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Críticas de Ghibliano
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Críticas 336
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
10 de octubre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano director iraní Majid Majidi da continuidad con su nueva película a uno de los sellos fundamentales de su filmografía: la denuncia social desde el punto de vista infantil, a través de niños procedentes de entornos marginales que reflejan las injusticias del sistema. A la manera del cine neorrealista italiano y confiando en muchas ocasiones en actores no profesionales, en esta ocasión se centra en Alí, magníficamente interpretado por Roohollah Zamani, y su búsqueda incesante de un tesoro, encargo de unos mafiosos locales, mientras su ingreso al colegio, pese a hacerlo por pura conveniencia para cumplir su misión, le abre nuevas puertas, tanto a él como a sus amigos.

Desde el primer momento "Hijos del Sol" rehuye de las sutilezas. Dejando clara su intención de verse como un alegato en contra del trabajo infantil, da paso enseguida a las andanzas de Alí y sus amigos, que comparten todos su marginalidad y su falta de una estructura familiar, su necesidad de trabajar y de cometer pequeños hurtos para sobrevivir. Frente a esta realidad, aparece de rebote la oportunidad de entrar a una escuela que funciona también como centro de acogida, en la que hay adultos que se preocupan por ellos y les permiten explorar otras vías para progresar en sus vidas.

La obra podría haberse encaminado claramente en esa dirección, pero las cosas no son tan sencillas. El propio colegio se encuentra en una situación muy precaria y con una amenaza de cierre por impago en ciernes, lo cual hace particularmente frágil el refugio que encuentran los niños allí. Pero es que, además, Alí no va a abandonar tan fácilmente su propósito de encontrar el tesoro, y a medida que avanza la trama lo único que logra es aislarse y obsesionarse más, alejándose de la vía de escape a la que poco a poco sus amigos sí van acudiendo. En la historia de "Hijos del Sol" hay implícito un fatalismo tan evitable como desolador. Irónicamente, la constante búsqueda del tesoro por parte de Alí, la emocionante aventura que conlleva, se observa cada vez más como un ancla, algo que le ata a su presente y que le impide encaminarse a un futuro más prometedor.

Esa visión tan sombría y al mismo tiempo llena de empatía por su protagonista es en mi opinión un acierto porque, a pesar de los tonos claros y vehementes que ofrece su guión, a pesar de que resalta el rol de la escuela como institución que puede ofrecer una vida mejor a todos los niños, no olvida que huir de las circunstancias del presente no es tan fácil. Y es que Alí, al fin y al cabo, busca el tesoro porque no conoce ni ha conocido otra forma de salir adelante, encerrándose en la esperanza de ese gran golpe que vemos cada vez más lejana y absurda, al tiempo que, a su vez, la película se encarga de señalar que las alternativas se van acabando y anticipa que nuestro protagonista va a terminar de nuevo acorralado.

No es nada nueva en el cine esta suerte de reverso negativo y desesperanzado de la aventura. De hecho, nada en esta película lo es, ni el planteamiento inicial de los personajes y su situación, ni el punto de inflexión que supone entrar a una escuela, ni los conflictos que surgen o se magnifican a partir de ahí. Bebiendo de su propio cine en primer lugar, y de tópicos muy bien asentados en otras historias, "Hijos del Sol" termina suponiendo una experiencia de hecho bastante predecible en general. Recolectando ideas ajenas sin ningún pudor, no es de extrañar que el entusiasmo que pueda generar resulte empañado por esta sensación de que no sólo no hay nada nuevo, sino que ni siquiera hay un intento de buscarlo.

Que esto moleste o resulte decepcionante dependerá de cada espectador, porque en su lugar la película ofrece una experiencia que sacrifica la audacia creativa por la elocuencia. Y es que su dominio de la tensión y de los tiempos y las emociones de esta narrativa es apabullante. Un trabajo de cámara sólido e inmersivo ensalza las escenas más intensas y dinámicas, como es la escena inicial o el muy logrado tercio final, y convence también en el intimismo. Asimismo, las interpretaciones cumplen con creces en esa tarea no siempre fácil de afrontar con naturalidad y convicción los dejes melodramáticos que tanto parecen gustar a su director. Por otro lado, creo que Majidi en ocasiones rebusca un cierto adorno poético que se convierte en el peor enemigo de su propia cinta, pero son escasas y se puede ignorar fácilmente en favor de sus virtudes.

