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Mala sangre

Romance. Drama París, en un futuro cercano. Marc y Hans son dos ladrones que deben dinero a una intransigente mujer americana que les da sólo dos semanas para pagar. Planean robar y vender un nuevo antídoto para curar un virus parecido al del SIDA, que está matando a los que "practican el amor sin amor", pero necesitan un cómplice. Reclutan a Alex, alias "lengua suelta", un chico rebelde que acaba de romper su relación con su novia de 16 años de edad. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
18 de enero de 2013
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alex / Denis Levant se cruza en el metro con una mujer encapuchada y vestida de blanco que, aunque él no lo sabe, estaba presente cuando murió su padre, también en el metro. Él acaba de abandonar a su novia, y siente un profundo amor a primera vista: se estira, agacha y contorsiona para atisbar los reflejos de ella, mezclados con las manchas abstractas de los túneles o de otros pasajeros, en el cristal de la ventanilla, en el espejo circular que hay junto a la puerta del vagón...

Ella parece Juliette Binoche, que luego se cambia de ropa (a lo largo de la película viste de rojo y de azul, como si Carax hubiera tenido una premonición de los tres colores de Kieslovski), y resulta ser Anna, la pareja del jefe de la banda (Michel Piccoli) para la que trabajaba su padre, que ahora quiere contratarlo para un golpe que sólo él, Alex, y sus manos, podrían sacar adelante: se trata de robar la valiosa vacuna, recién descubierta, contra un virus mortal que contagia a quienes hacen el amor sin amor. Son los años del sida, en los que el cometa Halley se acerca a la tierra, y la proximidad de esa masa estelar de polvo y hielo da lugar a temperaturas de más de 40 grados en París, y más tarde a que nieve en agosto.

En la película hay tantas cosas que sería imposible hacer un resumen que le hiciera justicia: como apunte de su vertiente musical, anotemos que en el contestador del teléfono de Alex suena al inicio la música del baile de las familias rivales de Romeo y Julieta de Prokofiev, y más tarde él expresa su amor imposible por su Juliette (Binoche) bailando la canción de David Bowie que el destino hace aparecer en la radio; en una imagen onírica, lo vemos poco después aprendiendo a andar, en paralelo a un niño que da sus primeros pasos, al son del tema principal de Candilejas de Chaplin, junto a los muros ante los que antes corría, bailaba y se contorsionaba siguiendo a Bowie.

Alex comenta, en un momento de la película, que las chicas le pedían que se limitara a ser simple... pero qué difícil es ser simple.

Mala sangre mezcla libremente elementos de distintos géneros (thriller, ciencia ficción, melodrama romántico, historia surrealista de amour fou, musical) y utiliza macguffins visuales para hacer avanzar la narración de forma poética (la escena del robo de la vacuna, la estrategia de salida del protagonista acosado por la policía, el homicidio del sosias de Jean Cocteau, el naipe que indica la ubicación del botín) al modo de Godard, pero aquí los propósitos son muy diferentes: Carax, como un moderno Peter Pan, se concentra en crear intensidad mediante la acumulación de ideas visuales y musicales, pintar atmósferas mediante oscuros reflejos y unas pocas manchas de colores puros, generar emoción con el movimiento, expresar su amor por Juliette Binoche, contar una vaga historia de amor y muerte cuya entidad se desvanece entre la abrumadora riqueza de los detalles que la puntúan.
el pastor de la polvorosa
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13 de agosto de 2010
21 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
DIGO YO...
…que esta crítica va a resultar difícil de hacer porque “Mala sangre” transmite más de lo que se puede explicar con palabras, su poder son las sensaciones que causa a través de sus enigmáticos personajes: el chocante Alex “lengua veloz”, la dulce Ana, Marc enfermo de miedo, el coqueto Hans y Lisa, enferma de amor. Para empezar tiene más innovaciones en un minuto que el 90% del metraje de todos los estrenos hollywoodienses del último año juntos. Y no es que la película sea una locura ni salgan cosas rarísimas. Se nota además su escaso presupuesto, pero es suplido con ingenio y ganas de contar algo de una forma diferente, de una forma que va directa a las entrañas.

