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El hombre sin piernas (The Penalty)

Thriller. Drama. Terror Un hombre decide vengarse del médico que cuando era niño le amputó innecesariamente las dos piernas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
18 de diciembre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá alguien pueda escandalizarse si admito que considero a Lon Chaney no sólo uno de los mejores actores del cine mudo, sino en general uno de los intérpretes más naturales, carismáticos y vigorosos de la historia del cine. Si bien desarrolló sus papeles más conocidos junto a Tod Browning (con la potente The Unknown como película clave), Chaney también lo intentó con otros realizadores repitiendo, eso sí, un tipo de personaje que le venia como anillo al dedo gracias a su rostro y su habilidad para transformarse: un villano, un archimalvado, que en "The Penalty" no es sólo uno más sino que casi podría considerarse algo así como la semilla de los villanos más histriónicos de la historia audiovisual. Hay mucho de Chaney en los malos de casi todas las series de televisión animadas, muchos recursos (planos fijos, risas forzadas) utilizados en dichas obras y de los que hace gala maravillosamente Wallace Worsley en este film.

Con un macabro guión que podría haber firmado el mismísimo Browning sin ninguna duda, se nos cuenta cómo un médico decide amputarle las piernas a un crío sin ser realmente necesario. Muchos años más tarde, buscará venganza por aquello. El joven se convierte en Chaney, y claro, ideará un plan retorcido para devolverle la jugarreta al doctor que echó por tierra sus sueños y esperanzas, utilizando todo lo que está en su mano para lograrlo. Chaney está simplemente asombroso, las labores de caracterización son perfectas y la historia se va disgregando poco a poco haciendo gala de una habilidad narrativa fuera de lo común. Contribuye un ritmo a prueba de bombas y un tramo final que, si bien en sus últimas secuencias puede decepcionar a alguien, no desmerece para nada todo lo que se había contado previamente.

Junto al payaso triste vengativo de "He Who Gets Slapped", otra interpretación de Chaney para la historia; ni más, ni menos, se trata del eje de una película que merece ser reivindicada a toda costa. Máxime cuando es sorprendente que, a pesar de tener casi 90 años, el film se sienta contemporáneo y tremendamente moderno.
Caith_Sith
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31 de diciembre de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva demostración de poderío de Lon Chaney, quien cuenta por goleadas cada nueva aparición en mi televisor. Es asombroso lo de este hombre, espero que Bucco tenga ya con un pie al cuello su nombre tallado en piedra. Cuando Chaney aparece en pantalla cualquier pero pierde importancia, pero haberlos haylos. El director, un tal Wallace Worsley con el que me estreno y que por lo visto tuvo a Chaney como escudero en sus obras más recordadas, no se puede decir que sea un dechado de valentía y creatividad a los mandos. Aunque la película data de 1920, tampoco sería justo pedirle demasiado en este aspecto, supongo. Pero el mayor grano en el culo de la obra no es otro que la BSO, obvio punto clave de cualquier función muda, y que en este caso deja bastante que desar. Aséptica, carente de sentido y reiterativa, realza secuencias con una torpeza exasperante y apenas lleva en volandas al espectador, y lo que es peor, desaprovecha momentos para el lucimiento y la emoción que la trama sirve en bandeja de plata, dado el amor del personaje de Chaney por tocar el piano. En definitiva, un completo desastre. Pero ya digo, todo esto pasa a ser perejil cuando Chaney, que domina apabullantemente la obra de cabo a rabo, aparecen en pantalla, y gracias a Bon Scott esto ocurre en el 80% de los planos. Hasta la fecha, he tenido que contemplar todos los papeles de este prodigio de la naturaleza con las dos manos libres, en disposición de ponerme a aplaudir en cualquier momento, y este Blizzard no ha sido la excepción. Aquí Chaney vuelve a abrirse de nuevo en canal para deleite del respetable, dotando a su personaje de aristas, profundidad y veracidad con un autoridad insultante, reventando cremalleras y botoneras con cada mueca, cada gesto dramático. Nadie necesitó menos las palabras que este tipo para arrojar un torrente de sensaciones y emociones sobre el espectador, es inaudito. Ovación, alfombra roja y qué sé yo, salvas mil, definitivamente.
Peter Gabriel 77
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6 de diciembre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una película atipica para su tiempo, la historia tiene como motor la venganza de Bizzard (Lon Chaney), contra el medico que amputo sus piernas cuando era niño, y al cual considera el causante de su desgracia convirtiendo en una persona, cruel, que disfruta con el dolor de los demás, imponiéndose ante todos, como la mayor mente criminal de la ciudad.

