Haz click aquí para copiar la URL

Oslo, 31 de agosto

Drama Anders está a punto de acabar un tratamiento de desintoxicación en un centro rural. Como parte de su terapia, una mañana va a la ciudad a una entrevista de trabajo. Aprovechando el permiso, se queda en la ciudad y se encuentra con gente que hacía mucho tiempo que no veía. Es un hombre inteligente, guapo y de buena familia, pero se siente profundamente perturbado por las oportunidades que ha desaprovechado y por las personas a las que ha ... [+]
1 2 3 4 5 6 9 >>
Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
21 de junio de 2012
99 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el calendario indique lo contrario, el verano termina con la llega de septiembre. Septiembre marca de hecho el inicio del año y no enero: entraña el comienzo de un nuevo curso, la vuelta al trabajo, el regreso a la gran ciudad. La verdadera ruptura se produce el treinta y uno de agosto, porque aunque no se celebre ni quede marcado oficialmente septiembre siempre es sinónimo de algo que está por venir, de nuevos planes, de una vida totalmente diferente. Anders, el protagonista de la película, debe decidir qué hacer con su vida, y no es casualidad que su recorrido sea la historia de una ciudad (Oslo) y la crónica de un día (coincidiendo con las últimas horas del estío). El factor temporal se impone como clave de la segunda película de Joachim Trier. Por ser una historia en orden cronológico, y al mismo tiempo llena de fugas y partes, con un inicio dialogado y un segundo tramo musicalizado, con la evocación de un pasado que no volverá a modo de prólogo y el viaje posterior, marcado por dos intentos de suicidio que indican que Anders quiere hundirse y no salir a la superficie de su piscina emocional.

Trier ni quiere ni compadece a su personaje, no busca entenderlo ni justificarlo, sino más bien enseñar la silueta de un cuerpo, la sombra de una figura, aceptando que las verdades y las motivaciones internas del personaje solo le pertenecen al propio Anders. De alguna forma, Oslo, 31 August es no solo el relato objetivo de lo acontecido durante 24 horas sino una evocación de lo que fue y de lo que pudo haber sido. En el cine es más interesante dejar la historia patas arriba, porque la respuesta no debe emanar de las imágenes sino de la imaginación y la sensibilidad de quien mira. Es aquí donde Oslo, 31 August se convierte en un boceto, en una pátina de colores difusos a partir de los cuales podrían surgir mil y un relatos.

Hay un momento decisivo para entender la película. En una escena Anders se encuentra en una cafetería llena de gente. Está rodeado de seres y al mismo tiempo solo, y así lo estará durante todo el metraje. Oye las conversaciones de los demás, y curiosamente las vidas que discurren a su alrededor le son ajenas, y aún así guardan cierta relación con lo que el personaje siente o podría sentir, piensa o podría pensar. En ese instante la película viene a decirnos que una vida sin Anders es posible: forma parte del plano y al mismo tiempo parece invisible. Oslo, 31 August es eso: el cuento de alguien que se difumina hasta desaparecer mientras el espectador obtiene las armas suficientes para interpretar, que no enjuiciar, lo que está viendo, a quien está viendo.

Cine poético e incómodo, triste y valiente, para gente despierta y atenta. Una película de muerte que paradójicamente está muy viva. Especial y casi mística. Un personaje, una jornada y un film que ya están entre las mejores experiencias cinematográficas del 2012.

