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No hay tiempo para amar

Comedia. Romance Katherine, una prestigiosa y brillante fotógrafa de moda, desdeña a todos sus pretendientes y muestra una actitud muy altiva con todos los que la rodean. Para bajarle los humos, su editor le encarga un reportaje fotográfico sobre unos trabajadores que están acabando un túnel. Un incidente entre Katherine y un obrero llamado Ryan se salda con el despido de éste. Entonces, la fotógrafa lo contrata como ayudante. Pero, cuando Ryan se ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra bonita comedia romántica de Mitchell Leisen, dirigida en esta ocasión en 1943. Nos cuenta la historia de una reportera (una mujer muy moderna para su época) que es mandada a las obras de un túnel y tiene un tropiezo con uno de los obreros. Se encapricha con él y, pensando que no es suficiente para ella, decide tener más encuentros para darse cuenta que es completamente inapropiado y no tiene las virtudes que ella quiere en un hombre.
Leisen vuelve a este género con un guión de Claude Binyon y Warren Duff que no llega a la altura de otras de sus obras (especialmente Medianoche), pero que aún así está bien elaborado y nos cuenta una historia de amor con personas de muy diferentes clases sociales y posiciones. Eso da lugar a situaciones graciosas y a un entretenido argumento en general. Cuenta con una pareja protagonista de lujo, una fabulosa Claudette Colbert con un papel que le va como anillo al dedo, y un buen Fred MacMurray, aunque no llega al nivel de otras de sus interpretaciones. La fotografía de Charles Lang es estupenda y también destaca la dirección artística, brillando en los complicados planos en el túnel.
Entretenida, simpática y con algunas buenas escenas cómicas.
kaplan
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15 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entretenida comedia romántica de exquisita puesta en escena, gran dirección de actores y ágil ritmo es una buena oportunidad para descubrir el elegante tacto del director y productor Mitchell Leisen.

