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El marinero de Gibraltar

Drama. Romance Alan y Sheila pasan unos días de vacaciones en Italia. El desbordante entusiasmo de ella contrasta con la apatía de él. Una noche, Alan acude solo a una fiesta y conoce a Anna, una rica y misteriosa viuda americana que ha pasado los últimos años buscando por todo el mundo a un marinero de Gibraltar, el único hombre con el que fue feliz. Fascinado por ella, Alan abandona a su novia y se embarca con Anna en la búsqueda del amor imposible. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
4 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene un arranque lento y algo pegajoso porque parece que no sabe desprenderse de una voluntad descriptiva y mimética que se ciñe en exceso al texto escrito de M. Duras.
El intimismo propuesto por la trama no encuentra en la pantalla el perfil adecuado para que la historia vibre en lenguaje cinematográfico a pesar del evidente esfuerzo por parte de casi todos.
La fotografía, en blanco y negro, presenta detalles valiosos y algunos planos muy interesantes.
Testimonial presencia, casi un cameo, de O. Welles quien, como siempre, hace gala de su enorme poderío ante la cámara.
ABSENTA
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23 de septiembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por el siglo XVII, el clérigo Robert Burton, nacido en Oxford, escribió una obra capital entorno a...

A ver, es broma. Esta vez no toca liarse a pontificar con aire sentencioso. Ya tengo unas cuantas reseñas de eso tipo. En ésta hablaremos en modo cóctel, con ropa ligera y bebidas fresquitas. Hasta hace un par de películas tenía bastante cruzado al bueno de Tony Richardson, pero según compruebo, entre sus plomizas primeras obras de free cinema y sus flojas obras de senectud, contó con un período bastante inspirado dónde realizó unas cuantas obras más en sintonía con sus colegas europeos que no con los norteamericanos. Por su aire culturoso, quiero decir. Y con un dominio más que notable de la técnica. "Mademoiselle" (su anterior obra) es un filme poco conocido que no obstante nada tiene que envidiarle a "El desprecio", "El fuego fatuo" o cualquier otro título de la filmoteca elemental del cine de autor.

En esta ocasión, Richardson consigue captar muy bien ese estado de ánimo que se da con no poca asiduidad en nuestras sociedades, menos amenazadas de pobreza y guerra. Las primeras reflexiones del protagonista lo expresan muy gráficamente: "¿Qué haces cuando no sabes lo que quieres? Cuando sabes que estás desesperado pero no sabes por qué. Cuando no puedes expresar lo que sientes ni siquiera a ti mismo". Nos pasamos la vida deseando algo y cuando lo conseguimos, tarde o temprano terminamos aburriéndonos de eso. Así lo constata la situación inicial del protagonista. Está viajando por el sur de Europa acompañado de su pareja, una mujer inteligente, vitalista, curiosa y optimista entregada a él. Sin embargo su descontento y apatía son incorregibles. Por más que viajen a un sitio u otro, y por más hermosos que éstos sean, su ánimo no varía. Está tras algo a lo que no puede dar forma. Esto parece cambiar cuando encuentra a una francesa que representa lo opuesto de su pareja: con ella todo es carnalidad y todo marcha bien mientras se acepte el aire transitorio de la situación y no se formulen sentimientos posesivos. También ella está tras un imposible: encontrar a un marinero con el que compartió una intensa y breve historia de amor truncada bruscamente. Para ambos el destino parece estar en otra parte menos dónde ahora están o, si no, al lado de una persona diferente.

Del desenlace se saca una interesante y oportuna idea: no es tanto el destino como el recorrido. Supeditarlo todo a la meta final ocasiona el desprecio respecto al presente y la melancolía. Invertir esa proporción representa la postura de Anna, es decir, disfrutar el trayecto. En ese sentido, si bien tampoco resulta inverosímil, el final me dio la sensación de resultar un poco blando o, si más no, ligeramente complaciente. Si acaso podría entenderse como reverso optimista de otra película protagonizada por Jeanne Moreau: "Eva", de Joseph Losey. O como una versión menos intelectualizada de "La Femme en Bleu" de Michel Deville.

