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Ruta salvaje

Thriller En plenos Pirineos, después de más de una década trabajando de jardinera para los propietarios de las lujosas urbanizaciones de la Cerdanya, Ona está a punto de cumplir cincuenta años y quiere dejar el trabajo para dedicarse a pilotar una avioneta turística. Es una mujer fuerte, reservada, que fue piloto privado de helicóptero haciendo rescates de montaña. Hasta que un día, inesperadamente, lo dejó. Se instaló en el tranquilo valle de ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2023
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso en dos películas que tal vez se acerquen al estilo que Marc Rechab busca con su nuevo trabajo. Ellas son La noche de los girasoles (Jorge Sánchez-Cabezudo) y La propera pell (Isaki Lacuesta e Isa Campo). Esta asociación no se debe únicamente al aspecto argumental que comparten (la tranquilidad de una pequeña población sacudida por acontecimientos inesperados, secretos familiares conocidos por todo el pueblo, estallidos de violencia en zonas rurales) sino también a una cuestión formal: ambos trabajos hacen confluir el thriller y el hiperrealismo, contraponiendo el crudo y transparente retrato de sus personajes con un tono manierista y estilizado (el que inevitablemente asociamos a un cine, por así decirlo, más comercial).

Esta es la pretensión que puede percibirse en el primer acto de la nueva película que nos ocupa, cuando Recha nos presenta a dos tipos armados y a los protagonistas principales de su película: una madre y un hijo cuya relación, afectuosa pero distante, parece esconder unos cuantos claroscuros. Todo él está rodado cámara en mano, el tratamiento de la luz coquetea con la iluminación natural y los contrastes. Al mismo tiempo, la mirada de Recha nunca pierde de vista las expresiones de los personajes, y es gracias a ellas que desciframos la mayor parte de la información que se propone transmitir. Este es, de hecho, el punto fuerte de Ruta salvatge: la monumental presencia de sus actores.

Y más que la de ningún otro, la de Montse Germán. Su mirada es intensa y a la vez desengañada, su expresión transmite seguridad pero también desencanto. Sus facciones, maduras y atractivas, parecen el reflejo de los rasguños que la vida ha dejado al pasar por ella. Tampoco desmerece en absoluto la actuación de Lluís Soler, cuya acotada expresividad, sencilla pero firme, es más que suficiente para describir el tipo de personaje que interpreta. Y algo parecido sucede con Àlex Bolet y Maria Martínez, dos actores debutantes cuyas miradas transmiten inocencia, buena fe y un deseo casi desesperado de ser queridos. El problema es que dichas miradas no llegan a encontrarse con la del director.

Por una parte porque la cámara de Recha no transmite la espontaneidad que promete. El tipo de planificación que escoge, innecesariamente cercana a los actores, parece que solo capte a medias sus acciones, provocando que la lentitud de las secuencias devenga tediosa. Más que visionar instantes decisivos en las vidas de los personajes parece que presenciemos situaciones descontextualizadas, cuyo papel en la historia resulta molestamente incierto. Al final uno tiene la sensación de que los planos están pensados para transmitir naturalidad sin que los actores sean conscientes de ello. Un lastre que provoca que sus imponentes expresiones resulten finalmente monótonas.

Por otra, porque esta suerte de mezcla entre thriller y realismo nunca termina de funcionar. La música expresiva de Alfred Tapscot no tiene sinergia con el pulso impreciso de Marc Recha, los antagonistas de la historia parecen villanos de una película de acción, los puntos climáticos apenas logran generar tensión. Este conjunto de lastres termina por minar los momentos más decisivos del relato, haciendo realmente difícil que la empatía del espectador llegue a despertar. De ahí que lo más interesante de la película sea el retrato de las vidas de los personajes principales y sus complejas relaciones. Lástima que todo ello quede nublado por un intento de mezcla de estilos que nunca terminan de encajar.
Martí
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26 de noviembre de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que no vacilo en calificar de interesante, pero que desgraciadamente no llega a más, dándonos a lo largo de todo el metraje una palada de cal y otra de arena, que cuando llega el final te deja desconcertado.