Cinoscar & Rarities, Xavier Vidal
Xavier Vidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de enero de 2014
56 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
A cada paso – errado o acertado – vamos afectando a los que nos quieren o nos rodean y vamos marcando el devenir del tiempo con nuestros vaivenes y nuestras acciones y omisiones hasta configurar un singular tapiz que puede percibirse como que nos arropa y cobija o podemos sentir que hay algo que ha fallado y que, indefectiblemente, hagamos lo que hagamos, vamos tejiendo más bien una soga que nos pesa y que arrastramos hasta no poder ya con su peso, ni con su densidad, ni con su estela, ni con sus múltiples ramificaciones y consecuencias. Y la frontera entre el éxito o el fracaso es tan tenue como inapelable y acabamos abocados hasta abismos insondables de desesperación e impotencia…

Esta delicada película noruega explora esta difícil y etérea frontera que separa la vida de la muerte, las ganas de vivir y las ganas de escapar de la vida, las ganas de pasarlo bien o de, sencillamente, no pasarlo mal. Sin juicios ni veredictos, sin expiación ni remordimiento, sin ganas de hacer el mal aunque se esté pasando un calvario impreciso y amorfo… pero no hay acto sin consecuencias ni tropiezo sin efecto, todo va sumando lentamente hasta que algún vaso rebosa y ya nada parece poder recomponerse y volver a la normalidad. Hemos dejado pasar la vida y no sabemos cómo retomar el curso de los acontecimientos sin que nos enfrentemos a lo que algunos llaman fracaso, abominación o muerte.

Es un viaje a ninguna parte – o un viaje al fondo del alma herida – que no por desolador o triste nos priva del doloroso reconocimiento de una caída que no sabemos cómo ni cuándo ni porqué empezó pero que parece no tener fin. La atenta mirada del director disecciona la amarga desintegración de una inteligencia preclara, de un espíritu sensible, de una persona educada y arropada por familia y amigos, que, sin embargo, no encuentra su hueco en la vida ni sabe cómo rehacer unos puentes que ha ido quemando durante años de adicciones varias que le han llevado hasta encontrarse con los recovecos más desoladores de sí mismo. Y extiende la mano, pide ayuda, pero ya no hay nadie, ya no queda nada.

Hermosa y triste película llena de aciertos (esas conversaciones de calado ofrecidas en un aparente tono menor, esa atención a todos los detalles que nos rodean, ese tocar el piano como si estuviéramos acunando nuestro propio fin,…) y llena de un regusto que es tanto una exaltación a la vida como un reconocimiento de que, a veces, solo nos queda encaminarnos hasta nuestro último desenlace. Al final asistimos, una vez más, a los mismos escenarios que han adornado este taciturno devenir – y nos apresa una desolación que nos pone un nudo en la garganta. Apenas sin palabras quedamos quebrados. Soberbia y muy recomendable.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3 de enero de 2013
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Oslo, 31. August”, es uno de los retratos más fieles, reales, tristes y hermosos, que se han realizado (y que he visto) sobre el tema de la adicción a las drogas.

Dirigida y escrita por Joachim Trier, el filme cuenta la historia de Anders, un joven de 34 años, que se encuentra en un centro de desintoxicación en proceso de rehabilitación. Anders, es un joven inteligente que se ha sumergido terriblemente en el mundo de las drogas y ha perdido gran parte de su juventud por esos problemas. Anders, ya se encuentra a punto de salir del centro y como parte del proceso de rehabilitación, se le permite visitar la ciudad para asistir a una entrevista de trabajo. En esa visita, además de la entrevista, visita y merodea por la ciudad, lo que le traerá distintos recuerdos y lo enfrentará a la realidad.

El filme es visto desde el punto de vista de Anders, somos observadores de todo lo que ocurre a su alrededor, y al mismo tiempo de los que pasa en su interior. El director te sumerge en las profundidades del joven y su drama interior. Entiendes y sufres con él, gran trabajo además del actor Anders Danielsen Lie, que vive, siente y se mete de lleno en su personaje. Parece incluso, que estuvieses viendo en momentos un documental muy bien dirigido.

El trabajo de dirección es muy sobresaliente, no parece que fuese su segunda película. Encuadres y tomas muy buenas, y es de esos directores que juegan con la cámara para involucrar al espectador, causarle intriga, curiosidad, entre muchas otras emociones.

