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La piel que habito

Thriller. Drama Desde que su mujer sufrió quemaduras en todo el cuerpo a raíz de un accidente de coche, el doctor Robert Ledgard, eminente cirujano plástico, ha dedicado años de estudio y experimentación a la elaboración de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla; se trata de una piel sensible a las caricias, pero que funciona como una auténtica coraza contra toda clase de agresiones, tanto externas como internas. Para poner en práctica este ... [+]
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Críticas 450
Críticas ordenadas por utilidad
7 de octubre de 2011
23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Agradecimientos—

Agradezco el hieratismo de un Banderas sin su habitual aeróbic gestual (mérito del director; conste en acta). El film inventa una narrativa puntual (plano comedido, composición certera) de pocas salidas de tiesto en el tallado de escenas. Otra cosa es el fondo, que es el que es. Se agradece y se aprecia. Ver al doctor Banderas entre centrifugadoras y nitrógeno líquido es en sí mismo una pura temeridad. No era, en consecuencia, fácil conducir estas fantasías transgénicas por la carretera de lo “locatis” sin que la caricatura y el esperpento infectara la propuesta. Y Almodóvar, a medias, lo consigue. Punto positivo.

También celebro la transposición al ambiente castellano y cigarralero de viejas claves de 'serie B' (Giallo, Fantaterror , 'Los ojos sin rostro'), del thriller y de los parámetros de obsesión gótica pasados, claro está, por el tamiz posmoderno del manchego aerodinámico. La panoplia de referentes se ajustan a necesidades y objetivos. Jugar con semejante macedonia de frutas sin descalabro es eficacia y, supongo, talento. Aunque sea un talento de superficie, poco dotado para la espeleología de bajos fondos.

2) La ingle brasileña—

Es cierto que cuando sale un tipo con disfraz de Falomir Juegos las excentricidades aumentan exponencialmente. Se nos desata Almodóvar, se nos desata. Dura poco, no obstante, pero hay que poner un negativo a ese inciso por su ridiculez y por incluir una declaración de precedentes discutible y gratuita: Marisa Paredes frente al fuego recapitulando pasados y fraternidades es un recurso forzado y elemental.

El espectador espera que ese tránsito tenga peso en la trama. Pero no. Se podría haber evitado. Eso, señoras y señores, se llama, aquí y en Pernambuco, “Relleneitor 3000”. La paciencia se me revolvió nerviosa ante la amenaza de que para cualquier nexo narrativo que mezclara “precedentes y consecuentes” el manchego fuera a festonear el metraje con sainetes. Y mira que la introducción me había gustado. Pero me acojoné...

Acudo al spoiler por incontinencia, que no por destripe...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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4 de septiembre de 2011
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La piel que habito se ha vendido como un cambio de registro del director Pedro Almodóvar. Yo diría más bien que estamos ante un proyecto arriesgado, particularmente grotesco y con giros narrativos, cuanto menos, delicados. Pero sigue siendo marca Almodóvar de toda la vida. Como debe ser por cierto. El hecho de que la película sea un thriller psicológico no nos exime de las jocosidades a las que el manchego nos tiene acostumbrados (ahí queda el tigretón interpretado por Roberto Álamo). Sin embargo, también es cierto que la película se muestra comedida en ese aspecto, mucho más de lo habitual, mostrándonos un elenco de personajes fríos e insensibles, con un Antonio Banderas contenido y una Elena Anaya pasiva. Una caracterización sin duda proyectada que viene a configurar parte de la atmósfera de inquietud y horror que se quiere transmitir. No faltan los momentos traumáticos y de tensión, en ocasiones haciendo equilibrio sobre ese punto delicado de inflexión donde el terror puede volverse comedia, algo que, con premeditación o sin ella, acaba adoleciendo un poco el efecto de impresión de algunos pasajes.