La trama es lo de menos, lo que importa es la forma de contarlo, que a más de uno puede resultar infumable pero es donde reside realmente el valor de la película. No es que la historia en sí sea mala ni mucho menos pero no es novedosa, aunque sí tenga algunas escenas maravillosas (como esa carrera al son de David Bowie o la conversación nocturna entre Alex y Ana). A pesar de ello Carax consigue enganchar y se puede seguir con interés todo el rato, especialmente cuando ya nos hemos habituado al tono del film.

En fin, poco más se puede añadir. No es de esas películas que se puede recomendar a todo el mundo, es más, yo no se la recomendaría a nadie, quien quiera que llegue a ella por su cuenta.

DEDICADA A…
Apta para quienes busquen algo diferente y estén abiertos. Si te gustó “Picnic en Hanging Rock” eres apto para ella.
No apta para lo que no les guste el cine “alternativo”. Si no te molan las primeras pelis de Julio Médem (no sé porqué pero esta película me recuerda a las suyas) no te acerques.
Etiquetada también como: no sangrienta; experimental.


PUNTUACIONES (en spoiler sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Migue Gomez
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21 de julio de 2007
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo demonios te enfrentas a una película así?... primero sin prejuicios de ningún tipo y atendiendo lo menos posible a lo que dicte tú cerebro, aquí mandan las tripas, las vísceras... como dice el refrán "hay cosas del corazón que la razón no entiende".
Podría defenderla citando a sus actores, su increíble gusto fotográfico (la labor de Escoffier es impecable jugando con las retroproyecciones) o estético (esos tono desaturados con pinceladas intermitentes de colores puros), incluso su banda sonora es más que meritoria (el momento de la música de City Lights es increíble)... pero sobretodo es una película que destila magia, riesgo formal y gusto.
Es la primera obra que veo de Carax pero a dios pongo por testigo que no será la última...
Para quien busque algún referente o película similar yo citaría Europa de Lars Von Trier, otra "obra maldita" experimental.
lovekraft
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1 de agosto de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue la nouvelle vague un grito contra un modo de entender el cine que se quedaba obsoleto ahogado en el vasto océano de celuloide... de vez en cuando, inesperadamente, llega a la orilla cinematográfica una ola nueva con sabor a aquélla... es Leos Carax una de ellas.

