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Solo el viento

Drama En una granja remota vive una familia húngara de etnia gitana: la madre, que trabaja como empleada doméstica, los hijos, Anna, una adolescente escolarizada, y Rio, y un abuelo, incapacitado tras un ataque cerebral. Estamos en verano y, desde hace varios meses, una banda racista se dedica a atacar a las familias gitanas y a quemar sus casas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
2 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Situados en medio de una zona rural cargada de vegetación, los protagonistas actúan como símbolos andantes. El bosque, siempre como elemento universal y espacio de naturaleza humana, actúa de hogar para la familia pero también es donde nacen todos los miedos. Ir a dormir se presenta como una amenaza. Pero vamos por el principio, cuando sale el sol.

Con gusto por el detalle y con carácter sigiloso, se nos va presentando el amanecer de la familia, uno a uno, en su cotidianidad miserable. Una madre pluriempleada, una abuelo enfermo mental en el sofá, una hija responsable y fantasmal y, por último, un hijo algo gamberro. Cada uno, a su manera afrontan el día de la mejor manera posible. La madre intenta olvidar y pasar página, la niña se refugia en el colegio e intenta buscar información vía internet de lo ocurrido, y el niño, sin ir a clase mata el tiempo deambulando de un sitio a otro, recordando los paseos de ese Edmund de “Alemania, año cero” (Rossellini, 1948). Pero por mas que intenten conseguir un estado relajado, la tensión existe y por partida doble. Por una parte, en la esfera privada, es obvia la sensación de ser los protagonistas de una caza, de una persecución, de ser blanco perfecto, de acecho invisible constante. Y por otra parte, en la esfera pública, las escenas de rechazo social son varias. Es decir, la tensión latente en todo momento por evitar ataque ajeno suma con la tensión racial que existe en Hungría de forma creciente.

Son pocos los trabajos que se atrevan con la polémica racial gitana, con un enfoque sin estereotipos y sin duendes. Más allá de los retratos de brocha gorda de reportajes callejeros y del algún que otro documental, de vez en cuanto, se nos presentan proyectos donde las comunidades gitanas simplemente están y viven como buenamente pueden. El retrato húngaro que se nos presenta no pretende ennoblecer a la etnia gitana y está muy lejos de sentimentalismos. Con perfecto temple se nos afirma, simple y llanamente, que son humanos. Nada más. Los recursos del director para apartarse de clichés del folklore gitano son varios y se agradecen. Cierto contrapunto en sus actos (vamos, que no son santos) ayudan a tomar distancia y juzgar los hechos más fríamente.

Fliegauf usa el fuera de campo para mantener al margen los elementos más significativos o las escenas más indigeribles, dando así al espectador, ese espacio para la imaginación. Con este modus operandi baña la cinta de un tono serio, frio y respetuoso. Cosa que gusta mucho a los jurados y muy poco al público perezoso. Vamos, que prefiere filmar manos, brazos, pies y espaldas andantes antes que rostros pensativos, contentos o lacrimosos. Bien por él, mal para el actor que se quiera lucir.

Esta ausencia de recursos compasivos y de tinte carroñero delata compromiso y seriedad con el proyecto y hace que la cinta esté libre de cualquier emoción. Pero no significa que el golpe no sea duro. Tras un bofetón lo primero siempre son las estrellas. Así pues, tras 90 minutos, nos encontramos en ese estado de desubicación, momento de incomprensión, de sorpresa total ante la realidad, ese zum-zum en la mejilla, esa pausa temporal en medio del tic-tac, donde uno no sabe que pensar. Pues bien, Solo el viento pega y fuerte.

