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Los comulgantes

Drama Thomas, un pastor protestante que celebra los oficios religiosos con la iglesia casi vacía, es un hombre solitario que sufre una profunda crisis espiritual y cuya vida carece de sentido. Incluso el amor que le profesa la maestra Marta se ha vuelto para él una carga insoportable. Su situación se agrava al verse incapaz de ofrecer ayuda alguna a una pareja de campesinos que acuden a él para pedirle consejo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
8 de julio de 2005
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sobriedad en coreografia y escenarios no desmerece el film, ya que ese tono oscuro(es en blanco y negro) le de más énfasis al argumento.
El director nos da a conocer la pérdida de la esposa en el momento que corresponde saber al espectador. Su presencia es el apoyo vital es muy comprometido para determinadas vocaciones y profesiones. Muy bien conseguido el desenlace, así como la interpretación.
Angel l
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22 de julio de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más negras que he visto en mi vida, al borde de la desesperanza. Con una sobria puesta en escena y momentos muy intensos. No se me olvida el tosco crucifijo, que servía más que de atrezzo: parecía un cadáver grotesco y ridículo sobre las desnudas paredes, y hacía que los personajes parecieran más desesperados aún. ''Qué imagen tan ridícula.'' No se me olvida tampoco el cielo encapotado y el aire gris, muy gris, que sirve de atmósfera en las pocas secuencias en las que vemos el exterior. Ni los primeros planos mirándote fijamente, haciéndote partícipe de este horror. No, por ahí no paso. No he disfrutado la película, más bien la he padecido, me ha resultado desagradable. Pero es buena técnicamente, y con economía de medios, eso hay que reconocerlo.

Lo mejor: el comienzo y sobre todo el perfecto final. Las interpretaciones. La sobriedad al servicio de la intensidad dramática.

Lo peor: no es una película agradable. Sus personajes llevan vidas grises y desgraciadas. No representan a la humanidad. Y... ¿será casualidad? la religión anda por medio.

Pero aquí no se culpa a la religión de los males, ni tampoco se la pone como solución. Simplemente está ahí. Y alrededor de su teatro y parafernalia andan vidas humanas, vidas reales, mucho más reales que Cristo y su mensaje, como destapa uno de los personajes en uno de los diálogos sobre la Pasión. En fin: una película muy lograda que muerde en la yugular, ya seas o no creyente. Es buena e intensa, pero no se la recomendaría a mucha gente.
Caligari sin gabinete
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8 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pérdida de fe en un hombre religioso, de un hombre dedicado a Dios, de un sacerdote, es la trama central de esta película. Tal vez sea, la situación más triste que puede enfrentar un hombre creyente, saber o pensar que los esfuerzos de toda su vida, que su propia existencia, que toda su energía vital han sido dedicados a fuerzas inexistentes. Este es un desencantamiento irrevocable, si un hombre tiene un desengaño amoroso, puede saber en el fondo que todo puede mejorar, que se puede encontrar otra mujer a quien amar; un hombre que pierde la fe, no encontrará una nueva creencia, ya no hay vuelta atrás.

Después de ver la película “Las mejores intenciones” de Bille August (1992), en la cual se nos muestra la vida de Henrik Bergman, padre de Ingmar Bergman se puede ver claramente como el personaje central de “Los Comulgantes” tiene que tener mucho con el progenitor del maestro sueco. La película es excepcional, sin sol pero con una iluminación proveniente de sus diálogos, algunos de ellos simplemente soberbios.
El mejor es uno de los finales:

-¿No le parece que nos equivocamos al pensar en la Pasión?

-¿En qué sentido?

-Nos fijamos demasiado en la tortura en sí. Pero ésta no pudo ser tan terrible, yo he sufrido físicamente tanto o más que Cristo. Su sufrimiento duró bastante poco. Unas cuatro horas…
Creí entrever un sufrimiento mucho peor que el físico. Está Pedro que lo negó. Cristo les había hablado a sus discípulos durante tres años enteros, tres años de convivencia cotidiana, y simplemente, no habían entendido. Lo abandonaron todos. Y lo dejaron todos. Eso sí que debió ser sufrimiento… Comprender que nadie comprende… Quedarte solo justo cuando necesitas confiar en alguien.
Pero no fue eso lo peor.
Cuando lo crucificaron y se quedó ahí colgado, sufriendo, gritó: “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?” Gritó con todas sus fuerzas. Pensó que su Padre del Cielo lo había abandonado. Creyó que todo lo que había predicado era mentira. Cristo tuvo grandes dudas minutos antes de morir. Eso debió ser su mayor sufrimiento. Me refiero al silencio de Dios.

