Simón, contamos contigo

Una cinta comercial a más no poder que ofrece lo que pide su género. No hay que buscar más arte, si no dejarse llevar. Alfredo Landa nos pasea por diferentes escenarios donde es perseguido por importantes actrices punteras de la época en la comedia patria. La película está bien relatada y bien interpretada. El humor chabacano se aguanta sin problemas. La propuesta es tan ridícula como puede ser cualquier ridiculez en la ciencia ficción o en la de cualquier director afamado, ahora eso sí, te enervará la siempre morbosa actitud de las mujeres hacia el grandísimo Landa y la estulticia crónica con que las rechaza, pero es la marca de la casa.
Divertida, muy movida, absurda y aconsejable. Gran película.

De nuevo nos encontramos con una cinta perteneciente a lo que llamo "landismo", y que son las películas enlatadas, de bajo nivel, sin guión, mal montadas e historias inconexas, pegadas con pegamento de barra.

Aquí Simón se nos presenta con una introducción que en nada influye a los siguientes 90 minutos: una pócima mágica creada en la Edad Media. El viaje por la película da saltos que nada tienen que ver con lo visto cinco minutos antes. Poco importaba la historia, solo la carne y esa idea arcaica de ser un macho ibérico con gancho para las nórdicas.

Landa pierde muchísimo con estos papeles, pues requieren de una nula implicación y hace que se diluya su talento como un azucarillo en este cocktail inconexo.

La película debió titularse: "El vendedor de libros".

Infumable vodevil carpetovetónico con un Landa ya en decadencia. Todos los tópicos imaginables y más. Eso sí, ya empieza a vislumbrarse algo de chicha en las actrices buenorras del reparto.
No te pierdes nada por no verla, salvo que te dediques a la historia del cine español en su época tardofranquista...

Comedia risueña con ribetes de humor candoroso e ingenuo que se adorna con un perfil costumbrista y que persigue una línea argumental muy humana.
Aunque hay que reconocer que a veces resulta un poco exagerada y otras veces las anécdotas parecen traídas por los pelos.

Un guión sencillo pero contundente (J.J. Alonso y J. Balvia) y una dirección acertada (R. Fernández) son los artífices de una narración diáfana y refrescante que hace valer su candor como atractivo adicional.

Y consiguen, además, que ese cuerpo pecador de A. Landa, actor de cualidades excepcionales, se convierta en oscuro objeto del deseo.