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El sirviente

Drama. Intriga Un intrigante y manipulador mayordomo consigue, gradualmente, dominar la vida del señor al que sirve, aprovechándose de sus debilidades sexuales. Un tenso y adulto drama psicológico que obtuvo excelentes críticas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
25 de noviembre de 2006
145 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film independiente, realizado por Joseph Losey y escrito por Harold Pinter. Es la primera de tres colaboraciones entre ambos ("Accidente", 1967 y "El mensajero", 1970 ). Se basa en la novela "The Servant" (1948) de Robin Maugham. Nominado a 8 BAFTA, ganó 3 (actor, fotografía y actor novel). Obtuvo un Silver Ribbon (director extranjero) y otros premios. Se estrenó el 19-III-1963 (RU).

La acción tiene lugar en Londres en 1961/62, a lo largo del invierno. Narra la historia de Hugo Barrett (Dick Bogarde), perspicaz, manipulador, seductor, buen cocinero, que lleva 13 años como asistente doméstico. Es contratado por Anthony Mounset (James Fox), aristócrata, soltero, refinado, indolente, frágil e inseguro, más joven que Barrett. Entre ambos se establece una relación compleja de dominación y sumisión, confianza y engaño, eficiencia y degradación, amistad y lucha por el poder.

La película es un drama psicológico basado en el enfrentamiento entre un hombre servicial que, tras una apariencia de eficacia, oculta pasiones de dominación, posesión y degradación. Entre sus motivaciones se apuntan deseos de revancha, resentimientos, afanes de poder e inclinaciones sadomasoquistas. El arco dramático avanza desde la conquista de la confianza y el respeto de Tony, el alejamiento de su novia, la introducción de una mujer en la casa, Vera (Sarah Miles), para que le seduzca al patrón y le domine sexualmente, la ocupación física de sus espacios (lavabo, dormitorio), etc. La obra explora el alma humana, sugiriendo hipótesis sin formular juicios. Las cuestiones que se plantean quedan en suspenso, abiertas a la reflexión. La cámara realiza un extraordinario trabajo de exploración de la casa, con un sugestivo movimiento de cámara, travellings, zooms, barridos, tomas largas, planos picados y contrapicados, reflejos en espejos que completan las escenas. Se sirve de símbolos, como la posición de los actores en la escalera, la intensidad del color de las figuras, los barrotes del pasamos. Añade elementos inquietantes, como el sonoro goteo del grifo, la estridencia del teléfono, la indefinición de la distribución de la casa, la lluvia persistente y la nieve. Salvo escasas excepciones, todas las escenas son inquietantes, incluidas las exteriores (restaurante, bar, casa de los padres, estación de tren). La homosexualidad se sugiere a través de las fotografías del dormitorio de Tony (jóvenes musculosos), esculturas de la casa (atleta desnudo) y la indicación amenazadora de Barrett "yo conozco su secreto". Critica a la aristocracia, presumida e ignorante, que confunde un poncho con una capa.

La música aporta una banda jazzística de saxo y piano, en la que se apoyan fragmentos de "All Gone", a cargo de Cleo Laine. Añade un fragmento de guitarra. La fotografía es magnífica. El guión desgrana un crescendo dramático demoledor. La interpretación de Bogarde, extraordinaria, incrementa los sentimientos de desasosiego. La dirección consigue la que posiblemente es su obra cumbre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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11 de septiembre de 2007
80 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirk Bogarde interpreta la figura de Barrett, modélico mayordomo inglés contratatado por un indolente y voluble señorito de razonable clase pudiente. La misión de Barrett será verificar el correcto desarrollo de los trabajos de saneamiento y ornato de la casa, organizar y coordinar las tareas cotidianas y, por que no decirlo, hacerle más confortable y llevadera la reciente independización a su joven patricio. Ayudarle a cortar su cordón umbilical.

La fidelidad y la precisión ejecutoria del asistente irán haciendo mella en la endeble personalidad de Anthony Mounset hasta el punto de generar un dependencia tan poderosa capaz de dinamitar su relación sentimental con Vera, su prometida, y abocarle progresivamente hacia una degenerativa e inexorable pérdida de voluntad.

Afianzada en el impecable guión de Pinter, la película de Losey disecciona implacablemente la miserable condición humana de sus protagonistas, seres subordinados a sus más bajos instintos (sexo, drogas, disipación, celos, incuria y dominación). La erótica del poder trasladada al ámbito doméstico.

Un asfixiante, angustioso y demoledor drama psicológico del que gozarán los acérrimos al cine más teatral. Con un trago de whisky, eso sí, para aliviar tensiones y disfrutar de una banda sonora con excelentes fragmentos jazzísticos.
Taylor
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5 de enero de 2017
36 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joseph Losey no me parece un director de extrema sutileza, pero conoce bien su oficio.

