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Alma en la sombra

Cine negro. Drama. Romance De una clínica psiquiátrica en París, escapa un paciente conocido como Ward Andrews, de quien el médico que lo trata dice que padece de paranoia y que puede ser muy violento ante cualquier contradicción que se le presente en la vida. Luego, un hombre llamado Philip Monrell (Robert Montgomery), llegará hasta la casa de su madre en Londres en compañía del ingeniero Ward Andrews (George Sanders), y al conocer a Stella (Ingrid Bergman), la ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
7 de marzo de 2009
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
A partir de la novela de James Hilton (cuyas obras anteriores habían sido la base para los éxitos "Horizontes perdidos" y "Adiós Mr. Chips"), Christopher Isherwood y Robert Toheren confeccionaron el guión. La película trata sobre un esquizofrénico paranoico (Robert Montgomery) que aterroriza a su esposa (Ingrid Bergman) y explota la lealtad de un viejo amigo (George Sanders).

A su favor tiene su corta duración, unos 85 minutos, tres buenos actores y un ritmo muy vivo. De hecho, W. S. van Dyke, había sido contratado para sustituir a un director más lento y realizaba sus películas ajustándose al presupuesto, por lo que era del agrado de los ejecutivos como Mayer aunque no de los actores, por tratarlos a gritos. Rara vez repetía plano (en 20 años hizo 76 films), por lo que los actores lo llamaban Woody-Una toma.

A pesar de todo, el resultado es notable, fundamentalmente porque los actores funcionan. Especialmente la esplendorosa y angelical Ingrid Bergman, que se incorporó tan sólo un día después de terminar "Los cuatro hijos del viento", su segunda película en EE.UU.
La impresionante actriz sueca tiene una gran gama de matices y su registro consigue un meritorio equilibrio entre confianza y terror.
El inexpresivo Robert Montgomery borda su papel de enfermo. Tiene una mirada sádica y es uno de los maridos más celosos que ha pasado por una pantalla de cine. George Sanders (que coincidiría con Ingrid en la maravillosa "Te querré siempre") ofrece una solvente interpretación, haciendo de "apagafuegos". En cada plano parece estar enamorado de Bergman (aunque tampoco es muy difícil, la verdad, ¿quién no se enamoraría de semejante belleza?).

En general, la película se sigue con atención y en su mayor parte resulta meritoria. Merece la pena verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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10 de octubre de 2008
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La psicología es una de las ramas más complejas de la medicina. Lo digo desde mi posición de profano absoluto en la materia. Por ello, las anormalidades mas disparatadas pueden ser clínicamente posibles. Esa es una de las conclusiones a las que uno llega viendo películas como ésta. Porque la cuestión no estriba únicamente en las desaforadas consecuencias que pueden desencadenar los celos enfermizos sino que además existe otra patología, la de aquellos psicópatas que ven fantasmas donde no los hay y que necesitan estar molestos, intranquilos y por supuesto, celosos.

Esta es la situación en esta interesante película, mezcla de cine de suspense y de psicópatas, muy al estilo de cinematografías reconocidas como la de Hitchcock (Psicosis) ó el propio Fritz Lang (Secreto tras la puerta). No quiero decir con ello que alcance la categoría de estos films emblemáticos, pero sí que anda en línea con este género de personalidades inconfesables, traumas materno-filiales y otras hierbas de similar cariz.

Contar con la presencia de Ingrid Bergman es siempre un lujo. Rodearla de un magnífico actor como George Sanders en una interpretación algo inusual de bueno, bueno y romántico, es otro acierto. Y añadir la presencia de Robert Montgomery, una buena guinda a un pastel estelar más que notable. Todo ello conforma un buen film dirigido, en créditos, por W.S.van Dyke pero en el que colaboraron también Robert B. Sinclair y Richard Thorpe.

La ficción tiene sus reglas del juego que, en ocasiones, se apartan de las realidades convencionales. Por ello, es fácil que la resolución adoptada para darle carpetazo al film atienda más a intereses comerciales y de audiencia que a realidades verosímiles. Veamoslo así. Cine es Cine. Y no le den más vueltas...
FATHER CAPRIO
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24 de junio de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plenamente consolidado en Hollywood, tras haber sido adaptadas con gran éxito sus novelas “Lost Horizon”, “Goodbye, Mr. Chips” y “We are not alone”, una nueva novela de James Hilton, esta vez “Dawn of Reckoning” (El amanecer de la verdad), escrita en 1925, fue elegida para que, con guión de Christopher Isherwood y Robert Thoeren fuera llevada al cine por el acreditado director W. S. Van Dyke II, con el título “RAGE IN HEAVEN” (ALMA EN LA SOMBRA).

La obra de Hilton es muy interesante, pues se recrea en ella, en principio, la vigorosa amistad entre dos seres bien dispares: El primero, un muchacho huérfano de padre y muy poco valorado por su madre, quien, alguna vez, por no saber nadar se sentirá frustrado al no poder auxiliar a una joven que por fortuna es rescatada; y en otro tiempo, tendrá una fuerte impresión al ver morir ahogado a un chico al que no consigue salvar. Philip Monsell, que así se llama el joven (en el filme se llamará Monrell) es, sin embargo, un muchacho afable y siempre dispuesto a ayudar a otros, aunque por momentos se arma de una dureza (en sus comienzos fingida) que consigue asustar a quien hace víctima de ella. Cuando a su vida llega Stella (la joven huérfana que se convierte en dama de compañía de su madre), una relación de simpatía, aprecio y de maestro-alumna, se inicia con ella. Con el tiempo, se irá transformando en algo muy grato... y luego...

