Danzad, locos, danzad

La película comienza a ritmo de tango, con un baño nocturno junto al yate y ofrece un aire desenfadado y jovial hasta que el argumento decide enseñar sus verdaderas intenciones.
Entonces se convierte en un drama intenso y, a continuación, toma las riendas una peripecia de cine negro.
H. Beaumont trata el relato con realismo, utiliza convincentemente los resortes de la psicología para explicar los comportamientos de los protagonistas y, apoyándose en un buen guión, saca adelante la historia con éxito.
Debe señalarse que J. Crawford asume a la perfección los cambios de registro de su papel y que incluso nos deleita con frívolos pasos de corista de varietés.
Algunos detalles del desenlace desmerecen el resto del largometraje.
Pero eso no importa mucho porque los primeros planos de los ojos de la actriz de Texas parece que te siguen mirando durante mucho tempo después de haber abandonado la sala de proyección.

Realmente el interés del film, que narra una historia de forma correcta pero en exceso convencional, radica en la presencia de Joan Crawford, espléndida, y en ver en un papel secundario a Clark Gable que realiza una interpretación muy solvente.

La peli es corta, es agil, pasan cosas, pero el problema es que pasan sin mas, nada se desarrolla, todo lo que ocurre sucede tenga una lógica o no, y quedas situado en un punto de la historia aunque no resulte muy verosimil como se ha llegado hasta ahí.

En cualquier caso, buena muestra de cine de principio de los 30, y una Joan Crawford brillante y versatil a la hora de realizar un personaje que pasa por fases diferentes, todas ellas bien resueltas por la actriz que esta empezando a solidificar los cimientos de su ya casi inminente entrada en el olimpo de las estrellas de la Metro.

Joan Crawford siempre destacó por el inusual poder de independencia que poseían sus personajes femeninos que casi nunca parecían necesitar de ningún hombre sino más bien al contrario.
Supongo que eso hizo que fuera idolatrada por muchas mujeres que podían soñar con verse reflejadas en ella.
En esta película no lo es menos y aunque en su comienzo nos es presentado su personaje como el de la típica niña pija consentida, dando fiestas en el yate de papá y pegándose la gran vida, en seguida los guionistas le cortan el rollo y la arruinan con el crack del 29, dejándola sin un dólar, huérfana, sin amigos, sin estudios y sin novio.

-!Eeehhh, eeehh!- protestaréis vosotros contra esos despiadados escritores que, por no dejar, no le han dejado ni los muebles- !No seáis bestias!. ¿No podríais dejarle, aunque sea, una pequeña cuenta corriente en alguna caja de ahorros?. Mira que la crisis de los años 30 mató de hambre a muchísimas personas. ¿Qué va a hacer una petarda como esa que no sabe hacer la o con un canuto?
- No problem-
Nuestro personaje es inasequible al desaliento y no se le caen los anillos por tener que trabajar. De hecho, encuentra rápido trabajo (en la época de los diez millones de parados), gracias a sus contactos, (eso es algo que nunca les embargan a los ricos) como redactora en un periódico sin tener ni idea ni de escribir a máquina. A eso se le llama empoderamiento por méritos propios.
Suerte distinta es la que corre su débil hermano (e historia más creíble). Por medio de un amigo traficante de licor entrará a trabajar bajo las órdenes de uno de los capos mafiosos de la ciudad (Clark Gable en un breve pero rotundo y lucido papel).
Utilizando como base del film los acontecimientos reales que se dieron en la matanza de San Valentín, los guionistas recrean la misma historia involucrando a la banda de Gable en ella y Joan se encontrará en la posición de poder servir a su periódico infiltrándose en la banda y camelándose al jefe.
Un final en exceso convencional y con una escena de acción muy poco imaginativa termina de cerrar una película que se pretende más progresista de lo que realmente es. En realidad el personaje de Crawford aquí no demuestra ninguna cualidad especial ni se distingue de ninguna otra mujer de su tiempo. Es una chica valiente e íntegra sí, pero nada más.
En cuanto a sus características precode, muy pocas a destacar también. El baño en ropa interior, alguna mirada sobreentendida y ya.
Eso sí. La cinta es rápida, enérgica, con gran sentido del ritmo y discurre entretenida. Pero resulta bastante más conservadora de lo que nos quieren hacer suponer. Quieren hacer del personaje de Crawford una heroína pero yo no he visto nada de eso.

El Código Hays impregnó al cine de Hollywood de un grado tal de puritanismo y mojigatería, que las películas que se hicieron antes de su implantación (ésas que en la jerga han venido a calificarse como ‘pre-code’…) han tendido a ser consideradas un dechado de libertad creativa y audacia temática, cuando lo cierto es que, quizá, no sea para tanto. Danzad, locos, danzad (un vehículo para el lucimiento absoluto e ilimitado de Joan Crawford) contiene apuntes de un progresismo inencontrable en el cine posterior a 1934 -basados sobre todo en la independencia y determinación de su personaje protagonista-, pero su mensaje de fondo, cargado de una moralina tremenda en lo relativo a la retribución de las determinaciones morales de sus personajes, ya está impregnado del conservadurismo del que hará gala la mayor parte del cine de la época dorada Estados Unidos. No por ello carece la cinta de sus virtudes: concisión narrativa (despacha la historia en poco más de hora y cuarto), capacidad para ensamblar líneas temáticas y genéricas con un gran sentido del equilibrio, o un punto de socarronería que sí es inequívocamente transgresor; valores, en suma, que la convierten en una propuesta estimable y disfrutona. Por mi parte, visionado recomendado.