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¿Qué olvidó la señora?

Comedia. Drama El profesor Komiya está casado con Tokiko, una mujer muy estricta y dominante. El matrimonio tiene que hacerse cargo de la custodia de su sobrina Setsuko que, aunque menor de edad, ya es una mujer liberada, que fuma y sale de noche. Un sábado Komiya va a un bar, donde encuentra accidentalmente a Setsuko. Cuando Tokiko ve que la chica llega a casa con uno de los estudiantes de su marido y, además, se entera de que éste no ha dormido en ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Última película de Yasujirō Ozu antes de marchar a China en septiembre de 1937, tras ser reclutado como soldado de infantería para participar en la cruenta guerra sino-japonesa. Curiosamente también la última comedia (con vis dramática) de toda su filmografía. El último remanso de paz antes de la contienda.

Si bien su inconfundible estilo acabaría de conformarse más adelante, ya encontramos en "Qué olvidó la señora?" sus claves esenciales. Esa mirada vaciada y honesta a la cotidianidad de la vida familiar, la tensa convivencia intergeneracional (en este caso entre tía y sobrina) expuesta como la tensa relación entre tradición y modernidad. El inefable plano recurso de la tetera, del jarrón, del objeto mundano que trasciende cualquier ambivalencia simbólica. La fragmentación armoniosa y elemental del espacio dentro (la casa familiar, el bar, la escuela) y fuera de campo (la obra de teatro Noh) para sugerir los cambios en el ánimo, en el carácter, en las vidas de los personajes. Cuya pluralidad de visiones y perfiles (o máscaras) se integran en un mosaico vital que se compone escena a escena. Según con quién interactúan, qué cuentan o dejan de contar y cómo lo cuentan (Tokiko marujeando con las vecinas, el profesor Komiya con Okada, Setsuko con su tío, Komiya y Tokiko, Setsuko con Okada, Okada con los niños...). Una coralidad fascinante para un argumento central que en realidad solo implica a tres personajes.

Con todo, también perdura el Ozu desenfrenado y entusiasta del período mudo, prodigándose en valiosos travellings, cuestionando el rol de la mujer japonesa (Setsuko actúa como un hombre, juega al golf, bebe por los codos y parece no sentirse siquiera mujer cuando pide consejo para tratar a "las mujeres") y con guiños cinéfilos al cine de Hollywood (el retrato de Marlene Dietrich con el que se coteja Setsuko).

Y como siempre, el gusto por el buen beber de Ozu no tiene edad en su filmografía. Rezaba "una taza de sake puede servir para abrir el espíritu a los demás". Con razón repasa varias veces la cita del Quijote (autoría de Sancho en la novela): "[...] bebo cuando tengo gana y cuando no la tengo [...]"

Así se degusta esta obra; como una buena taza de sake a la que Ozu, sin maniqueísmos ni más voluntad moralizante que la impuesta por el gobierno, nos invita a brindar, legando una escena para el recuerdo (1)

Y como decía el bueno de Sancho siguiendo con la cita:

"a un brindis de un amigo ¿qué corazón ha de haber tan de mármol, que no haga la razón?"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Johan Liebhart
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19 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil evaluar una película que se contextualiza en un mundo tan ajeno, por cultura y época. El Japón de antes de la guerra ya tenía tensiones entre la tradición y el modernismo, y ese era el tema más importante de este prolífico director que hizo varias películas en las décadas del 30 al 50. La película es rara porque el contexto lo es, pero está muy bien hecha y es por momentos graciosa. Es agradable de ver si uno está dispuesto a ver una película de autor, en blanco y negro, formato chico, minimalista y en un mundo que nos parece totalmente ajeno, pero que trata de problemas que aún hoy y aquí siguen vigentes.
fqo
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12 de febrero de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volvemos a viajar a una época difícil para el cine japonés, pero no mucho más de la que va a vivir una vez el país se enfrente cara a cara con el enemigo norteamericano, conflicto que está a la vuelta de la esquina.
A Yasujiro Ozu le queda poco para irse, y este podría haber sido su último trabajo...

Mientras la oficialización de la guerra con China aumenta el dominio de los militares sobre la industria del cine y Nikkatsu y Shochiku controlan la distribución y exhibición de películas, el señor de Tokyo lleva cruzando la década dándole un éxito (sobre todo crítico) tras otro a su compañía desde que la empezara con "El Coro de Tokyo", siguiera con la enorme "He Nacido, pero..." y lo rematara una pequeña maravilla de su periodo temprano y primera obra sonora, "El Hijo Único". Pero ésta, pese al reconocimiento de la crítica (que no del público), es considerada demasiado oscura, cruda y descorazonadora por sus jefes.
Fueran cuales fueran las intenciones del director de volver a realizar un drama se desvanecieron cuando le obligaron a ponerse manos a la obra con una propuesta mucho más ligera, un melodrama de andar por casa que pudiera sacar momentáneamente al pueblo nipón de sus preocupaciones por la inminente guerra. Ozu acepta pero se hace pasar de nuevo por James Maki en su crédito del argumento, el cual sitúa, en un gesto algo malicioso que por supuesto tendrá su explicación, alrededor de Yamanote, una de las antiguas áreas de Tokyo distinguida por sus ciudadanos de clase media-alta.

