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Tarzán y su compañera

Aventuras Harry Holt, un antiguo novio de Jane, se encuentra en África formando parte de una expedición que busca marfil en el mítico cementerio de los elefantes. Él y su amigo Marlin Arlington esperan convencer a Jane para que vuelva con ellos a Londres. Pero Tarzán desaprueba su proyecto de saquear el cementerio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2009
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha sido reconocida unánimemente como la mejor película de la serie Tarzán por lo que, no habiendo visto toda la saga, como es mi caso, parece prudente prestar oídos a las críticas especializadas. Y lo hago con sumo gusto, debo reconocerlo, porque esta segunda aparición, de cinco, de Maureen O´Sullivan como Jane Parker es un absoluto lujazo.

Y es que, siendo importantes las dotes interpretativas, en películas como esta, llenas de exhuberancias tropicales, tales dotes quedan supeditadas a las naturales. Estoy por asegurar que en las Actor,s Escuelas de aquellos años no se preparaba a los alumnos para luchas con leones, panteras, rinocerontes y otros seres del Arca de Noé. Por tanto, buscando realismos y naturalidades, los interpretes debían acreditar en su curriculum vitae argumentos digamos diferentes. Las dotes culturistas y atléticas de Weissmuller significaban una buena credencial. En cuanto a Maureen resultaba conveniente un físico capaz de lanzarse en plongeon desde selváticas alturas hasta los brazos de aquel hombre simio "tan blanco como nosotros". Y ella, aunque sin salirse de la normalidad (no estamos hablando de Pamela Anderson ni de Ursula Andrews) lo acreditó suficientemente.

Y ahí reside uno de los créditos del film: La creíble naturalidad de Jane. Año 1934. La censura en horas bajas y Maureen O´Sullivan luciendo modelitos de la línea "mínima expresión". El director y los productores se dieron cuenta de que Tarzan, Jane y por supuesto Chita (en su primera aparición estelar) estaban en el África tropical (ya saben, la del negrito), que en el África tropical hace calor, y que además, salvo inoportunas interrupciones de Reyes Magos trayendo vestidos de Paris, medias de seda y perfumes (no flores), estaban solos, y que las únicas miradas "inoportunas" probablemente serían las de la mona inteligente, algún colibrí de bajos vuelos o un cocodrilo madrugador.

Y es que ese desperezador baño matinal tipo limones del Zambeeze o similar, con la star fresquita y al natural, es una agradable y delicadísima sorpresa y la visión de los juegos bajo el agua tipo Sirenita, un regalo, lindo y sobre todo limpio para nuestros ojos. Por lo averiguado, se hicieron tres tomas, aumentando en las otras dos, las dosis de recato, para que la película pudiera exhibirse en Estados con censuras más agresivas.

Como en la primera parte, el argumento retoma esa especie de mito de El Dorado que supone el cementerio de los elefantes. Tema aventurero por excelencia, que capta nuestro interés y que contribuye a aumentar nuestra valoración, a pesar de algunas evidentes imperfecciones, especialmente en lo que se refiere a las superposiciones de imágenes en las luchas con las fieras, al descuadre entre número de buanaminos iniciales y finales y a las revoluciones de algunas carreras de los protagonistas.

Pero se pasa bien. Y esas pequeñas cosas... pues las perdonamos.
FATHER CAPRIO
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24 de abril de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya largo, muy largo tiempo, que un gran número de hombres ha asumido el exterminio de diversas especies animales con propósitos mercantiles. Y no les ha importado si para hacerse a sus carnes, sus pieles, sus colmillos o cualquier otro órgano que pueda mercadearse, han de ser crueles, torturadores y/o decididos asesinos. Se aplica la potencia del arma o la efectividad de la trampa contra la desventaja animal, y se hace luego lo que haya que hacer: maltratar, amputar, desollar vivo… importando única y exclusivamente que el cazador pueda satisfacer sus ímpetus. Y si aparece algún ser humano que pretenda oponerse a su caza o a su safari -aunque sólo acuda con argumentos en pro del respeto a la vida y la conservación de las especies-, tampoco tendrán miramientos en pegarle un tiro para seguir adelante con su empresa.

El marfil, es visto como oro por los cazadores furtivos, y comúnmente, lo extraen de las morsas o de los elefantes. Se usa para adornar mesas, joyeros, bastones, puertas y otras nimiedades, pero tiene clase porque hizo parte del arte bizantino y lo usaron griegos y egipcios entre otras culturas. El sufrimiento de los animales se minimiza ahora pegándoles un tiro en la frente (aunque a veces se falla y primero les revientan un ojo o les destrozan la trompa), pero en todo caso, se asesinan sin piedad alguna, porque prima el interés mezquino sobre el sagrado derecho a la existencia.