Quisiera en estas líneas analizar un plano de ‘El sirviente’. Para ello, considero prudente zambullirme en zona ‘spoiler’. Nos vemos allá abajo.
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Servadac
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12 de febrero de 2014
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces la desmemoria es injusta porque no se ajusta a criterios razonables, sino al transcurrir de las modas y a la arbitrariedad del recuerdo. Una de las más evidentes víctimas de esa desmemoria cinematográfica ha sido, sin duda, Joseph Losey. Entronizado entre los grandes cineastas durante la década de los sesenta, “El sirviente” con el tiempo se convertiría en la obra que más prestigio internacional le otorgara al autor. En nuestros días, existe cierta indiferencia por el cine de Losey, un fatídico efecto de las modas sobre casi todos los que desarrollaron una obra con cierta carga intelectual en Europa durante aquella convulsa época.

Tras abandonar los Estados Unidos durante la “caza de brujas” acusado de colaborar con el comunismo, Joseph Losey se estableció en Inglaterra, y fue allí, durante su exilio, donde realizó sus mejores películas: “El criminal” (1960), “Rey y patria” (1964), “El mensajero” (1971) y, sobre todo, su obra maestra: “El sirviente”. Con un magnífico guión de Harold Pinter basado en una novela de Robin Maugham. Pinter entregó un manuscrito a Losey que hacía gala de un lenguaje oblicuo y sugerente, y que habría sido rechazado sin duda por muchos directores no sólo por su gramática barroca, sino por sus dobles lecturas sobre la decadencia de la aristocracia británica y sobre la sexualidad, pero que a él le entusiasmó. El cineasta, lejos de suavizar el tono de la narración de Pinter, le imprimió su personalísimo estilo visual, que en esta ocasión, al haber sido puesto al servicio del argumento adecuado, alcanza una hermosa complejidad formal.

Losey recurrió a panorámicas y “travellings” circulares, empleó con profusión la lente de gran angular, y sacó todo el partido posible de los espejos y las sombras, con lo que el resultado no pudo tener una mayor coherencia estilística. Las colaboraciones entre Losey y Pinter (fueron en varios films) se caracterizan por su atmósfera misteriosa (en la que no llega a existir el suspense), y por plantear preguntas que en muchas ocasiones no tienen respuesta. Las imágenes de “El sirviente” son subyugadoras, la composición y la iluminación de todos los planos interiores constituyen una muestra de la inteligencia y el buen gusto de Losey y su operador Douglas Slocombe, quien luego trabajaría en Hollywood.

Es en esa barroca y virtuosa puesta en escena, en la compleja composición de los encuadres, con la presencia de los espejos, metafórica referencia a la idea del desdoblamiento o la inversión de las figuras centrales del relato, los movimientos de cámara que también metafóricamente encierran a los personajes, o en la excelente dirección de actores, donde junto a la definitiva consagración de un inmenso Dirk Bogarde (Hugo Barret) se cuenta con la sorprendente eficacia del casi desconocido James Fox (Tony), y la excelencia de Sarah Miles (Vera), pieza fundamental en la estrategia de Hugo respecto a Tony, dan al conjunto un tono magistral. Todo ese arsenal de medios narrativos y de puesta en escena están al servicio de una parábola en torno a las relaciones entre amo y sirviente. El film reconstruye el proceso de despojamiento del poder del amo (el elegante y melifluo aristócrata Tony) por parte de un sirviente exquisitamente “profesional”. Continúa en spoiler.
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Antonio Morales
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29 de marzo de 2010
81 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sorprendió encontrar el otro día 'El sirviente', obra de culto donde las haya, en el cajón de las morrallas videográficas de una conocida cadena comercial. Llevaba tiempo detrás de ella, así que me tiré a la piscina de cabeza. Allí estaba, junto a títulos de Mariano Ozores, Paul Naschy o de la primera época de Jackie Chan. Todas a 1.95 €. Ahora sé por qué.

Al margen de la hermosa fotografía en blanco y negro, la planificación enfática y el uso óptico y simbólico del espejo, todo es deprimente en la casa que da cobijo a Bogarde y compañía. Refleja un ambiente decadente, de completa decrepitud moral y material, pero de la forma más artificiosa, pedante y hueca que uno se pueda imaginar. Lejos del decadentismo de Wilde, cuya ácida ironía, humor negro y mala leche convertían sus escritos en atractivos, aquí todo es pose estética sin la menor inspiración, personajes minimalistas rayanos en lo absurdo y situaciones exasperantes acopañadas por una de las bandas sonoras más horripilantes que he tenido ocasión de escuchar. No sé hasta qué punto es una parábola críptica o una enooooooooooorme tomadura de pelo. Me decanto sin tapujos por la segunda posibilidad. Aburrida y presuntuosa hasta decir basta, constituye un magnífico ejemplo de obra sobrevalorada.

Veo que el resto de usuarios la pone por las nubes. He de reconocer que estoy de acuerdo con algunos de ellos. Con los que afirman que esta obra de Losey es un drama psicológico demoledor. A mí me ha dejado baldado.
Shinboneniná
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