El trabajo interpretativo de los dos protagonistas es fantástico. Antonio Banderas cumple a la perfección con las exigencias de su papel. La frialdad e inexpresividad de su personaje no es un defecto de actuación; Es su actuación. Su doctor Robert Ledgard suscita temor y compasión por partes iguales, contagiando la incertidumbre necesaria para que los giros argumentales funcionen. Elena Anaya, de igual modo, hace un gran trabajo, particularmente entregada en uno de los papeles más trascendentales de su carrera.

A pesar de que la película está basada en una novela de Thierry Jonquet, y de haber admitido Almodóvar influencias de "Los ojos sin rostro" (1960) de Georges Franju, debo reconocer que la primera obra de referencia que me vino a la cabeza fue Frankenstein de Mary Shelley. La piel que habito no deja de ser la historia de un perturbado cirujano que, con la venganza como motivación, crea su propio monstruo. Una obra que coquetea con el terror y la ciencia ficción, utilizando lo delirante y bizarro como vehículo para hablarnos de identidad y suplantación. Todo desfila con agilidad sobre una estética y decorado al servicio de la historia. La excelente banda sonora de Alberto Iglesias hace lo propio, acentuando momentos sobrecogedores y memorables, como el de Vera aspirando frenéticamente los pedazos de vestido rotos.

No gustará a todos. Muchos aspectos no acaban de convencer. Sin embargo, y sin ser un gran amante del cine de Almodóvar, aplaudo la interesante propuesta y el afán del director por explorar nuevos terrenos que, no obstante, mantienen su identidad. Y espero que así siga siendo. Pues la identidad es distinción, y eso, para bien o para mal, es autenticidad.
Sitodine
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28 de enero de 2012
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decimoctavo largometraje realizado por Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 24 de septiembre de 1949). El guión, escrito por Pedro Almodóvar con la colaboración de Agustín Almodóvar, se basa en la escalofriante novela “Mygale” (1995), de Thierry Jonquet. Se rueda en escenarios naturales de Toledo, Galicia (Santiago de Compostela, La Estrada y Ponte Ulla) y Madrid, con un presupuesto estimado de 13 millones de USD. Nominado a 16 premios Goya, fue nominado al Globo de oro a la mejor película de habla no inglesa. Producido por Agustín Almodóvar para El Deseo, se proyecta por primera vez en público el 19-V-2011 (Festival de Cannes, Francia).

La acción dramática tiene lugar en España (Madrid, Toledo y otras localidades) en dos etapas (2006 y 2012). El cirujano plástico Robert Ledgard (Banderas) quedó viudo con una hija de unos 7 años, Norma (Sánchez), al morir abrasada su esposa en un accidente de tráfico en carretera. Traumatizado por el hecho, se dedica a investigar las técnicas de cultivo de piel en laboratorio. Lo consigue tras 12 años de trabajos. Marilia (Paredes), su ama de llaves, que dice ser su madre, le apoya sin reservas con su discreción, lealtad y complicidad. Vicente (Cornet) es un muchacho de unos 18 años, que conoce a Norma en una fiesta veraniega. Vera Cruz (Anaya) es una muchacha de unos 18 años, paciente del doctor Robert. Es dulce, reservada, cariñosa y enigmática. Robert es frío, carece de escrúpulos, es obsesivo y maniático. Marilia, de unos 70 años, es una mujer fuerte, solitaria, frustrada y de pasado tormentoso y oscuro. Norma es tímida, introvertida, depresiva y frágil.

La narración se desarrolla de una manera no lineal para dosificar a los largo del metraje la información relevante que se proporciona al espectador. Por lo demás, esta figura de estilo aporta al relato elementos de dinamismo, movimiento y agilidad, que incrementan la capacidad de retener la atención del público. El lenguaje hace uso de formas más contenidas, elípticas y respetuosas, que buena parte de los trabajos anteriores del autor. La puesta en escena se beneficia de un detallismo cuidadoso y perfeccionista, en algunas ocasiones próximo al esteticismo. La composición de los escenarios y la construcción de los encuadres son tributarios de los espacios inquietantes y lúgubres de las viejas y nuevas películas de terror y horror, como la escalera, el tunel gótico, la ausencia de vecinos próximos, etc.

Las paredes de la vivienda se presentan decoradas con importantes pinturas clásicas y modernas. Destacan “La Venus de Urbino” y “Venus y un organista”, reproducciones de Tiziano. Se ven collages de Juan Gatti, un cuadro original de Guillermo Pérez Villalta y otros (una magnífica tela surrealista), que aportan sugerencias y alegorías de sentimientos y emociones. Las imágenes repetidas del fuego evocan al infierno, complementado lo que expresa por su lado la banda sonora.

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Miquel
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3 de septiembre de 2011
43 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almódovar nunca quiso hacer prisioneros con su cine: o se le considera un genio o se le odia, y realmente en muy pocas ocasiones ha permitido que sus películas lleguen a un público más amplio, como puede ser Volver. En este caso, les adelanto que volvemos a los más crudo de la guerra, porque aquí hay mucho Almodóvar para amar o desechar. Eso sí, todo está presentado con exquisito gusto, gran fotografía, incesante BSO y todo lo que ustedes quieran; me gustaría poder decir que es pura estética sin fondo, pero desafortunadamente se trata de pura estética con fondo, pero un fondo muy malo. Como habrán leído en otras críticas, lo grotesco es omnipresente en la película (actuaciones para poner en cuarentena, diálogos auténticamente chanantes, situaciones descacharrantemente dramáticas...), pero corresponde a cada uno el decidir si es grotesco-grotesco o grotesco-sublime. Yo, que cada vez gusto más de llamar a cada cosa por su nombre, diré sin tapujos que el último Almodóvar no es visualmente exquisito sino relamido, no es transgresor sino escatológico, y no es original sino abiertamente ridículo. Para aquellos que quieran hacerse una idea más clara de esto, sigo en Spoiler.
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Tio Penthal
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12 de septiembre de 2011
22 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Almodóvar, al menos espero que me deslumbre con alguna escena casi perfecta, y un buen dominio de la puesta en escena. En "Los abrazos rotos", película irregular (y donde volví a encontrar un tiempo después, personajes principales mal escritos), tuve el placer de ver un cine donde todo el interior del cuadro estaba medido, donde había una gran escena de Lola Dueñas leyendo los labios de Lena (Penélope Cruz), y donde la forma de cortar los tomates se convertía en arte.

En "La piel que habito", el director manchego compone la película con una exasperarte cantidad de primeros planos (donde el trabajo es escena es mínimo). También encontramos un uso impensable (en otros momentos de su carrera) del plano-contraplano aburridísimo (que igual lo prefiero a la escena de ping-pong que había en "Los abrazos rotos"), típico del cine más soso que podemos ver en las salas de cine y un abuso sin sentido del cenital.

Es interesante, hasta cierto punto, la trama descrita, pero ni encuentro atmósfera ni me parece pertinente el uso del flash-back para narrar la historia.

Fuera de la trama principal, lo cierto es que sobra todo, y quizá por ello no existe la atmósfera que requería este trabajo que buscaba de un hueco intimista, donde el exterior fuera extraño e innecesario. Personajes como el de Marilia (interpretado por Marisa Paredes) y su hijo el tigretón de Kellogg's son tan deplorables como superfluos, llegando incluso a molestar ciertos parentescos que ni vienen a cuento, ni ayudan a nada. Y una vez más un personaje principal hace aguas en una película de Almodóvar. Robert (Antonio Banderas) no termina de cuajar. Su interpretación está americanizada con el excesivo movimiento facial que no concuerda con un personaje de corte frío. Tampoco convence este carácter, y una vez más pienso que el problema de la película es exteriorizar la trama más allá de los tres personajes principales. Sin ver el Robert del exterior, eliminamos parte de los problemas de credibilidad que tiene el personaje y la película queda más comparta.

"La piel que habito" es excesiva en explicaciones y en redundancias (la visita de Fulgencio -Eduard Fernández- con el periódico en la mano), y su desenlace está tan acelerado como falto de interés. La película termina con una frase con la que ejecuté una última carcajada, como prueba de la ausencia de atmósfera y contención que encuentro en la última película de Almodóvar.
Chagolate con churros
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