Los cazadores que vemos en “TARZÁN Y SU COMPAÑERA”, son de los más “nobles” que pudieran existir: No van al África a “disfrutar del exterminio de los elefantes”, sino a llevarse el abundante marfil que se encuentra en el sitio-cementerio a donde los gigantes paquidermos se desplazan cuando presienten que van a morir. De paso, Harry Holt planea recuperar a su exnovia Jane Parker -quien ahora convive con el famoso Tarzán-, pues él está seguro que estará mejor a su lado en la civilizada Inglaterra. Pero Jane les mostrará, a él y a su socio Martin-mi-amigo, que en la selva no hay tiempo para aburrirse, y que se puede jugar, pasear, volar por el aire asido a una liana, tener una “mansión” en cada claro, y hasta lucir muy sensual sin artificio alguno.

Pero no todo será color de rosa, porque la ambición desata los instintos, y así se forja una aventura donde Tarzán tendrá que demostrar que está dispuesto a cualquier cosa, para evitar que se propague el uso del marfil.

El filme resulta entretenido, nos recuerda la gran armonía que puede darse entre el hombre y los animales, y Tarzán y Jane, nos traen a la memoria los placenteros tiempos de la infancia.
Luis Guillermo Cardona
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21 de mayo de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dulzona segunda parte del conjunto de películas sobre Tarzán iniciado por el nadador olímpico Weissmuller, iniciada por "Tarzán de los monos". Y es que Tarzán ha habido muchos en el cine y también Janes pero la esencia siempre es la misma: El hombre-mono y Jane, el amor de su vida. Maureen O´Sullivan fue una de las primeras, y la que más marcada quedó en la retina del público. Una vez pasada la estrechez incial de la primera película ya Jane y Tarzán son una pareja estable en la selva y vienen dos hombres a visitarles con intenciones no muy serias. Distinta a la primera parte, no sólo es atrevida por los modelitos de ropa de los protagonistas en una época recatada sino por las escenas tan atrevidas que se insinúan, que incluso a mí me han llamado la atención, para ser de los años 30. Jane es lo que en Tarzán significa la civilización, la que le enseña modales y le da su razón de ser, es la mitad de él. Recientemente he visto otra película de Tarzán "Tarzán en Manhattan" y sale una Jane de taxista en la que los dos también se quedan como pareja, y lo más importante es que estén juntos estos dos personajes, Tarzán y Jane. En esta película que nos ocupa Tarzán y su mítico grito se sucede en la película con muchas escenas de animales y selva tropical, que es más dinámica y recogida que la primera y que va pidiendo a gritos una tercera. Maureen O Sullivan se iba haciendo mayor y Weissmuller también, no sólo como hombre-mono sino también como hombre-pez. Gran cinta.
barbara12
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11 de mayo de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que esta secuela de Tarzán me ha gustado más aún que la primera. En aquella ya comentaba un poco del cómo se hizo este prodigio de, no lo olvidemos, los primeros años de la década de los 30. Así que quién tenga curiosidad les remito a ella, no me quiero repetir.
Por eso en ésta, tan solo quiero hacer hincapié en el increíble impacto que tuvo que suscitar esta peli en aquella generación.
Mi infancia se sitúa en la década de los 70 y, recuerdo, lo que suponía para nosotros la visión de estos films. Es decir, 40 o 45 años después de su realización, todos los niños y no tan niños nos congregábamos atónitos delante del televisor para seguir las andanzas de este hombre mono y su sensual compañera, trepando a toda velocidad por gigantescos árboles, volando de liana en liana,( poco más o menos que lo que hace ahora Spiderman con sus hilos de tela de araña), nadando y buceando en peligrosos ríos y lagos y, sobre todo, enfrentándose a increíbles fieras que nosotros apenas habíamos visto ( teníamos los documentales de Félix Rodriguez de la Fuente que nos acercó la fauna autóctona, nada más). Leones de verdad, cocodrilos de verdad, rinocerontes de verdad, hipopótamos, elefantes, cebras, monos, serpientes. Nadie se puede imaginar lo que esas imágenes representaban para nosotros en aquella época. Y a Tarzán luchando con esas fieras, cuerpo a cuerpo. No tengo ni puta idea de cómo lo rodaban. Sólo sé el increíble asombro que proporcionaban.
Pues bien. Si a nuestra generación nos causaba ese asombro, imagínense ustedes lo que tenía que representar esta película para la generación de los años 30.
Una generación que jamás había visto un animal salvaje fuera de los que pululaban en sus bosques o montañas.
Que en aquella época no existía la televisión y tampoco tenían apenas acceso a revistas científicas o ilustrativas.
Yo me imagino a un niño de los años 30. Como mucho ha visto los animales domésticos de su granja y, quizá, algún jabalí o ciervos en el bosque. Tampoco muchos tenían acceso a visitar un zoológico o en ir al circo.
Y, de pronto, sus papás le llevan al cine y se tropiezan con este mundo de animales fieros y exóticos, con los que Tarzán luchaba y sometía y cuyo atronador grito le proclamaba rey de la selva.
Estos niños se tenían que mear y cagar literalmente. O ¿no?.
Porque si se acercan a esta película hoy, 80 años después que se dice pronto, es increíble cómo conserva todavía la capacidad de emocionar, inquietar e incluso asustar. Es increíble cómo yo todavía brinco cuando veo al rinoceronte acercarse a toda velocidad hacia Jane y ésta ha quedado atrapada entre las raíces de un árbol.
Es increíble cómo me late el corazón cuando Tarzán gira y gira bajo el agua, soportando las increíbles embestidas de la poderosa cola del cocodrilo. Es increíble cómo me muerdo las uñas viendo a todos los leones acercarse rugiendo a nuestros amigos que están expuestos en una plataforma de roca de la que no pueden huir.
Hoy, 80 años después, me inquieto y sufro. No me quiero ni imaginar lo que era ésto para un niño de aquella época.
Porque esta cinta perdura. A pesar de todo lo que hemos visto ya, todavía conserva la capacidad de fascinar al espectador actual y eso sólo significa que estas cintas son buenas. Son muy buenas. Grandes clásicos, sin duda, que conviene reivindicar.
Y no puedo dejar de destacar, al igual que hice en la primera, el increíble erotismo de la relación entre Tarzán y Jane. Afortunadamente, el código de censura todavía no estaba vigente, comenzaría poco después, y podemos recrearnos con la desinhibida, carnal y animal relación que sostienen. Las escenas de su amor son oro puro señores. Eso es erotismo y lo demás chorradas. Sin escenas explícitas ni puta falta que hace.
Izeta
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17 de abril de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuación de Tarzán de los monos (1932), nos encontramos ante la segunda película protagonizada por Johnny Weissmuller y Maureen O'Sullivan, sobre el personaje creado por Edgar Rice Burroughs en 1912. Se trata de un magnífico espectáculo lleno de acción y aventura.