En esto, como en la relación con su amigo de colegio Aubrey Ward (en la película Ward Andrews), Hilton profundiza suficientemente en sus rasgos psicológicos hasta dejarnos sentir un claro aprecio y acogimiento por Philip, un gran cariño por la musical Stella, y una gran admiración por los grandes valores de Ward, sin faltar a los debidos matices que nos los muestran como seres muy humanos y que explican claramente las razones del trastorno que luego adquirirá la personalidad de uno de ellos.

Infortunadamente, esta trascendental parte de la obra se queda muy corta en la película y los personajes resultan en mucho estereotipados, hasta el punto que terminan reducidos a los anclados conceptos de, el bueno, el malo y la víctima, y se nos hace así muy fácil tomar partido, pues la historia nos conduce desde el mismo momento en que, el improcedente psiquiatra, sienta cátedra con su cerrado, tendencioso -e inexacto- diagnóstico sobre la paranoia de uno de los protagonistas.

La historia de Hilton atrapa indefectiblemente, y sin duda fue tomada en cuenta al momento de hacer, en 1945, “Que el cielo la juzgue”, pues tenemos aquí, por primera vez, a esa suerte de personaje capaz de tan cruel venganza que, para alcanzarla, es capaz de asumir el sacrificio de su propia vida e ir más allá de la misma muerte. Fluye en torno al protagonista, esa clase de amor tan trastornado, que no sabemos a ciencia cierta, si es la impotencia o la prepotencia, si es el amor o el odio… lo que en definitiva motiva tal clase de calculada y enfermiza maquinación.

Van Dyke, un director de incuestionable talento (“Manhattan melodrama”, “The thin man” y “I take this woman” son algunos de sus afortunados créditos), consigue interesarnos por este particular triángulo amoroso que además está muy bien representado por el sereno Robert Montgomery, la encantadora Ingrid Bergman y el polifacético George Sanders. Pero no es difícil presentir que hubo injerencia de la oprobiosa censura (la común escena de los enamorados recién casados durmiendo en camas separadas prueba que por ahí anduvo) y es bien probable que la tijera obtusa de los productores, en su momento también hubiera hecho lo que tantas veces se hizo en oprobioso detrimento de lo más excelso del arte.

“ALMA EN LA SOMBRA” resulta muy interesante, pero como en otras ocasiones, esta vez es más complaciente darse el gusto de leer la novela.
Luis Guillermo Cardona
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18 de enero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza por colocarse bajo la advocación de una cita de Milton “No conoce el cielo furia como la del amor en odio transformado”. Y podríamos decir que con ello ya está todo dicho.
Esta película, producida en 1941, se suma a la larga serie de filmes cuyo argumento se desarrolla en torno a la enfermedad mental, la psiquiatría, los enfermos y las instituciones que los acogen: “Recuerda”, de Hitchcock, “Niebla en el pasado”, de Le Roy, “Marnie”, también de Hitchcock, “Luz que agoniza”, de Cukor, la misma “Rebeca”, etc. etcétera. Los años 40 y 50 vieron exprimir las teorías freudianas hasta extremos excesivos, cayendo muchas veces en el ridículo. “Recuerda”, sin ir más lejos, da un poco de alipori vista con la perspectiva de los años. Otras se salvan por el carisma de sus actores e incluso por sus propios excesos de guión, como podría ser el caso de “Vorágine”, de Otto Preminger, donde Gene Tierney, José Ferrer y Richard Conte componen un trío de lo más apañado.
“Alma en la sombra” cuenta con la presencia de Ingrid Bergman -que parece estar abonada durante estos años a películas de estas características- Robert Montgomery, un excelente actor y director que quizá convendría reivindicar y repasar su filmografía, y, finalmente, el no menos excelente George Sanders, perejil de muchas y sabrosas salsas. La película se deja ver sin aburrir en ningún momento, pese a la previsibilidad de su desarrollo y más desde el momento que se ha leído al principio la cita de Milton. Pero, vaya, se puede recomendar sin entusiasmo y reconociendo que si no se ve no pasa absolutamente nada.
Toribio Tarifa
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26 de abril de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una estupenda intriga psicológica que explora los trastornos y traumas de la psique, a la manera de muchos títulos de la época que tan de moda estaban, " Recuerda", " Niebla en el pasado" que se caracteriza por la excelente construcción de personajes, minuciosamente retratados y mejor interpretados, con una excelente actuación de Montgomery en un personaje inquietante y fascinante, una Ingrid Bergman maravillosa como siempre, en un papel muy parecido al que interpretaba en " Luz que agoniza" y un George Sanders fuera de su registro pero igualmente encomiable.
La trama, luego del soberbio arranque inicial, se vuelve algo más predecible en cuanto conocemos al personaje y el mal que le aqueja, aunque ésto no debía ser así en los años en los que se proyectó esta película. Pero, a pesar de que, hoy en día, conocemos mucho más acerca de este trastorno, la excelente composición del personaje atrae irremediablemente al espectador que se verá atrapado en el conflicto hasta su resolución final.
Un tal señor Andrews, aquejado de paranoia, escapa de un psiquiátrico.Seguiremos la vida de este hombre que amoldará la realidad a sus pensamientos con las consiguientes consecuencias para con su entorno más cercano.
Una muy interesante película que se sigue sin pestañear.
Izeta
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