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El color del paraíso

Drama Mohammad es un niño ciego iraní de ocho años. Tras acabar su curso escolar en Teherán, regresa al pueblo con su padre para reencontrarse con su abuela y sus dos hermanas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
17 de octubre de 2007
45 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que niños del paraíso sea mejor película, pero "El color del paraíso" no deja de ser otro excelente y emotivo drama. Majid Majidi se muestra como un excelente director, una de estas personas capaces de emocionarte con una historia sencilla, aunque en esta ocasión, Majidi dirige un auténtico drama humano que no esconde los verdaderos sentimientos de un ser humano, un padre extasiado y preocupado por su porvenir.

Un padre que ha de cuidar a un niño ciego y no sabe como hacerlo sin comprometer su propio futuro. Así, sin edulcorantes, sin ningún tipo de tapujos, nos muestra el lado egoísta del ser humano.

La cámara de Majidi acompaña a Mohamed (el niño ciego) a través de hermosas praderas de amapolas, entre los picoteos de los pájaros carpinteros, en el fluir de los ríos, a través de todo aquello que no hace falta ver para sentir. Majidi también nos muestra este lado agradable, es poético y hermosos, pero detrás de todo ello hay un drama humano y una duda existencial que no te deja casi aliento. Otra vez Majidi estuvo brillante y lúcido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sersolo
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18 de marzo de 2007
45 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema."

Alejo Carpentier, Los pasos perdidos (1953)
ibán
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12 de junio de 2008
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama de abrumadora sensibilidad, repleto de matices directos a las emociones, poético, un viaje sensorial y espiritual que enseña, desde el alma de un niño invidente, a percibir el mundo de una forma que, quienes transitamos con otro tipo de ceguera que no es la de los ojos, no sabemos apreciar.
Majidi se interesa y se mimetiza con ese universo en el que se mueven las personas que han sido privadas de la vista. Mohamed, su pequeño protagonista y héroe, ha aprendido a ver a través de sus finísimos oídos, de su desarrollado tacto, de su agudo olfato y, sobre todo, a través de los ojos de su mente despierta e inteligente. Majidi nos coloca a la altura del pequeño y crea para nosotros un estallido de sensaciones que logran la identificación del espectador con los estímulos que Mohamed recibe de su entorno, el análisis al que los somete y sus reacciones ante ellos. Sus manos se convierten en las nuestras, nuestros oídos se vuelven más perceptivos, el sexto sentido que suple las carencias del cuerpo se vuelve más alerta.
Como todas las personas ciegas y, en general, las que sufren de alguna discapacidad, Mohamed sufre discriminación. Pero no hay momentos en que lo advierta más que cuando siente sobre sí la tristeza y la preocupación de su padre, quien no se hace a la idea de que su hijo no está condenado por el hecho de no ver. En realidad, es él mismo quien está ciego.
Porque Mohamed ve, a su manera especial, la luz y el color de todas las cosas. Aprende rápido y es un alumno brillante en la escuela para invidentes a la que asiste en Teherán. Lo capta todo con mucha más facilidad con su mente abierta y libre, que la mayoría de la gente con sus mentes cerradas y estancadas.
Su padre, viudo y agobiado, no sabe qué hacer con él. Cuando llegan las vacaciones escolares, lo lleva a la casa de la abuela paterna del niño en mitad de la naturaleza, donde viven sus dos hermanas. Mohamed es feliz intentando atrapar el viento que siente en la cara, escuchando los sonidos de los pájaros en los que él cree entender palabras, rozando las espigas y las flores con los brazos extendidos, sintiendo el tacto cálido de las manos de su abuela, jugando con sus hermanitas, visitando un día la escuela rural a la que ellas asisten y dejando asombrados a todos con sus conocimientos de lectoescritura en Braille... Así el podría ser totalmente feliz, si no fuese por la sombra de su padre. Obsesionado con el futuro laboral de su hijo, intenta buscarle en la comarca a alguien que esté dispuesto a enseñarle un oficio, mientras él se siente frustrado y despechado por lo que cree que es mala suerte.
El peso del corazón del padre oscurece el vibrante colorido en el que Mohamed se mueve. La felicidad del hijo choca contra la infelicidad del padre. Mientras Mohamed sabe por dónde quiere ir y vislumbra el camino con claridad, su padre sólo está rodeado de oscuridad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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17 de marzo de 2007
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el título de la película en Farsi, su idioma original, quiere decir el color de dios y no el color del paraíso, las provincias de Gilan y Mazandran (al norte de Irán), donde se localiza la historia, nos brindan una fotografía paradisíaca.

Nos encontramos ante un drama familiar dotado de una plástica exquisita. Es la historia de un hombre iraní que ve amenazado su futuro por la posible carga que le pueda acarrear su hijo ciego. A través de la contemplación del color, las fomas y los sonidos así como de unas interpretaciones magníficas, el espectador se verá sumergido en los conflictos de esta familia iraní.

Produce una gran impresión en el ánimo, es probablemente una de las películas más dramáticas que he visto últimamente. Merece un visionado.
quiz_show
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17 de enero de 2010
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sumamente interesante la propuesta que nos da Majidi sobre la incomprensión, los prejuicios de nuestros seres queridos, los valores de la diferencia y las distintas vías de conocimiento que aportan nuestros sentidos.
Bella por momentos, con fotografía excelente y escenas realmente conmovedoras (la del niño esperando a su padre, o leyendo un lenguaje secreto en las voces y en las voces de los pájaros, o el maravilloso diálogo con el carpintero), la película termina flaqueando por una dirección indecisa y reiterativa que no termina de rematar lo que quiere expresar.
Lástima. Lo que tan claro había quedado claro sobre la psicología de personajes, Majidi lo repite hasta la extenuación. No les permite crecer más allá de lo que un folletín haría posible.
No diré que carece de poesía este film iraní, simplemente que es un poema al que le sobran muchos versos prosaicos; es decir, que nos encontramos con una de esas películas mejor ideadas que filmadas. Hay, de un lado, una terrible torpeza en la cursilería de ciertas secuencias (la cámara lenta es ya pura retórica arcaica en cine; no diré nada del final de telenovela a través de los rápidos) y, de otro, una falta de talento a la hora de explotar situaciones que daban para más. Así, el aprendizaje del niño con el carpintero ciego, que muchas más lecciones de vida podía ofrecernos, se queda en una sola y memoriable escena; el fabuloso retrato de la educación en el colegio para ciegos da apenas un retazo de encanto... Falta continuidad en la belleza de la palabra, falta un mayor diálogo entre caracteres. Qué otra película hubiera sido si se hubiera mimado la palabra, o si se hubiera procurado un mayor intercambio de ideas entre los niños de uno y otro mundo, rural y urbano, videntes y ciegos!
Pero no, Majidi no da un paso más. Una y otra vez el director insiste en un mismo leitmotiv: el niño que lee un mundo desde su tacto y su oído, el padre frustrado por tener un hijo ciego. Tanta recurrencia da sensación de que el film fuera más largo de lo que es y de que hay ripios que estropean escenas de auténtica poesía.
A pesar de todo, una película recomendable que deja en el espectador la lección de que hay muchos modos de acceder a la belleza.
Lucien
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