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El asombroso hombre creciente

Ciencia ficción Un coronel del ejército queda atrapado en una prueba nuclear. Pero esto no sólo no lo lleva a la muerte sino que provoca una horrible mutación que le proporciona un tamaño descomunal. El crecimiento también trae desequilibrios mentales que lo llevan a atacar Las Vegas. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
12 de enero de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “The Amazing Colossal Man” (1957) de Bert I. Gordon con Glenn Langan, Cathy Downs, William Hudson, Larry Thor, James Seay, Frank Jenks, entre otros. Película de fantasía y ciencia ficción, sobre un hombre que crece de manera gigantesca debido a un accidente nuclear. Basado en la novela de Homer Eon Flint “The Nth Man” (1928), esta es una respuesta al filme de culto “The Incredible Shrinking Man” (1957) estrenado apenas 6 meses antes; siendo este filme estrenado en función doble con “Cat Girl” (1957) La historia de inicio es interesante, porque en cierta manera, El Hombre Colosal sigue el derrotero de otros de los gigantes famosos del cine como King Kong, pero aquí sigue la vena humana, aunque comparte con todos, que son más víctimas que victimarios; sin embargo, queda demostrada la naturaleza primitiva/animal, que los identifica como criaturas de un mundo extraño; pero ante todo, es un filme sobre la bomba nuclear y la guerra, y si se quiere, sobre El Síndrome de Estrés Postraumático; por lo que la narrativa apocalíptica es superficial, ya que no se revela ninguna realidad trascendental o redentora; al tiempo que habla de la guerra, de los soldados traumatizados, pone especial atención a los rápidos cambios sociales y tecnológicos; y por ello, la culpa del Coloso, haber matado a otros seres humanos en la guerra, será realmente su propia destrucción, la conciencia. Llama la atención la transformación física del hombre, no como metáfora de un cambio interior, sino una representación de un cumulo de culpas que se va haciendo cada momento más grande, y que amenaza con explotar. Atención a cómo se presenta, casi desnudo, como un “cristo”, que puede significar una “salvación de uso militar”, pero calvo, como representación de los villanos del comic de la época. Por tanto, no hay ninguna ventaja en ser “gigante”, véase metafóricamente, ya que no encuentra nada que pueda ofrecer a los demás, porque su atención se encuentra centrada en sí mismo, como atracción de circo, la carpa donde lo colocan, no es casual; y en la impotencia de no poder controlar su crecimiento sin sentido. Todo iba bien desde la fantasía, hasta el momento en que se dice que “el corazón tiene sólo una célula” donde queda demostrado la falta de rigor científico en explicar cuestiones ficticias. De los efectos visuales, que en su tiempo pudieron ser creíbles, se notan muy sobrepuestos, seguramente por la mala tecnología aplicada, y el poco cuidado montaje; por lo que toda la historia se levanta con la acción del Coloso, pero no logra su encanto, pues no hay destrucción, ni rabia, ni el despliegue que se muestra en el cartel promocional, y ese es el principal reclamo. Queda una realidad, que la culpa siempre será “un globo al límite de explotar”
NO RECOMENDADA
NO tendrá una nota en el blog de Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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7 de julio de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bert I. Gordon fue otro prolífico productor de películas de serie B, dentro del género de la sci-fi, allá en los años 50. No tan conocido como Corman, muchas de sus producciones fueron protagonizadas por personas que cambiaban de tamaño, generalmente creciendo. Como si fuese el reverso tenebroso del clásico "El increíble hombre menguante". Entre sus producciones hay hombres colosales, hombres colosales y ciclópeos, más gente gigante en "Tierra de los gigantes" e incluso una adaptación sobre una novela de H.G. Wells donde crecían animales y personas. Pero también tuvo tiempo de encoger a los protagonistas en otro filme. Grande/pequeño. Gordon sin duda hubiese sido un buen fichaje para "Barrio Sésamo".

"El asombroso hombre creciente" es el tramposo título español, buscando recordar al filme del "hombre menguante". Pero tampoco el título original es muy realista, con eso del "Colossal man". Un militar que se expone a la explosión de una bomba de plutonio, cuando llevaban a pobres soldados frente al hongo que se formaba, sin saber como les afectaría la radioactividad. En este caso, empieza a crecer y a parecer el genio de "Aladdin", calvo y con un pañalón extensible. La película es aburrida ya que no pasa gran cosa, salvo mostrarnos la rabia y amargura del afectado ,las inverosímiles investigaciones de los científicos, a la novia desesperada y repitiendo frases y explotando unos efectos especiales con superposiciones y objetos hechos a escala. Escenas inspiradas en King Kong, como cuando coge a su novia rubia. La poca acción llegará al final y será bastante triste y mediocre, mostrándonos un gigante medio tonto, lascivo y con instintos homicidas, lo que le acarreará consecuencias.

Aún y así se rodó una segunda parte, ya con otro actor y con otra actriz rubia, que pasará de ser la novia a la desconocida hermana.
Quinto Sertorio
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7 de enero de 2024
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Estrenada unos meses después del estreno de un hito del cine fantástico USA de los años 50 (y del cine fantástico en general) como "El increíble hombre menguante" (The Incredible Shrinking Man, 1957), de Jack Arnold, "El gigante ataca" -pues ése era su título en España en los años 90; el título de este film ha mutado tanto como su protagonista- es tanto un "exploit" como el pariente pobre del film de Arnold: un oficial del ejército de los EE. UU. (Glenn Langan) se ve expuesto por accidente a las radiaciones de una prueba nuclear con una bomba de plutonio en un campo de pruebas situado en el desierto de Nevada, y, contra todo pronóstico, en vez de fallecer sobrevive, pero sometido a un inesperado y acelerado crecimiento que le convierte en un gigante.

Bert I. Gordon, que pronto se especializaría en esta temática del gigantismo, y que aquí no sólo se encargaba de la dirección sino que además se ocupaba, en parte, del guión, de la producción y de los efectos especiales (todo un despliegue de autoría), firma una crónica quizá no tan angustiosa como la de Jack Arnold, pero sí muy entretenida, e igualmente enraizada en las obsesiones y preocupaciones de su época: el cambio de tamaño como medio para subvertir la realidad y para convertir a un hombre cuyos rasgos no cambian en un bicho raro, en un monstruo. El gigantismo aísla progresivamente al protagonista de sus congéneres, mientras le resta humanidad y le vuelve sospechoso: de vivir bajo la carpa de un circo pasará a escaparse y a atacar al ganado para sobrevivir...La mutación que le convierte en un gigante es un síntoma de un malestar, el de una época a caballo de un tigre, el de las pruebas atómicas y la Guerra Fría.

Gordon abusa tal vez de las sobreimpresiones, se usa una retórica médica y científica que no siempre es convincente (¿cómo es posible que un corazón humano tenga sólo una célula?), y el final es algo convencional, pero la tragedia del protagonista (un héroe con mala suerte) engancha desde el principio, y tanto el guión como la interpretación de Langan hacen creíble esta historia, tan llena de giros y jugarretas del destino que da a todo un tono ligeramente irónico y burlón, desde la jeringuilla gigante con la que los médicos quieren pinchar al coloso para curarle, como la escena, impagable, en la que Langan observa a una mujer desnuda que se baña en la habitación de un hotel de Las Vegas, edificio convertido, desde su perspectiva, casi en una casa de muñecas. Nosotros observamos al gigante, pero éste, con su gran ojo, también nos observa.
Pedro Triguero_Lizana
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