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El signo de la cruz

Drama Imperio Romano, siglo I d. C. Después del gran incendio de Roma, el emperador Nerón, decide culpar a los cristianos y publica un edicto por el cual todos ellos deberán ser arrestados y enviados a la arena del circo. Entre los detenidos se encuentran dos viejos cristianos y la hermosa hija de uno de ellos, de la que se enamora Marcus: el más alto funcionario de Roma. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
2 de febrero de 2010
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más brillantes y polémicas películas históricas del épico Cecil B. DeMille, que ya en el cine mudo había dado muestras de su magna visión cinematográfica con títulos como Los diez mandamientos (1923) y Rey de reyes (1927). En esta ocasión, y sobre el texto de una obra de Wilson Barrett, nos cuenta la historia de cómo Nerón incendió Roma culpando de ello a los cristianos para justificar su persecución de cara al pueblo. Aunque lo más destacado de la función acabó siendo el latente erotismo mostrado por Claudette Colbert (como la malvada emperatriz Poppea), bañándose en leche de cabra ante la atenta y lasciva mirada de Nerón (un superlativo Charles Laughton).

Además, la película estaba repleta de orgías, sadismo y otras actividades sexuales, estrenándose íntegra ya que todavía no estaba instaurado el código censor. DeMille ya había dirigido una primera versión sobre el tema en 1914. Para este remake gastó 650.000 dólares, rodándola en tan solo ocho semanas. Constituyó un enorme éxito de taquilla y obtuvo una nominación al Oscar a la mejor fotografía (Karl Struss).
GEORGE TAYLOR
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14 de enero de 2011
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
DeMille era un director tan enérgico (o incluso más) que Ford, e infundía en sus rodajes una tensión que trascendía e impulsaba la acción con un ritmo vibrante que jamás desfallecía. Un buen ejemplo de esto es “El signo de la cruz”, rompedora en más de un sentido (casi “gore”), con el ínclito Fredric March (menudo carrerón) ejerciendo de macho alfa dominante. La película en sí retrata a la perfección los pormenores de la época, la visión de los cristianos como secta proscrita, y lo hace desde la dureza de lo que conllevaba (sin escatimar un ápice de violencia). Luego vendría LeRoy y nos ofrecería una versión más edulcorada y familiar. A la postre la moraleja es la misma, la fe inquebrantable más allá del dolor y el sufrimiento consigue la conversión del más incrédulo y escéptico (¿o tal vez fue el triunfo del amor sobre lo humano y lo terreno?). Con todo, altamente recomendable, para apreciar como se merece a un gran director. Excelente fotografía (gloriosas armaduras brillando al sol).
Chon
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6 de noviembre de 2011
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver la versión restaurada y sin cesura de la película de Cecil B. DeMille “El signo de la cruz”, de la que siempre se había dicho que como se hizo antes de que entrara en vigor la ley de censura que impuso el senador del Partido Republicano William H. Hays, conocida como el código Hays, Cecil B.DeMille realizó una película cargada de erotismo y de violencia con orgías y toda una serie de atractivos sensuales, que en realidad no es para tanto ni mucho menos.

Todo reside en la pericia de Cecil B. De Mille para insinuar y poner en pantalla el estímulo que hará que el espectador imagine y vea en su mente lo que no se ve en la pantalla. Unicamente, como siempre, hay más permisividad en el uso de la violencia y en los minutos finales en el circo romano, muy bien hecho por cierto.

Para mi gusto, lo mejor de la película es la fotografía sobre todo de los excelentes trajes de los romanos con armadura y la secuencia final en la que triunfa el amor sobre la muerte. Muy bien elegido el actor que hizo de Nerón, Charles Laughton, aunque prefiero el de Qwo Vadis, de Mervin Leroy con Peter Ustinov.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mariano Bayona Estradera
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17 de junio de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los más característicos espectáculos de recreación de los fastos y atrocidades de las épocas antiguas que encantaban a Cecil B. De Mille. La historia es muy cercana a la de Quo Vadis. Tras el incendio de Roma, Nerón (interpretado por un casi irreconocible Charles Laughton) lanza una ofensiva contra los cristianos. El prefecto interpretado por Fredric March trata de proteger a Elissa Landi, la joven y bella cristiana de la que se ha enamorado, pero ello despierta las iras de Popea, la depravada esposa del emperador (interpretada por Claudette Colbert) que siempre ha querido liarse con él y se ha visto rechazada y que, naturalmente, va a ser un enemigo muy feroz. Destacan los toques morbo eróticos de hipócrita puritano con que De Mille ilustra la depravación pagana que la moral cristiana trata de combatir: el baño en leche de Colbert, la canción de gestos lésbicos de la cortesana que intenta en vano corromper a la angelical Landi y, especialmente, la larga y detallada sesión circense que De Mille combina con jugosos planos del público groseramente entusiasmado: chicas echadas desnudas a los cocodrilos y los gorilas (con sólo una cuerda en forma de enredadera de flores que las cubre ligeramente pechos y partes bajas), o el jugoso combate de amazonas bárbaras contra pigmeos.
Capitan Ahab
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13 de abril de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
108/04(03/04/21) Con motivo de la Semana Santa he visto esta cinta. Un envejecido film en su mensaje ultra religioso católico enmohecido (rallando en lo martirologio), sobre como la fe es inflexible ante el paganismo criminal, se quiere contrastar la decadencia moral del Imperio Romano (con sus orgias, bacanales, masacres de cristianos y genocidios en el Coliseo), frente a la pureza cristiana. Pero osado y refrescante en muchos de sus elementos, lo hacen metraje recomendable. Film épico producido y dirigido por Cecil B. DeMille. Basado en la obra original de 1895 (con muchas similitudes con “Quo vadis?”) del dramaturgo inglés Wilson Barrett, guión de Waldemar Young (“Tres lanceros bengalíes”) y Sidney Buchman (“Caballero sin espada”) protagonizada por (un sosainas) Fredric March, (una modosita) Elissa Landi, pero sobre todo está una estelar Claudette Colbert, arrolladora en su perfidia y lujuria (Homérico su gesto y mirada cuando Marco la llama ramera), así como el gran roba escenas Charles Laughton (con nariz postiza) como un afeminado Emperador Nerón, entonces el actor era un desconocido en USA.