Otro de los elementos notorios del filme, es su realismo. Hemos visto muchas películas en donde manejan el tema de forma muy superficial, con algunas mínimas excepciones. Pero en esta, el director logra trasmitir el drama interno del personaje, sus dudas, sus frustraciones, su agonía y su visión del mundo.

Porque además del tema de la drogadicción, la película aborda muchos temas sobre la vida misma. Y deja entrever un poco esa idea, del estado de drogadicción en que posiblemente nos encontramos la mayoría de personas en el mundo, al vivir bajo una falsa ilusión, bajo imaginarios, bajo sombras y mentiras. Esta se puede hacer evidente en la primera visita que realiza Anders a uno de sus amigos. Quien precisamente al final no le da un panorama positivo de la vida en familia. Al dialogar sus problemas, ambos se dan cuenta de sus desgracias. Así que hay que prestar mucha atención a muchas escenas, porque este filme también es una lección de vida, y lamentablemente no con una visión muy positiva.

Hay muchas escenas que quedaran grabadas en mi memoria, por su profundidad, acompañadas de una excelente fotografía.

En síntesis, una película muy importante, que el mismo tiempo se encargará de darle su verdadero valor. Un ejercicio magistral de cine con un final excelente. Una de las mejores películas del año.

http://asbvirtualinfo.blogspot.com/2013/01/oslo-31-august-joachim-trier.html
Alejandro
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de marzo de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anders deambula por Oslo como un fantasma. La ciudad, magníficamente fotografiada, es su única compañera, pero él no se siente bien en ningún lugar, los recuerdos del pasado le atormentan y el futuro es un muro insalvable. El espectador quiere que Anders tenga una segunda oportunidad, que supere sus miedos, que cambie su talante, pero Anders no parece encontrar respuestas a nada, posiblemente porque tampoco conoce las preguntas que se está haciendo. Seguramente no encuentra nada porque en realidad no sabe lo que busca.

Estamos, no se puede negar, ante una película noruega, con todo lo que ello lleva consigo. Por lo tanto, sentimentalismos los justos. Estridencias, ninguna. Nada de escenas lacrimógenas, nada de grandes abrazos, nada de llantos inconsolables, nada de gritos ni risotadas, todo es austero, comedido, controlado, poco expresivo. Los sentimientos están latentes, implícitos, hay que mirar más allá de la pantalla.

El director, Joachim Trier (¿familiar de Lars Von Trier?), no indaga en las profundidades del personaje de Anders, no busca explicar sus sentimientos, ni busca justificar su comportamiento. Se limita a exponerlo, nos muestra el personaje para que lo veamos y seamos nosotros quienes valoremos las cosas. No busca respuestas a las cosas que le pasan al personaje, sino que prefiere que seamos nosotros quienes las encontremos. Tampoco hay juicios morales en la película. Trier no pone en tela de juicio nada, ni el mundo de las drogas, ni el comportamiento de la sociedad ante ello. Eso sí, el espectador sabe desde el principio que Anders está condenado y que no hay salvación posible para él porque en su interior ya está muerto.

A primera vista, Anders está en una situación ventajosa. Es joven, bien parecido, inteligente, sensible, educado, vive en el mejor pais posible en cuanto a economía y oportunidades… no se puede quejar. No obstante, el vacío le quema. Es demasiado inteligente como para conformarse con lo que la vida le ofrece. Demasiado sensible como para conformarse con la vida superficial y vana. Demasiado vulnerable como para poder negociar con una sociedad hipócrita y salir indemne. Es derrotado por sí mismo, por sus propios demonios, por su propia exigencia. Sabemos que tuvo el respaldo de su familia y el cariño de sus amigos, pero se ha perdido en el laberinto de la vida y pide ayuda en silencio. Nadie escucha esos gritos silenciosos y no encuentra nada ni nadie a quien agarrarse mientras se sigue hundiendo.

