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Elena

Drama Una mujer de avanzada edad debe elegir entre un saludable marido y un hijo alcohólico cuya enfermedad está llevando a la familia directamente a la pobreza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2012
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un simbólico cuervo se posa en un árbol al inicio de Elena. Un mal presagio que nos introduce en una casa que despierta. Elena cierra el despertador, se levanta, abre las cortinas de su cuarto, va al baño y empieza a preparar el desayuno. A la vez, el espectador va tomando consciencia del espacio y empieza a preguntarse quién es esa señora que Andrei Zvyagintsev filma con tanta atención. Elena esconde varios relatos, todos ellos asociados a un espacio diferente. La mujer que vemos no es un ama de casa normal y corriente. Tampoco una esposa en el sentido estricto. Es madre y abuela, aunque sus funciones como tal son algo peculiares. La película es un viaje de la Rusia bienestante a la marginal, el mismo trayecto que realiza Elena en tren para visitar a sus familiares. Tras la extraordinaria El regreso, acercamiento a una paternidad extraña que acababa en muerte, Zvyagintsev nos vuelve a introducir en una historia cruda de personajes que tienen mucho que esconder.

Desde esta parte del globo es difícil adivinar si Elena esconde un discurso sociocultural muy centrado en la Rusia de hoy en día, pero su poder metafórico llega intacto. Zvyagintsev viene a exponer la inflexibilidad de quienes tienen dinero y laceran con su látigo a los más desfavorecidos; a la vez que nos describe de una forma despiadada una clase social sin recursos, al borde de la marginalidad, el deshaucio y la incultura, o lo que es lo mismo, sin asideros morales ni materiales, sin perspectivas de futuro ni verdaderas ganas de ascender en la escala social. Hay, por lo menos se intuye, una simbólica representación de la Rusia comunista que no se ha adaptado a los tiempos capitalistas, unos por miedo, y en el caso de la película por pura desidia. Personajes miserables, unos y otros despreciables, víctimas o verdugos según se mire.

Zvyagintsev confirma su maestría: su cine tiene mucho de Tarkovsky y Kieslowski, es un animal que agoniza y expulsa sangre, y sus imágenes sacuden al espectador. El director cumple las funciones de cineasta y de movedor de conciencias. Con Zvyagintsev da la impresión que lo más importante está en lo que no se cuenta, o en los procesos que llevaron a los personajes y a la trama hasta el lugar donde el cineasta empieza a filmar. Cine social que no renuncia a la poesía (ese cuervo, o el plano que abre y cierra la película), aunque su lírica esté entre lo más feo de la sociedad, sin que por ello su estilo se entienda como feísta. Por su belleza, por su tristeza, por su compromiso y por la gran interpretación de Nadehna Markina, Elena tiene suficiente fuerza para aguantar hasta final de año como una de las mejores reflexiones y experiencias cinematográficas del 2012.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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12 de febrero de 2012
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las expectativas eran altísimas, trás las extraordinarias El regreso y The Banishment el bueno de Andrei se había convertido en una de las mayores esperanzas para el cine contemporáneo. Por lo que su tercera película se antojaba como una piedra de toque ¿Mantendría su altísimo nivel? ¿Sería una película fallida? Pues ni una cosa ni la otra, digamos que se ha quedado en un término medio. Buena película, de eso no hay duda, pero a Andrei se le exige más.

Lo primero que sorprende es como se ha desprendido drásticamente de toda influencia del maestro Tarkovsky. Siempre que en Rusia sale un director prometedor con puntos de conexión con su cine se le intenta comparar con él, enseguida se habla de un nuevo discípulo. De todos los que han salido en el panorama europeo de las últimas décadas, con excepción de Sokurov, Zvyagintsev era desde luego su discípulo más aventajado, parecía haber captado a la perfección la esencia de su cine. Pues bien, en su tercera película parece haber querido dejar atrás esa etiqueta y ha realizado una película en la que no se encuentra ninguna huella del maestro. En un intento de madurar artísticamente, de seguir su propio camino.

La película muestra con mucha frialdad una historia en apariencia sencilla, por lo que es fácil pensar que es una película algo simple. Pero cuando se empieza a reflexionar nos damos cuenta que solo es eso, una apariencia. Andrei muestra una reflexión sobre la Rusia contemporánea, sobre los nuevos valores tras la caída del régimen. Una sociedad que parece dominada por las ansias de poder adquisitivo, de culto al dinero. Todos sus personajes parecen moverse por esos instintos, sin importar su estatus social. Muestra una desoladora visión de la sociedad rusa actual, sin ética ni principios, que bien podría extenderse a otros países.

En ningún momento juzga a sus personajes, simplemente coloca su cámara y sus vidas van pasando ante nuestros ojos. Quizás el problema radique en que es demasiado lineal, demasiado plana, por ello cuesta entrar en ella, nos queda algo lejana. Lo bueno viene después, cuando uno empieza a reflexionar sobre la historia y va descubriendo que no es tan simple como parece...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tarko86
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20 de julio de 2012
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a Dios elegimos a nuestros amigos... pero lo que Dios nos dio, difícilmente puede rechazarse. Hablamos obviamente de la familia, aquel conjunto de seres más o menos queridos con los que, tal y como dice la famosa frase, nos toca compartir buena parte de nuestra vida. Queremos a nuestros progenitores y descendientes principalmente porque son una extensión nuestra; compartimos la sangre. Pero al mismo les odiamos con toda nuestra alma porque, y volviendo a la cita, nadie nos dio a elegir el ''placer'' de su compañía. Para bien o para mal, nos acompañan en el viaje, nos guste o no. Andrei Zvyagintsev dio síntomas de tener la lección muy bien aprendida en la película que le catapultó a la fama -con León de Oro en Venecia incluido-, la imprescindible 'El regreso'.

En ella dos jóvenes hermanos conocían por primera vez en su vida a su padre, al que, por puro y misterioso ausentismo, daban por muerto. Tras la incredulidad inicial, los dos chiquillos emprendían un viaje con su reaparecido familiar, en lo que seguramente sea uno de los más bellos retratos que el celuloide ha hecho de lo bello y horrible; de lo constructivo y destructivo inherente en toda buena relación paterno-filial. Ocho años después Zvyagintsev volvió a centrar buena parte de la atención festivalera erigiéndose con su último trabajo, 'Elena', uno de los grandes triunfadores de la Sección Un Certain Regard en Cannes, al hacerse con el Premio Especial del Jurado, galardón que no hizo más que confirmar que dicho filme quizás hubiera tenido que estar en la Sección Oficial a Competición.

Desgraciadamente, una de las películas que mejor sabor de boca dejó en aquella 64ª edición, pasó desgraciadamente bastante desapercibida, seguramente por no haber estado bajo el foco de la pugna por la Palma de Oro, o haber hecho acto de presencia en la penúltima jornada, cuando los niveles de cansancio eran más inversamente proporcionales a los ánimos... y también por el hecho de carecer de nombres completamente mediáticos (hasta en el supuesto templo del cine de autor hay que pagar este peaje). Sea como fuere, los pocos afortunados que tuvimos la suerte de descubrir dicho filme en dicho escenario, coincidimos en la reflexión: ''Ojalá todo lo visto hasta aquel momento hubieran mostrado ni que fuera la mitad de maestría del ruso Andrei Zvyagintsev.''

En efecto, con su tercer largometraje, el director de Novosibirsk nos regala lo que podría considerarse como un auténtico ejercicio de certeza cinematográfica. Solo así puede definirse una película de ritmo tan lento... pero que siempre cuenta con el interés -creciente- del público. Y es que no hay absolutamente nada gratuito en este drama sobre una mujer adulta casada desde hace dos años con un hombre también de la tercera edad. Duermen en habitaciones separadas, pero cuando coinciden en la lujosa casa en la que viven, muestran una buena sintonía que solo se ve truncada cuando aparece el tema de sus respectivos hijos, que por lo visto, tan solo mantienen el contacto con ellos por el dinero que van pasándoles periódicamente.

Sin prisa pero sin pausa, Zvyagintsev va desmenuzando las relaciones entre sus personajes, que por complejas y veraces, se muestran más y más atractivas a cada giro argumental todos ellos introducidos inteligentemente. Dejando de lado su habitual hermetismo, pero siguiendo con su inconfundible tono casi-apocalíptico, Zvyagintsev construye un encomiable drama en continua escala de intensidad y que pivota en una inolvidable madre coraje. Contando además con una soberbia interpretación de la actriz protagonista Nadezhda Markina y una banda sonora que remueve el alma, 'Elena' se descubre como una historia adulta que reflexiona brillantemente sobre el poder de los vínculos de sangre, por mucho que éstos nos den a veces muy pocos argumentos para creer en ellos.
reporter
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18 de septiembre de 2021
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elena es azul, como el ala de un cuervo.

Azul como la mesa del forense.

Azul como el color de una bandera en blanco, azul y sangre.


Azul, azul, azul.


Cuando un escalofrío recorre el espinazo, lívido y azul, de la mañana.

Cuando el azul de la mirada no calienta.

Cuando el amor es servidumbre.


Azul y ocre, azul.


Azul como el azul de la Viagra.


===


Una Rusia sin novias ni violines, sin vacas ni ramos de colores; sin casas rurales de madera. Un país que es pura ley de gravedad, sin vuelos en azul.

Un yermo de miseria sin Chagall.
Servadac
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25 de julio de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay críticas múltiples, unas más cercanas, si no unitarias, y otras sideralmente distantes. El número de planetas y estrellas supera con mucho los habitantes de este pequeño mundo. Como los astros, cada uno tiene un punto de vista diferente del resto, cada uno ve el mundo que le rodea desde una posición singular, única. Así es. Es la evidencia.
Elena, de Zvyagintsev, tiene un ritmo lento, pero apropiado para la historia que cuenta, ajustado a la corriente interna que discurre por ella, coherente. Hablan los rostros más que las palabras. Las palabras, las justas, esenciales para narrar de forma íntegra, incluidos los giros banales de la vida corriente en su misión de contraste, la complejidad moral que encierra este drama. Tragedia, más bien, si tenemos en cuenta la presencia de un muerto, de un asesinato, aunque sutil. Sutilmente perpetrado, quiero decir. Hay premeditación, alevosía, nocturnidad y engaño. Casi nada. Y amor, por qué no. Simplemente, se trata de tomar una decisión inaplazable (el día 20). Todo es creíble, o así me lo parece.
Lo esencial de la película, para mí, es la confrontación antagónica entre moral y naturaleza. ¿Resolución equivocada del dilema? Sin duda, desde el punto de vista del criterio moral. Una vida es una vida, aunque sea de un hombre con pocos telediarios por delante. Aparece el criterio amoral –no necesariamente inmoral- detentado por la lógica implacable de la vida, de la propia naturaleza. El futuro anda por otros barrios, junto a enormes crematorios de no sé qué, quizás una central nuclear, o térmica. Y ofrece pocas garantías de éxito, a juzgar por lo que se va viendo. No es muy confiable este Sasha, pero es el futuro.
El vínculo de sangre, irracionalmente fuerte, lleva a la abuela a asesinar fríamente a quien ama. Sin egoísmo, al menos racional, al contrario. Hay algo mucho más fuerte que defender: la herencia de la sangre. Probablemente ni ella entiende bien lo que ha hecho. Por eso he hablado de tragedia. Como en las tragedias helenas, los hombres, las personas, son gobernadas por fuerzas superiores que las llevan a puertos impensables.
El triunfo de la naturaleza sobre la moral (una ley impuesta desde fuera, al fin y al cabo). Creo que Nietzsche hubiera disfrutado con la peli.
Mikel
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