Al final te ves preguntándote con cierto aire de Dylan ¿Cuántos gitanos tienen que morir antes de que sean vistos como personas? Y ya lo sabemos, esto, amigos míos, sólo lo sabe...
Rodolfo Lasparri
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9 de agosto de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película húngara que nos cuenta el día a día de una familia gitana, trabajadora, que intenta sobrevivir y que se ve amenazada constantemente en su pesada, e incluso insoportable, vida; representación de unos incidentes reales ocurridos en el pasado y que muestran, de forma muy serena y apacible la omisión de una severa violencia, que exhiben un silencio cruel y mordaz, un consentimiento obligado, un mirar a otro lado hasta el momento en que te toque a ti. Hechos muy profundos, impactantes, con la cámara bien dirigida al personaje, enfocando su rostro y sufrimiento sin apenas palabras, con un contexto muy bien ambientado, una documentación histórica que se palpa ciegamente pero..., con una narración que no logra implicarte, que no logra atrapar al espectador ni decirle mucho; ves los hechos, el dolor y su inacabada pesadez diaria pero no consigue emocionarte como debería, incluso llega a aburrirte; cosa que debería ser inexplicable porque, sin duda alguna, es un buen material, unos impresionantes hechos que, a mínimo que se cuide el guión y la elaboración, deberían crear en el espectador una gran huella. Ahí es donde falla!!! No produce el impacto que debería, sólo se queda en una narración, documental de una vida difícil y llena de baches. Lástima!!!
lourdes lulu lou
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6 de septiembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se quiere dejar constancia de unos hechos brutales que sucedieron en Hungría hace pocos años: asesinatos racistas contra gitanos.
Película realista que nos cuenta un día de verano aparentemente anodino en la vida de una familia gitana: abuelo, madre, hija e hijo. Viven en medio de la nada, cercados por la miseria y el abandono. Se mueven entre el miedo (producido por las muertes de sus vecinos gitanos) y la esperanza de conseguir dinero para huir de Hungría e irse a Canadá.
Ejercicio de estilo opresivo, angustioso y amenazante en el que se intenta plasmar sin maniqueísmos (las víctimas son lo más lejos de ser convencionalmente buenos, solo son desgraciados, y de los verdugos casi no sabemos nada) ni simplezas (no se cae en explicaciones fáciles o demagogas, solo hay una sórdida conversación entre dos policías en la que se apunta cierta permisividad social e institucional ante los crímenes) el racismo (estructural; los asesinatos son la punta del iceberg) que padece la comunidad gitana.
El único problema es el exceso, el manierismo un tanto repetitivo y autoconsciente del director; la insistencia en escenas redundantes que nada aportan (solo refuerzan la apuesta formal).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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2 de agosto de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las guías dirigidas a los afortunados que van a pasar unos cuantos días en Hungría acostumbra a constar (y esto es un hecho totalmente verídico) la advertencia de que dicho país ha conocido, sobre todo en los últimos años, diversos episodios de brotes racistas. Afortunadamente no llega a tratarse, ni mucho menos, de una tendencia generalizada, sin embargo, la violencia y, sobre todo, las funestas consecuencias de dichos actos, es suficiente como para haber sobrepasado la relevancia estrictamente nacional y (yendo ya hacia lo que ahora nos interesa), como para haber atraído el interés / preocupación de uno de los cineastas más destacados de la algo olvidada, pero para nada olvidable, cinematografía magiar.

Benedek Fliegauf, cineasta inquieto y perfectamente reconocible en su estatus de inclasificable marciano (la muy provocadora 'Womb', por ejemplo, su última película hasta la fecha, consta en la lista de las más recientes obras de culto del Festival de Cine Fantástico de Sitges), deja de lado, en esta ocasión, su gusto por la experimentación y abraza el realismo más crudo para concretar uno de los ejercicios fílmicos más valientes de los últimos años. Gran valor el que desprende 'Sólo el viento' en primer lugar por la inmediatez, y es que para tratarse de un documento que pretende que cristalice en la pantalla uno de estos momentos / sucesos que -tristemente- marcan la historia de una colectividad, al autor le falta un requisito que, en principio, se antoja como sine qua non: la perspectiva. El paso del tiempo que permite dilucidar, aparte de la amplísima dimensión de una verdad que todavía espera a ser completamente descubierta, el auténtico calado del objeto de estudio. En efecto, cuando Fliegauf rodó esta película, todavía estaban en marcha las investigaciones judiciales destinadas a determinar la naturaleza del delito que resulta ser aquí el leitmotiv.