Lon Channey, una vez demuestra su dedicación a su trabajo, exigiendo un gran esfuerzo físico en su caracterización del villano, considerándose el mismo como la reencarnación del mal.

La historia es fascínate, le personaje de Bizzard transciende en toda la película, su presencia se puede percibir en toda ella, los demás personaje son títeres a los cuales puede manipular a su antojo., su poder esta en su mente no en su cuerpo.

Sus planes para controlar la cuidad, pero por medio del caos, ese caos que gobierna sus mente, donde se ve ala elaboración de sus plan pero entender realmente cual es su verdadero propósito, ya casi por el final se revela las verdadera intenciones de Bizzard.

La película muestra a un villano cruel, con deseo de venganza, totalmente descontrolado, siendo el gran atractivo de la película, la degradación del ser humano, pero la parte en donde la película decae es con el final, toda la fuerza que había en esta se pierde, para brindarnos un final si se puede decir más optimista, pero eso no quita que el final sea bueno, claro que no esta al nivel de calidad de lo ocurrido en la historia, siendo uno de los mejores trabajos de Lon Channey, esto es ya decir mucho.
dylan thomas
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22 de noviembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El hombre sin piernas» es un film excepcional que sigue sorprendiendo a propios y extraños a un siglo de su estreno por lo retorcido y siniestro de su argumento. Producida antes de la reforma censora del código Hays, se permite retratar un suburbio criminal con insinuaciones a la prostitución, personajes toxicómanos y escenas de explotación laboral. Chaney encarna al protagónico Blizzard, un líder de los bajos fondos al cual un médico le amputó las piernas por error cuando era niño. Su venganza, años más tarde, será el motivo central de la trama.

El director, Wallace Worsley, quería a Chaney a toda costa y pensaba utilizar encuadres cerrados y ángulos trucados para simular que no tenía piernas. Sin embargo, esos recursos limitaban el ritmo y la composición de los planos. Entonces, Chaney, abogando por un mayor realismo, diseñó un arnés de cuero para agarrar sus piernas y pegarlas a la espalda. Vistiendo una larga gabardina que disimulaba el bulto y con unas hendiduras donde meter sus rodillas para que aparentaran muñones consiguió simular que no tenía piernas. Tanto, que la productora debió incluir imágenes de Chaney con piernas subiendo escaleras porque la gente pensaba que se trataba de un lisiado de verdad. No obstante, la excelente caracterización física comportaba un extremo dolor que solo le permitía actuar durante un máximo de veinte minutos. Y aún con ello, su gran limitación física no coartaba su carisma expresivo. Sigo en la sección de spoiler con algunos ejemplos que desgranan los matices de su increíble actuación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Johan Liebhart
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13 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Penalty (El Hombre sin Piernas, 1920) es una de las películas que consagró al excelente actor Lon Chaney, a la cumbre de actores de Hollywood además de con uno de los motes que le haría pasar a la historia, como fue el de “El Hombre de las mil cámaras”. Lo cierto es que el actor colaboró con uno de los directores con los que compartiría una trayectoria cinematográfica importante, en la que seguiría elaborando su particular mito, como fue Wallace Worsley y en películas como la célebre The Hunchback of Notre Dame (El Jorobado de Notre Dame, 1923) .

Aún así, The Penalty es una película bastante irregular. A pesar de la maravillosa interpretación de Lon Chaney, que es en realidad media película, el filme flojea claramente en su desarrollo argumental, cayendo en un tono panfletario que sólo muestra algunos destellos aislados de genialidad.

