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Matterhorn

Drama. Comedia Fred, un devoto viudo calvinista, lleva una vida respetable, rutinaria y aburrida desde que expulsó a su único hijo. De repente entra en su vida Theo, un adulto con una edad mental de cinco años; un hombre con un comportamiento extraño que apenas habla y parece no tener a nadie. Cuando Fred decide adoptarlo, empieza a disfrutar la “paternidad” de nuevo, se vuelve protector e incluso lo defiende del acoso de los chicos y del pretencioso ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
12 de mayo de 2014
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas raras e inclasificables… y ésta es una de esas peculiares muestras de talento, alejadas de todo convencionalismo, imposible de prever, insólita y caprichosa, que parece que va en una dirección pero acaba yendo en el rumbo opuesto (u otro, ¡qué más da!) y que concluye en una breve pero apoteósica escalada en los Alpes suizos para saborear y deleitarse en la visión sin igual de la cumbre del monte Matterhorn (4.478 metros de vértigo) con su llamativa forma de pirámide natural, como cincelada por los caprichosos dioses.

Desde la Holanda profunda y recalcitrantemente calvinista de iglesias yermas de imágenes y color, sobrias, tristes, pacatas, desesperadamente uniformes y cancerberas – hasta el estallido de color y musicalidad de un portentoso cielo azul y cinceladas nieves eternas donde se abrazan lo mejor del más espiritual J.S. Bach y lo más carnal y reivindicativo de Gloria Gaynor (aunque interpretado por un prodigioso e inolvidable Alex Klaasen, desconocido para nosotros pero de portentosa y electrizante voz). Es una súbita síntesis y fusión entre la libertad más absoluta y el enaltecimiento a la vida en su compleja ramificación e imprevisible pujanza.

Deleite para los sentidos. La aparente impasibilidad del protagonista (estricto cumplidor de los ritos religiosos de la Holanda contumaz), la demencia infantiloide del que desencadena toda una serie de acontecimientos fortuitos y sorprendentes, la sabia aceptación de una esposa enamorada y comprensiva, la inhóspita, recalcitrante y envidiosa sinrazón del vecino que arrastra una queja añeja apenas agostada por el tiempo o el infortunio y cuya intransigencia se disuelve como un azucarillo en el mar de la vida a poco que manifiesta su congoja y da cuerpo a su lamento… ¡Hay tanta vida, tanta pasión, tanta peculiar honestidad en esta breve obra de mínimos detalles y azarosa complejidad!

Quizás sea una cinta tan rara e incunable que nadie vaya a verla pese a su diáfano mensaje de reconciliación personal, redención espiritual y rendición total al amor. Abrazar la vida es dar cabida a todo un mundo de alegrías, fértil, acogedor, reconfortante y suave. Abrazar la vida es dar gracias por todo y acoger a las personas que nos trae el destino, sean como sean y vivan como vivan y se manifiesten como se manifiesten.

Déjense sorprender por este portento indefinible. Contiene unos quince minutos finales prodigiosos que ponen la carne de gallina y emocionan hasta al más impasible y reacio. No ver venir por dónde aparece la salvación es parte del camino que hay que recorrer para encontrar la plenitud. Una joya.
antonalva
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11 de diciembre de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matterhorn nos cuenta una historia sencilla y hermosa. Un hombre viudo, amargado, se refugia en la rutina y la sobriedad de su parroquia protestante. A falta de familia y de otros alicientes su vida se centra en la religión. Pero cuando por ser buen cristiano, y acoger a un necesitado en su casa, su comunidad le da la espalda. Cuando su soledad y su aburrimiento son apaciguados por la extraña compañía de ese vagabundo sus vecinos le reprenden. Siente el odio y el desprecio de la sociedad sin haber hecho nada malo, y se pone en la piel de las víctimas de la homofobia religiosa.(Y el protagonista probablemente no sea homosexual). Su nuevo y extraño amigo en cambio no piensa en el que dirán, vive libre, como un niño, un animal. En una preciosa escena el viudo recapacita y decide cambiar su rumbo, mientras su pueblo va a misa vestido de negro, los dos amigos van a contracorriente, en dirección contraria hacia esa libertad que él confundía con libertinaje.
Todo está narrado con gran personalidad, de una forma lenta y pausada pero eficiente, que hace destacar los brillantes momentos de humor y surrealismo. El uso de la música, la espléndida fotografía en tonos cálidos pero brillantes y las acertadas interpretaciones, hacen de esta película una pequeña joya.
Y ese final perfecto, en el que se descubre el error del pasado del protagonista, y que une la emotividad de la resolución de conflictos, las diferentes músicas, un montaje preciso, maravilloso con varios tiempos en paralelo, y la espectacularidad de la imagen y de los paisajes en un clímax perfecto que consigue que te den ganas de aplaudir.
Parandroid
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19 de septiembre de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muy poquito comentaba con mi pareja que los grandes proyectos de hollywood en los que se presupuestan millones y millones de dolares ya no satisfacen, están vacíos en contenido y planteamiento, que una película pequeña de algún lugar de Europa contiene mas esencia en el guión, mas elaboración y mejores historias que las grandes ofertas norteamericanas.
Ese es el caso de Matterhorn. Es una cinta muy modesta en el que se describe a la perfección la evolución de sentimientos y prejuicios de la sociedad hasta llegar a valores de amistad y amor recorriendo la senda de la convivencia.
Tiene tintes cómicos muy divertidos que solo la sociedad nórdica puede ofrecer.
Sin duda después de saber los premios que ha obtenido el director con esta apuesta seguiré mas de cerca su trayectoria profesional.
TOM
tomjoma
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28 de octubre de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Valiente y arriesgada la ópera prima del holandés Diederik Ebbinge. En todo momento bordea inconvenientes que podrían precipitar su obra en los abismos de la ridiculez y la chanza insustancial; pero no solo los sortea con éxito, si no que consigue redondear una película más que notable, en la que tienen cabida, además del humor, un variado repertorio de sentimientos, valores caducos y valores eternos, soledades crónicas, accidentales y felices retornos a la infancia y un viaje existencial del protagonista a los lugares en que mejor se respira la "proximidad de Dios".