El guión.
Al igual que en su antecesora, el argumento es sencillo y fascinante a la vez, pero carece del aura mítica de la primera, donde los expedicionarios, llegaban al enigmático monte "Mutia": una especie de "mundo perdido" lleno de encanto y misterio, donde el espectador no sabia que encontrarían allí ni a que peligros habrian de enfrentarse. En Tarzán Y su compañera, todos sabemos ya, lo que hay en la cima de la gran montaña, sin embargo, el desarrollo de la historia está más logrado y los diálogos son más agiles e imaginativos.

Los efectos especiales.
He aquí un tema controvertido, que es difícil de abordar, ¿son buenos los efectos especiales del filme que nos ocupa? ¡Yo afirmo que si! En la época en la que fué realizado (1934) era lo mejor que podía hacerse y no olvidemos, que las técnicas utilizadas; proyección trasera, vidrios pintados, etc... eran rudimentarias, si; pero muy difíciles de utilizar y se necesitaba un gran talento para conseguir los resultados apreciados en la película, aunque a dia de hoy, nos parezcan insuficientes.

Tarzán ¿un heroe, o un símbolo?
A mi manera de ver, el personaje interpretado por Weissmuller, es mas complejo de lo que parece: es un heroe, pero al mismo tiempo, un símbolo de las cualidades que el ser humano pierde con el avance imparable de la civilización.
Tarzán es un salvaje inocente que carece de cultura y apenas sabe hablar, pero ama la naturaleza y cuida el entorno que lo rodea, es honesto, noble, desinteresado y valiente; en cambio los expedicionarios que llegan al monte "Mutia", poseen una refinada educación, pero son codiciosos y traidores. Ello, evoca una clara defensa del ser humano integrado en el medio ambiente, conservando sus cualidades más valiosas, frente al hombre civilizado que, a pesar de su apariencia pulcra y distinguida, es capaz de violar y destruir todo lo que le rodea, con el único fin de enriquecerse.

En resumen.
Tarzán y su compañera, al igual que todas las demás peliculas de este personaje protagonizadas por Johnny Weissmuller para la Metro, es algo más que un mero filme de entretenimiento pasado de moda. hay que ver mas allá del borroso blanco y negro y de los rudimentarios efectos especiales, pues el mensaje que nos dió hace más de ochenta años aun es vigente por desgracia. La civilización es un gran invento, pero tiene muchos defectos que deberían corregirse con urgencia, de lo contrario puede que, dentro de pocos años nuestro querido planeta sea un lugar inhabitable; como el monte "Mutia" cuyo equilibrio natural, se ve amenazado por la presencia de los codiciosos exploradores.
Espartaco_60
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