Valerie y su Semana de las Maravillas

Tan complejo como cualquier material que se compone con la sustancia de los símbolos, una forma posible de abordar este maravilloso relato cinematográfico, consiste en seguir el periplo de la jovencísima protagonista, aún sin precisar dónde termina lo real y comienza lo soñado o imaginado. Así, a un pueblito medieval rodeado de un bosque, arriban un mismo día una legión de cómicos ambulantes y una procesión religiosa. Valeria es una doncella, en el cambiante pasaje de la niñez a la adolescencia. Vive con su abuela, nunca ha conocido a sus padres y sólo ha tenido vagas referencias de ellos. En sus momentos de ensueño invoca el amor
idealizado de Olrico, un joven misterioso que roba sus aros con forma de pendientes, emblema de sensualidad que su abuela le impide usar, alegando que no tiene la edad suficiente.
Valeria reza y teme, de acuerdo con un mundo de prohibiciones y misterios impuestos por su educación, pero también observa curiosamente al mundo que la rodea. Sueña, imagina y fundamentalmente desea. Los exteriores conforman un espacio edénico y silvestre, alejado del mundo urbano. Una naturaleza poblada de seres reales e irreales, donde la mirada de la joven descubre la vitalidad erótica de las robustas mujeres que lavan la ropa en el río y de un leñador-fauno que las corteja. Ella a su vez es hostigada por vampiros, hurones y misioneros lujuriosos, de los que suele rescatarla el personaje de Olrico que a veces llega hasta ella deslizándose por techos de cristal o enviándole cartas de amor con pájaros mensajeros. Luego de una serie de revelaciones, peligros y resurrecciones, Valeria abandonará su blanco cuarto adolescente para acostarse a dormir gozosamente en una gigante cuna, también blanca pero enclavada en el medio del bosque, mientras los personajes exteriores parecen arrullarla tanto como la envolvente canción de cuna de la banda sonora. Una gran alegoría que dibuja una gran pintura de sus cambios físicos y espirituales, ya que, más allá de su "formato", esta encantadora obra del realizador checo Jaromil Jires es básicamente un relato sobre el despertar a la vida de una adolescente, narrado como una alegoría embriagadora de belleza y ambigüedad.

Si algo demuestra esta película es el sorprendente clima de tolerancia que había en la Checoslovaquia de 1969, el año del rodaje de la misma; impensable en otras latitudes.
Como en otros muchos casos la película no escatima criticas al sistema, por supuesto, los cineastas del Este solían ser brutalmente críticos aunque nos resulte difícil de creer. ¿Nos podemos imaginar algo así en la España de aquella época... o de esta? Es mas, ¿nos podemos imaginar una película así en cualquier país de la Europa Occidental (excepción hecha de Francia, claro) o en Estados Unidos? Rotundamente no.
En un comentario anterior (mas propio de la Brigada político-social) poco riguroso y peor informado se asegura que el lesbianismo estaba prohibido en Checoslovaquia en aquellas fechas, lo cual se desmiente fácilmente con la propia película y con el hecho de que la homosexualidad masculina estaba despenalizada desde 1962 y la femenina no lo había estado nunca (al menos durante el siglo XX, claro) cosa que sí pasaba en muchos países de la Europa Occidental empezando por España y... Estados Unidos.
Uno de los temas mas destacados de la película es la crítica acerada contra la iglesia católica (lo que no excluye a otros grupos de poder) y sus métodos tradicionales de tortura y asesinato legal, y sobre todo, contra su descarada hipocresía. No nos olvidemos de que ese país era, y es, mayoritariamente protestante, con socialismo real y con capitalismo.
Al terminar de visionarla nos queda clara una cosa, esta película es imposible de realizar hoy en día. De filmarla hoy estarían todos en la cárcel (menos la protagonista), empezando por el propio Jaromil Jires, quien, desgraciadamente en este caso no podría alegar persecución política alguna. Este director, como la mayoría de los integrantes de la Nueva ola checoslovaca, no pudo ver cumplido su sueño americano. Se le fastidió, no fue lo bastante crítico.
Por último una reflexión. Viendo el cine del este de Europa de las últimas décadas, podríamos afirmar que se hacía mejor cine antes contra del socialismo, que ahora para el capitalismo.

Una película curiosa que no pasa de mera anécdota. La escenografía, la fotografía, e incluso alguno de los símbolos que maneja, me resultan atractivos, pero se regodea demasiado en su rareza y escapa voluntariamente a todo acto racional de interpretación, construyendo un relato desarticulado y engorroso. El metraje está compuesto por una cadena de situaciones desconectadas del conjunto, que oscilan entre el surrealismo más zafio y la autocomplacencia absoluta. No está mal para un rato, pero a pesar de su escueto minutaje, de un solo trago se hace empalagosa y puede que indigesta.

El cine como fantasía, como fábrica de sueños, como Arte. Un coro, un clavicordio, música que se clava en el alma. Los colores: el rojo de una gota de sangre, el blanco inmaculado, el negro de una sotana, de una capa, de un vestido. La luz desbordante, la exuberancia del campo, el sexo incipiente, anhelado, temido. El miedo, la noche, el vampiro, una comadreja, una mofeta, el temor a envejecer. La religión.

El Amor. El deseo. La lujuria, la inocencia, unos pendientes más poderosos que un escudo. La niñez de la que nos queremos desprender y en la que nos queremos esconder. Un cuerpo floreciendo, un espíritu desbordando ese cuerpo, el fuego inflamando el espíritu.

El despertar. La belleza.

Valerie...

Valerie y su semana de maravillas es una película checa de 1970 del director Jaromil Jires basada en la novela tambien checa de Vitezslav Nezval. Inspirada por las novelas de Alicia de Lewis Carroll con ese aire surrealista, onírico y con personajes metafóricos.
Valerie a týden divu también es terrorifica, extraña y erótica.

Valerie tiene 14 años, está a punto de dar el paso de niña a mujer y a través de este insólito y bizarro punto de vista cargado de aires de cuento de terror vemos como la pequeña Valerie tiene un tesoro tan grande como su virginidad como fuente de juventud, ansiada por la figura del vampiro que tan destacable se hace durante la película, relacionándolo así con personajes mayores sedientos de vida.


Una película que recuerda mucho a esta, es una de mis favoritas: En compañía de lobos que está basado en un relato de una novela de Angela Carter. Evidentemente Valerie fue una influencia para En compañía de lobos, el objetivo de la historia hasta alguna imagen hasta la figura de un ser fantástico y terrorífico como precursor de la sexualidad en la protagonista.