Ciudadanos que, como veremos nada más empezar con ese trío de amigas chismosas y harto irritantes en su banal parloteo (donde podemos ver, no así, a dos enormes actrices de la época y habituales de Ozu como Mitsuko Yoshikawa y Choko Iida), intentan imitar ese estilo de vida tan occidental que lleva introduciéndose en Japón desde antes de la era Taisho. El tono es, por tanto, deliberadamente sofisticado y, como se podrá ver más adelante, todo un homenaje del director a Lubitsch, Cukor, LaCava o Sturges, sus admirados ídolos. Su protagonista es una vez más Tatsuo Saito, asumiendo con Komiya el rol contrario (de maestro) al que desempeñaba en sus primeras obras sobre estudiantes.
La historia se centra en su persona y lo describe como un hombre de personalidad barrida por el fuerte y autoritario carácter de la esposa (Tokiko); si en anteriores ocasiones Ozu trataba la ausencia del padre o la madre ahora lo que hay es ausencia de hijos y una sobrepasada presencia femenina en el hogar, y pese a que se nos brinda durante este prólogo algunas simpáticas situaciones con niños que recuerdan al cine de Shimizu y a la anterior "He Nacido, pero...", la trama despega al llegar de Osaka la sobrina de ambos personajes principales.

Como la posterior actriz que marcará el punto de inflexión en el cine del nipón, esta Setsuko también viene a ejemplificar esa gran influencia occidental que está trastocando los principios morales y las tradicionales costumbres de la sociedad; por tanto aquí lo que hace mover la historia es el conflicto generacional y los ideales bien representados en la sobrina y la tía (si bien esta última también paladea las nuevas maneras llegadas del susodicho Occidente). El desparpajo y la sinvergonzonería de una chocan de frente con la desafección y la autoridad de la otra...y el pobre marido/tío en mitad de esta batalla familiar.
Ozu aprovecha las innovaciones que ha traído el sonido al cine en esta, su segunda obra hablada, para prestar una atención especial al tono de voz de sus actores (sobre todo de las mujeres) y a sus formas de escupir los diálogos (afilados, socarrones e inundados de no poca amargura) a través de unas conversaciones plenas de naturalidad, cercanas y a menudo algo trabalengüísticas; ésto, unido a la ligereza con la que se desarrollan los hechos, aproxima al director a las comedias de enredo estadounidenses, donde las mujeres son más fuertes que los hombres y el humor absurdo se trata de un modo elegante (nada que ver con sus primeros trabajos cómicos, cercanos al "slapstick").

De todas formas al hombre no le tiembla el pulso para saltarse un poco las normas de la "screwball" y de sus jefes, como lo de no ofrecer ningún romance (típico del género) y deslizar también algo de melodrama y tragedia más propio de su cine cuando se trata de representar el vacío y la incomunicación entre marido y mujer, y el poco satisfactorio refugio que puede significar el seno del hogar; todavía falta mucho para derivar esto en intensos dramas de atmósferas ásperas y violentas, pero ya se va presagiando lo que vendrá, al igual que el personaje de Noriko y similares, gracias al encarnado por la arrolladora Michiko Kuwano.
Saito, que en sus ademanes y habla parece parodiar a Chishu Ryu, destaca sobre todo en un último tramo donde por fin se alza con el protagonismo, aunque sea a través de un acto violento (algo que el espectador venía intuyendo y deseando desde hace mucho, pues esa Sumiko Kurishima se las merece todas y con fuerza); Ozu, no así, y como siempre ha hecho, propone una reestructuración familiar, la comprensión y el perdón por encima de todo, sin rencores (Setsuko es en este sentido como el clásico forastero del "western", que llega a un lugar de conflictos, los arregla a su modo y regresa por donde ha venido).

No podemos olvidar tampoco algunos preciosos "travellings" que aquél nos regala, y que por desgracia se harían cada vez menos frecuentes en sus obras. "¿Qué Olvidó la Señora?" no tiene la acogida que deseaban los productores y su valor no es tan grande como el de anteriores films.
Entonces llega la crisis total entre China y Japón y esta falta de éxitos de taquilla que acarrea Ozu le llevan a alistarse en la armada imperial y, al igual que muchos de sus coetáneos, marcha a la batalla. No volverá a la industria hasta cuatro años después...
Chris Jiménez
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