Por suerte, el director del proyecto fue lo suficientemente inteligente como para ver que, a esas tempranas alturas, era prácticamente imposible erigirse en cruzado buscador de la verdad, de modo que puso el rumbo de su nave hacia un destino que, a priori, no parecía el más indicado, pero que finalmente se descubrió como la solución (a la hora de salir de territorios excesivamente empantanados) más acertada. La gracia estaba en mimetizar la estrategia Fincher / Sorkin para la, en este sentido, prima-hermana 'La red social'. Con la confusión inherente en la propia historia y -de nuevo- la falta de perspectiva, era tarea harto complicada / desesperante tratar de explicar la complejísima y muy conflictiva autoría del dichoso Facebook, de modo que sus esfuerzos se concentraron en la también muy complicada (pero más factible) labor de acercarse a los orígenes y a los daños colaterales ocasionados por la bestia, tarea, por cierto, magistralmente llevada y culminada.

Por su parte, Fliegauf, a pesar de señalar a algunos de los posibles culpables de los terribles ataques a la comunidad gitana de su país (apunta muy hacia arriba, por cierto), nunca se detiene excesivamente en esto, y a la hora de la verdad, deja que las sombras cubran los rostros de esos execrables mensajeros del horror. Lo que pretende 'Sólo el viento' es hablar, de forma comprometida (y, sorpresa, nada cargante) de una amplísima realidad que tras la máscara de la cotidianidad, esconde un infierno que para nada debe tomarse como algo anecdótico. Esto es riesgo y lo demás son tonterías. Bienvenido sea. Esto es auténtico cinéma vérité, de aquel que se te queda grabado en la retina, más aún en este caso. Porque Fliegauf ya ha avisado de lo mal que va a acabar todo, con lo que uno solo puede sentarse a esperar el momento fatídico.

Éste llega aparentemente (y solo aparentemente, en parte, ahí está la grandeza de la propuesta) en pleno anticlímax, lo cual es por otra parte una decisión perfectamente coherente con el espíritu despiadadamente científico de Fliegauf. Antes, y durante todo el proceso, la tensión se hace insufrible (como debe ser), y la asfixia en forma de cacería humana, a la que el racismo encarnado -y descarnado- somete a los protagonistas, traspasa la pantalla para agarrar del cuello al espectador, que nota como cada vez le cuesta más respirar. El dominio sobre los géneros se aproxima a lo insultantemente absoluto. 'Sólo el viento', hace que el contenido social mute en puro horror. Del cinema vérité al abismo en un abrir y cerrar de ojos (¿por qué será?). Y exactamente esto acaba siendo la película, uno de los ejercicios de terror recientes más conseguidos y brutales. Por estar excelentemente dibujado (tremenda la fotografía de Zoltán Lovasi) y puesto en escena, pero sobre todo por apestar a una realidad que, aunque cueste de admitir, ha estado en la butaca de al lado desde el primerísimo fotograma.
reporter
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2 de agosto de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en una historia real, de unos hechos acontecidos a la comunidad gitana húngara entre 2008 y 2009, cuyo resultado fueron 55 muertos y muchos heridos. Esto es el inicio de la película y lo cuentan mediante unos letreros antes de los títulos de crédito.

La historia es muy interesante, a su vez dura por la situación de desprecio y miedo que siente la raza gitana dentro de esa localidad. Pero el problema es que el director ha decidido contar el día a día de estas personas, sin buscar mucho más y solo alguna escena aislada en la parte final nos saca de esa monotonía con la que está contada la historia.

El montaje es bastante acertado, vemos a los miembros de la familia en su rutina diaria, tal que va intercalando unas escenas con otras, siempre de manera correcta, sin dar una importancia mayor a uno sobre el otro.
Consigue un buen contraste en las imágenes entre la luz de los exteriores con la oscuridad de los interiores.

La fotografía es muy repetitiva, casi siempre vemos a los personajes de cerca, cosa que me gusta, pero claro en su punto exacto, no se puede usar esta técnica durante toda la película, impidiendo así que conozcamos lo que rodea a los personajes.

Pero la película arriesga poco, hay mucha tensión acumulada, las personas intentan sobrevivir, pero al director no le interesa contarnos esas agresiones sufridas por los protagonistas y eso es un lastre, que no hubiera ocurrido si la película hubiera sido dirigida por un director como " Mungiu ".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
WILLY74
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