Y es que a estas alturas de su carrera tal vez no se convierta en su obra más recordada, pero la depuración técnica de "Hijos del Sol", así como la claridad y la elocuencia con la que expresa su ya bien establecido discurso, hacen de ésta una película muy reseñable, convincente en todo momento y potente en no pocas ocasiones, en la que la denuncia sin tapujos y la frustración dramática van de la mano, complementadas a la perfección y ejemplificadas en su protagonista y en una síntesis final de su viaje narrativo que golpea con mucha fuerza.


Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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8
10 de octubre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su segundo largometraje de ficción, el cineasta iraní Massoud Bakhshi se basa en un programa real de televisión para narrar la historia de Maryam, una joven condenada a muerte por asesinato que tiene la oportunidad de obtener el perdón de Mona, la hija del hombre a quien mató, lo cual anularía su sentencia. Este proceso se vivirá simultáneamente en las pantallas de todo Irán, en un juicio mediático liderado por un carismático presentador y con la participación activa del público.

"Yalda, la noche del perdón" hace referencia a una curiosa premisa legal derivada de la ‹sharia› islámica y que está vigente en Irán, en la que, pese a que la condena por asesinato es la muerte (según el principio del “ojo por ojo”), una persona condenada puede ser salvada si obtiene el perdón de su víctima o de sus herederos a cambio de una compensación económica. Esta circunstancia añade un toque bastante turbio a una historia ya de por sí extraña: al fin y al cabo, se está decidiendo sobre la vida de una persona. Se genera con ello un escenario que bien parece una sátira distópica, donde se hace espectáculo del drama y se invita a la audiencia a participar mediante encuestas y mensajes de apoyo o rechazo.

La mediatización de la tragedia personal, el traspaso de cualquier frontera ética en favor del ‹show›, todo ello aparece muy bien señalado tanto en el dantesco programa televisivo en cuyo rodaje en directo transcurre todo el metraje, como en las muestras de apoyo que recibe Maryam, que no son sino intentos cínicos de ofrecer al público lo que quiere. A nadie allí le importa lo que suceda como algo más que como un recurso performativo, y así queda reflejado cuando el mismo presentador suelta en la cara a la protagonista que no le importa cómo termine al final de la noche. No miente, y esto es si cabe más inquietante.

Con todo y más allá de esta sátira inquietante de los medios y de la filosofía del espectáculo y el morbo por la que se rigen, lo que aporta un mayor valor a la película en mi opinión es el retrato de Maryam y Mona, sus dos protagonistas. Mona, la hija del fallecido Nasser, es una heredera rica que mira con desdén y condescendencia a Maryam, una joven de escasos recursos que fue acogida junto con su madre por el propio Nasser y terminó casándose con él. En la relación entre ambas siempre hubo circunstancias desiguales, una situación de dependencia económica y laboral.

Es difícil no ponerse del lado de Maryam, cuyo punto de vista ocupa la mayor parte de la película. No solamente su caso ofrece dudas bastante razonables y en último término parece estar juzgando un homicidio accidental como asesinato, sino que su debilidad económica y emocional le hacen sentir en un escalón inferior en todo momento respecto de su altanera y aparentemente indiferente contraparte. Nerviosa, indignada y arrepentida, con un orgullo herido constantemente por la penitencia que le exigen, su situación resulta deplorable. Pero Mona no es un monstruo sin sentimientos. Tras su condescendencia, su pose de superioridad y su compostura, se esconde una rabia genuina, un odio que tal vez pueda tener una fuente en la envidia y los intereses económicos, pero que por encima de todo y como se explicita más adelante, surge de la pérdida, de tener que enfrentar y perdonar a la mujer que mató a su padre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ghibliano
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Lupin III: The First
Japón2019
6,2
720
Animación
8
10 de octubre de 2021
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Creada en 1967 por el ‹mangaka› Kazuhiro Kato, más conocido como Monkey Punch, "Lupin III" es una obra que ha gozado de un amplio reconocimiento en sus más de 50 años de historia, con un grupo de personajes icónicos que se han llevado en multitud de ocasiones a la gran y pequeña pantalla, en una franquicia extensa a la que se han asociado nombres tan importantes en la historia del anime como Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Osamu Dezaki. Por lo general, esta se compone de historias sin continuidad en torno a las aventuras de Lupin y sus compañeros, lo cual proporciona una gran libertad para versionar a estos personajes en tramas y tonos distintos.