En la parte positiva yo anotaría la exacta y realista visión de la comarca de la Cerdanya, con unos paisajes, una luz y un color excelentes, y el acertado ambiente en el que se mueven los personajes (la casa de Ona, el bar del pueblo, el aeródromo, el asombroso campo de golf con la hierba totalmente amarilla y agostada, el desangelado apartamento de lujo, la caravana en que se ve obligado a vivir el temporero interpretado por Marc Martínez, el Hospital de Puigcerdà...).

También las interpretaciones son estupendas, todos los actores en su papel están apropiados. Señalo la agradable sensación (quién lo diría, siendo unos personajes tan oscuros) que dejan Boris Isakovic y Sergej Trifunovic; su trabajo es excelente, lleno de autenticidad.

También me ha gustado la lenta gestación del estallido de violencia, en una progresión lógica que te va llevando poco a poco hasta el clímax de la historia.

En el lado negativo, hay que señalar la falta de definición del tema de la película. En algunos momentos no sabes bien qué estás viendo, no creo que sus diferentes subtramas estén bien encajadas.

Además, supongo que por subrayar el carácter misterioso de Ona, se hacen comentarios y se explican ciertos acontecimientos que, al final, no tienen la más mínima incidencia, convirtièndose en un ejemplo cabal de cómo violar la Ley de Chéjov. Es decir, añadir elementos inservibles que solo sirven para alargar la trama pero que no influyen en su trayecto ni en su desenlace.

Por cierto, aviso que la mayor parte de los hechos que explica la sinopsis de Filmaffinity ni aparecen ni se les espera. He concluido que quizás se rodaron en su momento y que formaban parte de un primer montaje de la cinta; en el montaje definitivo fueron retirados, y la productora no cayó en cambiar el resumen. No le encuentro otra explicación, porque nadie que haya visto la pelicula puede resumirla así.

Y finalmente, el larguísimo epílogo es lo más anticlimático que se me ocurre. Suerte de los preciosos paisajes de la Cerdanya para endulzarlo.

En fin, no es una mala película pero se queda a medias de lo que podría haber sido, y al final deja un regusto amargo de mezcla de cal y arena. Una lástima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lobelia Sacovilla Bolsón
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19 de noviembre de 2023
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sensibilidad de Marc Recha consigue convertir las urbanizaciones vacías de la Cerdanya en un auténtico poblado western dónde se intuyen, a base de silencios, el polvo y los arbustos rodantes.

Destacar una auténtica Montse Germán, que nos muestra sin filtros ni maquillaje a la protagonista principal que a medida que va pasando la película profundiza su personaje hasta mostrarnos sus entrañas, muy bien respaldada por el impecable y natural Sergi Lopez y Marc Martinez que desde una postura discreta da el equilibro perfecto para cerrar este trio de "los buenos".
La banda de "los malos", Sergej Trifunović i Boris Isaković, que con su interpretación elevan el film al western, mostrando al espectador la parte más salvaje del oeste que queda deliciosamente contrarestada por la aparición de los jóvenes , Àlex Bolet y Maria Martinez, que siendo actores debutantes, saben traspasar inocencia y también su despertar a la realidad, a través de la pantalla.

Una película para saborear sin prisas, y que va adquiriendo más cuerpo a medida que se digiere.
Katharine Tracy
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16 de noviembre de 2023
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Once upon a time in los Pirineos

Marc Recha ha dirigido ya una decena de largometrajes, pero este es su primer thriller. En mayor o menor medida, sus trabajos previos se enmarcan en el drama. En consecuencia, Ruta salvaje alterna suspense y personajes propios del neo-noir con una generosa dosis de drama. Y, en general, se desenvuelve con éxito en ambos terrenos. Pero, sin duda, el toque distintivo de Ruta salvaje es la existencia de un tercer género que pasa por delante de los otros dos: el western.

