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La posesión de Grace

Terror La historia se centra en Grace, una estudiante de 18 años de una escuela católica que se muda a la universidad sin haber probado el alcohol, las drogas y el sexo. Un día, algo oscuro se apodera de ella, y su actitud cambia de forma radical. La película ofrece a la audiencia una perspectiva en primera persona singular de un poseído como nunca antes se había visto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2015
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy amante del cine de miedo y terror, pero cada vez es más difícil encontrar films de esta temática que valgan la pena.
Y algo así me ha pasado con esta película. Me llamo la atención la forma en que esta rodada, como si la protagonista llevase la cámara todo el tiempo y viésemos a través de sus ojos. Y de hecho eso es lo único que me ha gustado, por lo demás, incoherencias por doquier que hace de esta película algo muy pesado de seguir.
Una decepción más en esta temática.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alisha89
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13 de diciembre de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos aquí, señores, otra peli de "posesiones" para masticar. La historia comienza con una chica muy mona (cómo no) que viste de forma recatada y es muy buenecita. A la pobre chica, sin embargo, le atormentan visiones y pesadillas. Todo lo vemos desde sus ojos, pero la pobre Gracie es más pobre aún porque apenas asusta al personal, qué mala pata. Poco dura en la universidad (pozo de pecado, me interesa saber cómo aprueban estos americanos yendo siempre de fiesta en fiesta) y de pronto se ve devuelta a la cruda realidad de su abuela, una encarnación de la madre de Carrie pero más floja.
Lo mejor: algún que otro ambiente inquietante.
Lo peor: el guión, más de los mismo, y lo insulsa que resulta la película en su totalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nausika_tk
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13 de noviembre de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganaría algo si la hubieran hecho en plan comedia. Lo único que se salva, a mi entender, son las interpretaciones. Por lo demás sólo me parece una historia sin pies ni cabeza, donde parece que lo único que pretende es dejarnos la idea de una Iglesia oscura y malvada seguida por oscuros y malvados feligreses. ¿Quién produce u ordena producir estas cintas?
knelita
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2 de noviembre de 2014
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enésimo film de posesiones y exorcismos, ésta vez rodado desde el particular punto de vista de la sucumbida protagonista, Grace (Alexia Fast) una estudiante que, dieciocho años atrás, fue concebida como fruto pecaminoso, arrancada e los brazos de su madre y educada por una fanática abuela ultrareligiosa (Lin Shaye), partidaria radical de congeniarla en los círculos de la comunidad católica de su pueblo antes que s las juergas y fiestas universitarias del campus.

Encerrada en sí misma y a la vez víctima de las visiones que ve a través del espejo, la chica se verá sometida los consejos, y encantos como no de un joven diacono (Daniel Arnold) con más pinta de pillín que de futuro aspirante a cura. El tormento se hace carne y el espectador insomne y alejado del aburrimiento anunciado en éste film rodado en perspectiva con el pretexto de hacer más realista éste paranoico engendro ideado por algunos de los productores de la superior “Insidious” (2010) de James Wan.
Natxo Borràs
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23 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos una manufactura canadiense, con personal, tanto en el apartado técnico (Jeff Chan, director; Norm Li, fotografía; Chris Pare, Peter Huang, guion... ), como en el actoral (Alexia Fast, Brett Dier, Alexis Knapp o Joel David Moore), no demasiado trillado en batallas cinematográficas, y por lo tanto sin demasiado eco ante unas cámaras que apenas nos permiten reconocer a Lynn Shaye o a Alan Dale, entre las filas del elenco, y a John Bishara al cargo de una partitura que no sólo no mata, sino que además le resta enteros a una cinta, por su escaso sentido de la pertinencia y la coherencia temática. En esta cinta, las llamas de los más conocidos apenas sirven para darles a ellos mismos un brillo más o menos estable, que a penas duras logra transmitir algo de su luz al resto.

«Grace: The Possession» tiene un potente activo, que es su perspectiva narrativa, que nos sitúa en la primera persona de la protagonista, y al hacerlo incluso usando el lenguaje visual de la cámara, al principio acechan sombras de dudas sobre si se trata de una de esas de «cámara en mano», género muy trillado, pero todavía en apogeo de su uso en aquél entonces a mitad de camino, más o menos, entre los primeros «dos mil», y nuestras coordenadas actuales.

