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Deliciosamente tontos

Comedia. Romance María Espinosa vive en La Habana y Ernesto Acevedo en España. No se conocen pero, para poder recibir una antigua herencia, se casan por poderes. Muchos años antes, sus antepasados habían elegido el amor y rechazado la herencia, pues una cláusula del testamento los colocaba ante ese dilema. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
31 de agosto de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que el argumento es un poco tontaina. Es cierto que sabemos desde el comienzo como va a terminar la cosa. ¿Y qué? La película está muy bien escrita. Mantiene en todo momento el interés (a pesar de que nos sepamos el final). Los chistes son graciosos. Y los actores españoles de la época eran todos extraordinarios. Con todo, lo mejor son los personajes secundarios- en particular, el mayordomo escéptico y murciano y el telegrafista poeta-, muy bien dibujados y muy divertidos.

Al día siguiente de verla, estuvimos en la playa y tuvimos ocasión de comprobar que, en efecto: "El mar es una escarola/ que se riza, que se riza".
Cleovigilda
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5 de mayo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película estrenada en 1943 que ofrece una magnífica versión del más inspirado Juan del Orduña tanto en su labor de guionista como de director.
Con la naturalidad de un relato fluido y ocurrente, el largometraje contiene los secretos de la comedia intemporal, los resortes de la elegancia creativa y ese punto de humor espontáneo y directo tan difícil de encontrar cuando no surge con frescura de la pluma del autor.
Nos hallamos ante un hallazgo valioso, generalmente poco valorado por la crítica y por el público pero que. desde el punto de vista tanto literario como cinematográfico, entronca directamente con la mejor tradición de la narrativa española.

Deliciosamente original.
ABSENTA
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12 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca me cansaré de repetir, como decían los propios cineastas, que es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar. Tiene mucho más mérito un gag bien logrado que una escena sentimental, por eso nunca entendí porqué siempre se han premiado más los dramas que las comedias, y el motivo puede ser que los académicos, han creído que se debía premiar la trascendencia del drama, cuando lo que mucha gente valora es el rato agradable y divertido, que te pueden hacer pasar en una sala de cine, salir con una sonrisa en los labios a salir cabizbajo y meditabundo, pues ya tenemos bastantes problemas en nuestra vida cotidiana.

Eso es lo que pretendía el humor blanco, ameno y sencillo (aparentemente, que cada uno saque sus lecturas) de Juan de Orduña para la productora CIFESA, película sin más pretensiones que entretener y hacer olvidar la triste posguerra que sufría España tras la Guerra Civil. La recreación de un mundo de lujo desmedido, sofisticado, elegante, al estilo de las comedias americanas que llegaban aquí, de Preston Sturges o Michael Leisen, salvando las distancias. El cineasta que había fichado por la gran productora valenciana, con la intención de hacer grandes dramas históricos y películas trascendentales sobre la vida, que más tarde las haría, tuvo que iniciar su andadura haciendo comedias que, en mi opinión, son más meritorias por su frescura y desenfado, estoy pensando en la que le seguiría, “Ella, él y sus millones”, desternillante y amena.

Pero, lo mejor de la película, pese al buen trabajo de Alfredo Mayo, como galán y una Amparo Rivelles un tanto ingenua es, la extraordinaria actuación de los secundarios, un autentico lujo, Alberto Romea, Antonio Riquelme y Paco M. Soria, le dan una factura humorística muy acertada por el desparpajo y la genialidad de los diálogos jocosos y absurdos que suelen decirse en este tipo de comedias locas y románticas al mismo tiempo que, vuelvo a repetir, se hacían para divertir a un público que ya tenía bastantes dramas, cuando salían del cine. Una vez más estamos ante una comedia de enredo, un matrimonio de conveniencia y situaciones disparatadas que crean un ambiente de equívocos y situaciones hilarantes muy logradas, dentro de nuestro modesto sistema de producción y con una excelente fotografía y decorados. Una comedia que presenta sin complejos, la función social del humor.
Antonio Morales
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16 de febrero de 2018
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Estamos en una España devastada por la Guerra Civil, ruinosa, con muchas necesidades, hambruna incluso y tal vez por eso y no a pesar de eso, tuvo éxito el alegre género de la comedia en estos años de postguerra; incluso de la comedia con ambientes ampulosos, viajes en crucero y escenarios fastuosos, muy alejados de la realidad de penuria existente; había que divertir a un público que ya tenía bastantes dramas cuando salían del cine.

Juan de Orduña fue un director plan “hombre orquesta”, que se manejaba bien en todos los campos. Una de sus habilidades fue la comedia y este film fue una de las siete que el director filmó para Cifesa en los años cuarenta. Fue un rotundo éxito, no tanto de crítica cuanto de público. Y es que Orduña logró darle a su obra el punto de enredo propio de las comedias norteamericanas que se hacían en esa época, pero dentro de la cultura española. Además de una buena dirección, Orduña escribe igualmente un guión dinámico y gracioso, lleno de momentos divertidos, que hacían las delicias del público.

Buena y sugerente la música de Juan Quintero y meritoria la fotografía en blanco y negro de Alfredo Fraile. Bien a la puesta en escena y al montaje.

En el reparto se da un auténtico lucimiento de la pareja Alfredo Mayo y Amparo Rivelles, que sintonizan perfectamente: guapos, graciosos e inspirados. Paco Martínez Soria aprovecha los escasos minutos que le tocan para manifestar su genio. Muy bien Alberto Romea, Miguel Pozanco, Antonio Riquelme y Fernando Freyre de Andrade que le aportan un tinte humorístico muy acertado por la soltura y la genialidad en los diálogos jocosos y absurdos que se dan en esta comedia loca y romántica al mismo tiempo.

La película tiene una gran naturalidad, narra un relato de forma fluida y clara, a la vez que con buenas trazas y mucha ocurrencia. No tenemos que olvidar que en el cine es más difícil hacer reír que hacer llorar, y que tiene más mérito un gag bien logrado que una escena sentimental. Creo que eso es lo que pretende el humor blanco de Juan de Orduña, que salgas del cine con la sonrisa en la boca.
Kikivall
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28 de septiembre de 2020
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En una fecha tan temprana, asombra esta comedia tan ágil, llena de chispa, rodada a un buen ritmo y con un reparto de grandes actores y actrices, Los secundarios, como era ya tradición, son espléndidos, cada cual con una tipificación acertada. Alberto Romea, el tío de ella, parece un precedente de J.L. López Vázquez. Y Antonio Riquelme como poeta de “el mar es una escarola que se riza” es genial.
Claro que el final es predecible. Eso lo sabe el espectador a los diez minutos. Pero lo que le interesa es el cómo y aquí se cuenta de forma amena en menos de 80’. Y la mayoría de los diálogos son ingeniosos, con una cierta coña.
Si se quiere, puede la crítica ambientarla en los años difíciles en los que fue realizada. Pero vista hoy, a muchos años después, conserva la gracia.
Amparo Rivelles y Alfredo Mayo demuestran, una vez más, su capacidad para meterse en los personajes, sean trágicos o cómicos.
Juan de Orduña sabía lo que se requería en cada caso. Aquí, una divertida frivolidad.
yoparam
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