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Mona Lisa

Thriller. Cine negro George, además de ser el chófer de Simone, una elegante prostituta negra cuyos clientes son hombres de negocios y árabes millonarios, está locamente enamorado de ella, Por eso, acepta el encargo de buscar a una vieja amiga de Simone que se ha metido en un lío, aunque tenga que enfrentarse a un chulo mafioso y a un obseso rey del porno. Pero pronto descubrirá algo que podría destruir su propia vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2005
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película toma el título del cuadro de Leonardo da Vinci, porque para el protagonista George, la prostituta a la que sirve como chófer es hermosa, enigmática, intocable e inalcalzable. La relación entre George y Simone se desarrolla en un doble plano: por un lado George se va enamorando de Simone, mientras ésta le utiliza para la obtención de sus fines. La película ofrece una descripción detallada y bien matizada de la personalidad de George, un expresidiario recién salido de la cárcel, rechazado por su mujer, buena persona, honesto a carta cabal, que encuentra un trabajo de chófer de la mano de un antiguo colega, por cuenta del que ha pagado una pena de prisión que no le correspondía. La ingenuidad de George y la fascinación que siente por Simone le llevan a recorrer la ciudad en busca de Kate, una joven compañera de Simone, perdida en el submundo londinense. George realiza su cometido con limpieza, con dignidad y sin prestar atención a las fáciles y atractivas oportunidades que el mundo de la delincuencia le ofrece. Tras jugarse la vida para satisfacer los deseos de su Mona Lisa, llega la sorpresa de una verdad inesperada, que le hará tomar una decisión coherente y liberadora. La canción "Mona Lisa", dedicada a la figura seductora y enigmática de la protagonista del cuadro, acompaña el inicio de la obra a modo de apunte explicativo para el espectador. La excelente interpretación de Bob Hoskins en el papel principal le valió una nominación al Oscar al mejor actor.
Miquel
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26 de enero de 2007
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando tipos como Bo Hoskins monopolizan con su actuación magistral nuestro interés y cuando no es necesario ser un guaperas tipo Di Caprio, Brad Pitt ó George Clooney para ser el "galán" ó actor principal de una película, es cuando siento que me reencuentro con el cine. Y de alguna manera eso es lo que sucede en Mona Lisa, con un don nadie al que una serie de contrarias circunstancias convierten en maleante, detective y proxeneta. Pero ¿Como puede ser eso? nos preguntamos, si rezuma honradez y bondad por los cuatro costados.

Nos identificamos con él hasta el punto de sentirnos estafados cuando a él le estafan, de sentirnos heridos cuando a él le hieren, de sentir que nos hubiesemos enamorado en sus mismas circunstancias. Él, es un poco nosotros mismos, con las circunstancias en contra.

La película tiene muchos detalles reseñables:

"¿Papá porqué te fuiste?... "Porque no era un hombre bueno"
" ¿Y ahora, eres bueno...?"...

Ó cuando, empezando a enamorarse, retoca el maquillaje de la prostituta, antes de su "actuación"

"Tienes que estar guapa"...

Nos identificamos con él y por eso nos duele lo que le pasa. Y eso lo consigue Neil Jordan con su trabajo de dirección, pero sobre todo Bo Hoskins con su genial actuación.

Tal vez la película hubiese resultado igualmente genial con Sean Conery en el papel de George como en un principio estaba previsto, pero en mi modesta opinión, Bo Hoskins nos "hermana" de alguna manera con el personaje, lo hace verosimil, creible. Y para mi, este es el verdadero valor de esta obra. La credibilidad.
FATHER CAPRIO
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9 de diciembre de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No exagero si digo que Neil Jordan me parece uno de los cineastas activos más interesantes del mundo. Ya sea con vertientes oscuras de cuentos populares (En compañía de lobos), con las crónicas de un vampiro que come ratas (Entrevista con el vampiro) o con su introspección del travestismo (Desayuno en Plutón), siempre demuestra riqueza y heterodoxia en el tratamiento de los temas. No se conforma con que esos temas sean potentes de por sí. Cierto es que un par de excursiones americanas le han salido rana (Dentro de mis sueños, La extraña que hay en ti), pero tenía más que ver con los flojos libretos de los que partía que con su realización. El peculiar modo de desarrollar los temas que maneja, combinando libertina despreocupación por dar respuestas y serio compromiso para con sus personajes, abre siempre puertas. Nunca las cierra.

Mona Lisa cuenta las desventuras de George (Bob Hoskins), un hombre que acaba de salir de la cárcel y encuentra trabajo como chófer de Simone, una prostituta. Más tarde, se verá inmerso en la búsqueda de una amiga de Simone, una chica de edad similar a la de su hija. Una hija a la que apenas ve. Si bien esta historia en manos de otro podría convertirse en una Paseando a Miss Daisy de baratillo, Neil Jordan nos ofrece un refrescante cóctel en el que caben drama, thriller, cine negro y un gran estudio de personajes. La perfecta armonía de estos hace que sea prácticamente imposible aburrirse viéndola.

Hay también, en su segunda mitad, cierto parecido con Hardcore de Paul Schrader, en cuanto a la búsqueda dolorosa de una inocencia corrompida. La diferencia es que en Hardcore, George C. Scott emprende la búsqueda de la chica por el lazo familiar, y en Mona Lisa es tan sólo por altruismo, lo cual la hace más conmovedora. Además, la película que nos ocupa destaca más en lo visual. Paul Schrader es un estupendo guionista pero Neil Jordan nació director. Eso se nota en el dinamismo que le da a las imágenes, la segura mano con la que trenza un ritmo progresivamente opresivo y turbio y el modo en el que cuenta una historia aprovechando el medio cinematográfico, narrando más a través de miradas y silencios que mediante rutinarios diálogos.