Y si en películas como «The Blair Witch Project» teníamos que cargar con las más veces cansino punto de vista subjetivo de una cámara doméstica o de un móvil, en «Grace: The Possession» nos daremos cuenta de que la errática y no pocas veces molesta panorámica que se nos pone delante, no es de un «video-recorder» casero, sino desde el propio sistema perceptivo de la prota.

Aunque el punto de partida sea el de una técnica que en su momento causó un impacto de novedad en la industria, y que vio diluido el entusiasmo de la audiencia por su uso, Jeff Chan se la juega, reinventando el asunto y poniéndose en el lugar de la protagonista (o del protagonista, según como se mire), para justificar el diseño visual, más o menos conseguido que nos ofrecerá esta cinta.

El resultado es tan surrealista como poco efectivo. Norm Li desaprovecha las posibilidades que el replanteamiento y reinvención de la cámara en mano le ofrece, y se limita a apalancarse en varios trucos caseros, proporcionados por un juego de efectos que no da la talla para lo que pretende ser. A nivel narrativo, una idea muy prometedora que se queda a las puertas de desarrollarse en toda su plenitud. Li, en vez de explotar, tanto artística como técnicamente la posición diegética que le concede el guion, mantiene al espectador en la tesitura de verse «aprisionado» en la piel de Grace, pero no como si viéramos con sus ojos, sino como si la muchacha estuviera filmando en súper 8 en algunos momentos, sobre todo al principio, en la escena de la universidad, con criterios poco claros y caóticos, tanto en lo que respecta a las texturas, como a las composiciones cromáticas.

La música de Joseph Bishara no es la que en su día para sus trabajos en las sagas de «The Conjuring», «Annabelle» o «Insidious». El que es el compositor habitual de los Wan para las cintas dedicadas al universo Warren, en esta ocasión, cuya contribución hubiere resultado esencial para la creación de una atmósfera envolvente que mantuviera al público atento, compensando así en parte los desacatos del apartado visual, no aporta gran cosa, permaneciendo en un discretísimo plano, y en cierta medida deja a su suerte algunas escenas clave que podrían haber aportado momentos con una elevada carga de dramatismo.

Uno de los apartados en los que la película da el pego, es en la construcción del set. La acción se desarrolla en tiempos y lugares diferentes, perfectamente definidos, separados, y tan contrapuestos entre sí, que podemos hacernos idea de la disonancia que produce la intersección de ambos en la mente de Grace, de quien vemos una terrible lucha en un doble plano: por un lado, la atmósfera de la universidad, con todo lo que representa; una oportunidad para Grace, para descubrir, desarrollarse plenamente y construir su propia autonomía y personalidad, y que contrasta con el oscuro o tenebroso, rancio, oprimido por el fanatismo religioso... mundo en el que ella nació, y del que apenas había salido, siempre cuidada por una extravagante abuela. Huérfana de madre, y de padre desconocido (¿hija bastarda de cualquiera de la localidad?). Esa lucha por un proceso de individuación que amenaza con ser permanente e implacablemente castrador para Grace, no es más que la analogía de la lucha que libra para deshacerse del demonio que la atormentará.

La universidad representa un entorno al que salir, dejando atrás el estado de dependencia emocional y personal. El campus, así como el resto de entornos relacionados con su ambiente (incluidas las fiestas), representan todo lo que Grace precisa para hacer su proceso de transformación, así como un bloque antitético a todo aquello que la ha mantenido hasta entonces (y en cierto modo la mantiene, recordemos las llamadas a/y de la abuela, Lynn Shaye), que aun en la distancia pretenderá tener a Grace (a modo de voz inconsciente «superegoica») atada a su represivo mundo de normas y de creencias asfixiantes, cuyo poder anulador no se hace plenamente consciente y real en nuestro acompañamiento a la protagonista, hasta que es forzada a dejar la Universidad, después de una desafortunada experiencia etílica en una celebración a la que fue invitada (ella no había probado nunca el alcohol).

La efectividad, pues, del departamento de arte en la creación de estos dos mundos diametralmente opuestos, del que el más oscuro y tenebroso será el que terminará por fagocitar la mente de Grace, es uno de los logros de la cinta, que nos recuerda a la mítica «Carrie» (en sus múltiples versiones), el horror derivado de una experiencia tan terrorífica de la espiritualidad (en este caso la cristiana católica), que incluso da más miedo que el propio demonio.

Esta dualidad de escenarios, cuyo contraste genera una importante fuente de tensión,
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Jordirozsa
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