Lo más relevante, o lo que más me hizo pensar, son las escenas de la conversación con su amigo Thomas, que es al primero que visita cuando llega a Oslo. Thomas, que había sido su compañero de correrías juveniles, es ahora un hombre casado, con hijos, con un trabajo estable, ha seguido un camino completamente distinto al de Anders. En las conversaciones que tienen poco a poco se van volviendo cada vez más sinceros, y de las frases vanales de mero cumplimiento del principio van llegando de un modo cauteloso hasta las más íntimas confidencias. Thomas admite que ha aceptado una vida vacía, frustrante y rutinaria. No es feliz y se conforma con seguir tirando hacia adelante con su mujer y sus hijos, aunque no sepa exactamente hacia donde le llevará eso. Es un resignado. En el otro lado está Anders, inmaduro, inadaptado, en el punto opuesto al de su amigo, se siente igual de vacío. Para él nada tiene sentido, nada le ilusiona, nunca ha amado y siente que ha decepcionado a las personas que le amaron. Anders y Thomas siguieron caminos opuestos pero en esa tarde, en esa conversación, se encontraron en un punto común: ambos se sienten desgraciados, ninguno tiene la vida que soñaba cuando eran jóvenes.

Anders se siente ajeno a la vida, como si la vida fuese algo que está a su alrededor pero fuera de él. Y se siente un extraño en su ciudad. Cuando está sentado en una cafetería observa a la gente, escucha sus conversaciones, es el protagonista de la película pero en realidad es un espectador más. El mira a la gente, pero nadie le ve. Escucha las conversaciones de las demás mesas, pero nadie repara en él. Presencia la vida como algo externo. La vida sigue su curso sin él, siente que no es necesario.

En ese día, ese 31 de Agosto que pasa en Oslo, se choca de frente contra una sociedad en la que no encuentra una rendija mediante la que poder integrarse a ella. No ve acceso. Quiere encontrarse con antiguos amores, pero no le atienden. Con sus antiguos amigos ya no se entiende. Su familia no está. La entrevista de trabajo no sale bien. A cada paso que da, a cada situación que se sucede, se siente más y más excluído.

Para concluir, la película es poco amable, pesimista, triste. No es para cualquiera. Árida pero con ciertos puntos de lirismo. Se le puede sacar cierto jugo pero para eso debes enfrentarte a ella. Si eres espectador pasivo puede aburrirte. Es desoladora, intimista, sobria. Es noruega. Avisado estás.

