La marca de la horca

255/06(09/10/10) Wéstern del montón únicamente reseñable por la poderosa presencia de Clint Eastwood, que volvió de España después de haber rodado sus tres famosos ‘espaguetis’ a las ordenes de Sergio Leone. Tras este éxito creo la compañía Malpaso y este fue el primer trabajo de la productora. El realizador fue Ted Post, un mediocre en su cometido que como único mérito tenía haber dirigido episodios de la serie también del oeste ‘Rawhide’ protagonizada por Clint y por la que se dio a conocer. La cinta posee un comienzo bastante bueno, con una escena de linchamiento opresiva y dolorosa, pero hay acaba lo resaltable, pues en su desarrollo no se sabe a qué carta juegan, si a legitimar la justicia, una justicia retratada de forma salvaje en la que todo hombre es ahorcable hasta que no se demuestre lo contrario, o a igualarla con hacerlo por tu cuenta, hace unos paralelismos muy confusos, y esto es lo peor, intenta ser moralista y en este sentido es pretender que tu ego firme cheques que tu trabajo no es capaz de cumplir. El guión resulta vacuo, discurre sin firmeza, en muchos tramos se atropella, con un romance metido con calzador, con un juez Bliss(correcto Ben Johnson) bastante mal retratado, no sabemos el por qué de su afán en ahorcar, con un protagonista, Cooper, mal descrito, pues resulta que lo poco que sabemos de su pasado es que es abogado, pues sin saber porque ha pasado a ganadero y rizando el rizo, no se sabe el porqué, es un maravilloso pistolero. Las secuencias de tiroteos no pasaran a la historias, son bastante anodinas. Recomendable a los amantes del género y de Eastwood. Fuerza y honor!!!

Este híbrido entre la clásica película del oeste norteamericana y el spaghetti-western europeo, no hubiera pasado a tener cierto éxito si no es por la presencia de Clint Eastwood. Y digo esto, porque objetivamente “Cometieron dos errores” es más bien poca cosa.

Se nota que es una película de novatos. Casi todo el cuerpo técnico que participa en la cinta eran nuevos en esto del cine, aunque ya tenían algunos de ellos cierta experiencia en televisión.

Sus errores son los habituales, falta de solidez y dispersión de la trama argumental, creando subhistorias de poco valor. Atracción por las corrientes de moda en la forma de rodar de la época, que pasados unos años suele quedar muy caduca –los zooms de esta son lamentablemente malos-. Y en general, cierta inclinación hacia el efectismo propio del cine de terror, en el que aquí se inspiran.

Y eso que el director, Ted Post, no era un niño precisamente, pero su forma de manejar la cámara está más cercana a la un estudiante de cine que a la de un cincuentón. El que es malo, lo es siempre, luego nos regalaría ese fiasco titulado “Regreso al planeta de los simios”.

Pero lo más interesante de esta película es la apología de la pena de muerte que se hace en ella. Si el personaje de Eastwood, representa el hombre que quiere resolver los problemas a la antigua usanza, el juez simboliza el nuevo modelo que se va imponiendo en Estados Unidos por aquella época. Y es él, y no los pistoleros de siempre los que imparten esa justicia. Aunque se equivoquen. Esta es la clave de la cuestión.


La pena de muerte es necesaria, ya que si no lo hacen ellos se hará en otra parte tomándose la gente la justicia por su mano. Y aunque se asuman errores y que hay personas que serán ajusticiadas de forma errónea, lo individual no puede parar lo estructural, que es el sistema judicial.

Este mensaje, bastante discutible, es el motor de la una historia rodada en Nuevo México, donde nuestro amigo Clint, está bien como siempre. Eso sí, nadie puede creerse que pueda ser abogado. Sus conocimientos de Derecho en la película son los mismos que los de Bisbal de Sociología de las Religiones.

Hay más puntos en contra de ella, desde la horrible banda sonora, una de las peores que recuerdo, a la lamentable historia de amor, completamente forzada, deshilvanada y carente de credibilidad. Papel de mujer florero, muy típico de las películas ultraderechistas norteamericanas como es el caso.

Lo mejor de todo es el comienzo, tiene unos diez primeros minutos extraordinarios, que parecen sacados de lo mejor del género. Pasado el gas inicial, viene el sopor y las incongruencias.

Una película bastante floja, que no debe tener más de un visionado, que debe servir para ver a Clint ponerse el sombrero y fumar sus puritos. Poco más.