En el caso de "Lupin III: The First", Takashi Yamazaki opta por una versión en 3D CGI que narra una aventura ligera, con claros paralelismos a las películas de Indiana Jones. En esta ocasión, Lupin se alía con Laetitia, una joven aspirante a arqueóloga que quiere robar el Diario Bresson. Elementos clásicos de este tipo de aventuras aparecen: la arqueología como contexto, las reliquias rodeadas de peligros, trampas y acertijos, y las conspiraciones para dominar el mundo de unos nazis, obsesionados en esta ocasión con la idea de que Hitler sigue vivo en algún lugar de Brasil.

Todo ello conforma una aventura ligera, con una cierta dosis de drama familiar pero sin cargar demasiado las tintas, en la que los personajes habituales de la franquicia y la misma Laetitia demuestran sus habilidades para el robo y el engaño frente al villano, un nazi trasnochado tan mediocre como fanático y peligroso. El aspecto más novedoso de la cinta, su estilo de animación, funciona con una precisión casi milimétrica. Más allá de la sensación algo floja que me dejan los gestos y el modelado de algún personaje que no parecen estar tan bien trasladados al formato como otros (es el caso de Fujiko Mine), el trabajo es excelente y alejado de tendencias hiperrealistas o de composiciones grandilocuentes para presentar una estética inspirada en la gran fluidez y expresividad de sus personajes. En particular, la forma en que la película captura los movimientos y gestos de Lupin es espectacular en un personaje tan elástico y exagerado en su expresión corporal como este.

Y es que "Lupin III: The First" se ve de maravilla a pesar de estar realizada con muchos menos recursos que los grandes nombres internacionales de la animación en CGI, pero además lo hace buscando un estilo distintivo que procede de la estética de estos personajes y de su manga. El resultado es una cinta animada visualmente muy fluida que combina a la perfección con una historia mucho menos ambiciosa, pero que en su ejecución resulta divertidísima y no deja caer su ritmo en ningún momento.

De hecho, que la historia no sea tan elaborada es casi un punto positivo, porque no distrae del verdadero disfrute de esta película, que es ver actuar a unos personajes que hacen de cada escena en la que aparecen un espectáculo por su enorme carisma y su variedad de recursos. El resto es una mera consecuencia de esto: tanto las peleas y persecuciones tan alocadas como dinámicas e inteligentes, como las intrigas a las que se enfrentan y logran resolver. En general, e incluso teniendo en cuenta su más que notable puesta en escena, lo mejor de la obra sigue siendo volver a encontrarse con personajes que tras más de 50 años se han hecho un nombre en la cultura japonesa moderna.

En todo caso, también es posible que la obra resulte un disfrute demasiado sencillo y pasajero. Al fin y al cabo, es lo que es y lo que busca es una diversión tan ligera y convencional que incluso exprimida al máximo podría llegar a saber a poco. Por ello, probablemente, y más allá de la calidad y solidez que demuestra, estemos ante una película que disfrutarán todavía más los fans de la franquicia, para quienes estos personajes y estas historias tienen un peso emocional mayor. Para el resto, queda aún así una muy buena aventura y perfecta introducción a uno de los universos más longevos y reconocibles del manga y el anime.


Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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9
10 de octubre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha hecho mucho cine sobre el cáncer, y en cierto modo no es para menos, porque su prevalencia genera uno de los miedos más asentados y recurrentes en la sociedad actual. También por lo que supone a nivel emocional la presión constante generada por una enfermedad que avanza gradualmente, por la incertidumbre o la impermanencia ante la expectativa de la muerte y por cómo se proyecta ante los demás, cómo afecta a las relaciones y las dinámicas. Con mayor o menor fortuna, estos temas se han explorado en profundidad y en múltiples ocasiones.

