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Qué extraño llamarse Federico

Documental Documental que rinde homenaje al director italiano Federico Fellini para conmemorar el vigésimo aniversario de su muerte. Combina imágenes de archivo y escenas rodadas en Cinecittà. Ettore Scola evoca su encuentro con él en la revista satírica Marc’Aurelio en los años cincuenta, recuerda los amigos comunes (entre ellos Marcello Mastroianni) y, sobre todo, el placer compartido de hacer cine. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
7 de febrero de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta ver que Ettore Scola, a sus 84 años, sigue reinventándose a pesar de todo. Tras un silencio de 10 años, volvió en 2013 para rendir un sentido homenaje a su gran amigo Federico y, de paso, a unos cuantos compañeros de viaje ya desaparecidos: Marcello Mastroianni, el trasunto de Fellini, Steno, prolífico director de películas poco memorables, o Ruggero Maccari, con el que tantas películas maravillosas había escrito Scola (El estafador, Fantasmas de Roma, La escapada, Monstruos de hoy... La lista sería interminable). Rodeado de espectros, Scola revive sus años de juventud, sus comienzos en una especie de Charlie Hebdo de la época, su encuentro con Fellini, con Steno, con Maccari... Los fantamas pasean por el fantasma de Cinecittà, resucitan el rodaje de La dolce vita, pasean de noche por Roma, la Roma tan bien retratada por Fellini, y junto con ellos recorremos un fragmento irrepetible de la Historia del Cine, ese cine italiano de los años 50 y 60, en que no sólo descollaba el fenomenal triunvirato Fellini-Visconti-Antonioni, sino una serie de directores que hicieron de Italia un paraíso cinéfilo, Los Pasolini, Monicelli, Zampa, Pietrangeli, Risi, por supuesto, Comencini, el propio Scola... Y otros que olvido en este momento. Mezcla de película y documental, esta cinta merece el visionado de todo aficionado que se precie de serlo, aunque sólo sea para derramar una lagrimita de nostalgia por una forma de hacer desaparecida para siempre.
Eduardo
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12 de mayo de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un documental que recuerda la figura del director Federico Fellini. En principio puede calificarse como el clásico documental homenaje a un director de gran influencia entre los de su generación y los que le siguieron, ya que incluye fragmentos de sus películas y entrevistas a profesionales que trabajaron con él. Pero cuenta con el plus de estar dirigido por otra figura del cine italiano como Ettore Scola, que además fue uno de sus grandes amigos.

Lo más original de la película es la recreación de algunos momentos de la vida de ambos cineastas, desde que se conocen en su juventud y tratan de abrirse paso en el mundo, hasta que, como veteranos de vuelta de todo, comparten sus recuerdos. A destacar la belleza de las imágenes de ambas épocas. Los primeros momentos están rodados en blanco y negro, con luz clara y directa (como si fueran los entrañables personajes de Los inútiles, pobres diablos sin oficio ni beneficio), y los últimos son en color, de noche y con los rostros siempre oscuros (como si fueran las sombras que se cruzan con Marcello Mastroianni en La dolce vita).

Un canto a la vida y obra de un cineasta irrepetible, que invita a ver y revisar sus películas, para tal vez comprender el significado de unas palabras suyas que muy bien podrían haber sido su epitafio: "mi vida es una fiesta".
cinéfilo compulsivo
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28 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué fabulosa es la vida que nos permite contemplar la amistad en todo su esplendor. Imágenes de archivo, relatos imaginarios, conversaciones recordadas, caricaturas de sueños y de poemas; nostalgia del futuro que ya no existe y búsqueda continua de un horizonte rojo adonde se van a dormir los últimos rayos de sol. Un amigo, otro amigo, dos amigos, dos señores, dos amantes de la vida, del vivir y del soñar, una carrera de fondo del ingenio y la fantasía. Federico, qué hermoso llamarse Federico y qué hermoso tener un Héctor que te saque a hombros por la senda del mito. Y al final, como si de un sueño se tratara, el carrusel del circo que no cesa de dar vueltas, el sentido de la vida, la ensoñación soñada y el vivir soñando y la música eterna, rítmica, telúrica, felliniana que me engancha el alma en sus notas y la eleva por encima de los mares.
angel
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