Contiene simpáticas escenas llenas de vivos y divertidos diálogos y su trama se fundamenta en la atracción sentimental de polos opuestos en un ambiente sofisticado. Fred MacMurray, siempre excelente, compone a la perfección un personaje muy distinto a lo que su elegancia suele ofrecer, y Claudette Colbert demuestra su estatus de gran estrella, una de las actrices clave del cine de Hollywood en los años 30 y 40. Un 6.
Mag61
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6 de abril de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es " Sucedió una noche", donde a la Colbert la emparejan con el viril Gable, ni " Sucedió en el tren", donde hacen lo propio con el tosco Wayne, pero esta cinta debería titularse " Sucedió en el túnel" porque parece que el destino de esta actriz era vérselas con especímenes masculinos desbordantes de testosterona que derribasen de un plumazo su silla, sus murallas de Jericó o al sofisticado y tonto prometido de turno.
Colbert es una mujer moderna, empoderada, inteligente, culta, sofisticada y con una profesión ( es fotógrafa), de éxito. Vamos como las de Sexo en Nueva York.
La envían a tomar unas fotografías a un túnel que están excavando en el subsuelo, donde se topará con obreros sudorosos y musculosos, toscos y rudos, pura energía masculina sin pulir, diamantes en bruto envueltos en lodo y piedra.
Allí conocerá a MacMurray, uno de esos obreros que trabaja sin camiseta. No simpatizará con ese gorila maleducado claro. Pero las feromonas se habrán puesto en marcha.
Desgraciadamente, esa noche tendrá un sueño de lo más perturbador.- hay qué ver como satiriza Leisen el sueño de Colbert presentando a MacMurray como un superman- machoman volador " ¿ el primer Superman de la pantalla????, que rescata a una vaporosa Colbert del abismo. Hablando en plata, la Colbert tiene esa noche un sueño erótico con MacMurray en toda regla.
Muy preocupada por el cariz que ha tomado su imaginación, decide atajarlo con terapia de choque de realismo. Si frecuenta al neanderthal lo suficiente, constatará su cretinismo y su molesto " problemilla" desaparecerá.
Como se pueden imaginar, la terapia no resulta como esperaba. Por encima de los pectorales, la Colbert descubre que existe un cerebro.
No es de las mejores de Leisen. Aunque tiene ciertas escenas y diálogos chispeantes, la cinta es bastante irregular. No sé bien qué ha querido Leisen hacer aquí ni por dónde iban los tiros. A ratos comedia convencional, a ratos sátira, a ratos comedia loca y a ratos algo de drama. Para mí, aquí, no lo maneja bien. Buenos secundarios que no sobresalen. La Colbert está magnífica pero MacMurray no es el más adecuado para hacer de hombre rudo. Se le ve mejor en el tercio final, ahí ya más en su elemento.
Hay que mencionar todas las escenas del túnel. Están muy bien realizadas. Pero no es una de las películas más destacables de su director.
Izeta
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12 de febrero de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En No hay tiempo para amar (No time for love, 1943), de Mitchell Leisen, para la que Claude Binyon desarrolla el argumento de Robert Lees y Frederic I. Rinaldo, los estereotipos sobre lo masculino y lo femenino, y las contradicciones resultantes cuando imagen y sentimiento entran en colisión, son los que son objeto de otra irónica y aguda reflexión en el cine de Leisen. Katherine (Claudette Colbert) es una fotógrafa de reconocida valía en el medio (Inspirada en Margaret Bourke-White, célebre por sus estilizadas fotografías sobre ambientes industriales), la cual, es criticada, en las primeras secuencias, por su redactor jefe, ya que en su serie de fotografías de las bambalinas de una representación de danza solo ha fotografiado los espacios, sin presencia alguna de cuerpos. Se lo plantea al editor, Henry (Paul McGrath), que es también novio de Katharine. Henry apoya a Katharine, no solo por el vínculo afectivo sino por el reconocimiento de su trabajo, pero el redactor jefe decide asignar otro encargo para el que remarca que no se centre en los espacios, de los subterráneos donde estan excavando un tunel bajo el río en Nueva York, sino en los cuerpos, los hombres. Con lo que primero se confrontará es con la reticencia de unos hombres a los que domina la superstición de que la presencia de una mujer atrae la mala suerte. Su presencia, de hecho, ofusca a algunos de los hombres que realizan acciones atolondradas que provocan un accidente que está a punto de acabar con la vida de Ryan (Fred MacMurray), en quien Katharine se había fijado, pidiéndole que pose para él, y al que de hecho salvará la vida. Esta circunstancia será la que determine que, poco después, al ser trasladado para ser atendido, se pelee con tres compañeros, a los que noquea sucesivamente. No por decisión de Katharine, sino del redactor jefe, al publicarse una foto de Ryan en la que le retrata peleándose, Ryan será despedido, por lo que ella, como compensación, le ofrece un empleo como ayudante en su estudio de fotografía. El choque en principio es manifiesto. Ambos parten de preconcepciones. Ella le considera un auténtico primate, un bruto sin sensibilidad ni maneras, un macho en grado de cero. Y él la considera una petulante esnob, como a sus amigos (a alguno de los cuales también noqueará, como posteriormente a un modelo de culturismo). Las contradicciones les dominan, fluctuando ambos entre la atracción y el rechazo, los intentos de acercamientos y los recelos, rechazos o abandonos.

Pese a lo que Katharine piensa de él, tiene, paradójicamente, unos sueños eróticos en el que le representa cual supermán, apodo que le endosaron en los subterráneos (curiosamente, McMurray había sido inspiración para la imagen del Capitán Marvel en 1939)). Y él no podrá evitar sentirse atraído, aunque ella le haga saber que más le atrae una silla (que él romperá al sentarse sobre ella), y evidenciará sus celos al sabotear la sesión con el culturista. De nuevo, los estereotipos, las imágenes hechas, y las proyecciones se verán en cuestión. Las cosas no son lo que parecen, y menos lo que proyectamos, en esa maraña de presunciones de lo que es una mujer o un hombre. Ni él es tan primate ni ella es tan pretenciosa, ya que, como ella descubrirá más adelante, él no es solo un obrero, ya que es ingeniero que, precisamente, trabajaba como obrero para conocer mejor, de primera mano, el trabajo. Es quien propondrá un modo de perforación que pueda agilizar el proceso de trabajo. La rudeza de Ryan también estaba motivada por su recelo con la actitud de Katharine, por lo que presuponía sobre ella. Los recelos generan reacciones susceptibles. Ambos se enzarzan en un pulso contaminado por las presunciones, o insuficiente y parcial percepción, que tanto él como ella se hacen sobre el otro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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