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La aventura

Drama. Intriga. Romance Anna, una rica joven romana, su novio y Claudia, su mejor amiga, se embarcan en un crucero veraniego entre las escarpadas islas sicilianas..(FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2007
135 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
La aventura es una metáfora del deseo y de la insatisfacción de una generación del absurdo atrapada en la mediocridad y la impotencia como los personajes moravianos.

El padre desplazado, las ruinas en la isla, el museo cerrado... son todas imágenes de soledad y sobretodo de una ausencia del principio de autoridad, de una antigüedad frágil y desprovista de sentido en unas manos frívolas como la vasija antigua hallada en la isla que las manos de un indiferente deja caer. En este sentido, guarda una relación profunda con "La dolce vita" de Fellini, estrenada igualmente en 1960. (Además, ¿quién puede dejar de notar la afinidad entre el Marcello de "La dolce vita" y el Sandro de "La aventura"? Ambos insatisfechos conquistadores e incapaces de creación alguna, ya fuera como escritor, aquél, o como arquitecto, éste. Se contentarán con la mediocridad, con ejercer de "paparazzo" el uno y con aceptar el diseño por encargo el otro)

No falta el tema existencialista de la fugacidad de las cosas y de los sentimientos. La relación de Sandro y Claudia tiene su comienzo más significativo en los interiores de un tren, signo de lo pasajero. El afán de conquistar a Claudia es puesto en duda mediante el paralelismo paródico con un donjuan de provincias que trata de seducir a una chica de pocas miras. Ya después de la entrega de Claudia en un valle, el paso de un tren que despierta el recuerdo en el espectador enfrenta las promesas del ayer con la vaciedad del ahora, con el animal triste después del coito fugaz. ¿Y después? Si no estás contento, busca una aventura nueva, como le dice un cínico Sandro a su desencantada pareja.

La ausencia de autoridad y la fugacidad de las cosas. Ambos temas, que en realidad son uno solo, quedan condensados en la afirmación de Sandro en lo alto de un campanario ante unas vistas monumentales: "Quién necesita hoy cosas bellas, Claudia. ¿Cuánto duran? Todo esto se construyó para que durara siglos. Hoy, como mucho, diez, veinte años, ¿y después?..."
Langfuller
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29 de diciembre de 2007
120 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así como Hitchcock es el maestro del suspense y la narrativa, digamos tradicional, en la medida en que consigue nuestra atención a base de llevarnos, como en una montaña rusa, a través de un planteamiento, un nudo -con sus consiguientes sub nudos o puntos culminantes- y un rápido desenlace, Antonioni es el maestro de la subversión narrativa, de la destrucción de los códigos dramáticos tradicionales.

Y así en su cine (igual que en la vida) puede ocurrir que determinado planteamiento no tenga forzosamente que llevarnos a un desarrollo y luego a un desenlace. Es un cine en el que toma más importancia el subtexto que el texto, lo que se oculta que lo que se expone, el silencio y la quietud (que nos remiten a la meditación o a la contemplación) que los fuegos vacuos de la convencionalidad dramática. Pero lo mejor de todo es que siempre hay un elemento de elegancia, de rigor, y sobre todo, de misterio, que se sustrae a ser analizado por la lógica.

Y La Aventura es el paradigma de todas estas características. Una mujer desaparece en un islote, y en el transcurso de su incierta búsqueda, su mejor amiga y su novio se enzarzan en una apasionada -aunque ambigua y culpable- relación amorosa que va relegando a la mujer desaparecida y a la propia búsqueda a un plano cada vez más marginal. La ausencia, en este caso, es la génesis del amor y de la pasión, pero también del olvido. Un olvido que no solo aqueja a los protagonistas sino también, progresivamente, a los propios espectadores, provocándonos -por lo menos a mí- una sensación extraña, indefinible, una suerte de profunda y subconsciente convulsión interior.

