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Lirios rotos

Drama. Romance Una inocente joven que vive en un claustrofóbico ambiente en el barrio londinense de Limehouse, es brutalmente maltratada por su padre, un ex boxeador alcohólico. En este sórdido lugar, vive una historia de amor con un noble chino, que, incluso lejos de su tierra, trata de vivir conforme a su filosofía de paz y armonía, pero su idealista visión del mundo choca con la cruda realidad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por nota
31 de diciembre de 2011
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando afrontamos el visionado de un film romántico, estamos condicionados, actualmente, por la estética de algodón de azúcar que envuelve el cine estadounidense actual, pero gracias a esta obra de Griffith, Broken Blossoms, podemos afirmar que el amor trágico aún vivía en el siglo XX, en contra de lo que se pueda intuir.

Con un telón de fondo trágico per se, el maltrato de un padre alcohólico, ex boxeador, a la joven Lucy, un ángel, un lirio que se rompe con la crueldad que el mundo despliega contra ella cada día, nos adentramos en una historia épica desde los pequeños detalles.

Un hombre amarillo, de origen asiático y ascendencia noble, viaja hasta Londres con el objetivo de modificar los crueles pensamientos y comportamientos de los anglo-sajones, de esos bárbaros que con su excusa de civilización se dedican a la barbarie. Pero con el paso del tiempo, la fe de este oriental religioso, cuyo único objetivo era transmitir las enseñanzas de Buda, se va quebrando ante la falta de empatía y de bondad en los corazones de los londinenses.

Con el opio como refugio, el drama se plantea mientras observa pasear a la inspiradora Lillian Gish, una joven frágil y vencida por su existencia, subordinada a los deseos de su violento padre y que mira a su alrededor con cuidado, como temiendo recibir otro golpe de la vida. La interpretación de esta musa de Griffithes conmovedora, y con cada gesto, con cada tímida reacción a los estímulos que llega hasta ella, conmueve cada fragmento de nuestro ser.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Halcón
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7 de agosto de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En todas las artes siempre hay un pionero que marca el camino a seguir y asienta unas bases que se utilizarán para la posteridad. El cine es el arte más joven y durante sus inicios se experimentó un rápido crecimiento y aumento de creatividad. En esta ocasión el cineasta D.W. Griffith produjo, dirigió y adaptó el guión basado en la novela The Chink And The Child (1916) de Thomas Burke. El resultado fue una película bastante distinta a sus super producciones más conocidas El nacimiento de una nación y Intolerancia. En Lirios rotos podemos disfrutar de una historia más intima, con pocos personajes y localizaciones. El tratamiento es más minimalísta, la carga dramática estremecedora y el tema que trata, sigue siendo de actualidad.

Se centraron muchos esfuerzos en un diseño de producción y dirección de actores, la fotografía es impecable, el rodaje casi en toda su totalidad fue en decorados interiores y el montaje de la película, soberbio. La gran fuerza narrativa y expresiva de las imágenes cautiva por si sola, la historia es más simple y su duración más accesible. Las actuaciones del triángulo protagonista alcanzaron grandes cotas de expresividad, donde hay que destacar un gran trabajo a quien fue la musa de Griffith, la espectacular actriz Lillian Gish. Su fragilidad y sus expresiones transmiten los sentimientos del personaje. Durante el rodaje de una de las escenas más angustiosas de la película hay varias anécdotas al respecto, pero por lo visto su actuación fue escandalosa entre el equipo de rodaje. El trágico romanticismo que desprende en sus escenas son inolvidables una vez que los ves, conceptos como el de la chica que no puede sonreír, entre otros, son de una intensa carga emotiva.

El actor Richard Barthelmess, interpretando al hombre amarillo, se mete en el papel de Cheng Huan. La ternura que desprende el personaje hacia la hermosa y desamparada Lucy es abrumadora, así como su ideal romántico de llevar a Inglaterra la doctrina de Buda. Todo ello se verá truncado en los barrios bajos por el personaje interpretado por Donald Crisp, padre de Lucy, un boxeador con dependencia al alcohol, el sexo y los malos tratos. La intolerancia, racismo y abuso de poder oscurecen una historia de amor imposible. Los tres actores lograron grandes interpretaciones, en conjunto con la fuerza narrativa de las imágenes. La comprensión y emotividad de la película es superior aún, no solo a otros melodramas actuales, sino, a la gran mayoría de películas.