La película, además de haber conseguido reunir a dos grandes actrices del cine europeo como son Vanessa Redgrave y Jeanne Moreau (guapísimas y eficientes las dos), también cuenta con el gancho de ser un drama romántico camuflado de película de misterio y aventuras situado en atractivas localizaciones del Mediterráneo, del cual la fotografía extrae su luminosidad y sensualidad. No cometeré la desmesura de decir que es una de las mejores películas inglesas jamás vistas, pero sí que es una obra más que interesante, bien realizada y actuada, que acierta a captar la naturaleza fugaz e inaprensible del deseo... Vaya, pues al final resulta que sí me he puesto un pelín sentencioso y tal. Bueno, qué se le va a hacer. En otra ocasión será.

Recomendada a todos los admiradores de Jeanne Moreau y también a los interesados en Marguerite Duras que no quieran sufrir esos tostones que ella misma dirigió.
Jean Ra
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25 de julio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que un hombre necesita tener en su vida no es a una mujer, sino un Propósito, una Gran Aventura, algo que signifique novedad y descubrimiento porque, como decía el pasajero que viaja junto a Alan en el tren, “mucho mejor que estar conforme es ser feliz”. Esto, claro, vale también para la mujer, y así como para Alan dejar a Sheila fue volver a tener alas, también para Anna, quedar viuda, fue la ocasión de ser dueña de su vida, de volver a soñar y a descubrir el mundo. Así como algunos sienten que su dicha está entre las cuatro paredes de un hogar, con pareja e hijos a bordo, hay otros que no conciben la felicidad con ataduras, anclajes o posesiones… y ambos tienen razón.

“EL MARINERO DE GIBRALTAR” contrasta a la mujer que se conforma con su hombre y con una vida de pareja (Sheila), y otra, acaso menos atractiva físicamente, pero cuyo espíritu libre y su deseo de conocimiento y novedad que la lleva a fantasear como cualquier corsario de novela con tal de tener un motivo para explorar y descubrir, la hace harto interesante. La primera, quizás asegure la permanencia, aunque también vemos que le gusta estar en grupo y que disfruta la ausencia de su compañero; y la segunda, es bien probable que tan solo brinde una aventura fugaz, pero, sin duda, dejará una profunda huella porque, cada minuto con ella, es intenso, intrigante y apasionado.

En su novela homónima, publicada en 1952, Marguerite Duras hace de Florencia, Italia, el punto de ruptura con un pasado que, para Alan, significa anquilosamiento. Primero, con un trabajo rutinario (expidiendo registros) que no causa alegría alguna y al que deberá preservar, y después, con una promesa de matrimonio que significará posesión, estabilidad y fidelidad, cosas que, presiente, le depararán un eterno aburrimiento… de aquí, los mensajes que ha comenzado a recibir.

El filme, por su parte, fluye muy gratamente desde ese encuentro entre dos seres que miran con complacencia a las aves que surcan el cielo y que, como ellas, pretenden vivir cada instante como si fuera el último. La fotografía se complace en ese mar y en ese mundo natural que recorre el yate; los diálogos son diáfanos y surgen con frecuencia desde muy adentro del alma… y la música de cuerdas llena de romanticismo y de color cada momento de esta estimulante aventura.

Ian Bannen, como Alan, tiene a su cargo un personaje bastante complejo, el cual debe debatirse entre la estabilidad y la que se presiente como una aventura fugaz –el desenlace, infortunadamente, no deja este hecho claramente resuelto-, pero, quizás sea un buen ejemplo del hombre que, a todo riesgo, decide seguir sus más profundos impulsos de libertad. Jeanne Moreau, en la piel de Anna, se arriesga y no le importa, a ser considerada putona, pero quiere contra todo, ser dueña de su vida y no sentir que lanza el ancla ante lugar, pertenencia u hombre alguno, y es por eso que busca a ese marino de Gibraltar que talvez resulte inalcanzable. Y Vanessa Redgrave (Sheila), la suerte de mujer que muchos -otros- hombres desearían, porque es bella, sociable y tierna, y es la promesa, casi segura, para un hogar definitivamente estable.

Tony Richardson, nos ha dado esa suerte de película que nos obliga a tomar -consciente- partido… y eso ya tiene un valioso significado.

Título para Latinoamérica: EL MARINO DE GIBRALTAR
Luis Guillermo Cardona
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