Los escenarios romanos y sicilianos, la fotografía en blanco y negro, los movimientos de cámara, los encuadres, son de una belleza y precisión pocas veces vista. También debo resaltar la belleza, elegancia, y expresividad de Monica Vitti. Su atormentada presencia en la sublime secuencia final es uno de los momentos más bellos, desolados, y conmovedores que yo he visto en el cine.
alex
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3 de mayo de 2009
80 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonioni construye a partir de la mentalidad burguesa, acomodada y ociosa, una estética de la incomunicación y la parsimonia, en profundidad.
En el grupo social coexisten las individualidades, pero aisladas entre sí. Los diálogos, triviales y punzantes, sirven para ocultar la personalidad más que para comunicarla. Se muestran acciones superficiales, y lo significativo late debajo, oculto. Es un mundo en el que nadie sale trabajando (incluso los sicilianos de a pie aparecen desocupados, quietos en la calle).

La escenificación de la primera parte es idónea: unas parejas adineradas llegan de crucero en un yate pequeño hasta las Eólicas, unas islas peladas y casi desiertas. Las conversaciones ligeras van definiendo a los personajes. Una de las parejas está en crisis (Anna y Sandro). Va con ellos la íntima amiga de Anna, Claudia (Monica Vitti).
En el ritmo premioso con que todo discurre no caben altisonancias ni aceleraciones. El conflicto entre Sandro y Anna no lo altera, tampoco cuando se agudiza y apunta a ruptura.
Ni cuando la intriga queda escuetamente planteada: excursionistas, islote, desaparición.

El silencio abunda. La música es el viento, el oleaje, un esporádico clarinete. La intriga se mantiene durante la búsqueda, las difusas pesquisas. La acción se desplaza a zonas urbanas. El hilo de la investigación se tensa y destensa, y al aflojarse deja sitio a la atracción dubitativa entre Claudia y Sandro.
La incertidumbre se dilata, aguanta los cambios de escenario, de hotel en hotel.
Así, el motivo inicial, el enigma de la desaparición, va quedando al margen, desplazado por los deseos y relaciones sentimentales que parecen brotar en medio de la conmoción.

Se rompe el código habitual de la intriga, que poco a poco se estanca en la indefinición. El vacío, la ligereza y lo superficial están también en la forma narrativa, que tiende a languidecer y desvanecerse, con una cadencia siempre tibia, hasta desembocar en un sustrato sólido, una apelación al eterno femenino como indulgente amparo del hombre extraviado.

La forma plástica, en cambio, es precisa, nítida, vigorosa. Todo cuanto no aflora en los parcos diálogos palpita en los encuadres, ricos, bella y pictóricamente compuestos, utilizando con elocuencia desolados paisajes y arquitecturas antiguas, barrocas, anacrónicas, reflejo de esplendores caducos.
Entre la riqueza de lo visual cuenta mucho la belleza debutante y expresiva de Monica Vitti, en cuyo rostro la cámara se recrea constantemente.

(8,5)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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29 de octubre de 2010
53 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iniciamos una aventura, dividida en tres partes, sobre incomunicaciones y vidas a la deriva. Sobre opulentos personajes vacíos de valores, y de movimientos autónomos carentes de sentimientos.

Con la cámara, Antonioni recoge el silencio, la apatía de la conversación y el hastío de involucrarse en algo que ataña sentirse vivo. A base de gestos y de planos cargados de simbología, la cámara es la que recoge los desechos, la que narra la historia.

Desde el primer fundido encadenado, donde el padre de Anna desaparece empequeñecido entre las dos mujeres y es sustituido en el plano siguiente por Sandro asomado a la ventana (el uso del contrapicado que yuxtapone al padre y al novio es significativo: el padre incapaz de darle seguridad a su hija deja el paso al hombre con quien su hija cree que va a alcanzar la felicidad), también entre las dos mujeres-; la cámara apuesta por no guardarse nada.

En su primera parte, Antonioni, retrata a nuestros protagonistas a través del ambiente. Los edificios y los interiores son los matices de sus personajes. Si ya dije en su momento que Antonioni ha sido el mejor arquitecto por todo lo que podíamos dilucidar de sus personajes a través del entorno donde los colocaba. Que mejor ejemplo, que el archipiélago de las Islas Eólicas (Lisca Bianda) para retratar a los personajes que nos atañen: yermos vacíos, llenos de trampas y azotados por tormentas.