Lirios rotos es excelente en todos los aspectos, a parte de un trabajado tratamiento en la composición de los encuadres, la utilización de primeros y planos detalle, fue en el montaje en paralelo donde se demuestra la gran capacidad narrativa y constructiva de Griffith. Algo que en la actualidad está asimilado como algo natural, aunque no siempre se utiliza de la manera correcta. Una mención especial para la gran escena en que la protagonista queda atrapada en el armario mientras su pérfido y despreciable padre intenta entrar. Me vino rápido a la cabeza una famosa escena de El Resplandor de Kubrick. En la actualidad hay una edición de la película con los fotogramas entintados, diferenciando distintas localidades y momentos del día, aunque la original es en blanco y negro. El talento y los adelantos que dio el cine en sus inicios son espectaculares y sin duda, Lirios rotos es de visión obligada, si encima disfrutas con los dramas que reflejan una realidad cruda, te tocará la fibra. Es sorprendente como está película con el paso del tiempo no envejece, sigue siendo un reflejo de la actual crudeza social.
Orlok
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3 de marzo de 2008
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film escrito, producido y dirigido por David W. Griffith. El guión adapta la novela "The Chink And The Child" (1916), de Thomas Burke. Se rueda en plató durante 18 días, con un presupuesto de 88.000 dólares. Producido por Griffith para UA, se estrena en "première" el 13-V-1919 (NYC).

La acción tiene lugar en Londres durante la IGM (1914-18). El joven chino Chan Huan (Robert Barthelmess), de ascendencia noble, ha abandonado su país con el propósito de extender los sentimientos de paz y las enseñanzas de Buda. Se establece como comerciante en el barrio londinense de Limehouse. Conoce y se enamora de Lucy Burrow (Lillian Gish), hija de un antiguo boxeador (Donald Crisp) dado a la bebida y al maltrato doméstico.

El film suma drama y romance. Desarrolla una historia trágica de resonancias shakespearianas. El guión enfrenta la crueldad y la injusticia con la inocencia, de acuerdo con las constantes del autor. Aporta un mensaje de tolerancia y aboga en favor del amor interracial, un tema tabú en aquellos tiempos. Presenta una buena construcción de caracteres. El relato se desgrana con sensibilidad, emoción y delicadeza. Siendo una obra modesta de Griffith, se cuenta entre las más celebradas de su extensa filmografía. La escenografía, de diseño imaginativo, refleja la pobreza de Limehouse, la oscuridad de sus calles, la humedad del ambiente, la melancolía de sus rincones y la marginalidad de sus gentes (borrachos, jugadores, fumadores de opio, chulos, prostitutas, delincuentes...). Con lucidez asocia la intolerancia y la ignoracia con la xenofobia y relaciona maltrato doméstico con alcoholismo y paro.

El realizador ofrece una magnífica narración visual depurada, rica en recursos y habilidades técnicas. Incorpora tres "flashbacks": el exboxeador recuerda sus éxitos en el ring, el chino rememora los consejos que recibió en el templo budista y la muchcha repasa mentalmente los consejos de una dama ("No te cases") y de dos prostitutas ("No trabajes la calle"). Añade escenas fuera de campo, elipsis temporales, planos generales descriptivos, primeros planos psicológicos (rostro enfurecido del padre), acciones paralelas, fundidos encadenados, desglose de las escenas en series de planos, movimientos de cámara, etc. Acaricia con devoción la figura y el rostro de Lucy, de la que extrae imágenes de gran belleza. Juega con luces ultraterrenas (rosto de Lucy), tétricas, amenazadoras, nebulosas, opresivas, etc. La interpretación de Gish (25 años) traspira fragilidad e inocencia. En la escena del cuarto de baño ofrece uno de los mejores momentos dramáticos del cine.