Tiene momentos tan esplendorosos como su inicio con Nerón ocioso tocando la lira mientras ve arder desde su palacio Roma, incendio que ha provocado él; La mítica de escena en la que Poppaea (Claudette Colbert) se baña en una enorme bañera llena de leche de asno, desnuda con sus pechos flotando y moviéndose dejando ver (si estás muy atento, creo) sus pezones, con sirvientes llenado la bañera, con un leopardo vivo de adorno, y con ese final con la Emperatriz pidiendo a una de sus doncellas que se meta con ella, y entonces la cámara deja ver enfocando los pies, cae el vestido y se quita el calzado, dejando entrever el liobetrtinaje lésbica dela jerarca. Secuencia que tardó varios días en rodarse, DeMille anunció a la prensa que se utilizó leche de asno real; sin embargo, en realidad era leche de vaca en polvo. Después de unos días bajo las luces calientes, la leche se volvió amarga, lo que hizo que a Colbert le resultara muy desagradable trabajar con el hedor; Tenemos durante una reunión clandestina de cristianos en unas ruinas a las afueras de Roma, que se convierte en una emboscada con masacre de seguidores de Jesús, con salvaje ataque de arqueros soldados romanos, con flechas en cuellos de mujeres, y hasta un niño es asesinado mientras es sostenido en brazos por su madre; Hay una escena de seducción lésbica atronadora en medio de una bacanal orgiástica, con un baile formidable, donde Ancaria (Joyzelle Joyner) ofrece danza, “Luna desnuda”, cual serpiente lúbrica acariciando suavemente los pechos de una frígida cristiana mientras pronuncia una "poesía"; Y para coronarlo todo el tramo sádico del Coliseo Romano, todo un festín sanguinario, con combates de gladiadores, y con animales de todo pelaje (leones, elefantes, cocodrilos gorilas, tigres, hasta enanos) destrozando personas. Todo esto filmado con gran afán provocador y de impacto, que lo consigue, creando un espectáculo visual fascinante por momentos, mezclando los sensual con lo atávico de la violencia (gracias todo esto a que aún no estaba en vigor el Código Hays de auto censura), aunque cojeando en su núcleo central de la historia de amor entre el militar romano y la cristiana, muy naif, y resuelto de un modo grimante.

La reacción de la Iglesia Católica en los Estados Unidos al contenido de esta película y de Ann Vickers ayudó a llevar a la formación en 1934 de la Legión Católica de la Decencia, organización dedicada a identificar y combatir el contenido objetable, desde el punto de vista de la Iglesia, en imágenes en movimiento.

La dirección de arte y el diseño de vestuario corrieron a cargo de Mitchell Leisen (posteriormente director de éxito con obras como “La muerte de vacaciones” o “Recuerdo de una noche”), también actuó como asistente de dirección. Para ahorrar gastos de producción durante la Gran Depresión, se reutilizaron los decorados existentes, así como los trajes que quedaron de la realización de “Los Diez Mandamientos”. Karl Struss fue nominado a un premio de la Academia a la mejor fotografía. Fue la tercera y última de la trilogía bíblica de DeMille, después de Los diez mandamientos (1923) y El rey de reyes (1927).

Como ya he comentado, De Mille enfrenta la depravación supuesta de los decadentes romanos en su capital, con sus dioses amoldados, con sus pecados a ojos de la moral inquebrantable cristiana, que desprende dulzura, castidad, y solidaridad. Epítome de esto es la Emperatriz y el Emperador, ella encarnada por una resplandeciente lasciva Claudette Colbert, con unos sexys modelitos que dejan poco a la imaginación, exhibiéndose como arpía manipuladora, lujuriosa, adultera, con esclavas sexuales, capaz de mandar (por medio de su esposo Emperador) a gente inocente a los leones por celos, mujer a la que n o la duele la llamen ‘ramera’ (genial su gesto encogiendo los hombros y sonriendo pícaramente ante esto). Tan bien lo hizo la actriz franco-estadounidense que el productor y director la fichó para dar vida a la mítica Cleopatra en su biopic del 1934; Charles Laughton vuelve a demostrar (da igual cuando leas esto) que es con justicia uno de los mejores actores de la historia, un titán que aquí destila amaneramiento, indolencia, sociopatía, genial emitiendo tedio en medio de la masacre en el Coliseo de Roma, ello teniendo a sus pies a un esclavo negro, Sublime. Son las verdaderas estrellas a la sombra de los aburridos protagonistas; Aunque su final me resulta grimante (spoiler).

Y es que los protagonistas Mercia y Marco resultan muy naif, ella una visceral cristiana sin dudas morales, una mera autómata fundamentalista, aunque muy bella Elissa Landi (ello por mor de una labor de peluquería anacrónica), tanto como plana de carácter. Es la obsesión del prefecto de Roma Marco Soberbio embestido por Frederic March (ganó el Oscar al año anterior por su actuación en “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”),... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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