Suspiros de España (y Portugal)

No hace falta decir que no es, ni de lejos, una de las mejores películas escritas por Azcona, y no desentona demasiado dentro de la irregular filmografía de García Sánchez. Sin embargo, yo no calificaría “Suspiros de España (y Portugal)” como la españolada casposa que muchos dicen haber visto. Es cierto que la película tiene momentos de humor rancio, de los de sentir vergüenza ajena (curiosa la aparición de David Trueba en una de las escenas menos conseguidas), pero en general se ve la mano de Azcona en la mala leche y en las ganas de darle la vuelta a los tópicos. Aquí se combinan todos los ingredientes de la España cañí, pero siempre con acidez y espíritu bufo. Esta película bebe directamente de dos fuentes propiamente ibéricas: la picaresca y el esperpento. Y aunque el resultado no siempre es brillante, en general sí me parece bastante digno. El periplo de los dos frailes tiene altibajos, con momentos divertidos y otros no tanto. Y lo mejor llega al final. La manera en que se cierra la historia me ha parecido muy buena, propiamente azconiana. El desenlace puede parecer absurdo y paródico, pero deja un poso amargo de crítica a una España que, en muchos aspectos, sigue siendo cavernaria… Y sin visos de tener remedio. Como hace cuatrocientos años, en este país de sainete hay cuatro personajillos que se creen con derecho a todo por ser dueños del cortijo, y toda una masa aborregada y acomodaticia cuya única ambición es ir trampeando al vecino. Así nos va. Y el despliegue final de Echanove es verdaderamente gracioso, con una escena (la de la confesión y boda en pleno campo) que me ha parecido de las más divertidas del cine español en los últimos años.

La película está muy bien, con un humor mezcla picaresco y surrealista por el que enseguida compruebas que no es una película floja, ni mucho menos. Te tiene bien atento y con una sonrisa viendo las andanzas de estos dos frailes desertores que se hacen acompañar por un antiguo amor uno, y por un amor nuevo el otro.

El planteamiento argumental puede aportar también una sensación de pesadilla inacabable, una especie de huida hacia adelante que crea la intriga de querer saber cómo acabarán. Su viaje es el andar a salto de mata recuerda los modos de la picaresca del Siglo de Oro. Las caracterizaciones del Sr Echanove como los innumerables retoños de La Portuguesa, y en especial, en mi humilde opinar, haciendo de señorito tirando al plato, es para partirse. Pero en general todas son actuaciones muy conseguidas. Hay que tener en cuenta que se habla mucho de las colaboraciones entre Azcona y Berlanga, pero Azcona hizo más películas con José Luis García Sánchez, aunque igual ésta no sea una de las más conseguidas, pero tampoco eso importa mucho.

Lo que importa aquí son los diferentes episodios que les acontece a estos caminantes erráticos, de las actuaciones en general, y las entrañables y espléndidas apariciones de Vicente Parra y de Manolo Huete como juez, una delicia.

Lo que importa es el viaje, no el destino. Eso es lo que destaca esta road-movie picaresca de colegas complementarios (el ingenuo y el espabilado) que da un agudo y valioso repaso bien hilado a las cosas de la vida: religión, muerte, materialismo, urbanismo, libertad, pragmatismo, soledad, sexo, amor, avaricia, banca, familia, justicia, ciudadanía, caciquismo... Temas tratados desde un extravagante localismo exageradamente español pero extrapolables en su esencia a otras latitudes.

Tono satírico próximo al surrealismo que las interpretaciones intentan reforzar con unos resultados discutibles. Lo que no se puede negar es la existencia de dirección de actores, porque se nota el esfuerzo por unificar el tono de unas interpretaciones excesivamente artificiales y exageradas incluso tratándose de una sátira.

Entretenida comedia, que pese a no encontrarse entre los mejores trabajos de esos dos genios cachondos que son Rafael Azcona y José Luis García Sánchez, (el primero indiscutible), consigue hacerte pasar un buen rato con las andanzas de estos dos irreverentes picaros, (Juan Luis Galiardo y Juan Echanove en su salsa), en un contemporáneo patio de Monipodio. Recomendable