The Penalty es la historia de una venganza. Lon Chaney interpreta a un joven criminal, que de joven sufrió un terrible accidente, que le dejó totalmente incapacitado físicamente, perdiendo sus dos piernas. La película empieza precisamente con esta introducción, casi un flashback, que nos muestra al Niño tumbado en la cama, mientras los dos médicos comentan el desastre de operación que han realizado. El Niño, a pesar de estar anestesiado, oye la conversación. Ahí tenemos el punto de partida que supone la venganza.

Después de esta pequeña introducción, que incluye la película para explicarnos de manera directa los motivos de la Venganza que será el eje de la película, pasamos al marco actual en que tiene acción el filme. Y la historia transcurre en Chicago, no por casualidad. De hecho, en estos primeros momentos el director Worsley nos muestra ya la imagen de ciudad tomada por el caos y el desorden, que se tenía en la conciencia colectiva de los años veinte. Vale la pena recordar la introducción que realiza el filme sobre la ciudad, mostrándonos todo tipo de crímenes (en cierta parte del filme está visión se repetirá). La mafia campa a sus anchas en la ciudad.

Y en este pintoresco Chicago, el rey del Crimen es Lon Chaney (Geográficamente el filme nos sitúa a nuestro personaje en un lugar muy diferente al resto de la ciudad, el “Underworld” Un mundo que simbólicamente parece una especie de Infierno en la tierra), un extraño personaje que se mueve sin sus dos piernas, que perdió en el relatado accidente. Es más que evidente, que Worsley explota con esta situación la caracterización del personaje de Chaney. Y es que sin este defecto físico, la película habría perdido su interés, por absurdo que parezca esta afirmación a priori. Pero lo cierto, es que el personaje de Chaney representa el mal más absoluto y el defecto físico es para el director un requisito indispensable para configurar la iconografía del personaje. Asociando algo que a primera vista parece repulsivo para el espectador, como es un tullido, con el mal. Hemos de tener en cuenta, que además la película se produce en un momento determinado, cuando los soldados de la Primera Guerra mundial volvieron del conflicto, mostrando muchos de ellos sus heridas e incapacidades que les había provocado la guerra[1]. Lo que hace El Hombre Sin Piernas es reconvertir este escenario cotidiano, que no dejaba de ser el día a día, en una parábola terrorífica. Sin duda, el elemento subconsciente entra con toda su fuerza en este aspecto.

De hecho, en un determinado momento del filme se llega a relacionar directamente nuestro protagonista con Satán (en una estratagema decide vengarse de la hija del médico que le cortó las piernas, y esta está trabajando de escultora, y anuncia en el Periódico que está buscando un modelo humano para hacer de Satán, de tal manera que el Personaje de Chaney ve el momento perfecto para urdir su plan, presentándose como modelo). Por tanto, donde mejor apunta el filme es en la concepción de sus numerosos detalles macabros y morbosos, como los ya comentados en referencia al protagonista de Chaney, u otras como las secuencias que aluden a una nada velada felación (La Censura en los años veinte era aún muy laxa en el contexto norteamericana).

Por eso decía, que en realidad el Personaje de Chaney es prácticamente toda la película. Su iconografía es maravillosa, pero el resto afea totalmente el filme. El desarrollo del argumento cae en una trama criminal tópica y que no resulta demasiado novedosa, ni siquiera para la época. Además la puesta en escena carece de cualquier interés, convirtiéndose en rudimentaria y monótona.

La estructura del filme se desarrolla de manera tripartita. A partir de los tres escenarios básicos donde transcurre la acción, evoluciona el filme. El escenario del “Underwordl” Donde el Personaje de Chaney tiene su cortijo particular, la investigación policial y el Estudio de nuestra escultora. Finalmente los diversos apuntos acaban fundiendose en un interesante clímax final.

[1] Queda muy bien analizado por: SKAL, David J, Monster Show: Una Historia Cultural del Horror, Ed. Valdemar, Madrid 2008

https://neokunst.wordpress.com/2015/03/13/el-hombre-sin-piernas-the-penalty-1920/
Kyrios
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