La concepción de Ruta salvaje como un western es la clave que la hace distinguir de otras propuestas similares. Sin duda, los imponentes y recónditos paisajes de los Pirineos, con sus pequeños pueblos, sus vacas y caballos y su naturaleza semi-virgen; estaban esperando a que algún director atrevido los equiparase a los del Far West americano. No en vano, la totalidad del rodaje se llevó a cabo en la comarca de la Baixa Cerdanya, en el corazón de la sierra pirenaica. Esta decisión de producción es uno de los grandes aciertos de la película, como demuestra su logrado apartado visual.

*Melodías del Oeste

Donde también brilla este revestimiento de western es en la música. A cargo de Pau Recha, hermano del director, y de Alfred Tapscott, la música usa los sonidos propios del Spaghetti Western, ligados para siempre con el género desde los sesenta. Entrando en la trama, Ruta salvaje tiene mucho más que ver con el cine negro que con el de vaqueros, pero aún así mantiene un par de detalles formales bien planteados que provienen de este género. Por ejemplo, la llegada de los dos extraños que perturban la paz del pueblo remite a la típica entrada en escena de los forajidos del Oeste. Además, se mueven lenta y amenazadoramente en un BMW cubierto de polvo, tal como harían los malos en sus caballos en los westerns de Ford o Hawks.

*Confluencia de géneros

Montse Germán es Ona, una madre en sus cincuenta que va más a su rollo de lo que a su hijo Sergi (un debutante Àlex Bolet) le gustaría. La llegada de dos extraños a su pueblo (Sergej Trifunovic y Boris Isakovic) cambia las cosas para ellos y para Jordi (un genial Sergi López), amigo de Ona y mecánico del aeródromo, donde tiene una avioneta que Ona pilota y que es uno de los elementos centrales de la película.

Los dos mafiosos que llegan a los Pirineos devuelven una y otra vez la trama al thriller y al cine negro. Las escenas entre ellos dos, uno ruin y provocador, el otro lacónico y sensible; entretienen e interesan. Y no por lo que dicen, ya que ambos personajes hablan serbio durante la mayor parte de su tiempo en pantalla. Aún sin entenderles, las distintas caracterizaciones entre uno y otro y la dinámica que tienen como socios basta para que sean lo más logrado dentro de los elementos de neo-noir. Por otro lado, la razón por la cual están en los Pirineos y el modo en que su trama se entrelaza con Ona no es precisamente original, por más que la amenaza que suponen sí se sienta a cada momento.

*La mujer en el centro de todo

Recha y Nadine Lamari, su coguionista, han dejado algo desnudo el entramado que sustenta el thriller, todo en beneficio de la parte más dramática: la vida personal de Ona. El apartado dramático gana por esta elección, ya que podemos prestar más atención a ella y a su relación con su hijo o con su amigo Jordi, el eterno bonachón en la 'friendzone’. Recha sabe alternar bien entre drama y suspense, pero es cierto que ambos se desarrollan casi independientemente, y cuando chocan lo hacen de forma muy casual, como si lo hicieran porque es lo que toca en la peli.

Lo que más importa en última instancia en Ruta salvaje es el viaje interno de Ona, que se nutre de la historia de los mafiosos serbios para que el personaje evolucione. Sin duda, es una protagonista singular con un bagaje y una personalidad que siempre se ha asociado más al protagonista masculino, tanto en el noir como en el western. La dureza, la reticencia a abrir las puertas a un nuevo amor o el hermetismo emocional. Todo eso conduciendo un Land Rover como si fuese el caballo de un cowboy.

*Conclusión

Ruta salvaje (Ruta salvatge) aúna thriller y drama con buenos resultados. Algunos elementos del suspense resultan más bien formularios, pero el cruce entre una madre con carácter y dos criminales serbios se mantiene como una mezcla interesante. Lo mejor: el aroma constante a western que nos permite ver los Pirineos catalanes como nunca antes.

Escrito por Daniel Moya Calero
Cinemagavia
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