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Sólo los ángeles tienen alas

Drama. Romance. Aventuras En un país sudamericano situado en los Andes, mientras Geoff Carter (Cary Grant) dirige un servicio de transporte aéreo de mercancías, Bonnie Lee (Jean Arthur) es una corista que está allí de vacaciones. (FILMAFFINITY)
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Críticas 45
Críticas ordenadas por nota
17 de marzo de 2007
54 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cimas incontestables de la filmografía de uno de los grandes del Hollywood dorado: Howard Hawks. Obra maestra absoluta, “Solo los ángeles tienen alas” es una de las mejores películas de acción y aventuras jamás filmada, fruto del talento de un director capaz de darnos obras maestras en todos los géneros que abordó.
Las vivencias de un grupo de pilotos, que transportan el correo en viejos aviones a través de altas cimas nevadas azotadas por el viento, sirve de perfecto pretexto a Hawks para sumergirnos en ese “su” particular universo, de autentico y profundo espíritu aventurero, que conoce como nadie, -de joven se dedico a toda suerte de oficios peligrosos-, donde se convive con el riesgo y donde la muerte, a la que pretenden o fingen ignorar, planea sobre sus vidas como una permanente amenaza y que Hawks plasma en fotogramas de oro puro, enfatizando la amistad y la camaradería de un mundo, donde solo existe el pasado y el fugaz momento presente.
Film sensible y profundamente bello, de emociones contenidas; personajes de una sola pieza que se niegan a si mismos la condición de seres humanos con capacidad para amar y sentir, como una suerte de defensa frente a un futuro que no existe, “Solo los ángeles tienen alas” es un film presidido por un fatalista pesimismo que solo al final abrirá la puerta a la esperanza a través de un complejo proceso de redención personal.
Filmada íntegramente en estudio, su impecable puesta en escena, el extraordinario guión, rico en registros que van desde el dramatismo más intenso hasta el humor más desenfadado, -bañado de un aparente cinismo y de un romanticismo no asumido pero real-, la magistral dirección de Hawks y un reparto irrepetible, -soberbiamente dirigido-, encabezado por un Cary Grant sencillamente perfecto, una encantadora Jean Arthur, un colosal Thomas Mitchell y el lujo de la presencia de una bellísima Rita Haywoth, hacen de “Solo los ángeles tienen alas” una autentica joya del cine, tierna, entrañable y donde en cada fotograma se dibuja de forma nítida la complicidad y la devoción que siente Hawks hacia unos personajes, que son su “alter ego”, a los que ama.
Trufada de secuencias inolvidables, no se puede dejar, sin embargo, de destacar lo que a mi juicio son algunos de los momentos más emotivos jamás vistos en una pantalla de cine y que dan la medida precisa del inmenso talento y sensibilidad de Hawks: La sobria y sin embargo sobrecogedora despedida entre Cary Grant y Thomas Mitchell; el sublime plano de Cary Grant llorando, con la mirada perdida en el vacío y ese maravilloso final, -uno de los más bellos de la historia del cine-, donde la palabra GUION, -hoy desgraciadamente extinta-, cobra de repente toda su grandeza y esplendor. Obra maestra intemporal para amantes del CINE con mayúsculas.

Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 17 de marzo de 2007
Harry Lime
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7 de enero de 2012
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Howard Hawks amaba la aventura. Por eso le gustaban tipos como Geoff Carter (Cary Grant) y Kid Dabb (Thomas Mitchell), hombres valientes y generososos, siempre dispuestos a jugarse la vida porque en eso consistía su trabajo. Y también le gustaban chicas como Bonnie Lee (Jean Arthur) o Judy Mac Pherson (Rita Hayworth), siempre dispuestas a amarles a pesar de su manifiesta idiotez.
Hawks amaba el riesgo, pero a diferencia de sus héroes él lo temía: por eso se hizo cineasta. Y Barranca es un lugar tan bueno como cualquier otro para hacer del riesgo un modo y un medio de vida. Ese enclave situado junto a un océano que casi nunca vemos, envuelto siempre por la niebla y rodeado de montañas azotadas por el viento es una metáfora del purgatorio: un puente entre el cielo y el infierno, más cerca del segundo que del primero. Como a la Casablanca de Richard Blaine, es zona de tránsito de los parias que huyen del pasado, pero -a diferencia de la película de Curtiz- saben que no hay futuro más allá de las montañas. En el mejor de los casos los aviones que despegan de Barranca regresan de nuevo a Barranca.
"Solo los ángeles tienen alas" discurre entre las cabinas de esas avionetas cochambrosas, la pista de aterrizaje y la cantina del aeropuerto. A veces los aviones se escacharran y los pilotos encuentran la muerte, pero en Barranca no hay tiempo para las lágrimas. Sus amigos bromean, beben y cantan. Olvidar es volar y volar es vivir: a veces también volar es morir.
Otras películas de Hawks, como "Río Rojo", "Río de sangre" o "Hatari". son también odas a la aventura, al espíritu de unos pioneros condenados a desaparecer, pero ninguna de ellas alcanza la trágica emoción de "Solo los ángeles tienen alas". En ella el último vuelo de Kidd Dabb es una epopeya íntima. Y tampoco esta vez habrá lágrimas. La amistad y el valor, como en "Casablanca" están por encima de todo.
Charles Winnifred
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10 de septiembre de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que vivimos en los tiempos del SEPLA y los vuelos low cost, películas como esta, o novelas como Vol de nuit de Saint-Exupery (casi contemporánea y que se desarrolla en un ambiente similar), nos recuerdan que la aviación, como otras actividades humanas, también tuvo su tiempo de romanticismo.

