Un monstruo de mil cabezas

Si quieren que una sociedad saque lo mejor de sí misma y funcione en su mejor versión basta con proporcionar libertad económica a los emprendedores, a los más atentos y preparados, que buscarán la forma de ofertar el mejor producto por tal de ganarse el favor del público. Tan pronto bajen la calidad y olviden las necesidades de los consumidores, estos le darán la espalda y consecuentemente tropezarán y se derrumbarán como un castillo de naipes. Eso nos dice el credo predicado por las luminarias del libre comercio. Hay que admitir que esa premisa no da malos resultados cuando se aplica en el campo de productos para el ocio, los accesorios y complementos para sencillamente alegrarse el día.

Pero cuando ese mismo credo se aplica al de las necesidades y se mercantiliza con las viviendas o la sanidad, se especula con los servicios tales como los controles de seguridad de los aeropuertos, descubrimos que la cosa cambia dramáticamente, pues se deja al usuario en un estado de enorme vulnerabilidad. Porque la primera prioridad de una empresa es el beneficio, no procurar bienestar, y para ello debe reducir todos los gastos posibles. Da igual si hablamos del abaratamiento de los costes de producción, bajar la cifra de los gastos en el personal o la reducción de pérdidas, la visión del balance contable primará por encima de la necesidad que originó la empresa. Si una ventaja tiene Europa sobre el resto de zonas mundiales es la sanidad pública, que sin duda tiene sus pegas y problemas, pero cubre aquello que es esencial. Cualquiera que no esté satisfecho siempre puede optar por la clínica privada, que por cierto te derivará a la pública si tu problema es especialmente grave. Si a esa ecuación añades a las aseguradoras, el cóctel es mortal.

Esa es justamente la premisa de este "Un monstruo de mil cabezas", cuya protagonista se encuentra en un asfixiante laberinto dónde los escalafones inferiores tienen la obligación de escatimar, jugar al despiste y hacer una criba seria de los clientes que solicitan servicios para reducirlos a la mínima expresión y engordar las cuentas corrientes de los escalafones superiores. La empresa privada intenta reducir sus gastos buscando fórmulas para minimizar el dinero que paga en las pólizas, por eso se inventa fórmulas diabólicas como una prima por porcentaje de pólizas rechazadas. Cuanto más clientes se den por vencidos, mejor para el trabajador, que saldrá más rico. Su beneficio es la ruina de otros. Terrible. En el fondo lo que se pide es que el cliente se resigne, vaya a un rincón y se pudra en silencio. Si hay algún disparatado dispuesto a rebelarse tiene la vía de la demanda, proceso kafkiano que exige dinero y mucho tiempo que absorberá sus energías y al final tampoco garantiza su satisfacción. Total, que muchos desisten y se resignan. No es el caso de Sonia Bonet, cuyo reloj ha entrado en una dolorosa cuenta atrás y se halla en una situación desesperada.

La habilidad de esta narración es dramatizar una fantasía muy frecuente, la de la acción directa contra los esquivos sistemas piramidales. Plá no se deja tentar por el efectismo y expone la situación del personaje con una objetividad honesta y precisa. Un relato condensado en el que los personajes van formándose sobre la marcha y que suponen un veraz reflejo de la siniestra cadena de mando que supone una empresa, dónde ninguna de las partes parece tener el poder de realizar un gesto humano y generoso. Si contemplas las partes por separado resulta comprensible, conforme asciendes y conjuntas secciones, cada vez resulta más irracional y el monstruo resulta más difícil de domar. Un mecanismo narrativo sumamente astuto que superpone dos capas temporales y realiza múltiples saltos en el punto de vista narrativo para crear cierto efecto de distanciamiento, que también añade cierta noción de absurdo a ese enfrentamiento drástico y directo que emprende Sonia, con el que no poca gente hemos fantaseado en algún momento de desesperación, pero que parece inasequible e imposible... si no es en la imaginación o la ficción. A pesar de todo, esta ficción nos recuerda algo elemental: la sociedad es especialmente atenta y cuidadosa con sus capas más altas y si te da por morderlas, date por chingado.