Dr.Juventus
DrJuve
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15 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había una vez un señor extraño, de figura esquiva y dialéctica misteriosa, de disposición afectada y seriedad inquebrantable. Este ser misterioso que siempre quedaba lejos, era famoso por su cantar pausado y su retorica de viejo templario. Los que comulgábamos con el cine nos resguardábamos de su poder abstracto y de su afán de demiurgo, su leyenda siempre lo precedía y el poder incesante del mito tendía a eclipsarlo frente a nuestros ojos. Pero este señor de los siete sellos, que habitó por años nuestra curiosidad cinéfila nos esperó obstinado en el cruce de caminos, en el punto de inflexión, en el momento de vacilación más profunda. Y es así, una vez que la vida nos colocó en difícil emplazamiento y el mundo se nos volvió exigente sin anuncio, que nos encontramos finalmente con él. Y fue entonces que estuvimos prontos a escuchar la voz atormentada del extraordinario poeta.

Ingmar Bergman nació en Suecia el 14 de Julio de 1918, fue guionista, director de cine y teatro. Fue el segundo hijo de un pastor luterano y la influencia religiosa fue una constante de su cine, una obsesión implantada en su estructura genética que se transformó en una cavidad silenciosa y taciturna donde jamás llegó la voz de Dios.

¿Pero, porque volver a Los Comulgantes?

Es que las virtudes que destila esta obra trascienden los márgenes constreñidos del mero celuloide y tienen la capacidad de revelarse interminablemente. Su sentido lamento nos transporta, como el éter, a territorios pocas veces explorados. Es el bello fruto, la presencia viva de la más simple alquimia, el ejercicio mayor de un creador absorto y en ebullición. Una experiencia caleidoscópica condensada en todos los mundos posibles: el que puebla la infancia, el que legan los credos y disponen los padres, el que habita la esperanza y pulsa el deseo.

Los Comulgantes es como la luz que habita el invierno, circular, de contornos inacabados y márgenes misteriosos, que nos empuja a escrutar el precipicio de la más abyecta de las soledades: la del hombre frente a Dios.

Obra maestra.
nahuelzonda
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24 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algún momento de la vida todos nos sentimos vacíos. Es innegable y esencial. La frustración marcará la pauta hacia el éxito o el fracaso, la felicidad o el vacío. En el campo laboral, familiar o espiritual los pequeños objetivos implícitos definirán el día a día de nuestra existencia; cumplirlos o no, se vuelve decisivo y agobiante.

Se acerca la última mitad de la retrospectiva de Ingmar Bergman, hecho que reúne 10 de los mejores filmes de este histórico director y solo pienso decir que ‘Luz de Invierno’ es imperdible. Un helado paisaje inunda la iglesia en donde se profesa la eucarística y se muestra (con una sensibilidad fotográfica alucinante) cada uno de los habitantes y feligreses de la pequeña comunidad dominada por el sacerdote, donde todo nos remite al arrepentimiento y la deuda espiritual: aquella que nace de lo más profundo de nuestro ser y nos inquieta constantemente a conocer nuestro destino, como si el solo hecho de estar de pie no fuera suficiente para llenar nuestro ego anímico.

La profundidad del mensaje continúa con la depresión que soporta un pescador de nombre Jonas Persson (inmortal Max Von Sydow) quien, en un intento mudo de auxilio, busca la ayuda del sacerdote que, a pesar de la inmaculada profesión, no parece inmune a las inclemencias de la vida que lo agobian, perdiendo también el camino y con ello la capacidad de otorgarle un adecuado consejo a un desesperado oyente. Siguiendo la fórmula que hace inmortal a Bergman, los diálogos y monólogos que retratan las relaciones humanas nutren un filme encaminado a la angustia espiritual; sin banda sonora que lo complementa, solo queda el repique de las campanas y un estruendoso órgano como potentes instrumentos musicales.

¿Qué será capaz de convertir a un hombre bondadoso en cruel? ¿Un mal día, el estado de ánimo, el estado de salud? Si se considera la hipótesis habría cabida para la idea que somos una bomba de tiempo repleta de odio, donde las ilusiones y sueños nublan la realidad. Una vida sin sentido, el abandono, la incomprensión y el silencio de Dios debe ser lo más parecido al verdadero sufrimiento (recita el largometraje) con solo una esperanza al final en forma de luz de invierno.
The Wild Side
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