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Entrevista

Comedia. Drama Cinecittá, el gran estudio de cine en las afueras de Roma, ha cumplido 50 años y Fellini, en una entrevista explica a un equipo de la TV japonesa su forma de trabajar. Cine dentro del cine, "Entrevista" pretende integrar todos los puntos de vista con objetividad, subordinando los medios (prensa y TV) a la fantasía del autor. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
9 de febrero de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice que si Fellini hubiera dejado de hacer cine después de Amarcord, en nada se habría modificado su permanencia junto a los más grandes creadores de la historia del cine.
Puede ser; desde luego sus mejores películas fueron todas anteriores a 1975, como "La dolce vita", "Ocho y medio", "La estrada", la propia "Amarcord". Puede ser que esa afirmación sea cierta, pero el cine se hubiera quedado sin un ramillete de films, algo menos inspirados, pero tambíen brillantes y cien por cien fellinianos, como "Casanova", "Y la nave va", "Ginger y Fred" y quizá esta "Entrevista".
Una entrevista realizada a Fellini por la televisión japonesa. Una película del cine dentro del cine, una película donde el maestro nos llena de recuerdos y nostalgias mientras nos enseña las "tripas" del mundo de Cinecittá. Un documental, un ejercicio narcisista, un "deja-vu".
El mundo de Fellini es circo y es música. Y de circo y música está llena esta película. El paseo en autobús por lugares imposibles y posibles, los falsos escenarios, los parajes donde se rodó BEN-HUR, ahora próximos a unos tristes bloques de viviendas. Fellini nos enseña cómo se crea la magia a partir de algo que no tiene nada de mágico, como las disputas entre directores y productores, la búsqueda de rostros en el metro, los castings, las decepciones de los no elegidos, las miserias de una filmación.
Vemos al joven Fellini, cuando entra por primera vez a Cinecittá a hacer una entrevista a una actriz, vemos su fascinación por la sensualidad de la mujer, por los andamiajes móviles que filmarán brillantes travellings, por los elefantes de cartón... Fellini "ve" como se puede crear magia. Y elige esa profesión.
Todo tiempo pasado fue mejor; podía ser el título de la película. Fellini quiere recordar todo (solo haría una película después de esta), lo brillante y lo cotidiano. Nos llena de nostalgia reviviendo la inmortal escena de la Fontana de Trevi de "La dolce vita" con el monumental Mastroinani y Anita Ekberg.
El final es surrealista y neorrealista a la vez. Parece que el cine se muere. que ganan los bloques de viviendas con antenas de televisión... Nos queda una sensación agridulce, de añoranza, quizá tristeza; pero también nos queda la belleza. Un rayo de sol.
Rober
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28 de junio de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película confirma lo que ya sabía: todo Fellini alimenta. La primera vez que vi una película suya fue "La Strada" y tenía yo en aquel momento 11 años. Y aunque en aquella época no entraba en mi imaginario el concepto de "fan", sí que recuerdo muy bien el impacto que me causó y la sensación de que estaba viendo una película inolvidable. Desde entonces y con todo lo que ha llovido, su cine ha sido de lo mejor que me ha ocurrido en mi vida de cinéfilo. Admiro a muchos directores: Hitchcock y Lang, por sobre todas las cosas. Billy Wilder y Ophuls, Woody Allen y David Lynch, John Ford y Melville, pero aquel al más quiero, al que más estimo, es Fellini. Es una cuestión personal, un asunto de familia.
¡Ave, Federico!
Moebius
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7 de agosto de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
164/29(31/07/17) Un ejercicio de estilo puro Fellini, un irregular producto inclasificable, metacine, desequilibrado juego de espejos que homenajea al mundo del cine que el realizador de Rimini conoció, centrado en los míticos Estudios romanos Cinecittá que cumplían entonces 50 años, donde grandes películas él rodó, una obra rebosante de nostalgia y melancolía por un modo de vida que desaparece, el progreso arrasa con todo. Los mundos de Fellini son hiperrealistas, oníricos, circenses, idealizados, música, guiños autorreferenciales, y son sobre todo la magia del cine que todo lo filtra de modo moldeable. Aquí nos habla cual muñecas de matrioshka donde un rodaje se da dentro de otro y así sucesivamente, y de este modo nos habla de los procesos de creación fílmica, de los elementos que se dan cita antes de que una película sea estrenada, desde atacar a los productores, criticar los caprichos delos actores, asistir al modo de hacer casting, la edificación de decorados, los maquilladores, los pintores, o la filmación, todo esto en un mosaico de situaciones donde los tiempos avanzan y se retrotraen de forma arbitraria, yendo hacia a otras y hacia adelante, cual mente caótica que amontona recuerdos, destilados por su irreverente mente.