La cuarta película del director Rodrigo Plá (La zona, Desierto adentro, La demora) confirma a un realizador con un rigor y una impronta palpable en cada película, con el apoyo siempre presente en los guiones de su compañera Laura Santullo.

Sonia (Jana Rajuy) es una mujer casada, con dos hijos y un marido que desde hace varios años padece cáncer, Sonia busca hacer valer su seguro médico para que le cubra un tratamiento que está funcionando.

Sin embargo, la aseguradora le niega la cobertura y los representantes evitan recibirla, lo que provoca que Sonia se decida a ir hasta las últimas consecuencias para hacerlo valer y tratar de salvar la vida de su marido.

Con una puesta en escena rigurosa que es respaldada por la soberbia actuación de Jana Rajuy, ‘Un monstruo de mil cabezas’ arremete contra el corrupto, fallido e insuficiente sistema de salud y que permite abusos por parte de las aseguradoras.

El realizador nacido en Uruguay narra su historia, basada en la novela homónima de Santullo, con gran solvencia y habilidad, acompañando a su personaje en su descenso personal, logrando construir una atmósfera opresiva muy bien lograda.

Rodrigo Plá logra otra buena película, demostrando sus habilidades como buen narrador, llevando a Jana Rajuy a lograr una actuación memorable, en una película que de a poco te va atrapando y no te suelta.


http://tantocine.com/un-monstruo-de-mil-cabezas-de-rodrigo-pla/

Un buen acercamiento a la rabia que todos podemos liberar por un ser necesario

Sonia Bonet (Jana Raluy) toma una decisión fatalista, su esposo sigue muy enfermo y la aseguradora no le consigue los medicamentos, así que ella misma irá a hacerle frente a cuanto personaje se tope de frente en esta organización burocrática que representa este “monstruo de mil cabezas”, donde nadie tiene culpa de nada. Todo esto para conseguir lo que su marido necesita para mejorar su salud, sin importar hasta que consecuencias llegará.

Cuarto largometraje de este realizador uruguayo afincado en México, con guion de Laura Santullo, su esposa y habitual colaboradora, basado en una novela homónima (2013). El film mezcla el thriller con el drama social, una obra que parte de un hecho que sin duda puede llegarse a dar en la vida real, al que se le adiciona el accionar enérgico y desesperado de la protagonista.

La película cuenta con una narración bastante buena, se sabe de antemano que lo que realiza Bonet de ninguna forma terminará bien, así que Plá opta por la voz en off para presentar algunos personajes que aparecen en acción, en un contexto que aunque no se ve, se nota que representa un juicio. De esta forma, la cámara observa la acción central, pero se le adiciona puntos de vista de personajes ajenos a la trama y a los protagónicos.

Esto es presentado con un acertado manejo del lenguaje cinematográfico de parte del director, quien logra compenetrar muy bien las ideas dentro del presente (que en realidad es un flashback), y todo lo referente a la causa penal, que se siente pero que no se observa hasta llegados los créditos finales.

La película no pierde fuerza en ningún instante, el interés se mantiene para observar la resolución de la historia, los cortos 75 minutos de duración están muy bien aprovechados, un ritmo que avanza y va creciendo, por más inverosímil que puede resultar la actitud de la protagonista durante los 15 minutos finales. Buen trabajo.

Aquí hay una denuncia social, los turbios negociados y engaños a las personas comunes, simples creyentes de que los "seguros" y esas cosas, deberían de ser tal cual los auspician. Los límites, llegado el momento, se rompen y logran desequilibrar el sentido común, de cualquier persona. Excelentemente narrada, la película nos va develando los caminos, con flashback, voz en Of y cámaras que pasan del primer plano secuencial no enfocado, a reflejos en espejos. Tomas asimétricas y otros "chiches" técnicos. Muy buena fotografía y magistral actuación de Jana Raluy, todo un descubrimiento.
La película ha obtenido los premios a Mejor Actriz en los festivales de La Habana, Morelia, Hermosillo y Varsovia. Además en estos dos últimos, y en el de Biarritz, obtuvo el de mejor film.