http://keizzine.wordpress.com/
keizz
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4 de febrero de 2014
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corazón roto, el final del primer amor, amistades que se separan por otros diez interminables meses, el llanto que brota al ver la risa en las fotos, el viaje de vuelta, un te quiero sin dueño, volver a empezar. El mar en calma, el viento seco que cubre de arena fría la torre sin vigilante. El chiringuito sin hamacas donde contemplar la puesta de sol. El día más largo, la noche más corta, despertarse con el alba en la playa y no encontrar las zapatillas, caminar con la brisa de la mañana hasta la orilla y sentarte junto a la chica de rubio cabello y falda blanca que sonríe mientras le ofreces tu chaqueta, la rodeas con el brazo mirando el amanecer y deseando que el tiempo se detenga para siempre. No hay nada tan melancólico como el final del verano.
El título ya nos provoca esa sensación de vacío y soledad que, durante los 90 minutos de metraje, no se separará de nosotros ni un solo instante. Trabajo minimalista que explora, de forma minuciosa, lo terrorífico que supone enfrentarse al proceso de rehabilitación de la adicción a las drogas para un hombre de mediana edad. Delicado ejercicio narrativo que ahonda en lo más profundo de los miedos de un ex drogadicto que pasa por una crisis existencial, a consecuencia de una sociedad que le cierra continuamente las puertas y que parece no tener sitio para él. Tratando de rehacerse como persona, explorará la ciudad, a los conocidos y a sí mismo con el fin de buscar un significado a esta vida que se empeña en poner las cosas tan difíciles.
Oslo, 31 de agosto de 2011, la capital noruega se queda sin palabras tras el estreno de la nueva película de uno de sus directores más prometedores. No fue hasta diciembre de ese mismo año cuando, de visita por Polonia, me llegaron oídas de que un drama psicológico nórdico estaba causando sensación a su paso por una gran cantidad de festivales de cine. Más de dos años después, por fin llega a los cines españoles en lo que imaginamos será un estreno muy selecto y fugaz por las carteleras. Más vale tarde que nunca, dice el refrán, y sobre todo teniendo en cuenta la gran calidad de esta cinta que hará que la espera haya merecido la pena. La trama comienza con fuerza, un sujeto tratando de suicidarse en un lago; un intento brutal no sólo por lo desesperado del acto en sí, sino por la insensatez de este hombre que, con el juicio completamente nublado, deja el éxito de la funesta empresa en manos de su fuerza de voluntad. Una tentativa tan descorazonadora como imposible en su ejecución al atentar contra el más elemental instinto de supervivencia. Inmediatamente después de haberlo visto tocar fondo, empezaremos a conocer y entender las causas que han llevado a Anders hasta esa crítica situación.
Joachim Trier realiza un trabajo magnífico tras la cámara adaptando de forma muy libre la novela de Pierre Drieu La Rochelle, El fuego fatuo. El director vuelve a contar, como ya hiciera en su primer filme, Reprise, 2006, con Anders Danielsen Lie, al que utiliza como herramienta principal para el evocador estudio que hace sobre la fragilidad de la mente. Un actor que firma una interpretación asombrosa, con tanta fuerza que nos absorbe por completo en su vorágine autodestructiva y nos deja a expensas de su propia suerte. Mediante una serie de travellings de seguimiento, acompañaremos a Anders en un viaje introspectivo mientras deambula, por las calles de Oslo, en busca de un modelo ejemplar que le ayude a encauzar su vida. El entorno será la clave, viejos amigos, familia, su ex novia, todos jugarán un papel decisivo para conseguir que el protagonista tome una decisión acertada; o por el contrario será el detonante que le haga falta para darse cuenta de que por mucha gente que conozca, su vida seguirá siendo tan miserable y solitaria como lo era antes de su etapa de desintoxicación. El actor será el centro de atención en todo momento, su presencia se convertirá en un imán que nos impedirá apartar la vista de la pantalla, incluso después de que hayan empezado a salir los créditos finales.
Jakob Ihre nos deleita con una sensacional fotografía gracias a la cual se llevó el premio en el festival de cine de Estocolmo. Elegante y modesta a partes iguales, se encarga de retratar perfectamente ese turbulento escenario emocional por el que se mueve el protagonista. Un estupendo trabajo de composición que funciona a la perfección junto al guion escrito por el propio Trier y su fiel colaborador en este apartado, Eskil Vogt. Un magnífico libreto lleno de diálogos muy profundos que esconden una gran crítica social bajo el manto pesimista que los envuelve.
Refinado y nostálgico retrato existencialista de una generación de jóvenes procedentes de buenas familias, con un alto nivel cultural y una gran creatividad, cuya rebeldía les condenó al ostracismo social de los adictos a las drogas duras. Víctimas de su tiempo que sufrieron la hipocresía de una sociedad estratificada y altiva que nos da la mano cuando menos la necesitamos, y nos pone la zancadilla cuando intentamos levantarnos. Romántico estudio que refleja perfectamente esa sensación tan plácidamente triste que supone el final del buen tiempo y la llegada de un largo periodo de frío y oscuridad, en el que la gente se despide a lo grande de las terrazas y las fiestas en la piscina para, finalmente, contemplar con impotencia aquella fugaz etapa de transición que, como dijo Garcilaso, debe de disfrutarse antes de que el momento pase para siempre, “marchitará la rosa el viento helado. Todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre”
Peaky Boy
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 6 9 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow