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España España · Barañain
Críticas de Mikel
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
10
21 de enero de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos lo que la memoria, en un ejercicio incesante de acumulación, reordenación, montaje de materiales impulsados por algo (casi siempre indescriptible, por lo complejo, pero concreto, ni Dios ni la Naturaleza juegan a los dados) que llevamos dentro nos hacen ir siendo, fabricándonos como seres singulares. Realidad y fantasía son lo mismo, desde la premisa de la absoluta subjetividad de nuestra obra, de nuestra vida.
Lo que Resnais expone en su bellísima película es justamente eso. Frente a la realidad objetiva e incontestable de unas reglas de juego, el NIM dominado y utilizado como tal poder objetivo por el marido, Sacha Pitoeff, se rebela el deseo del tenaz pretendiente de hacer valer lo que su memoria le fuerza a insertar en la realidad, insistente y repetitivo como la voz en off que inicia la historia. En su intento hay una realidad de la que no se duda: sus sentimientos. De este impulso surge su empeño en aclarar, demostrar que unos hechos sucedieron. Probablemente, sucedieron. Probablemente, no sucedieron como él los recuerda. Probablemente, también, lo que hubiera sucedido haya quedado absolutamente borrado de la mente de la mujer, ya que en todos los casos la memoria trabaja selectivamente. El miedo a la represalia social -incluida la del marido celoso, con pistoletazo de por medio- actúa como borrador. Probablemente no hay crimen, sólo miedo a morir.
Hay a quien le gusta la estética de la película y a quien le repele, por manierista, barroca y pretenciosa. A mí me parece mucho más que eso. El estilo barroco es víctima de muchas críticas en general. Siempre parece excesivo, superfluo, sobre todo para ciertos gustos. Pero en la música ha sido el soporte creativo de un tipo como Bach.
Por cierto, a Bach en su tiempo se le entendió muy poco. Cada vez tiene más adeptos, doscientos cincuenta y nueve años después. A Bach hay gente que no le soporta. Están en su derecho.
Mikel
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10
25 de julio de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay críticas múltiples, unas más cercanas, si no unitarias, y otras sideralmente distantes. El número de planetas y estrellas supera con mucho los habitantes de este pequeño mundo. Como los astros, cada uno tiene un punto de vista diferente del resto, cada uno ve el mundo que le rodea desde una posición singular, única. Así es. Es la evidencia.
Elena, de Zvyagintsev, tiene un ritmo lento, pero apropiado para la historia que cuenta, ajustado a la corriente interna que discurre por ella, coherente. Hablan los rostros más que las palabras. Las palabras, las justas, esenciales para narrar de forma íntegra, incluidos los giros banales de la vida corriente en su misión de contraste, la complejidad moral que encierra este drama. Tragedia, más bien, si tenemos en cuenta la presencia de un muerto, de un asesinato, aunque sutil. Sutilmente perpetrado, quiero decir. Hay premeditación, alevosía, nocturnidad y engaño. Casi nada. Y amor, por qué no. Simplemente, se trata de tomar una decisión inaplazable (el día 20). Todo es creíble, o así me lo parece.
Lo esencial de la película, para mí, es la confrontación antagónica entre moral y naturaleza. ¿Resolución equivocada del dilema? Sin duda, desde el punto de vista del criterio moral. Una vida es una vida, aunque sea de un hombre con pocos telediarios por delante. Aparece el criterio amoral –no necesariamente inmoral- detentado por la lógica implacable de la vida, de la propia naturaleza. El futuro anda por otros barrios, junto a enormes crematorios de no sé qué, quizás una central nuclear, o térmica. Y ofrece pocas garantías de éxito, a juzgar por lo que se va viendo. No es muy confiable este Sasha, pero es el futuro.
El vínculo de sangre, irracionalmente fuerte, lleva a la abuela a asesinar fríamente a quien ama. Sin egoísmo, al menos racional, al contrario. Hay algo mucho más fuerte que defender: la herencia de la sangre. Probablemente ni ella entiende bien lo que ha hecho. Por eso he hablado de tragedia. Como en las tragedias helenas, los hombres, las personas, son gobernadas por fuerzas superiores que las llevan a puertos impensables.
El triunfo de la naturaleza sobre la moral (una ley impuesta desde fuera, al fin y al cabo). Creo que Nietzsche hubiera disfrutado con la peli.
Mikel
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3
5 de marzo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al poco de empezar la película, empecé a revolverme en la butaca. Aquello no andaba. Salvo la fotografía. Esta peli tiene una alarmante carencia de ritmo. Quiero decir: de su propio ritmo, del que se supone que debiera tener. Evidentemente, no es una película de trepidante acción. Pero esta carencia no tiene nada que ver con el ritmo que toda obra, como ELEMENTO ESENCIAL, debe poseer. En música, ritmo son el adagio y el andante, tanto como el scherzo o el rondo.

¿Alguien entiende la historia de la mujer? Debe de ser que me despisté, porque no le encuentro encaje, salvo para acrecentar el sufrimiento de padre e hijo abandonados y darle más sentido a la película, a base de flash back ilustradores. Tal como está resuelto en la película, el asunto es poco creíble, suena a ripio. Sin embargo, se supone que es un hecho de la novela.

También los diálogos padre-hijo quizás en la novela se aprecien de otro modo. En la película -tal vez por el horroroso doblaje del chaval- suenan a filantropía impostada, un tanto cursi. No me ha abandonado en ningún momento la sensación de estar ante algo con los pies en el aire, burlado y engañado. Es frecuente, por otro lado, en estos tiempos: pretender que los medios técnicos -en este caso, la fotografía- hagan todo el trabajo. Pero la VERDAD es algo más profundo: se respira, se detecta más allá de la vista, de la mirada. Si no se encuentra, uno se decepciona. Y se aburre.

No he leído la novela; pero tengo la sensación de que aquí se ha cometido el tópico habitual: un malhadado día una buena novela cae en manos de un señor que maneja una cámara y se la carga. Pero muchos la alaban porque está rodada en blanco y negro, el intérprete es un actor más o menos alternativo, no contaminado por la baba del glamour hollywoodiense, y suena profunda. Quiere ser trascendente, pero sólo es pretenciosa. Falta profundidad narrativa. En el conocido cuento zen, el maestro le habría cortado la mano.
Mikel
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