Fred decide un día, con la ayuda de un extraño y original visitante, arrancarse la corteza de hombre sensato, educado y calvinista que ha ido creciendo alrededor de su persona, a lo largo de cincuenta años.

Matterhorn, que también es el nombre de uno de los picos más altos de los Alpes Suizos, fue la más aplaudida en la 58 edición de la Seminci, y su simpático director dio las gracias, al recoger el premio de Mejor Director Novel, por la complicidad del público y porque el jurado se había dado cuenta de lo buena que era.
Su proyección, en el último momento, sirvió para cerrar con buen sabor de boca un festival que no había alcanzado el nivel de los últimos años.
Sinhué
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11 de mayo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza presentándonos a Fred. Vemos cómo es. Extremadamente pulcro, metódico, religioso, monótono, solitario, aburrido. Llega a su casa, se sienta en su sofá, escucha un disco de Bach (en su casa solamente hay discos de Bach), se prepara la cena, la pone en la mesa y espera a que el reloj marque las seis en punto para empezar a cenar.

De este modo, Diederik Ebbinge, director de la película, hace que entremos en el mundo cotidiano de Fred, el protagonista de “Matterhorn”, su ópera prima. Así nos hace entender cómo para alguien como Fred la llegada de un extraño puede suponer un beneficio, ya que su vida transcurre lánguidamente entre los cantos en misa y la soledad de su casa.

Pero claro, viviendo en un pueblo tan pequeño y religioso, las habladurías son inevitables, y poco a poco la comunidad comienza a hostigar a Fred, ya que no ven bien que acoja a un extraño en su casa y convivan juntos. Pero él está resuelto a mantener esa relación y cuanto más intentan romperla desde fuera, más fuerzas adquiere Fred para salirse del guión establecido que lleva siguiendo toda su vida, y encontrar su propio camino, aunque eso le lleve a enemistarse con todo el pueblo.

A medida que transcurre la película, vamos viendo que la llegada de Theo a la casa de Fred va haciendo que éste se libere de la coraza tras la que ha estado viviendo toda su vida, poco a poco va dejando caer ese disfraz de hombre recto, profundamente calvinista, extremadamente metódico, absolutamente aburrido.

Hay una escena que define por sí sola este devenir al que me refiero. Fred y Theo caminando por la calle en dirección opuesta a la iglesia, mientras el resto de vecinos caminan en la dirección contraria (hacia la iglesia). Ellos visten de color, mientras que los feligreses visten de negro. Ellos van a una fiesta, el rebaño va a misa.

“Matterhorn” es una película pequeña y poco pretenciosa, típicamente europea, totalmente alejada de la estética de las superproducciones norteamericanas. Su fuerza reside en su calidad, en su interior, en cómo indaga en los sentimientos de sus personajes y logra llegar al público sin artificios ni trampas cinematográficas. Es una obra que sabe profundizar en temas universales que van más allá del calvinismo o la religión, como las emociones, los prejuicios sociales o la soledad.

La repetida mirada de Fred a un retrato de una mujer y un niño nos indica que hace tiempo perdió a su mujer y a su hijo, y su actitud cotidiana desvela que no lo ha superado. La presencia de Theo en la casa, en un principio puede parecer que Fred ayuda a Theo, le educa, le atiende, le alimenta y cuida de él, pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que es Fred quien más se beneficia de esta relación, puesto que Theo le hace sobreponerse paulatinamente a la pérdida de las dos personas que más quería, sin las cuales la vida para él es un monótono transcurso de días. Theo termina siendo para Fred un elemento terapéutico.

La película tiene ritmo europeo. Es decir, es más bien lenta. Pero en ningún momento aburre. Se inicia bien y logra captar el interés del espectador por la peculiaridad de los personajes y de sus circunstancias. La parte central es algo más plana, y hay fases en las que uno empieza a temer que la película se va a ir vaciando poco a poco, y que va a terminar siendo una patochada sin sustancia. Pero en la parte final, la obra repunta. El director logra rematar con brillantez una película intensa, con un profundo contenido emocional gracias a un final muy logrado, sorprendente, y que deja al espectador con un magnífico sabor de boca.

El descubrimiento de la vida pasada de los dos protagonistas abre paso a unos minutos finales en los que el espectador se entrega por completo a la película. El “This is my life” y la preciosa escena final en el propio Matterhorn tocan la fibra de cualquiera.

Diría que se trata de una película muy humana, de mucha más profundidad de lo que parece. Que está salpicada por unos toques de humor surrealista que personalmente me encantaron, y que está excelentemente dirigida e interpretada. No existen grandes diálogos, hay una gran parquedad tanto en las palabras como en la expresión de las emociones. Sin embargo, lo hacen tan bien que a los que estamos sentados en las butacas nos llegan nítidamente dichas emociones transmitidas por los gestos o las miradas.

Y luego está la música. Siempre Bach. acompañando y completando esta película modesta que encierra tanta grandeza. No obstante, una cierta sensibilidad es imprescindible para apreciarla en lo que vale. Un cierto paladar para degustarla como se merece.

http://keizzine.wordpress.com/
keizz
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