Mala sangre aborrece como aborrecía entonces la Nouvelle vague la manera tradicional de contar historias.
Se pretende, aunque quizás sea petulante (pero estos cineastas que se declaran autores tienen en su sangre algo de egocéntricos y hedonistas) que el espectador se sienta desorientado, huérfano de respuestas y sea incapaz de encontrar las claves de lo que está pasando ante sus ojos.
Volvamos a lo clásico... el cine se ve en salas oscuras que pretenden el aislamiento para cautivar al espectador; en cambio, el nuevo cine que idolatra Mala Sangre querrá despertarlo de ese letargo, que deje de ser un simple siervo vaciado de voluntad, ¿y cuál es la fórmula? Evidenciar las marcas enunciativas agrediendo todo lo que tenga que ver con un discurso continuo y transparente. Es la lucha definitiva contra el modo de representación institucional.
El público que va al cine tras la Segunda Guerra mundial es un nuevo público con unos nuevos intereses y unos nuevos problemas; el cine que se le ofrece, también debe ser nuevo.
Mala sangre es imposible de ver con la mirada de un espectador de cine clásico. Se destruye la estructura, no hay progresión en la historia que se narra, más bien hay una acumulación de sucesos y un cierto grado de absurdidad (de repente se tiran en paracaídas, de repente pasean desnudos en sus coches) La trama acaba cayendo en el olvido (poco importa que se quiera robar un virus) y los personajes se comportan de una manera extraña (de repente el chico le hace un truco de magia a la Binoche, de repente expresa sus sentimientos saliendo a la calle y poniéndose a bailar mientras corre (recuerda este travelling al del niño de Los 400 golpes cuando por fin va a ver el mar)
Se rompe con el desarrollo cronológico estricto, hay saltos temporales, aceleraciones, ralentizaciones, se enrarece la cronología del relato.
Así, rompiendo las inercias que utiliza cualquier espectador ante un relato, se consigue sorprenderle, se le mantiene alerta y se establece un diálogo de tú a tú con aquél, un feed-back en que el espectador ya no es tachado de zombi sino que tiene algo que decir... Es un cine difícil porque requiere un esfuerzo más reflexivo e intelectual que obliga a asumir una nueva actitud.
Entonces se genera cierta insatisfacción, pues no se da al espectador la imagen que quiere o espera, la puesta en escena busca eludir la historia, también el montaje, la fotografía, el sonido...
Mala sangre está llena de fueras de campo visuales, de personajes que dan la espalda a cámara; Carax niega al espectador la posibilidad de ver a los personajes articulando palabras, hay rostros cortados por la mitad, composiciones aberrantes, descentramiento dramático y formal, se renuncia al contraplano, se salta la ley del eje, se elude los momentos climáticos (el chico y el anciano se pelean por la mujer y quedan fuera de plano los golpes y tampoco se escucha el sonido de estos), todo para hacer saltar por los aires esa continuidad clásica y gritar bien alto que hay un autor que quiere contarnos algo, algo que no tiene tanto que ver con una trama (poco importa realmente que se trate de una historia criminal, igual que en Al final de la escapada; en ambas importa más el amor) como con el discurso “poético” del autor.
Los personajes hablan, pero no sabemos si sus voces surgen de sus labios, de sus pensamientos o de sus corazones. Así enuncia el autor Carax su propio discurso. Eso, es poesía.
En Mala sangre como en Al final de la escapada los actores miran a cámara poniendo al descubierto la presencia de ésta y haciendo, de alguna manera, partícipe al espectador de lo que está viendo, pues se rompe su privilegio voyeurista.
Hay en ello reminiscencias del cine primitivo y Carax ofrece su particular homenaje a
En la Nouvelle vague se explota el concepto de autor. Si antes Ford, Hawks o Wyler se definían como artesanos, los Truffaut, Godard o Resnais son autores que enuncian sus discursos y los cuentan a su manera: si el artesano disimulaba su presencia, el autor, la remarca despreciando la verosimilitud y utilizando todos los medios a su alcance para matarla.
Leos Carax, es un autor.
Los personajes de estos “autores” ya no son los héroes del cine clásico, no son perfectos, ni bellos, ni inteligentes ni poderosos, son más bien mediocres, son niños, viejos y débiles.
Estas películas tratan los conflictos generacionales, se fija en los niños, en los jóvenes, en los “marginales” de la sociedad, en las clases subalternas, en los enfermos y los temas son tabús, el sexo, las drogas, el incesto... Sin ir más lejos, Mala sangre, trata sobre el sida y Binoche juega a conquistar a un adolescente, a un adulto y a un anciano. No es casual que Carax elija a tres personajes de tan distinta edad (niño, adulto y anciano), está hablándonos de las etapas de la vida, del paso del tiempo...
Cobra vital importancia la idea del azar en detrimento del principio de causalidad. Las cosas ocurren porque sí, sin seguir una lógica, consiguiendo que lo que vemos no sea racionalmente asumible.
El gran problema del cine de la Nouvelle vague, problema que también tiene Carax, consecuencia de lo expuesto, es conseguir llegar al espectador (cultura judeocristiana acostumbrada al relato clausurado), pues no es un cine que se adapte al espectador sino al revés, el espectador debe asumir sus reglas para poder disfrutarlo.
billywilder73
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22 de septiembre de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de corte experimental, poco apropiada para idólatras del cine comercial.

Leos Carax dirige una película visual y musicalmente muy artística, mezclando géneros, con gran cantidad de matices, detalles y referencias que la enriquecen de tal forma que no resulta muy sencillo de expresar, hay que vivirla para entenderlo.
La premisa es la de un grupo de cuatro personas que se juntan para conseguir dinero robando el único antídoto de una nueva enfermedad mortal que afecta a los que ¨hacen el amor sin amor¨. A la media hora ya te has olvidado de eso y te encuentras inmerso en un mar de sensaciones sobre el amor no correspondido, las relaciones humanas, el miedo, los recuerdos, la belleza...
Pasamos de una larga y reflexiva conversación nocturna a un baile a ritmo de David Bowie, una persecución sobre ruedas o un salto en paracaídas, mientras las calles de París queman por el paso de un cometa para luego enfriarse con la nieve.

La atmósfera se crea con escenarios en sombras y colores que destacan (rojo, blanco, azul...). Numerosos primeros planos potencian un sentimiento de ensoñación, especialmente cada vez que se enfoca a Juliette Binoche, a la cual la cámara parece hacer el amor. Denis Lavant, por su parte, hace una gran interpretación en su papel protagonista.

Sugestiva y diferente. Si crees que estás entre el público al que va dirigida, la disfrutarás con emoción.
Biopunk
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