Sólo los ángeles tienen alas es, sí, una película romántica, sobrecargada de emociones que no le impiden remontar el vuelo por encima de la cordillera, sobre los cambios de gusto que provoca el paso del tiempo; a diferencia de las últimas películas de Hawks, el patetismo es aquí evidente, y no implícito, pero su peso se ve aligerado por la mezcla con la acción y la comedia.

La velocidad de los aviones parece trasladarse e impregnar a la película de una velocidad que está ligada (más que a la rapidez de la acción y de los diálogos) a la de evolución de sus personajes; la presencia cercana de la muerte, mostrada con naturalidad (como parte de la vida), actúa como un acelerador que activa tanto las relaciones entre ellos como los mecanismos de identificación del espectador.

El conflicto del personaje de Barthelmess parece un eco del Lord Jim de la novela de Conrad: a él también se le ofrece una segunda oportunidad, que en este caso presenta una extraña simetría respecto a la de su fallo inicial... Su personaje es, también, una suerte de doble desafortunado del héroe al que encarna Cary Grant -quien también tendrá, en otro ámbito diferente al del honor, su segunda oportunidad. Pero, como en Río Rojo, las casualidades melodramáticas de la trama no empañan la sensación de urgencia y de veracidad.

La película reside en la frontera entre lo antiguo y lo moderno: la presencia de Barthelmess, la fotografía artificiosa con muchas fuentes de luz y difusores, los peinados de Jean Arthur, nos remiten al cine mudo. Pero, pasados los primeros minutos, la sensación que dejan estos elementos es más de objetos vintage que de integrantes de un conjunto pasado de moda; la ausencia de superioridad e ironía (respecto a la trama) en el punto de vista del narrador nos permite seguir viéndola sin superioridad y sin ironía.

En una conversación con el personaje de Thomas Mitchell, el amigo del héroe, la protagonista Jean Arthur, hablando de su relación con aquel (Cary Grant), formula la pregunta que resume la problemática de las relaciones entre los sexos de la que tanto se ha escrito en relación con las películas de Hawks: "Tú lo quieres, ¿verdad? ¿Por qué no podría yo amarlo como tú?"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el pastor de la polvorosa
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21 de noviembre de 2016
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra de Howard Hawks basada supuestamente en algunas vivencias personales sobre un grupo de pilotos que arriesgan sus vidas llevando mercancias a través de las montañas suramericanas, todos ellos pasan sus ratos libres en una vieja taberna curando sus heridas, sobretodo emocionales, cantando bebiendo y recordando tiempos mejores. Muy pocos directores son capaces de coger una trama tan sencilla y convertirla en una obra maestra, un hito del cine de aventuras, con profundas reflexiones sobre la muerte y la amistad y con un pesimismo que solo es curado grácias a la aparición del personaje de Jean Arthur, una chica con caracter y con una visión muy distinta de las cosas que choca frontalmente con Cary Grant, un piloto cínico, aventurero y bastante machista, la interpretación de los dos es excelente sobretodo la de Grant con un papel distinto al que nos tenia acostumbrados, destaca también un brillante Thomas Mitchell y una espectacular Rita Hayworth en uno de sus primeros papeles.
En resumen, una gran película, con un nombre extraño eso si, pero que demuestra que Howard Hawks fué uno de los mas grandes rodara el género que rodara.
Imprescindible.
Scarface
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15 de agosto de 2018
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película de aventuras donde se nos cuenta la historia de un grupo de pilotos que trabajan para una compañía aérea privada en La Barranca, una población perdida de Centro América, encargada del correo y otros transportes, cuyos aviones son auténticas chatarras que cruzan las montañas en medio de las climatologías más adversas y donde la vida no vale nada.
Cary Grant es el director de esa compañía. Hombres de pasado olvidable y sin futuro, cuyo único presente es montar en una avioneta y conseguir regresar sanos y salvos. Viven en una aldea cochambrosa, en sucias cabañas y sus compañeros son su única familia.
Aquí Hawks, aprovecha para hablarnos del valor de la amistad y la camaradería, imprescindible en estos tipos, con un Thomas Mitchell soberbio que nos regala una de las escenas mas emotivas del film. Nos habla de la soledad, de la entrega, del egoísmo y de la cobardía. También nos habla del amor o de la imposibilidad del mismo.
Jean Arthur, hace el papel de la chica que recala en ese puerto, de camino a su ciudad natal y descubre ese mundo donde se niega la muerte o, más bien, donde se le abre los brazos y se acepta como una rutina más.
Una mujer que se enamora de un presente y que tiene que aprender a negar un futuro.
Tenemos a Rita Hayworth, en uno de sus primeros papeles, hermosa a rabiar, como la esposa de uno de los camaradas. Un Cary Grant magnífico como el director duro y solitario y unas escenas con las avionetas que hoy en día acostumbrados como estamos a todo el despliegue de trucos y técnicas por ordenador, no consiguen generar en mí, la tensión y el asombro que me producen ver cómo se las apañaban los pioneros de la aviación, para pilotar esas avionetas hechas con cuatro latas y sobrevolar las tormentas y esquivar las montañas.
Magnífico film de aventuras, que es un placer contemplar una y otra vez.
Izeta
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