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Merlín el encantador

Animación. Fantástico. Aventuras Encantador relato de dibujos animados para los más pequeños sobre la leyenda del rey Arturo (aquí siendo todavía joven), el mago Merlín y la espada Excalibur. Aventuras mil, magia y fantasía para otro gran éxito de la Disney. (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
13 de abril de 2008
37 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
-En mi opinión me parece uno de los grandes clásicos de Disney y una película muy infravalorada ya que no es de las más conocidas precisamente. La animación de los personajes no tiene el mismo encanto que en otras cintas de la casa pero los paisajes y ambientes medievales son igual de excepcionales como en 'La bella durimiente'. Al mismo tiempo el humor juega un papel importante ya que es clave en cuanto a las enseñanzas del mago Merlín a su joven discípulo Arturo, futuro rey de Inglaterra. Una buena película para pasar un rato muy encantador.
Dirover
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16 de abril de 2009
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me tronchaba de risa con Merlín. Era el mejor mago que nunca había existido, lo del rey Arturo y Excalibur lo veo un poco para rellenar película, lo divertido era los trucos que hacía, cuando metía todos sus libros en una maleta ("Hópiti-Póquiti") o cuando se le atascaba en sus barbas el avioncito de juguete, era un poco patoso este "Martín". También me partía de risa con Arquímedes y sus tonterías o cuando se van a vivir los dos a la torre del homenaje del castillo que estaba en ruinas y se colaba toda la lluvia...
Racamar
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15 de mayo de 2008
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra joya Disney de las que ya no se hacen. Esas escenas inolvidables, grabadas a fuego en mi infantil mente, como la del comienzo, cuando Merlín hace su equipaje, el adiestramiento de Arturo (aquí llamado Grillo) convertido por el mago en diversos animales y el duelo entre Merlín y la bruja… Una maravilla en todos los aspectos, cuyo uno punto negro es que al final la cinta perdía un poco de ritmo e interés, pero es un fallo menor.

Aparte de los protagonistas, los secundarios también están perfectamente trazados: la bruja, el búho de Merlín o el amo de Grillo son un derroche de personalidad que le hacen subir puntos a la película.

Hay que decir que no es una película Disney sobre el mito de Excalibur, sino más bien sobre las enseñanzas de Merlín al joven Arturo, a través de la observación y comprensión de la naturaleza y los buenos valores.
Skull Kid
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17 de agosto de 2008
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué puedo decir de este film cuando crecí leyendo el tomo de Disney de dicha historia?. Nunca mejor contada una historia legendaria como la de Excalibur, con la fantasía de Disney, el entretenimiento necesario y su buena animación. Hay que ver lo instructivas que eran las lecciones del viejo Merlín a su pupilo.
olimpo
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14 de octubre de 2015
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo el animador de Merlín que basó su cáracter y persona en el propio Walt Disney.
Sabiendo esto, es quizás imposible no ver al legendario animador en este mago bromista, sabio y cascarrabias a ratos, que vive en una casa atestada de artilugios en lo más profundo del bosque, divagando con su búho Arquímedes acerca del futuro.
Walt quería enseñar a la juventud a apreciar el aprendizaje como fuerza motora del individuo, y parte de ese espíritu pervive en Merlín.

'Merlín el Encantador', o, más correcto título, 'La Espada en la Piedra', resulta una extraña variante del mito Artúrico, casi evitando sus partes más interesantes.
En esta historia, Arturo no es rey ni tiene trono que reclamar, solo es un muchacho enclenque cuya pureza de corazón convence a Merlín de tomarlo bajo tutela. Ni batallas grandilocuentes, ni salidas de tono épicas, solo el relato de un viejo buscando a alguien que merezca la pena enseñar todas esas cosas que nadie se molestaba en saber.
Exponiendo que quizá el momento más oscuro de la Edad Media no fue porque sus hombres valían lo que valía su espada, sino porque siglos de conocimiento estuvieron a punto de perecer bajo el avance del pensamiento bárbaro.

Merlín se dispone a enseñar a Arturo que la fuerza nunca podrá ser más poderosa que la palabra, por mucho que su vivencia en el castillo le haya enseñado lo contrario. Resulta irónica la situación del mago en dicho castillo, como un viejo loco que merece la torre más derruida y miserable, cosa que sin embargo él se toma con bastante humor, con la clase de risa del que sabe que todo acabará saliendo bien, y que los agujeros por dónde se cuela la lluvia son simples obstáculos pasajeros.
A través de transformaciones en animales, ambos aprenden, y enseñan. El futuro rey aprende a vencer a un pez brutal con la astucia necesaria para compensar su pequeño tamaño, y el futuro consejero del rey aprende a no subestimar que en cualquier situación se puede dar la adversidad, en forma de ardilla pesada a la que es imposible decir que se ha enamorado de un ser humano. "Poderosa cosa, esto del amor, chico..." dice un confundido Merlín tras abandonar a una cariñosa ardilla llorando, encaprichada y más tarde desengañada de Arturo, como si en la magia todavía hubiera fuerzas que se escapan a nuestra comprensión.
La mayor lección sin embargo vendrá de Madame Nim, una transformista hechicera que eligió el camino de la pereza y el placer inmediato en la magia. Merlín enseña a Arturo que incluso el talento supremo se puede malograr, pero, una vez más, que nunca más grande o brutal debe significar mejor o más poderoso.

El golpe más duro vendrá por la decepción del mago a que Arturo confirme su puesto como escudero del patán sin cerebro que es Kay: la experiencia de la madurez por fin se enfrenta a la realidad limitada juvenil, y será la única vez que se pueda no estar de acuerdo con un Merlín demasiado metido en su papel de objetor cascarrabias, tanto que olvida que la juventud dispone sueños pequeños que parecen grandes oportunidades.
Que sería del mentor sin que el alumno no pudiera enseñarle algo tan básico como que la humildad vence cualquier barrera.

Pero sin duda lo más irónico de esta historia viene en cómo Arturo encuentra la espada de la piedra, en una simple plaza ya olvidada, buscando un arma cualquiera para su inútil amo, dando un débil tirón. Demostrando que Excalibur había sido mal vista todos esos años como otra arma para usar en la lucha, cuándo era más un símbolo de pureza moral, como sugiere esa luz divina que la rodea cuando el legítimo Rey la alcanza.
Arturo, un muchacho enclenque en una túnica demasiado grande, rodeado de imponentes hombres embutidos en armadura, mientras sujeta la espada que nadie más ha podido mover, es esa imagen definitiva de la verdadera razón abriéndose paso frente a las brumas de la ignorancia. Y no se puede evitar sentir que, no hay derecho divino que valga, Arturo se ha ganado su importancia en cada enseñanza, en cada acto y en cada renuncia.

Preso en la jolgoriosa prisión del trono, un muchacho con corona y ropajes demasiado grandes, Merlín vuelve en la ayuda que debe a un alumno que ha plantado cara al destino. Y me gustaría pensar que no es casualidad, la corona deja de entorpecer los ojos del monarca para pasar a ser complemento natural.
Si realmente Merlín era Walt Disney, debería sentirse orgulloso del legado que dejó aquí: una fábula que enseña que nada viene por casualidad, y que todo paso hace un camino, puede que glorioso en el futuro. Solo hay que tener el valor de darlo.
Charles
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