La Tierra contra los platillos voladores

"La Tierra contra los platillos volantes" o "Earth vs. Flying Saucers" encarna la quintaesencia de la ciencia-ficción de serie B de los años 50, con una historia sencilla y atrapante, una pareja protagonista involucrada de lleno en los acontecimientos y una estrella invitada que acapara toda la atención, en este caso: los extraterrestres, rígidos humanoides con menos movilidad que un Playmobil.

Es sorprendente la cantidad de datos científicos que se dan, algo inusual en otras producciones de serie B de la época, aunque esta información sea demasiado insustancial y esté tratada con un rigor muy escaso: campos magnéticos, rayos sónicos, electricidad sólida y los efectos de la relatividad del tiempo en el organismo (¡No tengo pulso!) son sólo una muestra de la desbordante imaginación de los guionistas puesta al servicio del espectáculo.

Nada extraño por otra parte; lo sorprendente resultaría una información precisa y exhaustiva en una cinta de estas características. Con todo, estos errores son perfectamente perdonables y no interfieren en el resultado final de una obra que deja momentos para la historia, como los OVNIS volando amenzantes sobre los edifcios más representativos de cada país o el amenazante mensaje emitido en diferentes idiomas, imitados hasta la saciedad en el género.

Que una película de SF con más de 50 años pueda verse hasta el final sin risas o lágrimas es ya un hecho a reseñar. Y este es el caso de La Tierra contra los platillos volantes. La ingenuidad, el primitivismo y la simpleza de los extraterrestres no alcanzan el ridiculo tan frecuente en su género y época. Y por eso no nos despierta la carcajada correspondiente. El guión y, me atrevería a decir, las pinceladas de pseudociencia que la adornan, mantienen aunque sea por los pelos una dignidad que nos evita la lástima frecuente en tantas otras ocasiones. Y por eso no lloramos.
Debe ser por todo ello que esta abuela de la SF es un clásico incontestable, aunque a algunos les duela.

Ciencia-Ficción y década de los 50. Unir esos dos términos supone para muchos compañeros más que lo que supuso para los israelitas la entrega a Moisés de las tablas de los Diez mandamientos por Dios.

En muchas críticas ya he dado mi opinión al respecto sobre la calidad muy particular de estas producciones de serie B. El encanto es una cosa y la objetivad otra. Y que conste que yo me las veo todas, algunas me gustan y mucho, pero hay una inmensa mayoría que son obras menores en todo los sentidos. Antes también, y más ahora.

“La Tierra contra los platillos volantes” tampoco es de las mejores, tabla media siendo generosos, en realidad más allá de los efectos de Ray Harryhausen, que le dan a toda la cinta un aire de cine made in Roland Emmerich (con eso se dice todo), y un intento de dar más detalles científicos que de costumbre (por lo que la cagan más que de costumbre), la película resulta pobre en las actuaciones (algo habitual), y en un guión que no puede evitar ser un juego de niños.

Siempre he pensado además que esta película tiene poco de ciencia-ficción, es una obra profundamente inmersa en la Guerra Fría, con una vocación militarista clara y de aviso a potencias extranjeras sobre la capacidad tecnológica de las Fuerzas Armadas americanas para rechazar cualquier ataque e invasión. Esa es la intención y el propósito, olvidaros de los platillos volantes, una mera metáfora.

Nota: 5,1.

Prototípico film de scifi cincuentera donde los malos eran temibles alienígenas que soñaban con acabar con el "modo de vida americano". Sin duda, Emmerich, el director alemán de "Independence day" fue influido por este modesto filme, ya que muestra todas las filias y fobias que volcó en su blockbuster: guión simplón, amenaza mundial, mensaje a descifrar en la radio, ejército y científicos unidos, destrucción de todos los monumentos posibles, crueldad gratuita por parte de los invasores y triunfo de la voluntad estadounidense.

El film es entretenidillo, con unos efectos espaciales entrañables y de una duración más que suficiente para el escaso argumento presentado. Hay que verlo con simpatía. Y, comparando, es más solvente que el bodrio de Emmerich.

Al aficionado a la ciencia-ficción no se le escapa que el cine de serie B de los cincuenta, época dorada para el género, tenía un alto componente militarista y reflejaba en gran medida el temor al holocausto atómico, los horrores de la radiación y, quizás más tapado pero no por ello más escondido, el miedo al posible invasor soviético. De esto último bebe en grandes cantidades esta obra de Fred F. Sears, clásico indiscutible del género y pionera de las invasiones extraterrestres a gran escala.

Partiendo de un guion bastante simple, el filme es más bien una buena colección de momentos visuales que el cine recordaría en películas posteriores. Gracias al buen trabajo del maestro del “stop-motion” Ray Harryhausen, el apartado de efectos especiales es superior a la media de otras cintas de la época, consiguiendo unos efectos más realistas de lo habitual. En “La Tierra contra los platillos volantes” aparecen por primera vez los ovnis en escenarios bien conocidos por el público, como la Torre Eiffel, las pirámides de Egipto, o los monumentos de Washington D.C., y también contiene las primeras escenas de la destrucción de edificios claramente identificables. Esta máxima la han seguido, con mayor o menor acierto, las películas de invasiones extraterrestres posteriores, entre las que caben destacar “Independence Day” (1996) y, más directamente, “Mars Attacks!” (1996), en la que Tim Burton hace claras alusiones a la cinta de Sears.

Sin más valor que su condición de pionera y su marcada influencia posterior, “La Tierra contra los platillos volantes” representa una buena muestra del cine comercial de serie B de los cincuenta, en el que la calidad de las actuaciones es poco menos que nula, y el guion es un mero elemento más que sólo aporta una mínima base, además con grandes inconsistencias científicas. El público quiere ver a los ovnis en acción, y Sears da lo que promete en grandes cantidades, dejando a cada cual su opinión acerca de si el filme es en realidad una pantalla en la que se oculta, con poca sutileza, propaganda del poderío militar estadounidense ante cualquier tipo de invasor, ya sea ruso o venido del espacio exterior.

Clásico recomendable.