La música de la banda original, de Louis F. Gottschalk (no acreditado), acompaña las imágenes con precisión y acierto. Con notas rápidas y adornos agudos les confiere profundidad y relieve. La fotografía, de Billy Bitzer, en B/N, ofrece un brillante e hinóptico discurso visual. Film emocionante, convincente y memorable.
Miquel
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7 de marzo de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Modernísima historia, rodada por el gran Griffith, que es capaz de rodar una extraordinaria apología al KKK y un drama tan intimista que hoy, 90 años después de "Lirios rotos", sigue de primerísima actualidad. Y lo consigue, en parte, gracias a Lilian Gish, una maravilla de actriz, con una expresión que derrocha ternura, y una interpretación inolvidable, llena de terror y angustia. De verdad, es impagable la presencia de esta actriz en este filme, siempre que la he visto me ha encantado, tanto física como interpretativamente hablando.
El tema, o los temas, tratados en la película, como ya he dicho antes, son tremendamente realistas y modernos: las palizas que le da el odioso boxeador a su indefensa hija, y cómo un hombre chino que emigra a Londres para promulgar los ideales de paz que rigen su religión, se encuentra con una cruda realidad de la que el mismo será víctima. La historia de amor entre los dos protagonistas, de respeto por parte de él, y dependencia por parte de ella, ha sido mil y una veces repetida y adaptada.
En la forma, la cinta está a la altura de su moderno contenido: flashbacks que sirven de presentación de los personajes, montaje en paralelo y primerísimos planos que no hacen sino hacernos creer que nos han tomado el pelo, y que esta no es una peli del 19. Pues sí lo es, y no desmerece ni una pizca de su crédito ganado. Su director, el hombre de la ideología cambiante, cogió un agradable pasatiempo llamado cinematógrafo y lo convirtió en un arte llamado cine. Impresionante de nuevo, Griffith.
adrian vigo
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2 de enero de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es la primera película que veo de Griffith. Podría haber optado por "El nacimiento de una nación" o "Intolerancia", sus dos obras consideradas mayores, pero como defiende otra crítica creo que ésta es un comienzo más adecuado, por su duración moderada.

En principio la historia que se narra en "Lirios rotos" es muy sencilla, sobadísima en la literatura y el cine posterior, una tragedia romántica en la que un personaje violento, despótico y maltratador se interpone en el amor de los dos protagonistas. Pero esa sencillez, lejos de resultar un problema o una carencia, le confiere un encanto fabulístico a la película.

La narración de Griffith me resulta cuanto menos sorprendente, increíblemente adelantada a su tiempo, insertando flashbacks para describir a los personajes, recurriendo al montaje paralelo de escenas, a trucos de iluminación y a filtros de colores que cambian de una escena a otra. La caracterización de personajes es simple, en algunos aspectos poco convincente, pero en su rol global en la historia, muy efectiva.

A nivel de actuaciones, el personaje protagonista me parece un tanto inseguro y carente de expresión, a pesar de tener probablemente el papel más interesante de los tres y con más lecturas debido a la relación con su pasado, creo que su interpretación no está a la altura, siendo éste el mayor problema que le veo a la obra. Donald Crisp como el malo de turno lo hace bastante mejor, le da un empaque tremendo a su personaje, aunque su caracterización gestual (esa mandíbula desencajada) en mi opinión deja mucho que desear. Pero Lillian Gish es otro cantar. La belleza y la convicción que irradia en cada fotograma hacen de ella la principal virtud de "Lirios rotos", una actuación antológica que está muy a la altura de la dimensión trágica de su personaje.

La trama, siendo sencilla y más o menos predecible, es todo un logro narrativo teniendo en cuenta su condición de precursora en el panorama cinematográfico, y me resulta de una sinceridad muy convincente. Por otro lado, la inclusión de temas difíciles de tratar en el contexto temporal en que se hizo la película (el amor interracial, el respeto a otras culturas, la xenofobia) le otorga un mérito adicional.

A pesar de las pequeñas carencias ya comentadas, y de un final en mi opinión demasiado precipitado, aunque muy interesante como forma de reflexión, "Lirios rotos" es una película muy meritoria, de gran madurez narrativa y con una capacidad muy sorprendente para resaltar las emociones de las escenas, destacando entre todas ellas la tensión que se genera en los encuentros entre Lucy y su padre, en especial el primero en el que se nos avisa del carácter violento e impredecible de Burrows.
Ghibliano
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