En su segunda parte, la culpa y el deseo se mezclaran, al principio sin orden ni control (como si alguna vez ambos sentimientos lo tuvieran...) y más tarde acoplados, sin el énfasis de ganar la carrera. Empieza entonces la tercera parte que llega al clímax cuando Claudia (sobresaliente Monica Vitti) dice:

“Hace unos pocos días, al pensar que Anna podría estar muerta sentí que yo también me moría. Ahora ni siquiera lloro. ¡Lo que temo es que esté viva!”

Y finalmente la redención. La comprobación de que el recipiente está vacío, que quizá no haya esperanza y sea demasiado tarde.


Hemos conducido todo el tiempo sobre las curvas de la condición humana, el vehículo (la cámara) nos transportaba, el conductor (Antonioni) nos llevaba, pero sólo el pasajero puede apreciar, si bien lo desea, el paisaje que se abre a nuestro paso.
Chagolate con churros
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19 de agosto de 2008
50 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sexto largo de Antonioni y primera entrega de su trilogía de la incomunicabilidad, también llamada de la desilusión. Escrito por Antonioni, Elio Bartolini y Tonino Guerra, desarrolla un argumento de Antonioni. Se rueda en exteriores y escenarios reales de Roma, Sicilia y de las Islas Eólicas (Basiluzzo, Panarea, Lisca Bianda...). Obtiene el Premio Especial del Jurado de Cannes y un Silver Ribbon (música). Producido por Amato Pennasilico para Cino del Duca, se estrena en mayo de 1960 (Cannes).

La acción dramática tiene lugar en Roma, Islas Eólicas y Sicilia, a lo largo de varios días, en 1959. Un grupo de jóvenes romanos de posición acomodada realizan un crucero en barco por las Islas Eólicas, situadas al Este de Sicilia. Tras desembarcar en una de ellas, Anna (Massari) desaparece. Sandro (Ferzetti), su pareja, y Claudia (Vitti), su mejor amiga, la buscan en las islas y en Sicilia, mientras Julia (Blanchar), Patricia (Ruspoli), Conrado (Addams) y Raimundo (Luttazzi) pronto la olvidan.

El film presenta una narración que aparentemente se mueve a la deriva: una excursión marítima de recreo se convierte en una búsqueda, ésta se ve interrumpida por una historia de amor, que resulta alterada por la infidelidad de Sergio con Gloria (Paliolo). De manera similar, los personajes parecen ir a la deriva: deambulan sin destino fijo, traspiran hastío vital y profesional, se olvidan pronto de la amiga desaparecida, viven ausentes, aislados y aburridos. La cinta deviene una exploración del vacío interior de los personajes, la incomunicación que se da entre ellos (nadie tiene nada que decir), la imposibilidad de establecer relaciones estrechas y duraderas de amistad, la utopía del amor, la felicidad inalcanzable... Los protagonistas son personas neuróticas, fracasadas sentimentalmente y socialmente, confusas y en crisis.

El realizador sitúa a sus héroes en escenarios dominados por paisajes grises, anodinos, fantasmagóricos o angustiosamente recargados de arquitecturas envejecidas y desoladas. Los pueblos y sus gentes parecen detenidos en un tiempo pasado y extraño, donde todos permanecen estáticos y en silencio, sin ocupación y sin esperanza. Los diálogos son lacónicos y secos. El tiempo de la puesta en escena es largo. Se da mayor importancia a la creación de atmósferas que a la fluidez de la narración. El espectador es invitado a la introspección, la exploración de la subjetividad propia y de los protagonistas, el análisis interior y la meditación.

La música, de Giovanni Fusco ("Las amigas", 1955), ofrece composiciones de violoncelo que evocan a Ravel y sugerentes insertos atonales a la manera de Schönberg. La banda sonora, muy singular, subraya el clima de apatía, fatalismo y tedio de los personajes. La fotografía, de Aldo Scavarda, se recrea en planos largos, cuida la profundidad de campo, muestra paisajes vacíos y extraños y mantiene los encuadres fijos, mientras los actores se mueven desde el centro de los mismos hacia sus márgenes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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