Olvidable western protagonizado por Clint Eastwood en la línea de la trilogía del dólar, que supone una especie de spaghetti western americano fallido, en el que interpreta a un cowboy que busca venganza contra quienes le dieron por muerto después de colgarlo injustamente.

Ni entretiene ni resulta interesante por la manera de contar una historia dispersa que pretende ser una denuncia contra los justicieros vengadores y al mismo tiempo contra los excesos en la aplicación de la pena capital para imponer el orden en el salvaje oeste.

La chirriante música molesta, el reparto está desaprovechado, en especial Ben Johnson y la presencia casi anecdótica de Dennis Hopper, la duración resulta excesiva para lo poco que cuenta y las diferentes historias se mezclan torpemente entre si dando como resultado una película decepcionante.

Un año después de cabalgar a las órdenes de Sergio Leone en El bueno, el feo y el malo, Clint Eastwood volvía a subirse a lomos de un caballo para interpretar a un ex-abogado que ahora hace las veces de ganadero. Pero es acusado por un grupo de hombres de robar ganado y es sentenciado de facto a la horca. Sus ejecutores cometen el error de dejarle con vida, creyendo éstos que habían finalizado con éxito su macabro trabajo.

Un comisario que trabaja a las órdenes del juez Fentom se convierte en el salvador de Cooper, quien es entregado a la justicia y al que después le es ofrecido un puesto oficial, también como comisario en territorio federal. Es entonces cuando tendrá que ponerse al servicio de la ley y cumplir las misiones que le son encomendadas, pero por su cabeza sólo pasa la idea de vengarse, queriendo imponer su justicia personal.

Con una estética sucia al más puro estilo del spaghetti-western, subgénero del cine de aventuras del Oeste producido en Italia (del que destaca todo el producido por Sergio Leone), Ted Post (Regreso al planeta de los simios, Harry el fuerte) completa un buen film que contiene casi todos los tópicos y convencionalismos del género, envueltos en una buena trama en la que la protagonista principal, es la soga.

Después de protagonizar las tres exitosas películas de Sergio Leone, Clint Eastwood consiguió el estatus de estrella de Hollywood (curiosamente conseguido fuera de Hollywood). A partir de aquí, el desconocido actor que se marchó al desierto de Almeria, volvia convertido en una cara conocida, algo que desde luego no iban a desaprovechar los productores de Hollywood.

Dirigido por Ted Post, director impuesto por el propio Eastwood, el actor volvia al western para interpretar a un hombre que es acusado de robar ganado y ahorcado. Sin embargo, en el último momento será salvado por un comisario (interpretado por Ben Johnson). Una vez recuperado se colgará la estrella en el pecho para administrar justicia y de paso vengarse de aquellos que le colgaron. Eastwood se aleja voluntariamente del arquetipo creado por Leone, tal vez por no repetirse en exceso y por querer acercarse formalmente al western clásico de Hollywood.

Es evidente que a finales de los 60, el género estaba agonizando, y la temática es mucho más ambigua, ya que la influencia tanto del spaguetti-western como del llamado “western crepuscular” de Peckinpah eran evidentes, por más que en el film queda un tanto diluido: algunos primeros planos de enfrentamientos a revólver, la banda sonora que acompaña a algunas fases del film, una excesiva violencia (para lo que estaban acostumbrados en los Estados Unidos).

Por otro lado, en el film se intenta realizar una cierta legitimación de la venganza, al mismo tiempo que nos muestra de forma bien explícita la dificultad de administrar justicia en aquellos tiempos, más bien de lo difícil que era administrar justicia (de hecho el título original “Hang’em high”, colgarlos bien alto, es mucho más explícito que el título con el que se estrenó en nuestro país), las conversaciones ético-morales entre el “comisario” y el juez (interpretado por Pat Hingle) van en ese sentido, que por cierto se hubiera podido aplicar a la época en que se realizó el film. Estaban a punto de aparecer en la gran pantalla los vengadores y justicieros callejeros como respuesta a la incapacidad de la ley y la justicia por poner orden, y este film no es nada ajeno a esto pese a estar ambientado en otros tiempos.

El film en su conjunto es un tanto irregular, y el intento de semejarse a los westerns clásicos en plena transformación (y casi finiquito) del mismo deja un producto híbrido en el que se desprende cierta nostalgía por los tiempos pasados. No este el film que iba a salvar al género precisamente. Más aún, lo que demuestra este film es la agonía del mismo.