Una entrevista realizada en los citados estudios a Fellini por la televisión japonesa es el McGuffin de arranque de la película, ello mientras se encuentra preparando rodaje de otra película (adaptación de una historia de Kafka, “Ameriika”), que nunca veremos empiece a grabar. Como en "Roma", se incorpora a sí mismo (interpretado por un entusiasta Sergio Rubini) y a entrevistadores al relato, y esto es manejado por Federico para hacer un ejercicio onanista en que nos cuenta (a su modo) como entró en el mundillo del Séptimo Arte, en un (idealizado) flash-back veremos al joven Fellini su viaje (onírico) en bus para llegar por primera vez a Cinecittá a hacer entrevista a una actriz, vemos su fascinación por la sensualidad de la mujer, por los andamiajes móviles que sostienen las cámaras (cuantas veces esto no ha aparecido en sus películas), elefantes de cartón, decorados ampulosos. Sobre todo el film merece la pena por el sentido tributo que Fellini hace a su gran “La Dolce Vita” (1960), cuando nos muestra el encuentro de Marcello Mastroinani y Anita Ekberg ahora ya mayores, y contemplamos sobre una sábana la legendaria escena de la Fontana de Trevi con el baño de la diva sueca, tramo entrañable. Fellini traza con esta cinta una especie de elegía crepuscular sobre sus recuerdos cinéfilos a través de su bizarra visión, ello con efluvios metacinéfilos a una mezcla de autoreferencias a universos fellinianos anteriores como “8 y medio”, “Roma” o “Amarcord”, amontonando ideas de modo desordenado. Creando un producto episódico carente de una estructura al que agarrarse, viñetas a discreción con las que el director hace su particular carta de amor cuasi de testamento (solo rodó una película más tras esta, “La voz de la luna” en 1990), remarcado esto en su epílogo de un set vacío, anulado de vida, como si él (Fellini) ya fuera parte del pasado.

La puesta en escena es buena para emitir un ambiente plúmbeo de fabulación cuasi-onírica delos recuerdos, en una mezcla de escenarios, tiempos y vestuario bien llevado por parte del diseñador de producción y vestuario Danilo Donati (“Amarcord” o “La vida es bella”), rodándose en calles de Roma y en los Studios Cinecittá, esto bajo la fotografía de Tonino Delli Colli (“Hasta que llegó su hora” o “Erase una vez en América”), que sabe adaptar los tonos requeridos para hacer brotar la nostalgia, esto apoyado por un ágil montaje de Nino Baragli (“Hasta que llegó su hora” o “Erase una vez en América”), que nos hace saltar con fluidez de un lugar espacio-temporal a otro. Y como siempreen las cintas fellinianas la música cobra gran importancia, en este caso es obra de Nicola Piovani (“La vida es bella” o “La habitación del hijo”), arreglos para acordeón, piano, bajo y saxofón, con claras influencias a las melodías de Nino Rota, músico de cámara de Fellini hasta su muerte.

Momento recordable por el que la cinta merece la visión: Fellini está hablando de negocios en su oficina del segundo piso en Cinecittá, cuando Marcello Mastroianni, vestido como “Mandrake el Mago”, aparece aparentemente levitando en el exterior fuera de la ventana, en realidad está sobre una plataforma elevadora, el mítico actor explica está filmando un spot en la planta baja; Entonces Fellini decide que él, Mastroianni y su séquito se tomaran el resto del día libre, para visitar Villa pandora, donde reside la sueca Anita Ekberg, Fellini en el viaje a las afueras de Roma comparte el asiento trasero de un coche con Mastroianni, que se niega a apagar su cigarrillo, "No puedo respirar sin fumar" dice Marcello; Hasta que llegan a la villa, donde se reúnen 27 años después la icónica pareja de “La Dolce Vita”, Ekberg y Mastroianni abrazan y besan, se miran el uno al otro, los años no pasan en balde, ella más oronda, él con arrugas en su rostro; Tdo el grupo se reúne en el salón de la casa con una sábana extendida a modo de pantalla y se proyecta la mítica escena de la Fontana de Trevi, y vemos los dos melancólicas caras ajadas por los años en el presente de Ekberg y Mastroiani , un deleite para los mitómanos.

Así mismo destacaría una escena que me recuerda Beavis & Butt-Head, los personajes de la homónima serie de animación de humor de la cadena MTV, me refiero al tramo en que dos pintores de un enorme decorado con un inmenso cielo. Colgados en el aire se mandan a tomar por culo (con perdón) de modo groso una y otra vez.

En conjunto que da una película singular, errática en su desarrollo, con algunos picos interesantes, y uno glorioso (el referido encuentro Ekberg & Mastroiani), que en la brillante filmografía de Fellini supone un apunte de pie de página. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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