¿Qué aporta entonces "Hope" a este panorama? En principio, la perspectiva que ofrece Maria Sødahl es sumamente valiosa por su historia personal. Esta directora noruega, que debutó en 2010, no realizó otra película hasta nueve años después. Y ésta es la que nos ocupa, donde presenta una autobiografía ficcionada para narrar su propia experiencia lidiando con un cáncer que, como le sucede a Anja, la protagonista del filme, también fue clasificado como terminal. Con todo, el precedente y el propio título pueden llevar a error, porque la de esta cinta no es una historia de superación. Anja todavía no se encuentra en esta etapa, y podemos tal vez imaginar su evolución, pero la obra pasa de largo con elegancia y se fija en una fase muy concreta, muy breve, pero muy definitoria del proceso: el momento en el que descubre que su tumor pulmonar, antes controlado, ahora se ha diseminado al cerebro y amenaza con una metástasis letal, y los días posteriores a este diagnóstico repentino y tan pesimista como lleno de incertidumbre.

Poco a poco, el cáncer pierde parte de su puesto central en la narrativa, aunque sigue siendo esencial para comprender todo el proceso emocional por el que pasa la protagonista. Ésta se convierte cada vez más en una historia intimista, en la que la perspectiva de un estado terminal revela y exacerba debilidades estructurales en sus relaciones. Arrastra frustraciones y problemas de fondo con su pareja, y también una cierta sensación de culpa respecto de sus propios sentimientos hacia sus hijos. Y en este caldo de cultivo ya cargado, la mala noticia se convierte en un catalizador de todas esas emociones que le hacen sentir con todavía más fuerza que las cosas no encajan como deben y que debió haber tomado ciertas decisiones mucho antes.

En cierto modo, a lo que se refiere el título no es tanto una esperanza como una reafirmación. Y una reafirmación que no sale barata, sino que viene dada por la exteriorización de una crisis latente. La película se centra en especial en la relación con Tomas, su pareja, y en lo difícil que resulta asumir un compromiso que nunca se ha sentido tan fuerte como en esta situación excepcional. Lo que puede parecer un apoyo esencial para sobrellevar una circunstancia terrible es en realidad una fuente de inseguridad muy lógica: si la fortaleza de esta relación sólo puede revelarse en una situación extrema como ésta, ¿es realmente una relación bien establecida? La pregunta se lanza, y la respuesta es complicada. Hay fricciones y recuerdos de eventos del pasado mal resueltos, así como la sensación de que cualquier muestra de cariño o preocupación es artificial o sobrecompensada. Por ello, aquí abundan los reproches, las expresiones airadas y los sentimientos de culpa.

Y la forma que tiene Sødahl de contar todo este proceso es de una lucidez y una contención dramática impresionantes. Anja es un personaje bastante explosivo a la hora de expresarse, pero en todo momento, incluso con un desarrollo narrado siempre desde su punto de vista, la forma que tiene la historia de presentar estos sentimientos es respetuosa y lo suficientemente contenida, teniendo en cuenta lo que es, una sucesión desordenada de emociones exacerbadas, decisiones difíciles y una presión adicional generada por el dilema de qué hacer con su imagen frente a los demás.

"Hope", a su modo, se siente más completa que muchas otras historias que suceden en torno al cáncer, a pesar de estar encapsulada en una fase muy concreta y breve del mismo. Gran parte de ello es la experiencia personal que se traslada directamente a la cinta y que podemos ver en cómo trata las emociones de Anja, la incomodidad e inseguridad progresivas con ciertas cosas del día a día, las explosiones y la rutina viciada y relativizada por algo que no se puede quitar de la cabeza y que no sabe cómo abordar. Y el excelente y sincero retrato sobre el papel se ve refrendado con una ejecución madura que evita la sobreactuación, con un ritmo muy bien medido y con dos interpretaciones principales excelentes, de perspectivas casi antagónicas en la forma de vivir el proceso y de exteriorizar sus sentimientos, pero ambas complicadas y llenas de contradicciones internas.


Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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6
10 de octubre de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
Joann Sfar codirigió junto a Antoine Delesvaux una versión animada de su serie de cómics "El gato del rabino", en la que un gato adquiere la capacidad de hablar tras comerse un loro y discute con su dueño y con otros personajes sobre creencias y valores religiosos desde su punto de vista particular. Esta adaptación condensa varias de sus historias en un metraje de hora y media, que nos permite observar al protagonista interactuando con toda suerte de personajes y con distintas formas de organizar la sociedad en base a la fe.

Esta organización de la narrativa no hace ningún favor a una película que se siente comprimida, y que con más frecuencia de la debida parece meramente un vehículo para meter tantas cosas del original como quepan. El ritmo de los acontecimientos resulta fallido, muchos personajes y motivaciones aparecen desdibujados o aún más caricaturizados dentro de su estilo ya caricaturesco, y esto afecta sobre todo a la inmersión en una historia que tal vez habría aprovechado mejor un tono más reposado y menos ambicioso.

Porque en la película hay una gran cantidad de ideas y conversaciones interesantes, que brillan en particular durante la primera mitad, en la que vemos al gato protagonista criticar desde su base postulados que nunca se habían puesto en duda, discutiendo con el rabino Sfar sobre dogmas y obligándose ambos a conceder y reformular argumentos. De hecho, cuando está en mejor forma es durante estos instantes tranquilos y de escasa trascendencia discursiva. Y también en los conflictos: en el miedo al fracaso del rabino Abrahame y la desesperación del gato por no poder ayudarle, o en las crisis emocionales que le provoca a este último haber despertado una conciencia humana. Es decir, cuando su enfoque está en las emociones e interpretaciones individuales.

Esto no significa que tenga pocos o ningún momento de lucidez al ahondar en temas más complejos de las sociedades humanas. Desde la puya a Tintín como ejemplo de racismo y condescendencia colonial hasta la tensión asfixiante de tener que medir las palabras frente a un pueblo tan hospitalario como intolerante, hay varias secuencias muy logradas que ahondan sobre las cuestiones del racismo, el fanatismo religioso y los choques culturales. La película por momentos no puede evitar sentirse ella misma algo condescendiente y aleccionadora, particularmente con su uso de ciertos personajes que parecen escritos explícitamente con el único objetivo de crear fricción y justificar el choque (Vastenov en especial es enervante), aunque realiza un trabajo encomiable al poner estos temas en perspectiva y favorecer el intercambio de ideas para llegar a su conclusión.

El problema aquí es que la cinta, estructurada desde su segunda mitad como una aventura por diferentes lugares, se siente más como una excusa para divagar. Por supuesto, se entiende en esto un propósito que es el de contar una historia en la que los personajes son símbolos, que se utilizan como matrices para hablar y discutir puntos de vista. Esto no tendría por qué tener nada de malo siempre y cuando estuviera bien ejecutado, pero no puede decirse que sea especialmente buena en eso y no logra compensar la ausencia de un enfoque más detallado y respetuoso en los personajes, y en particular de una introspección emocional que con sus peros era una parte más integral del filme al principio. Sufren de esta degradación en particular Abrahame y el gato, quienes anteriormente habían mostrado un carácter más complejo que el vehículo para la reflexión en el que a veces parecen dispuestos a convertirse.

Pese a sus inconsistencias temáticas y narrativas, y más allá de las intenciones, siempre muy interesantes, sí hay un aspecto en el que se demuestra sólida y destacada: su dibujo. Con diseños y fondos estilizados y llenos de personalidad, la obra crea una estética tan distintiva que de por sí haría que mereciese la pena verla, destacándose en particular en la calidad de su iluminación, de su coloreado y de los detalles de sus superficies que recrea en un estilo tan aparentemente sencillo como minucioso. Y es que "El gato del rabino" no está exenta, es más, rebosa problemas derivados de su desafortunada estructuración narrativa y de la falta de convicción producto de un discurso con más ambición que recursos retóricos; pero a pesar de que se reserva secuencias maravillosas y a que conserva de algún modo su valor como propuesta tras sus constantes coqueteos con la mediocridad, finalmente su mayor baza resulta de la creatividad y calidad de su presentación visual y de la fuerte identidad propia que surge de ello, resultando en último término un visionado tan irregular como interesante.


Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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