locura se repitan.

¡Cuánta vigencia cobra ahora una película como “ENCRUCIJADA DE ODIOS”, donde un hombre, convencido de que habla con personas civilizadas, hace una simple confesión… y eso basta para asesinarlo! La razón más íntima y profunda puede ser otra, porque el odio que se lleva dentro a veces se sirve de cualquier excusa, pero que, el ser diferente sea un aliento para despertar los más bajos instintos, da clara cuenta del atraso moral que pesa en una sociedad.

“Mi abuelo -cuenta el policía Finlay-, fue asesinado sólo porque era un católico irlandés. Odiar es siempre lo mismo, siempre sin sentido. Un día se mata a los católicos irlandeses, al día siguiente a los judíos, después a los protestantes, enseguida a los cuáqueros. Es difícil parar. Y quizás llegue el día, en que se acabe matando a personas por el simple hecho de llevar corbatas a rayas”.

Y este álgido tema, que cobra ahora absoluta actualidad, es el que motiva la novela “The brick foxhole” (1945), en la que su autor, el también guionista, productor y director, Richard Brooks, se ocupa de la discriminación en razones de raza, religión e inclinaciones sexuales, pero, por razones de actualidad (6 millones de judíos acababan de ser torturados y asesinados por los nazi-fascistas durante la II Guerra Mundial), el eje central en el filme es el antisemitismo.

Con guion de John Paxton, donde los diálogos son contundentes y del más alto significado, el director Edward Dmytryk, consigue una de sus más apreciables obras cinematográficas, logrando bordar un puñado de personajes de la más fuerte y verosímil extracción social. Contra todos los prejuicios que hacían de este un tema tabú, el director escudriña en las almas y saca a flote los miedos, las ansiedades, los odios… dejando a la luz unos caracteres marcados por la formación en una cultura donde la falta de valores esenciales se da a todo nivel.

Robert Ryan, impacta con un rol que, muy ajeno a su verdadero carácter e ideario, pone los puntos más altos en este filme que toca muy adentro de la sociedad estadounidense para mostrar que, sus falencias morales, será difícil superarlas en unas pocas generaciones.

Robert Young como el policía Finlay y Gloria Grahame, la prostituta Ginny Tremaine, son otros fuertes personajes muy dignos de recordar.

Una frase para enmarcar del ejemplar policía Finlay:

“Los ignorantes siempre se burlan de los que son diferentes y de las cosas que simplemente no entienden. Temen a las cosas que no entienden… y por eso, terminan odiándolas”.
Luis Guillermo Cardona
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