Bob Hoskins tiene gran parte del mérito de que la película funcione tan bien. No puedo pensar en una elección más adecuada para el papel y que transmita tanta credibilidad y calidez en cada gesto. Pertenece a esa no muy abundante raza de actores que prefieren no fingir ser alguien, sino serlo por un lapso de tiempo. El papel de hombre corriente y vulgar pero con un corazón de oro le sienta como anillo al dedo y no hay rastro de impostura en sus ademanes. Sus continuos encontronazos con Simone no hacen más que aumentar nuestra simpatía por él, ya que su bondad oculta frustración. No encuentra hueco donde depositar su bondad (la madre de su hija no le deja verla, la prostituta se muestra fría y distante al principio), pero cuando finalmente ve la posibilidad de ayudar en algo no parará hasta conseguirlo.

Cabe destacar una característica común en algunas películas de Neil Jordan: la fascinación por una mujer de incierta sexualidad que proviene de un entorno hostil. En Juego de lágrimas y Desayuno en Plutón eran transexuales, pero mujeres en espíritu al fin y al cabo. Aquí es una mujer, pero con rasgos bastante masculinos. Son la herramienta de la que Jordan se vale para ahondar en el mundo interior de alguien evitando clichés; parece decirnos que en nuestro verdadero yo hay corrientes masculinas y femeninas que se cruzan y colapsan, quedando en pie más de unas que de otras. Pero que nadie es todo o nada, blanco o negro, y que sólo tenemos de guía una pulsión que a veces no entiende de géneros. A Jordan también le gusta contraponer esta contundente visión de la personalidad a una más conservadora y tradicional. Si en Juego de Lágrimas era Stephen Rea quien se replanteaba sus principios e inclinaciones, aquí ese papel se reserva a Bob Hoskins.

Mona Lisa es una película que habla de dos mundos y del choque de estos. El mundo del glamour, con su manto de elegancia tras el que se ocultan fiestas sadomasoquistas, chocando contra el mundo normal. Es la triste historia de dos mundos que se desean el uno al otro pero que están destinados a vivir separados. A la prostituta le molesta ver en Bob Hoskins una honestidad que no creía posible en un hombre, y a Bob Hoskins le duele que ella ponga precio a su belleza. Pero ambas son personas rotas en busca de alguien a quien amar. Lo que les une es más importante que lo que les separa, aunque al final tampoco eso sea suficiente. Hay una escena muy paradigmática un poco antes del desenlace, en el muelle. Hoskins comprende la inclinación sexual de la prostituta y empieza a bailar con ella, a fingir los clichés de todas las relaciones de manera bufa. Hasta que con unas ridículas gafas estrelladas en sus ojos, se da cuenta de que eso no es para él. De que nunca podrá vivir una vida normal con una persona tan compleja y difícil. Con alguien que proviene de otro mundo.
Cinematic
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15 de diciembre de 2005
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso es lo que parece el bueno de George (Bob Hoskins) desde que una prostituta negra, alta y enigmática (tal vez por esta última cualidad le venga el título a la película, además de por la canción homónima que se deja oir) le contrata como taxista, acompañante y protector, porque eso le obliga a trabajar sobre la cuerda floja por enfrentarse a algunos miserables macarras (entre ellos, un tal Mortwell, encarado por un Michael Caine que zurce aquí un papel antipático y poco relevante). Lo mejor de todo, la magistral interpretación de Bob Hoskins, que demuestra que no hay que ser un tipo atlético ni atractivo para encarar un difícil papel de protagonista masculino. Bien asimismo Cathy Tyson como mujer araña, que atrae a los hombres como moscas. La historia no tiene excesiva altura, pero resulta interesante y se comprende no solo la nominación de Hoskins para el Oscar, sino también los varios premios internacionales que alcanzó la película.
ANTOINE
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19 de abril de 2013
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
LA BUENORRA. En este caso una puta de lujo. A mí las historias de putas me molan mazo. Son todas tan buenas personas (casi imposible encontrar en el cine o en la literatura a una meretriz con malos sentimientos, haced la prueba), tan desgraciadas, tan entrañables! Debe de ser el único oficio del mundo en el que prácticamente no existe la maldad, si exceptuamos a los proxenetas, que ésos sí son todos malos malísimos. En fin, esta puta de Neil Jordan es una negra estupenda, por supuesto con un corazón de oro, de la que no puede evitar enamorarse locamente el protagonista indiscutible de la cinta, que en este caso es “El feo”.

EL FEO. Nuestro feo es el pringao de toda la vida, ése que ahora se conoce (un gran hallazgo, por cierto) como “Pagafantas”. Este feo además es bueno; es un cacho pan, un osito de peluche, vamos, un pringao de manual. A pesar de que el tío acaba de salir de la cárcel tras una carrera gangsteril que se adivina intensa y fructífera, cae redondo ante una buena caída de pestañas y una sonrisa triste de la buenorra. Bob Hoskins pone cara a nuestro feo y lo convierte en un ser adorable, desprendido, ingenuo, capaz de matar y morir por su particular Mona Lisa.

EL MALO. Por supuesto, como en toda peli de putas, no podía faltar el malo, que en este caso no es el chulo sino el gangster que maneja el negocio a gran escala. Michael Caine da vida con su habitual buen hacer a este personaje malvado y sin escrúpulos que es el contrapunto perfecto a la bondad del pobre ex convicto enamorado. Al final, como en casi todas estas historias, la cosa se reduce a si ganan los buenos o ganan los malos, o no gana ninguno de los dos, que también podría ser. Con los datos que he dado, adivináis cómo acaba?
Talía666
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